jueves, 4 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y María Solá de Sellarés.

INTRODUCCIÓN


LA HUMANIDAD se desarrolla, podríamos decir crece, al igual que el organismo humano, y su crecimiento psicofisiológico va dando origen a más amplios estados de conciencia. Nos resulta natural comprender que el niño no se halla en condiciones de entender lo que corresponde al nivel adolescente, ni el muchacho captar la lógica propia de la vialidad. Similarmente, desde el hombre de las cavernas, la Humanidad ha ido enriqueciéndose y sensibilizándose, y así lo que resultaba misterioso en su etapa primitiva, pasa a ser algo evidente en una etapa posterior.

La imagen de semilla a que recurro para la Humanidad y para el Hombre, permite captar la categoría y alcance del potencial que una y otro encierran. La integridad de esa posesión nos permite comprender la importancia de los factores externos para que, armónica y plenamente, se desarrolle el potencial, y así llegue a su madura plenitud.

Pero tenga en cuenta el lector que tanto la Humanidad como el Hombre, corresponden a entidades naturales que existen en el seno de una realidad cósmica, pero que, asimismo, son criaturas de un mundo que va creando historia. Esto implica, en un aspecto, un proceso natural, y en otro, un proceso de posibilidades que vendrán a enriquecer lo que, mediante el aprendizaje, aumente el hombre las categorías los valores naturales. Sea un ejemplo el lenguaje, la facultad humana de comunicación, esa facultad que late en la semilla y que se actualiza con el crecimiento psicofisiológico y el ambiente humano. Pero el dominio del lenguaje es algo más que capacidad lo esencial-, es asimismo posibilidad de superarlo mediante la voluntad y el esfuerzo humanos.

Lo que antecede como fundamento nos lleva a reconocer que la historia es el magno proceso en el que la Humanidad va alcanzado los niveles que en ella subyacen y que, con su logro, va trascendiendo las limitaciones propias del crecimiento.

Siento útil detenerme, en ratificación de las anteriores afirmaciones, en el periodo del siglo XV cuando, tras la Edad Media, el hombre entra en una significativa etapa de conciencia, ya no continúa supeditado a un alma colectiva que la orientó y rigió; llamada Iglesia, en lo religioso. Estados absolutos, en lo político. Se distingue la nueva etapa con el nombre de Renacimiento e implica la presencia de la razón que dotará al ser humano de la posibilidad de ahondar los fenómenos del mundo natural y así descubrir las leyes que los rigen; así como le conducirá a que sea él quien interprete en lo religioso lo que la Iglesia confiaba a los Concilios para que inquietud alguna perturbara su alma inocente, o se inclinara a la herejía.

Fácil es darse cuenta lo que ese periodo llegó a significar: corresponde a la aurora de una extraordinaria etapa, en la que, atenta la mirada del hombre al mundo natural dará origen a la Ciencia, y en ahonde de lo metafísico lo liberará de autoridades protectoras. Pero en su soledad de adulto, tambaleará la firmeza de su fe en el destino espiritual. Aunque espléndidos hayan sido los frutos de ese inquietante siglo XV lo patentiza la tecnología creada parece como si nuestro siglo XX sintiera la imperativa necesidad de algo nuevo.

Algo nuevo, ¿en qué sentido? Están sugiriendo la respuesta los científicos, a pesar de que la ciencia haya sido entronizada a una máxima altura como hija predilecta de la razón humana. Y la sugieren destacados nombres. Muchos son los que se pueden mencionar: Everett Mendelshon, historiador y biólogo de la Universidad de Harvard; Theodore Roszak, autor del famoso libro El hacedor de una contracultura; Frank Rhodes, geólogo de la Universidad de Michigan; Abraham Maslow, psicólogo; Dietrich Shroser, físico y autor del libro La física y la quinta dimensión; Richard H. Bube de la Universidad de Stanford; Wemer Heisenberg, también físico, etcétera. ¿Hacia qué tiende lo nuevo para esos científicos? Hacia lo místico e irracional, hacia el retorno de la sumergida sensibilidad religiosa, hacia el misterio, la ambigüedad, la contradicción ilógica y la experiencia trascendente. Todos ellos reconocen que algo falta con la pura aplicación de la verdad científica: dejar vacío el corazón del hombre. Y así, también de la Universidad de Harvard eleva su voz el ilustre físico, Morrison, para insistir en que el racionalismo ha de incluir lo irracional, y Thomas Kuhn, autor de La estructura de la revolución científica, arguye en su obra que “la ciencia no es acumulativa, sino que sufre colapsos y renacimientos después de cada cambio fundamental”, lo que le induce a recurrir a la palabra “paradigma” para que se iluminen con ella las teorías que puedan intuirse en cada nuevo cambio. Esto le lleva a sustentar que Copérnico estableció un nuevo paradigma científico con su Universo heliocéntrico, Newton con su Ley de gravedad, Einstein con su Teoría de la relatividad.

Me he extendido en lo que antecede para poner de manifiesto que son los propios científicos las lumbreras de nuestro momento histórico-, quienes, arrancando del siglo XV y de la capacidad razonadora a que ha llegado el hombre, intuyen la necesidad de un nuevo paradigma quizá ya no puramente científico- que corresponda al umbral de otro periodo histórico, y neutralice la “jactanciosa objetividad de la ciencia” (palabras de Mendelshon ratificadas por Heisenberg). El desequilibrio e insatisfacción que observan las mentalidades de más categoría de nuestro tiempo nos lleva a preguntar: ¿Hacia dónde orientarnos?

El siglo XV significó entrar en el predominio de la razón, función del intelecto, y se han logrado amplios y positivos frutos, pero el radicalismo racionalista no evita la inquietud del alma humana, y ésta se mantiene en expectación.

Entre las características que asoman en la segunda mitad de nuestro siglo XX, parece predominar la que nos lleva a una interiorización de la personalidad, esa interiorización que puede conducir, con la trascendencia de lo material externo y de lo sensorio natural, hacia una superación del racionalismo científico: ya no quizá tan sólo el hacia afuera experimentable, sino, con el misterio que ese afuera nos presenta, introducirnos en el que subyace en el adentro del hombre, y con una integridad realizada lograr la paz y la armonía del mundo histórico que estamos tejiendo.

El pensador que siento de mayores posibilidades para llevarnos a intuir el nuevo paradigma es el hindú Krishnamurti. Sus libros, sus conferencias, su proyección personal han puesto de manifiesto, desde el primer momento, hasta que punto ha ahondado los problemas de esta época, y de cómo debiera el hombre caminar hacia su solución.

En las páginas que siguen encontrará el lector el pensamiento de Krishnamurti difundido en este siglo. Ese pensamiento ha encarnado en unas palabras y en una actitud que enfoca los diversos aspectos del interrogante humano, pero siempre para llevar a sentir, a quienes a él se acercan, que sólo la COMPRENSIÓN, no la conformidad a lo que él dice, descansa en la posibilidad ÚNICA de una conciencia despierta al momento que vive. He ahí lo que quizá pudiera estimarse como el nuevo paradigma de nuestra hora histórica. Pero ese nuevo paradigma tan sólo puede intuirse en el mensaje de Krishnamurti, intuirse nada más, pues ha de ser quien por él se interese que, al intuirlo, lo haga suyo. No es expresión mental, o evocación emotiva; no es algo externo, sino pura trascendencia, un estado que se realiza. Tras la agudización del intelecto que ha conducido a la máxima materialización de la vida humana con la insatisfacción que se ha producido, a pesar de sus conquistas, el mensaje de Krishnamurti trata de conducir hacia el despertar de la INTELIGENCIA, ese despertar que implica la serena e intensa atención del hombre hacia la realidad en la que se halla sumergido, hacia su vida individual y colectiva.

Aunque no sea una mayoría, sí existe una minoría consciente de que “una ola de destrucción cabalga sobre la vida”. ¿Es posible detenerla? Krishnamurti contundentemente afirma que sólo el hombre que es quien la justifica, sólo él, QUE ES LA PROPIA OLA, puede lograrlo. ¿Cómo? No recurriendo a cambios externos, ni a valores que fueron, sino apelando a la facultad de VER que la inteligencia le otorga.

Quizá esta conclusión, por su misma simplicidad, resulte abstrusa para que algo signifique al hombre del siglo XX. ¡Es algo tan distinto a las rutas tradicionales! Que la lectura de esta Antología pueda convertir lo abstruso en luz orientadora.

M. S. de S.



KRISHNAMURTI
Antología comentada de su mensaje
Presentación e Introducción
de
María Solá de Sellarés
COSTA-AMIC EDITORES, S. A.
MÉXICO, D. F.








miércoles, 3 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y El Canto de la Vida.

PREFACIO DEL AUTOR

La consecución de la Verdad es una experiencia absoluta, final. Yo me he formado de nuevo conforme a la Verdad. No soy poeta; he intentado sencillamente poner en palabras mi modo de realizarla.

Krishnamurti


I
Haz de tu deseo el deseo del mundo;
Haz el amor del mundo, de tu amor.
En tus pensamientos lleva al mundo a tu mente;
En tus actos deja al mundo contemplar tu eternidad.

Podrás extraer toda el agua de la fuente,
Más no podrás saciar la sed de tus deseos.
Tu corazón podrá gozar en la flor de sus amores,
Pero a la llegada de la muerte la flor se extinguirá.
Tus pensamientos podrán volar a altísimos designios,
Pero en la ansiosa lucha aprisionados quedarán.

Como flecha lanzada por un potente brazo,
Deja que en las entrañas de lo eterno
Penetre a fondo tu determinación.
Cual corre el torrente de la montaña, puro en su curso vertiginoso,
Deja a tu mente que ansiosa busque la libertad.

Despertada del corazón del amor,
Mi voz es la voz de la sabiduría,
Nacida del infinito dolor.

II
¿Quién puede decir si tu corazón es limpio?
¿Quién puede decirte si tu mente es pura?
¿Quién puede ofrendarte la fruición de tu deseo?
¿Quién puede curarte del ardoroso afán de satisfacción?

¿Se te dará comprensión,
O te será mostrada la senda del amor?
¿Escaparás del temor que los hombres llaman muerte?
¿Puedes apartar de ti el dolor de la soledad,
O alejarte del grito de aflicción?
¿Puedes ocultarte tras la risa de la música,
O abandonarte en fáciles alegrías?

La sabiduría ha de nacer del entendimiento.
Ella lanza su voz
En el páramo de la completa confusión.

Un hombre contempló la danza de las sombras
Y fue en busca del origen de tanta belleza.

¿Puede morir la Vida?
Mira en el ojo de tu prójimo.

El valle está oculto bajo el manto de una nube,
Pero, serena, la cumbre se levanta
En contemplación del claro firmamento.

A orillas de un sagrado río
Un peregrino repite la letanía de un salmo,
Y enclaustrado en apacible templo,
Un hombre de rodillas musita una oración.
Pero, mirad, bajo el pesado polvo del verano
Dormita una hoja verde.

¿Quien te libertará de tu prisión
O rasgará el velo de tus ojos?
Por la ladera de la montaña
Sube un sendero pausadamente,
Más, ¿quién cargará contigo sobre sus hombros?

Vi a un cojo que hacia mí venía,
Y lágrimas derramé de tristes recuerdos.

En la honda lejanía
Sostiene el firmamento una estrella solitaria.

III
El fin está en el principio de todas las cosas,
Suprimidas y ocultas,
Esperando ser libertado por el ritmo
Del placer y el dolor.

Detenido en la agonía del Tiempo,
Contrecho por la secreta fuerza del crecimiento,
Oh Amado,
El Yo del cual tú eres el todo,
Busca la senda del éxtasis iluminado.

Modelado en la poesía del ritmo,
Reuniendo las riquezas que produce la vida,
Oh Amado,
El Yo del cual tú eres el todo,
Traza su senda hacia el corazón de todo lo creado.

En el secreto santuario del deseo,
Por las reconditeces del amor envolvente,
Oh Amado,
El Yo del cual tu eres el todo,
Danza a la canción de la Eternidad.
Por el visible e invisible infinito,
En la rueda de muerte y nacimiento,
Oh Amado,
El Yo del cual tu eres el todo,
Tiende un puente sobre los abismos que separan.

Abstraído en ferviente adoración,
Alucinado por las vanas pesquisas del pensamiento
Oh Amado,
El Yo del cual tu eres el todo,
Se esta fundiendo en lo Incorruptible.

Como siempre, oh Amado,
El Yo es sin cesar el todo.

IV
Escucha, oh amigo,
Vengo a hablarte del secreto perfume de la Vida.

La Vida no tiene filosofía,
Ni sutiles sistemas ideológicos.

La Vida no tiene religión,
Ni adoración en lóbregos santuarios.

La Vida no tiene Dios,
Ni el fardo de misterios tenebrosos.

La Vida no tiene morada,
Ni el agudo tormento de la decrepitud.

La Vida no tiene placer, ni pena,
Ni la perversión del amor exigente.

La Vida no es bien ni mal,
Ni el oscuro castigo del indolente pecado.

La Vida no da consuelo,
Ni descansa en los altares del olvido.

La Vida no es materia ni es espíritu,
Ni hay en ella
La cruel división de la acción y la inacción.

La Vida no tiene muerte,
Ni el vacío de soledad en la sombra del Tiempo.

Libre es el hombre que vive en lo Eterno,
Porque la Vida es.

V
Mil ojos con mil miradas,
Mil corazones con mil amores,
Soy yo.

Como la mar que recibe
Los limpios e impuros ríos
Sin notarlo,
Así soy yo.

Hondo es el lago de la montaña,
Clara es el agua del surtidor,
Y la secreta fuente de las cosas, mi amor.

Oh, ven, acercare y prueba mi amor.
Entonces, como se abre el loto en la tarde apacible,
Descubrirás el deseo secreto de tu corazón.

El aroma del jazmín satura el aire de la noche,
Y de la honda floresta
Llega el grito de un día que se muere.

La Vida de mi amor es manumisa,
El logro de esta Vida
Es la libertad de la realización.

VI
El amor es su propia divinidad.
Si le siguieras,
Desechando la pesada carga
De una mente sagaz,
Libre estarías del miedo
Del amor impaciente.

El amor no esta limitado
Por el tiempo, ni por el espacio,
Ni por las cosas áridas de la mente.
Pero ese amor deleita en el corazón
De aquel que con provecho ha experimentado
La confusión de las pesquisas del amor.

El Yo, el Amado,
Es la inmortalidad del amor,
La belleza escondida en todo lo creado.

Oh, ¿por qué necesitas buscar más aun?
¿Por que ir más lejos, amigo?
La jornada sin fin de la Vida
Está en el polvo del amor sencillo.

VII
Ama la Vida.
Ni el principio ni el fin saben
De qué causa proviene;
Pues no tiene ni principio ni fin.
La Vida es.

En la realización de la Vida no hay muerte,
Ni el dolor de las grandes soledades.
La voz melodiosa, el grito de desconsuelo,
La risa, y el lamento de aflicción,
No son más que la Vida que camina a su colmo.

Mira en los ojos de tu prójimo
Y únete con la Vida;
Allí está la inmortalidad,
La Vida eterna, inalterable.

La penosa carga de la duda
Y el aislado temor de la soledad
Son para aquél que no ama la Vida;
Para él no hay más que muerte.

Ama la Vida,
Y tu amor no sabrá de corrupción.
Ama la Vida, y tu juicio te sostendrá.
Ama la Vida, y no te desviarás
Del sendero de comprensión.

Cual los campos de la tierra están divididos,
El hombre hace divisiones en la Vida,
Creando así el dolor.

No rindas culto a los antiguos dioses
Al pie de altares con incienso y flores;
Ama la Vida con gran júbilo;
Grita en el éxtasis de la alegría.
No hay nada que embarace la danza de la Vida.

Yo soy de esa Vida, libre, inmortal,
El Origen Eterno.
Y esa Vida es la que canto.

VIII
No busques el perfume de un solo corazón,
Ni mores en su fácil bienestar,
Porque allí dentro habita
El miedo de la soledad.

Yo lloré,
Porque vi
La soledad de un único amor.

En la danza de las sombras
Se desmaya una flor.

La adoración de muchos en el uno
Conduce a la tristeza,
Pero el amor del uno en muchos
Es venturanza eterna,

IX
¡Cuán fácilmente
El apacible estanque es perturbado
Por el viento que pasa!

No, amigo,
No busques tu felicidad
En las cosas fugaces.

Hay tan solo un camino;
Ese camino está en ti mismo,
A través de tu propio corazón.

X
Un sueño nace de una multitud de anhelos.
Cuando la mente está apacible,
No perturbada por el pensamiento;
Cuando el corazón se siente casto
Desbordante de amor incorruptible,
Descubrirás entonces,
Oh amigo,
Un mundo allende la ilusión de las palabras.

Allí dentro está la unión de toda Vida,
Allí dentro está el manantial silente
Que sustenta los mundos oscilantes.

En ese mundo, no hay cielo ni infierno,
Ni el pasado, el presente ni el futuro,
Ni la decepción del pensamiento,
Ni los suaves murmullos del amor moribundo.

Oh, busca ese mundo
Donde la muerte no danza en sus éxtasis sin sombra,
Donde las manifestaciones de la Vida
Son como imágenes que el lago refleja.

En torno tuyo está
Y fuera de ti no existe

XI
Cual del profundo seno de una montaña
Nace un inquieto y alegre manantial;
Así, de la honda tortura de mi alma
Ha surgido el amor divinal:
El perfume del mundo.

Por los soleados valles corren las aguas
Precipitándose de lago en lago -
Errantes siempre, jamás en calma;
Así está mi amor,
Vaciándose él mismo de corazón en corazón.

Como las aguas corren tristemente
Por un oscuro valle cavernoso,
Así ha fluido mi amor, lánguidamente,
Por el fácil deseo ignominioso.

Como los grandes arboles son destruidos
Por la fiera embestida de las aguas,
Cuya propia virtud hubo nutrido
Las profundas raíces y la savia,
Así mi amor desgarró violentamente
El corazón, de su existencia grata.

Yo he destrozado la propia roca donde crecí.

Y como el manso y anchuroso río
Ora se escapa al bullicioso mar,
Cuyas aguas no conocen cautiverio,
Así es mi Amor,
En lo perfecto de su libertad.

XII
¡Oh, regocíjate!
El trueno retumba entre las montañas
Y largas hileras de nubes sombrías
Encubren la alfombra del valle esmeralda.

Las lluvias
Renuevan en verdes retoños
Los brotes resecos ayer marchitados.
Y un águila altiva construye su nido
Arriba entre rocas, sobre los picachos.

Con la Vida todas las cosas son magnas.

Oh amigo,
La Vida llena el universo.
Tu y yo somos uno
Por siempre en lo Eterno.

La Vida, como las aguas,
A reyes y mendigos sustenta por igual...
Para el rey es la copa dorada,
Para el pordiosero, el vaso de arcilla
Que salta en pedazos en el manantial.

Tanto el rey como el mendigo
Estiman su vaso con el mismo afán.

Existe el retraimiento,
El temor a la soledad,
El dolor de un día agonizante,
De una nube que pasa, la tristeza.

Y así de amor la Vida desprovista
Vaga de casa en casa,
Y ninguno proclama su belleza.

De la roca de granito
Surge la esculpida imagen,
La cual los hombres adoran
Juzgándola venerable.
Sin embargo pisotean
Las rocas en el camino
Al templo de sus afanes.

Oh amigo,
La Vida llena el universo.
Tú y yo somos uno
Por siempre en lo Eterno.

XIII
Escudriña la secreta pretensión de tu deseo;
Entonces no vivirás en la ilusión.

¿Que puedes conocer de felicidad,
Si no has caminado por el valle de aflicción?

¿Que puedes comprender de libertad,
Si no has clamado contra tu propia esclavitud?

¿Que es lo que puedes saber de amor,
Si de las complicaciones del amor
No has intentado manumisión?

En las horas oscuras de una noche apacible,
He visto los capullos florecer.

XIV
¿Lleva, en su plenitud, la gotita de agua
Al torrente impetuoso
O las aguas rutilantes de hondo lago?

¿Nutre, en su soledad, la gota henchida
Al árbol solitario en la colina?

En su noble descenso, ¿crea una gota
La dulce melodía de las aguas?

¿Calma la sed ardiente la gota de agua,
En su fresca pureza?

Ignorantes son aquellos que persiguen
Las sombras del yo en la Vida,
Y por vagar en las sendas del esclavo
La Vida los esquiva.

¿Para qué, pues, la lucha
En la soledad de la desunión?
En la Vida no hay ni tu, ni yo.

XV
No tengo nombre,
Soy como la fresca brisa de los montes;
No tengo asilo,
Soy como las aguas sin abrigo;
No tengo santuarios cual los dioses misteriosos,
Ni estoy en la sombra de los templos solemnes;
No tengo sagradas escrituras,
Ni estoy sazonado en la tradición.

No estoy en el incienso
Que sube a los altares,
Ni en la pompa de las grandes ceremonias;
Tampoco estoy en la dorada imagen,
Ni en el sonoro canto de una voz melodiosa.

No estoy limitado por teorías,
Ni corrompido por creencias;
No soy esclavo de las religiones,
Ni de la pía asistencia
De sus sacerdotes;
No soy engañado por filosofías,
Ni el poder de sus sectas me da nombre.

No soy humilde ni conspicuo,
Ni apacible, ni violento;
Yo soy el Adorador y el Adorado,-
Yo soy libre.

Mi canción es la canción del río
En su anhelo por los mares inmensos
Divagando, divagando.

¡Yo soy la Vida!

XVI
No ames tan solo la hermosa rama,
Ni grabes su imagen en tu corazón.
El tiempo la corrompe.

Ama el árbol
Entonces amarás la rama hermosa,
Y la hoja, sea tierna o ya marchita,
El tímido capullo, la abierta flor,
El pétalo caído y la copa que oscila:
La sombra generosa de consumado amor.

Oh ama la Vida en toda su grandeza.
¡La Vida no conoce corrupción!

XVII
La tristeza prontamente se disipa,
Y las lágrimas limitan el placer.
Tan solo aquellos de mirar sereno
Recordarán las profundas heridas
De sus suspiros pasajeros

La tristeza es la sombra
En el velatorio del placer.
El deseo es juvenil en su ardiente arrebato;
La ligereza de sus actos
Revelará el origen de la alegría.

El conflicto del descontento es sufrimiento;
Pero la invitación al dolor
Es el camino a la felicidad.

La Vida tiene su morada
En el corazón del hombre.

XVIII
¡Oh la melodía de aquella canción!
El profundo santuario estaba henchido
Con el aliento de todos los amores,
Y en la onda de muchos pensamientos
Vacilaban las luces con trémulos fulgores.

Pausado el sacerdote entona su cantar;
El aire se satura de esencia de alcanfor,
El ídolo reluce y, parece agitar
Su hastío, ya cansado de tanta adoración.

Un silencio profundo se suspende en el aire,
Y de súbito,
Una dulce canción de infinita ternura
Hace brotar mis lágrimas.

Una mujer en albas vestiduras
Le canta de su amado, al corazón:
De la risa de niños que le abrasan,
De los hijos que nunca conoció,
Del encanto fugaz de sus amores,
De la tristeza de su hogar en flor,
De la angustia en una noche solitaria,
De su vida penosa e infecunda
En medio de la tierra fecundada.
Lloré con ella su dolor,
Y fue mío su desgarrado corazón.

Ansiosa abandonó el refugio bendito
Con la dulce alegría de volver a adorar.
Tras ella sigo a través del infinito
Por toda eternidad.

Oh Amor,
Tu y yo no nos separaremos;
Unidos vagaremos
Por la inmensa avenida del verdadero Amor.

XIX
He vivido el bien y el mal de los hombres
Y el horizonte de mi amor se obscureció.

He conocido la moralidad e inmoralidad de los hombres
Y mi ansioso pensamiento se hizo cruel.

He compartido en la piedad e impiedad de los hombres
Y el fardo de la Vida me abatió.

He proseguido la lucha del ambicioso
Y la gloria de la Vida tornóse insubstancial.

Mas ahora he penetrado el oculto propósito del deseo.

XX
Invita al dolor
Desde lo más profundo de tu corazón
Y tendrás alegría en abundancia.

Como crecen los ríos
Después de grandes lluvias
Y se regocijan los guijarros
En el murmullo de las inquietas aguas,
Así tus largas buscas por lindes del sendero
Llenarán el vacío que el temor engendró.

El dolor desplegará la trama de la Vida.
El dolor prestará la fuerza del recogimiento.
El dolor abrirá las puertas cerradas
De tu corazón.

El grito de dolor es la voz de la realización.
Y el júbilo de ésta
Es la plenitud de la Vida.

XXI
A nadie miro fuera de Ti,
Oh mi Amado,
Tú has nacido en mí,
Y mirad,
Allí escojo mi refugio.

He leído innumerables libros sobre Ti.
Me dicen
Que hay muchos como Tu,
Que para Ti se han construido numerosos templos,
Que hay numerosos ritos
Para invocarte.
Más yo no tengo con ellos ninguna comunión.
Pues todos no son mas que cascarones
Del pensamiento del hombre.

Oh amigo,
Procura descubrir al Bienamado
En las reconditeces de tu corazón.

El tabernáculo está muerto
Cuando cesa de danzar el corazón.

A nadie miro fuera de Ti,
Oh mi Amado,
Tu has nacido en mí,
Y mirad,
Allí escojo mi refugio.

XXII
Mi hermano ha muerto;
Eramos como dos estrellas en un límpido cielo.

El era como yo,
Quemado por el ardiente sol,
En la tierra donde hay céfiros blandos,
Ondulantes palmeras,
Y ríos refrescantes;
Donde hay innumerables sombras,
Loros de plumaje reluciente
Y pájaros canoros;

Donde las verdes copas de los árboles
Se balancean al sol reverberante;
Donde las arenas son de oro
Y de un verde-azul los mares;

Donde el mundo vive bajo el fuego del sol
Y la tierra es tostada al bronce oscuro;
Donde los verdes arrozales relucientes
Se adormecen en las aguas pantanosas,
Y cuerpos desnudos, morenos y lustrosos
Son libres en la luz resplandeciente;

La tierra
De la madre que lacta su hijo a orilla del camino,
Del ferviente devoto
Que ofrenda gayas flores,
Del altar en el recodo del sendero,
Del intenso silencio,
Y de la inmensa paz.

Él murió;
Yo lloré sin consuelo.
Donde quiera que iba escuchaba su voz
Y su risa feliz.
Busqué su rostro
En el de todo transeúnte
Preguntándoles si habían visto a mí hermano,
Mas ninguno pudo darme consuelo.

Recé,
Rogué,
Pero los dioses estaban mudos.
No podía llorar más.
No podía soñar más.
Le busqué en todas las cosas
Y en todos los climas.

Escuché el susurro de muchos árboles,
Llamándome a la morada donde él está.

Y entonces,
En mi búsqueda,
Te contemplé,
Oh Señor de mi corazón;
En Ti tan sólo
Vi el rostro de mi hermano.

En Ti tan sólo,
Oh mi eterno amor,
Contemplo los rostros
De todos los que viven y todos los que han muerto.

XXIII
Yo te digo:
La ortodoxia se forja
Cuando la mente y el corazón están en decadencia.

Como el tranquilo estanque de los bosques
Está oculto bajo un manto de verdín,
Así, por la acumulación del pensamiento otoñal,
Está encubierta la Vida.

Como es abatida la delicada hoja
Con el polvo del último verano,
Así es abrumada la Vida
Con un amor desfalleciente.

Cuando el pensamiento y la emoción
Están cercados
Por el miedo de la corrupción,
Entonces, oh amigo,
Quedas aprisionado
En la obscuridad de un día agonizante.

Una tierna hoja se marchita
En la sombra de un gran valle.

XXIV
Como la flor al perfume,
En mi corazón te tengo,
Oh Mundo.

Guárdame en tu corazón,
Pues soy la Liberación,
La eterna felicidad de la Vida.

Como la piedra preciosa
En la entraña de la tierra,
Así estoy escondido
En lo profundo de tu corazón.

Aunque tú no me conoces,
Yo te conozco muy bien,
Aunque en mi nunca pienses,
Mi mundo está lleno de ti.

Aunque tu no me ames,
Tú eres mi inmutable amor.
Aunque me rindes culto
En templos, iglesias y mezquitas,
Soy un extraño para ti.
Pero tu eres mi compañero eterno.
Como el apacible valle
Es protegido por las montañas,
Así te cubro,
Oh Mundo,
Con la sombra de mi mano.

Como vienen las lluvias
A la tierra sedienta,
Así vengo, oh Mundo,
Con el perfume de mi amor.

Conserva tu corazón
Puro y sencillo,
Oh Mundo,
Pues entonces me darás la bienvenida.
Yo soy tu amor
El deseo de tu corazón.

Conserva tu mente
Clara y serena,
Oh Mundo,
Pues en eso esta tu comprensión.
Yo soy tu inteligencia,
La plenitud
De tu propia experiencia.

Me siento en el templo
O a orillas del camino,
A observar como se mueven las sombras
De uno a otro sitio.

XXV
La razón es el tesoro de la mente,
Y el amor el perfume del corazón;
Más ambos son de idéntica substancia
Aunque expresados en moldes diferentes.

Como la moneda de oro
Muestra dos caras
Separadas por un débil muro de metal,
Así entre el amor y la razón,
Está el equilibrio de la comprensión,
Esa inteligencia
Que es tanto de la mente como del corazón.

Oh Vida, oh Amado,
En ti tan solo existe el pensamiento eterno,
En ti tan solo existe el amor eternal.

XXVI
Como la chispa
Que ha de dar lumbre
Está escondida en la ceniza gris,
Así, oh amigo,
La luz
Que ha de guiarte
Está oculta
Bajo el polvo
De tu experiencia.

XXVII
Oh amigo,
Tú no puedes confinar la Verdad.

Es como el aire,
Libre, infinita,
Indestructible,
Inmensurable.

No tiene sitio de reposo,
Ni templo, ni altar,
Ni es de un único Dios,
No obstante lo celoso que sea Su adorador.

¿Puedes decir
De qué flor única
Libó la abeja la dulce miel?

Oh amigo,
Deja la herejía al hereje,
La religión al ortodoxo;
Empero colige la Verdad
Del polvo de tu experiencia.

XXVIII
Como el alfarero
Modela el barro
Para regocijo de su corazón,
Así tu puedes crear
Tu futuro
Para la gloria de tu Ser.

Como el hombre del bosque
Abre un camino
A través de la espesa maleza,
Así tu puedes construir
Un camino franco
A trapes del torbellino del dolor,
Hacia tu liberación de las tristezas,
Hacia tu eterna felicidad.

Oh amigo,
Cual las misteriosas montañas
Están ocultas por la nube fugaz,
Así tu estas oculto
En la tiniebla
De tu creación.
El fruto de la semilla que sembraste
Te agobiara.

Oh amigo,
Cielo e infierno
Son palabras
Atemorizantes para que obres bien,
Pero ni el cielo ni el infierno existen,
Únicamente las semillas de tus acciones
Traerán a la existencia
La flor de tus anhelos.

Como esculpe el artífice
En el bloque de granito
La forma humana,
Así, en la roca
De tu experiencia,
Labra tu eterna felicidad.

Tu vida es una muerte;
La muerte es un renacimiento.
Feliz es el hombre
Que está fuera de las garras
De estas limitaciones.

XXIX
La montaña desciende hasta las aguas fugitivas
Pero su cumbre está oculta en una nube obscura.

En el tocón de un pino muerto
Creció una delicada flor.

La substancia de mi amor es Vida
Y en su camino no hay muerte.

XXX
La duda es un precioso ungüento;
Aunque abrasa, sanará eficazmente.

Yo te digo: invita a la duda
Cuando estés en la plenitud de tu deseo.
Llama a la duda
En el instante en que tu ambición
Sobrepasa el pensamiento en los demás.
Despierta la duda
Cuando en un grande amor
Se regocije tu corazón.

Yo te digo:
El amor eterno es hijo de la duda;
La duda limpia la mente de corrupción.
Así la fortaleza de tus años
Será establecida en comprensión.

Para la plenitud de tu corazón
Y para el vuelo de tu mente
Deja que tus complicaciones
Sean destrozadas por la duda.

Como la fresca brisa de los montes
Que despierta a las sombras en el valle,
Deja que la duda conmueva
El decrépito amor de una mente estancada.

Que la duda no entre
Secretamente en tu corazón.

Yo te digo:
La duda es un precioso ungüento;
Aunque abrasa, sanará eficazmente.

XXXI
Escúchame,
Oh amigo.

Ya seas un yogui, un monje, un sacerdote,
Un devoto amante de Dios,
Un peregrino en busca de ventura,
Bañándote en sagrados ríos,
Visitando sagrados templos;
El casual adorador de un día,
Un gran lector de libros,
O un constructor de templos,
Mi amor sufre por ti.
Yo conozco el camino al corazón del Amado.

Este vano combate,
Esta larga fatiga,
Este incesante dolor,
Este cambiante placer,
Esta ardorosa duda,
Este peso de la vida;
Todo eso cesará, oh amigo,
Mi amor sufre por ti.
Yo conozco el camino al corazón del Amado.

He viajado por todo el mundo,
He amado las apariencias,
He cantado transportado en éxtasis,
He vestido el sagrado vestuario,
He escuchado las campanas del templo,
He crecido bajo el peso del estudio,
He investigado.
¿He estado perdido?
Si, mucho he conocido.
Mi amor sufre por ti,
Yo conozco el camino al corazón del Amado.

Oh amigo,
¿Amarías los innumerables reflejos,
Si pudieras tener la realidad?
Arroja tus campanas y tu incienso,
Tus miedos y tus dioses;
Desecha tus credos y filosofías;
Ven,
Abandónalo todo,
Yo conozco el camino al corazón del Amado.

Oh amigo,
La simple unión es la mejor.
Ese es el camino al corazón del Amado,

XXXII
A través del velo de la Forma,
Oh Amado,
Te veo, a mí mismo en manifestación.

¡Cuán inaccesibles para el valle son las montañas,
No obstante las montañas abrazan el apartado valle!
¡Cuán misteriosa es la obscuridad
Que da a luz a las estrellas expectantes,
Y sin embargo la noche es nacida del día!

Yo estoy enamorado de la Vida.
Como el lago de la montaña
Que recibe numerosos arroyuelos
Y lanza grandes ríos,
Empero conserva sus incógnitas honduras,
Así es mi amor.

Limpio y sereno como las montañas en el amanecer
Es mi pensamiento,
Nacido del amor.

Feliz el hombre que ha encontrado la armonía de la Vida,
Pues entonces él crea en la sombra de la eternidad.


J. KRISHNAMURTI, UN CANTO A LA VIDA, editorial Sirio s.a. - málaga
Edición facsímil de la publicada en 1932
por la Revista de la Estrella, con el nombre de
EL CANTO DE LA VIDA.
Traducido del texto original inglés por:
R. de la Paz Hernández







 

Jiddu Krishnamurti y la Creación.

CREACIÓN SIN FORMA

Desde estos campos iréis a todas las partes del mundo llevándoos lo que habéis comprendido, y también por desgracia lo que no comprendisteis. Si es de mayor cuantía lo que no comprendisteis, pervertirá lo que comprendisteis. Quisiera daros la inmarcesible flor de la comprensión para que la pudierais tener siempre con vosotros en nuestro corazón.

La Verdad es como una llama sin definida forma, que varía a cada momento. Nadie es capaz de describirla, pero solo la luz de la Verdad puede iluminar vuestros pasos, con tal que guardéis siempre con vosotros la flor de la comprensión.

No seréis capaces de ver la plena belleza de la manifestación si os marcháis con frases y palabras e ideas incompletas. Oigo decir a muchos: «He de renunciar a la música y a la pintura. Ya no puedo disfrutar de la sombra de los árboles ni de los esplendores del ocaso ni de los reflejos de un atardecer en la superficie de las aguas». Pero si esto es lo que comprendéis cuando digo que la vida es más importante que sus expresiones, invalidaréis la belleza de la expresión y habréis de crear de nuevo la belleza. ¿Acaso pensáis que toda la belleza que os rodea en expresión y manifestación es para prescindir de ella y no admirarla?

Así como el agua es necesaria para la belleza del loto, y como el loto hermosea las aguas, así cuando se estropea la expresión de la vida, y se hace repugnante y horrible, entonces la misma vida se pervierte, mutila y afea.

Por ello, no ceséis de admirar la belleza. No reprimáis la risa, el júbilo que despierta en vuestro ánimo la vista del ondulante follaje. No empequeñezcáis las expresiones de vida por incomprensión del propósito de la vida. Para llevar esta expresión a su perfecto cumplimiento, la vida debe estar liberada, no ha de estar atada por tradiciones ni por estancadas moralidades y creencias. Las expresiones de vida serán entonces naturalmente bellas.

Han concurrido millares de gentes a estos campamentos y ¡cuánto bien podrían hacer en el mundo si todos comprendiesen! Mañana mismo podrían cambiar la faz del mundo. Su expresión sería diferente porque se le habría infundido nueva vida.

A esto aspiro. Tal es el único anhelo que inflama mi corazón. Quisiera despertar 1a vida y llevarla a su perfecto cumplimiento, porque veo tristeza y corrupción, dolor y sufrimiento, pasajeros goces y transitorias fantasías. Vosotros al marcharos debéis haceros cargo de vuestra responsabilidad. No se ha de jugar con la Verdad ni se ha de corromper con la incomprensión, sino fomentarla con la plena inteligencia del propósito de la vida. Si habéis tenido una vislumbre de la Verdad, si vais por el sendero de la comprensión, podréis transmutar el pensamiento y los sentimientos del mundo; pero antes de cambiar la faz del mundo es preciso que cambien vuestro corazón y vuestra mente. Con este motivo os habéis congregado, y habéis estremecido, como espero, los fundamentos de vuestra complexión. Vinisteis a descubrir a la luz de la Verdad, lo perdurable, lo que resiste a las tormentas, y distinguirlo de lo accesorio, de lo trivial y que debéis abandonar.

Por este motivo os he exhortado a que invitéis a la duda para examinar inteligentemente cuanto adquiristeis en el pasado. La adversidad es un crisol por el que todos deben pasar. Las acerbas luchas, las profundas tristezas y los intensos goces elevan la Verdad hasta la sublime sencillez. Para soportar la adversidad no impuesta sobre vosotros por mano ajena, debéis invitar a la duda; pero si la duda se insinúa inconscientemente en vuestro corazón, no lo purificará. Sólo podréis purificarlo invitando deliberadamente a la duda.

Quienes verdaderamente quieran comprender y realizar su anhelo, han de invitar al futuro y dejar que el futuro se ponga en conflicto con el presente, que es el fruto del pasado. Pero no queréis hacerlo así, porque todos vuestros pensamientos y emociones se cifran en el pasado. Habéis juzgado por el pasado cuanto os he expuesto; pero la Verdad no está sujeta al pasado ni al presente ni al futuro. Para comprender la Verdad debéis abandonar cuanto habéis adquirido, y no apegaros al pasado por hermoso que sea. Si el pasado os parece tan fructífero, si el pasado en su decadencia os es tan querido, si el pasado ejerce tanto dominio en vosotros ¿por qué estáis aquí? Estáis aquí porque afrontáis el porvenir. Para comprender el porvenir debéis desechar lo pasado y poner el porvenir en vuestro corazón y mente y asiros a él con el desesperado anhelo del que se ahoga y ansía aire. La gloria del hombre no consiste en morar en un lejano futuro, sino aportar el futuro al inmediato presente.

Os digo, amigos, que aquí está Uno mayor que vuestros libros, ritos, religiones y creencias y si queréis aprender a comprender la Verdad debéis desechar el pasado, por confortable, placentero y deleitoso que haya sido y acoger favorablemente el futuro. Si os apegáis al pasado y lo adoráis, seréis como muertas cepas que con agua alguna retoñan con nuevos racimos.

Para construir sólidamente debéis traer al presente el futuro, la Verdad y la vida en perfecto cumplimiento. Para crear magnamente, para crear perdurablemente debéis comprender y no seguir ni obedecer ni allegaros a nadie más que a Vosotros Mismos y entonces seréis leales con todos.

De las palabras que os he dicho no repitáis las que no hayáis comprendido. No disfracéis mis ideas, porque será una ilusión en que os engañaréis.

Quisiera establecer en vuestra mente y corazón la Verdad que no tiene forma y que, por tanto, es eterna. Quisiera mudar vuestro corazón y mente en la sombra de la eternidad.

Cuando cambiéis y construyáis sobre el Amor de la Vida y su comprensión será sempiterno lo que edifiquéis. No quiero contraerme a modelar una puerta que no es más que una expresión de vida. Siempre podréis cambiar la expresión de vida, pero si queréis construir eternamente a la luz de la Verdad, debéis amar la vida con nuevas ideas y comprensión para nutrirla. La única creación eterna es la que carece de forma, con la vida en sí misma y no con expresiones de vida. Necesitáis de mí, para crear vuestras expresiones, para establecer las disciplinas que debéis seguir. Necesitáis de mí, que soy la Vida, para modelar la puerta. Pero como yo no me relaciono con las expresiones y manifestaciones de vida, no estáis satisfechos, Necesitáis de mí para tratar con lo transitorio en vez de lo eterno.

Deseo establecer los cimientos de la Verdad en vuestra mente y corazón. Tal es la obra de vida y, por tanto, de lo eterno. Hasta ahora no habéis tomado interés por dicha cimentación ni establecido en vuestro corazón ni ponderado esta Verdad. Os habéis ocupado continuamente en lo pasado, en menudas equivocaciones, corrompidos por la obediencia, con predilecciones por los individuos y la adoración de intermediarios e instructores. ¿No es preferible buscar la vida eterna que siempre os alimentará, a buscar refugios que varían a cada momento, y os exponen al decaimiento y la estancación?

Creedme, porque os lo digo de todo corazón: amo la vida que en Todos Reside, y por amarla la quisiera liberada; pero vosotros no lo queréis así; queréis el pasajero amor, el transitorio auxilio y el bálsamo que calme vuestro momentáneo dolor. Deseáis lo que percibís; pero si vuestra percepción es limitada y está condicionada, vuestro deseo será la causa de vuestra aflicción.

En cambio si vuestra percepción no tiene límites, si trasciende las creencias y las tradiciones, entonces vuestro deseo no tendrá limitaciones y será la vida misma.

No amáis la vida; amáis el pasado, y la vida nada tiene que ver con el pasado. La vida, como las aguas corrientes, siempre sigue adelante, sin detenerse ni estancarse.

Como quiera que Uno mayor que todas estas cosas está con vosotros, yo espero que lo comprendáis en la plenitud de vuestra mente y corazón, para así encender la luz que os guíe y sea no la luz de otro, sino vuestra propia luz. Marchad, id con el espejo de la Verdad que refleje vuestra vida con el Amor y la comprensión de la Verdad.

J. Krishnamurti, La Vida Liberada, años 1922/1925.







 

Jiddu Krishnamurti y el Tiempo.

EL TIEMPO

Para quienes han descubierto la Verdad y logrado el cumplimiento de la vida que entraña felicidad y liberación, cesan el tiempo y sus complicaciones. Pero quienes todavía sufren el yugo de las experiencias están limitados por el pasado, el presente y el porvenir.

Quien anhele descubrir la absoluta e infinita Verdad debe reconocer que es el producto del pasado y será el resultado de su propia creación. Está ahora manifestando y exhibiendo de su ser lo que sembró en el pasado. Y así como el hombre es producto del pasado, así por sus acciones de ahora puede determinar su porvenir. El mañana depende del hoy, y por tanto el hoy determina el mañana. Quien logra gobernar su porvenir, lo domina. Estáis trayendo el futuro a lo presente. Todos en el mundo están atados por las tradiciones, temores, vergüenzas, creencias y moral del pasado. Si continuamente miráis hacia atrás, no descubriréis la Verdad, pues la eterna Verdad está siempre delante de vosotros. Si así lo comprendéis no os aferraréis al pasado y no estaréis condicionados por los pensamientos, las acciones y los sentimientos y la moral del pasado porque estancaríais y ligaríais vuestra vida. Cortad los lazos del pasado como el leñador se abre paso con 1a segur a través de tenebrosa selva para hallar tierra campa, y refrigerantes brisas. Porque el pasado siempre ata por glorioso, fructífero y sazonado que haya sido, y quien anhele liberarse ha de mirar adelante.

Si queréis construir y crear en el refugio de la eternidad no debéis poner en conflicto el pasado con el presente, sino invitar al porvenir a que contrarreste lo presente.

No comprendéis ni el presente ni el porvenir porque vuestra mente y corazón están atados por tradiciones y creencias, por los sagrados libros del pasado, por las densas sombras de los templos, por el recuerdo de los dioses. El tiempo, tal como el hombre lo comprende, os separa de vuestra meta. Por lo tanto, para emular el tiempo, debéis vivir ahora de tal modo que dominéis el futuro y lo convirtáis en presente.

Las gentes gustan de figurarse que han de recibir gloria en el futuro o descansar sobre los laureles de lo que fueron en el pasado. ¡Qué idea más cómoda! Pero la creencia en vuestra grandeza en algún lejano porvenir no os ayudará a gobernar vuestra vida en el presente con sus luchas y con 1a mente y el corazón confusos.

No quise yo ser grande en el lejano porvenir, sino que deseé ser feliz y liberarme en el presente, trascendiendo las limitaciones del tiempo. Así traje el porvenir al presente y por ello he conquistado el porvenir.

No viváis en el futuro ni en las muertas cosas de ayer, sino más bien vivid en el inmediato ahora, con la comprensión de que sois producto del pasado y que por vuestras acciones de hoy podréis gobernar el mañana y ser dueños del tiempo, dueños de la evolución, y por tanto de la perfección.

Así viviréis con mayor intensidad y cada segundo será de provecho y cada momento tendrá valor. Pero os asusta, semejante presente. Os gustaría mucho más estar condicionados por el pasado, porque teméis el porvenir. Pero no temen el porvenir quienes caminan hacia la comprensión.

Si queréis lograr el cumplimiento de la vida debéis traer el futuro al presente y suscitar el conflicto en vuestro interior, pues la satisfacción y el contento no os darán felicidad, sino que os estancarán en el camino. Si anheláis conocer la verdadera felicidad habéis de luchar en vuestro interior de modo que de la lucha resulte el florecimiento de la vida.

Desechad el pasado con todas sus glorias de terrible hermosura, con todas sus tradiciones tan amplias y, sin embargo, tan condicionadas, con todas sus moralidades que sofocan la vida, y mirad en vuestro corazón y mente para descubrir lo que os aguarda en el futuro. Porque así como sois producto del pasado y podéis gobernar el futuro, así el futuro puede convertirse en presente y vivir vosotros en ese presente.

J. Krishnamurti, La Vida Liberada, años 1922/1925.



 

Jiddu Krishnamurti y la Vida.

AMAD LA VIDA

Durante el invierno esperan anhelosamente los árboles los tibios aires primaverales; pero cuando llega la primavera, si no hay savia en el árbol no da hojas ni flores ni frutos. Os hablo de la vida residente en todas las cosas, y en el mantenimiento de esta vida pura, robusta y vital hallaréis felicidad, no en su limitación y esclavitud. Todo el mundo se fija más en las ramas y las hojas del árbol que en la savia que lo vitaliza. Yo me fijo en la, vida del árbol y no en las ramas, hojas, flores y frutos, porque opino que mientras tenga el árbol vida sana será bella su expresión. De la propia suerte, si vuestra vida es robusta, vital y pura, alcanzaréis la Verdad ilimitada e insusceptible de condición. Si tratáis de condicionarla la traicionaréis.

Vosotros atendéis al aspecto del árbol, a la poda de sus ramas y al examen de sus hojas. Os embriagáis con su perfume y no os place que se os invite a considerar la causa productora del árbol, de sus ramas, sus hojas y su perfume. Si una rama está, muerta, la desgajan los vientos invernales. Tal es el hombre que no antepone la vida a toda menudencia, que no la liberta de la esclavitud en que la mantienen las frivolidades que la abruman. Para liberar la vida debéis amarla; pero preferís adorar a una imagen antes que adorar la vida en sí mismo. No os encojáis de hombros al escuchar lo que digo, sino atended diligentemente y lo comprenderéis. Si os domina el prejuicio y retorcéis la vida para seguir vuestras particulares creencias, para posaros en vuestra particular rama de expresión de vida, no hallaréis la Verdad.

A fin de alumbrar aquel manantial que se convertirá en torrente y os llevará al logro de la liberación, de la Verdad y del cumplimiento de la vida, debéis descubrir lo esencial para vuestra comprensión y desechar todo cuanto sea de secundaria importancia; pero si anteponéis lo accesorio a lo esencial, seréis desdichados, lucharéis y sufriréis desengaños, ansiedades y angustias. Esto es lo que estáis haciendo, porque para vosotros no es importante, la vida ni su liberación. Cuando améis la vida no querréis eludir la tristeza ni la duda ni las pruebas que os sobrevengan, porque sabréis que os darán experiencia y que 1as venceréis, desbaratando las ligaduras con que sujetasteis la vida.

Para hallar la Verdad debéis de dar de lado a la adoración de 1a imagen y enamoraros de la vida. Entonces alcanzaréis la inmortalidad. No teme a la muerte quien ama la vida y ve la vida en los ojos del prójimo. Amad la vida y sed leales con la vida y no con las personas, porque la adoración de personalidades no os conducirá a la Verdad.

La Verdad no pertenece a determinado individuo ni a determinada religión. La Verdad no se encuentra en los obscuros santuarios de los templos ni en los vestíbulos de las asociaciones ni en los libros ni en las ceremonias. Yo quisiera conduciros a la comprensión de la Verdad, pero vosotros preferiríais más bien que os repitiese lo que tantas veces os dije. Preferiríais que os adormeciese y arrullase cómodamente, en vez de despertaros el deseo de abandonarlo todo para descubrir la vida.

Si conocierais la causa de la belleza del mundo, de las movientes sombras, no caeríais en la ilusión de las manifestaciones de vida, sino que por amor a la vida buscaríais la Verdad que es la misma vida.

J. Krishnamurti, La Vida Liberada, años 1922/1925.


 

Jiddu Krishnamurti y El Oculto Manantial.

EL OCULTO MANANTIAL

Cuando el manantial se agota y no brota el agua, es preciso sondar profundamente y remover la tierra para que de nuevo brote el agua. De la propia suerte y con el mismo propósito debéis remover vuestro interior si queréis hallar la Verdad. Como las aguas están ocultas bajo áridos terrenos, así la Verdad está oculta en vuestro corazón. Quisiera alumbrar en vosotros un manantial que os nutriese y sustentara; mas para sondar profundamente es preciso ahondar en el suelo de modo que se halle abundante agua. Este proceso de excavación y sondeo determina el descontento, la rebelión y el abandono de inútiles cosas. Amad la Verdad por su propia belleza, obrad rectamente por amor al bien y desenvolved la interna percepción del verdadero conocimiento, porque si seguís vuestras personales opiniones traicionaréis a la Verdad, y como yo mantengo la Verdad con sumo cuidado y gratitud por su belleza, no quiero que la traicionéis. Por este motivo os incito a la rebelión y sondeo en vuestro interior para alumbrar las aguas que han de nutriros, para encontrar la Verdad que ha de tranquilizaros y os ha de dar alegría de propósito en este mundo de confusión. Si repetís nuevas frases en vez de las antiguas, la repetición no os mostrará el camino de la Verdad. Ha de haber un cambio vital en la mente y el corazón, antes de que tengáis la interna percepción de la Verdad, la genuina comprensión de la vida. No hagáis más cómoda vuestra ya cómoda actitud mental, porque la «satisfacción» y el «contento» no conducen a la Verdad ni allegan felicidad.

Habéis de llegar a ser un genio para el desenvolvimiento de vuestra individual singularidad. El genio de un solo hombre nunca puede ser completo, porque es el resultado de la individual singularidad de muchos que contribuyeron a producirlo, y sólo entonces es perfecto.

Si queréis crear grandemente y que vuestra creación sea eterna, debéis desenvolver vuestra individual singularidad, vuestra propia perfección mediante la comprensión de la Verdad y no imitar la «perfección» ajena.

J. Krishnamurti, La Vida Liberada, años 1922/1925.


 

Jiddu Krishnamurti y la Fortaleza.

MANTENEOS EN VUESTRA PROPIA FORTALEZA

A todos importa la indagación de la Verdad que les ha de satisfacer eternamente; pero al indagarla, unos luchan contra otros y de aquí la confusión y el dolor. Carecen de la certidumbre del propósito que ha de determinar su conducta en la vida y así se apoyan en otros para su comodidad, bienestar y comprensión.

Se figuran que son débiles, que no pueden pasar sin ajena ayuda, y andan con muletas que los sostienen interinamente, en vez de acrecentar su fortaleza y seguir adelante en busca de las puras aguas de la Verdad.

Si queréis hallar la. Verdad debéis desechar cuantos apoyos admitisteis y buscar en vuestro interior la sempiterna fuente, pues ningún canal externo os traerá el agua de la Verdad.

Al buscar la verdad que ha de sustentaros, manteneros y guiaros, mirasteis hacia fuera y la buscasteis objetivamente, por lo que os perdisteis en las sombras de la manifestación. Para hallar la fuente de Verdad habéis de mirar en vuestro interior y purificar la mente y el corazón.

Vosotros me decís que yo soy diferente, que ya vencí, y porque vencí ya no necesito auxilio alguno. Pero no hay tal, sino que precisamente porque anheláis realizar vuestra aspiración no necesitáis apoyos. Por haberme apoyado en muletas conozco que son inútiles. Cuando restablecisteis a menudo al pasar por un angosto y peligroso sendero, seguramente que dirías a los que os seguían: «Id con cuidado, no caminéis por el borde, sino por el medio, y mantened el equilibrio para no caer en el precipicio».

Sé que los auxilios os debilitarían, y por lo mismo os digo que los desechéis. Por haber estado yo enredado en complejidades y retenido en esclavitud, os incito a la liberación. Hallé un sencillo y directo sendero y deseo indicároslo. Si para hallar mi felicidad hubiese confiado en el auxilio ajeno, si me hubiesen cautivado grandilocuentes frases o cedido a la adoración de imágenes o personas en las sombras de los templos, no hallara la Verdad buscada. No hallaréis la fuente de la Verdad en la adoración de algo externo, sino en la adoración de la misma Verdad.

Como quiera que os figuráis que sin todas estas complicadas creencias y sistematizados pensamientos a que llamáis religión no podéis hallar la Verdad, esta misma conjetura os impide hallarla. Si queréis escalar una gran altura muy lejana no debéis llevar mucho peso sobre las espaldas. De igual manera, si queréis alcanzar la liberación, no llevéis encima el peso acumulado durante siglos. Habéis de desechar cuanto adquiristeis y aspirar a ulterior comprensión.

Al buscar las aguas que han de apagar vuestra sed, no os precipitéis si sois prudentes, pues nada hallaréis con la precipitación. Por paciente comprensión y vigilando atentamente no os allegareis a innecesarias frivolidades y hallareis lo que buscáis. Difícil es reconocer que vuestra comprensión está en vuestro interior, y que vuestra felicidad está en vosotros mismos, porque os habéis acostumbrado a considerar las cosas objetivas como si fueran vuestra comprensión y vuestra Verdad.

A veces la duda es como un ungüento cáustico, que si bien quema, también sana, y cuando prescindáis de todo lo adyecticio, cuando trascendáis de todo lo superfluo, cuando trascendáis lo que habéis adquirido hallaréis la Verdad.

J. Krishnamurti, La Vida Liberada, años 1922/1925.







 

Etiquetas