martes, 21 de diciembre de 2010

Jiddu Krishnamurti y Jonas Salk.

KRISHNAMURTI: ¿De qué vamos a hablar?

JONAS SALK: Me gustaría que me dijera cuál es su más profundo interés, lo que más le preocupa.

Es más bien difícil de expresar en palabras, ¿verdad?, pero viendo en lo que se está convirtiendo el mundo, me parece que cualquier hombre serio debe preocuparse del futuro, de lo que le va a pasar a la humanidad. Especialmente si uno tiene hijos, ¿cuál es su futuro? ¿Van a repetir el viejo patrón que los seres humanos han estado siguiendo más o menos durante millones de años? ¿O va a haber un cambio fundamental en su psique, en la totalidad de su conciencia? Ésa es la verdadera cuestión, no si la guerra atómica o guerra convencional, sino si los hombres tienen necesariamente que luchar entre sí.

Sí, estoy seguro de que usted debe tener una opinión al respecto.

No sé si tengo una opinión. He observado mucho, conversado con muchísima gente a lo largo de mi vida, y hay muy pocos que se preocupan de verdad, que se comprometen a averiguar si existe una forma distinta de vivir, una relación, una intercomunicación global, no enfrentándose meramente por cuestiones de idioma, las divisiones religiosas y políticas y todo ese absurdo, sino descubriendo realmente si podemos vivir pacíficamente en esta Tierra, sin matarnos incesantemente los unos a los otros. Me parece que ésa es la verdadera cuestión a
que nos enfrentamos actualmente. Y creemos que la crisis se encuentra fuera de nosotros, pero está en nuestro interior, en nuestra conciencia.

O sea, que lo que está diciendo es que, ahora, nos encontramos frente a frente con nosotros mismos.

Sí, con nosotros mismos y con nuestra relación con el mundo, tanto a nivel externo como interno.
De modo que la cuestión fundamental a la que nos enfrentamos es la relación: la relación con nosotros mismos y la relación entre nosotros y, me atrevería a decir, con el mundo y con el cosmos. De hecho, lo que tenemos delante es la eterna pregunta sobre el significado de nuestras vidas.

Sí, así es. O bien le damos un sentido intelectual a nuestras vidas, fijamos una meta y nos esforzamos por alcanzarla, lo cual se vuelve algo artificial, antinatural, o comprendemos toda la estructura de nuestro propio ser. A estas alturas, hemos realizado extraordinarios avances tecnológicos. Como bien sabe, es fantástico lo que están haciendo. Pero en el otro campo, en el psicológico, apenas nos hemos movido. Somos lo que hemos sido durante una infinidad de años.

Incluso hasta el punto de haber desarrollado lo que denominamos inteligencia artificial, sin reconocer que necesitamos aprender cómo hacer uso de nuestra propia inteligencia natural.

Señor, ¿tenemos inteligencia natural o la hemos destruido?

Es innata, y la destruimos en cada individuo, conforme éstos van apareciendo. Creo que nacemos dotados de inteligencia natural.

Quisiera cuestionar eso a fondo, si nacemos dotados de inteligencia natural.

Nacemos con la capacidad, el potencial para la misma, al igual que nacemos con la capacidad para el lenguaje. Pero luego tiene que ser ejercitada, activada, puesta de manifiesto en el transcurso de las experiencias de la vida. Y ésa es la razón por la que realmente necesitamos comprender lo que me gusta concebir como las condiciones y circunstancias necesarias para despertar ese potencial.

Mientras estemos condicionados …

Siempre se nos puede condicionar, eso está en nuestra naturaleza.

¿Pero podemos descondicionarnos o debe continuar así?

¿Está usted preguntando si se puede descondicionar al individuo que ha sido condicionado?

¿Puede el individuo condicionado por la sociedad, el lenguaje, el clima, la literatura, los periódicos, por todo lo que lo ha formado, le ha impresionado e influido, de algún modo salirse de dicho condicionamiento?

Con gran dificultad, porque tiende a convertirse en algo fijo, y ésta es la razón por la que debemos prestarles atención a los jóvenes, a cada nueva generación que se incorpora y es formada por el contexto social, por esas circunstancias. Con las mentes nuevas y todavía no formadas, no moldeadas, tenemos la oportunidad de ejercer sobre ellas una influencia más sana.

Uno ha estado en contacto, si se me permite hablar al respecto, con muchísimos jóvenes, con miles de ellos. Desde los cinco a los doce años de edad parecen ser inteligentes, despiertos, curiosos, rebosantes de energía, vitalidad y belleza. Después de esa edad, los padres, la sociedad, los periódicos, sus propios amigos, la familia, son responsables de que todo se les venga encima y parezca apabullarlos, volverlos tan desagradables y violentos. Usted sabe que eso es en lo que se ha convertido toda la raza humana. ¿Se puede, por lo tanto, educarlos de otra manera?

Creo que sí. En algo que escribí no hace mucho, propuse que necesitamos una educación inmunizadora. La analogía que estoy empleando es la de inmunizar contra una enfermedad paralizante. En este caso, me refiero a la atrofia de la mente y no meramente a la parálisis del cuerpo.

¿Podríamos investigar eso un poco? ¿Qué es lo que atrofia la mente, no a nivel superficial, sino esencialmente? Si se me permite la pregunta: ¿es básicamente el conocimiento?

El conocimiento equivocado.

Empleo la palabra “conocimiento”, ya sea éste correcto o equivocado, en el sentido de conocimiento psicológico. Aparte del conocimiento académico, del saber científico, la tecnología del ordenador y demás, aparte de todo eso, ¿ha sido el hombre ayudado interiormente por el conocimiento?
¿Se refiere usted a la clase de conocimiento que resulta de la experiencia?

Sí, esa clase de conocimiento es, después de todo, la acumulación de experiencia.

Yo distingo dos clases de conocimiento: veo un conjunto de conocimiento organizado que resulta, pongamos por caso, de la ciencia; y veo el tipo de conocimiento que resulta de la experiencia humana.

La experiencia humana, limitémonos a la experiencia humana. Hemos sufrido guerras probablemente durante unos diez mil años. Y en la antigüedad se mataban con flechas o garrote, doscientas o trecientas personas como mucho. Ahora se matan por millones.

De forma mucho más eficaz.

Sí. Uno está allá arriba en el aire y no sabe a quién está matando. Puede que a su propia familia, a sus propios amigos. Por lo tanto, ¿esa experiencia de miles de años de guerra le ha enseñado algo al hombre respecto a no matar?

Bueno, a mí me ha enseñado algo. No le veo ningún sentido, y hay un número creciente de personas que están tomando conciencia de lo absurdo de ese tipo de conducta.

¡Al cabo de diez mil años! … ¿Me comprende?

Sí, lo comprendo.

Debemos plantearnos si es que hay aprendizaje alguno o sólo puras especulaciones. Después de unos diez mil años, los seres humanos no han aprendido algo muy simple: no matar a nadie, que por el “amor de Dios”, se están matando a sí mismos, están matando su futuro. Y eso no ha sido aprendido.

Ha sido aprendido por algunos de nosotros pero no por todos.

Claro que hay excepciones. Dejemos las excepciones, siempre las habrá, afortunadamente.

Afortunadamente, ése es un punto muy importante.

Pero la mayoría, que vota por la guerra, por los presidentes, por los primeros ministros, y por todo lo demás, no ha aprendido nada y acabará destruyendo a la humanidad.

La destrucción última no ha sucedido todavía. Tiene usted toda la razón, pero necesitamos darnos cuenta de ese nuevo peligro y algo tiene que surgir ahora mismo, dentro de nosotros.

Señor, me gustaría investigar esto porque dudo que la experiencia le haya enseñado nada al hombre, excepto a ser más brutal, más egoísta, más egocéntrico, más preocupado consigo mismo y con su pequeño grupo, su pequeña familia o lo que fuere. La conciencia tribal, que ha sido exaltada a la condición de conciencia nacional, nos está destruyendo. De manera que si unos diez mil años no le han enseñado al hombre a dejar de matar es que algo anda mal.

Me gustaría hacer una sugerencia, proponer una forma de enfocar esta cuestión. Quisiera enfocarla desde un punto de vista evolutivo y especular que estamos evolucionando durante un período de tiempo, en el cual la excepción a la que usted se refería anteriormente puede algún día convertirse en norma. Ahora bien, ¿cómo podría tener lugar esto? Tiene que suceder o de lo contrario no quedará nada de qué hablar, una vez que se precipiten los acontecimientos.

Desde luego.

En estos momentos nos enfrentamos a una crisis. Esta crisis es inminente, se aproxima cada vez más.

Sí señor, eso es lo que dijimos antes.

Así que es muy probable que nosotros mismos tengamos que saltar resueltamente al ruedo. Puesto que somos plenamente conscientes, que nos damos cuenta del riego y del peligro, hay que hacer algún esfuerzo, tiene que inventarse alguna forma de concientizar al mundo entero, no importa cuán difícil resulte hacerlo.

Comprendo todo eso, señor. He hablado con muchísimos políticos y su argumento es que usted y la gente como usted tiene que saltar al ruedo. Ahora, espere un momento. Siempre le hacemos frente a una crisis, no a lo que la ha causado. Cuando la crisis se presenta, nuestra respuesta es: hagámosle frente, no nos preocupemos del pasado, no le hagamos caso a ninguna otra cosa, simplemente afrontemos la crisis.

Eso está mal.

Eso es lo que están haciendo todos ellos.

Entiendo. Y ésa es la razón por la que precisan de la sabiduría de personas como usted, que ven el futuro, que pueden ver la “escritura en la pared”, y que actuarán antes de que el muro empiece a derrumbarse…

Lo que estoy diciendo es: ¿No deberíamos investigar la causa de todo esto? No limitarnos a decir: “Bueno … tenemos una crisis, hagámosle frente”.

Sí, estoy de acuerdo con usted.

Eso es lo que están diciendo los políticos. Me refiero a que la causa de todo esto es obviamente el deseo de vivir a salvo, protegido, de estar interiormente seguro. Me divido en una familia, luego en un grupo reducido de personas, y así sucesivamente.

Vamos a descubrir que todos integramos una sola familia.

¡Ah!

Y que nuestra máxima seguridad resultará de preocuparnos de los demás miembros de nuestra familia. No nos reportará gran beneficio que otros sufran y sean una amenaza para nosotros además de serlo para ellos mismos, tal como sucede en la situación actual.

Pero estoy indicando que no hemos aprendido mediante el sufrimiento, que no hemos aprendido de la agonía de las guerras. ¿Qué es lo que hace que aprendamos, que cambiemos? ¿Cuáles son los factores y cuál su profundidad? ¿Por qué los seres humanos, que han vivido en ella por tanto tiempo, están destruyendo esta pobre y desafortunada Tierra, y destruyéndose los unos a los otros? ¿Cuál es la causa de todo esto? No especulaciones respecto a la causa, sino la causa humana, real, profunda. A menos que la descubramos, seguiremos del mismo modo por el resto de nuestros días.

Así es, exactamente. O sea, que usted está preguntando por la causa.

O serie de causas que han llevado al hombre a la crisis actual.

Desde mi punto de vista, la guerra es algo a lo que los hombres recurren para satisfacer la necesidad de supervivencia en circunstancias amenazantes, cuando de la guerra se puede sacar algún partido. Ahora bien, cuando llegue la hora en que no haya nada que ganar y todo que perder, puede que lo pensemos dos veces.

Pero hemos perdido, señor. ¿Comprende? Toda guerra es una guerra perdida. ¿Por qué no hemos aprendido eso? Los historiadores, todos los grandes eruditos, han escrito al respecto y el hombre continúa siendo tribal, mezquino, egoísta. ¿Qué le va a hacer cambiar entonces? La inmediatez del cambio, no gradualmente en el futuro, porque el tiempo es el enemigo del hombre. Puede que la evolución sea el enemigo.

¿El enemigo? La evolución puede ser la única solución.

Si el hombre no ha aprendido después de todo este sufrimiento y simplemente sigue perpetuando esto …

No ha evolucionado todavía lo suficiente. Hasta ahora, las condiciones no han sido propicias para resolver los problemas que ocasionan la guerra.

Señor, si tenemos hijos, ¿cuál es su futuro? ¿la guerra? ¿Y cómo voy yo, si soy padre, a ver todo esto? ¿Cómo voy a despertar, a darme cuenta de todo lo que está sucediendo y dela relación de nuestros hijos, con lo que acontece? Y si ellos no cambian, esto seguirá indefinidamente.

Por lo tanto, se hace imperativo un cambio. ¿Cómo vamos a producirlo?

Eso es lo que estoy preguntando. El cambio es imperativo. Pero si el cambio depende de la evolución, lo que significa tiempo y todo lo demás, nos vamos a destruir.

Pero me parece que tenemos que acelerar de forma deliberada y conciente el proceso evolutivo. Hasta ahora hemos estado evolucionando de manera inconciente, lo cual nos ha llevado a la condición que usted acaba de describir. Tiene que haber una nueva y distinta clase de cambio, un cambio en nuestra conciencia, en el cual empleemos nuestra inteligencia.

De acuerdo señor. Yo estoy preguntando cuáles son las causas de esto. Si puedo descubrir la causa, toda causa tiene un final. Si puedo encontrar la causa, o las múltiples causas, que han conducido a los seres humanos a la situación actual, entonces puedo ir hacia ellas.

Permítame sugerir otra forma de enfocarlo. Vamos a suponer, pongamos por caso, que las causas que han conducido a este estado persistirán a menos que se lleve a cabo alguna intervención externa para cambiar la dirección. Permítame sugerir la posibilidad de tomar en consideración los aspectos positivos de los seres humanos, la posibilidad de fortalecerlos.

Eso implica tiempo.

Todo en el ámbito humano acontece en el tiempo. Estoy proponiendo que aceleremos o reduzcamos el tiempo, que no le confiemos la tarea sólo al tiempo y al azar, que en ese sentido empecemos a tomar cartas en el asunto y que nos convirtamos en coautores de nuestra propia evolución.

Entiendo. Ahora me planteo una pregunta que acaso no tenga respuesta, aunque creo que sí la tiene, a saber, ¿puede terminar el tiempo? O sea, esta forma de pensar que dice: “dame unos cuantos días más antes de que me lleves al matadero, tengo que cambiar durante esos pocos días.”

Me parece que el tiempo termina, en el siguiente sentido: el pasado termina y comienza el futuro.

¿Y eso que significa? Que para que termine el pasado, que es algo de lo más complejo, tienen que acabar la memoria, el conocimiento, el deseo, la esperanza y todo eso.

Permítame darle un ejemplo del fin de algo y el principio de algo nuevo. Cuando se observó que la Tierra era redonda y no plana, hubo un cambio de percepción. Lo mismo sucedió cuando se puso de manifiesto que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol.

Señor, mi pregunta es ésta: ¿Es el tiempo un enemigo o una ayuda? El cerebro humano tiene una infinita capacidad en el campo de la tecnología, pero al parecer no aplicamos esa capacidad extraordinaria en el ámbito interno.

Concentrémonos en eso. Ése es el problema central. Estoy de acuerdo.

Sí, eso es lo que estoy diciendo. Si pudiéramos concentrar esa enorme energía en esto, cambiaríamos instantáneamente.

Instantáneamente, eso es.

Ahora bien, ¿qué hará que el hombre concentre esa capacidad, esa energía, ese ímpetu sobre este punto específico, sobre el contenido de su conciencia? El sufrimiento no le ha ayudado; las mejoras en el campo de las comunicaciones no le han ayudado; de hecho, no le ha ayudado nada, ni Dios, la Iglesia, las religiones, mejores gobernantes, los gurus más recientes, nada de eso.

Así es.

¿Puedo, por lo tanto, dejar todo eso a un lado y no depender de nadie, de científicos, doctores, psicólogos, de absolutamente nadie?

Lo que dice es que no se han inventado todavía los medios para llevar a cabo lo que usted se propone.

No creo que sea cuestión de medios. Los medios son el fin.

Admitido.

Por lo tanto no busque medios. Reconozca que esta gente no le ha ayudado en lo más mínimo; al contrario, le han llevado por el camino equivocado. Así que déjelos.

No son los medios. Porque no conducen a los fines de los que estamos hablando.

La autoridad externa no es el medio, por lo tanto mire en su interior. Eso requiere señor, aunque no me gusta usar el término, un enorme “valor”. Lo que significa ser independiente, no ampararse en … , o tenerle apego a nada. ¿Y quién va a hacerlo? ¿Sólo uno o dos?

Ése es el desafío.

Así que digo, por Dios, dese cuenta de eso, no de los medios ni del fin.

Coincido con usted respecto a la naturaleza de la solución y en que acaso sea lo más difícil de todo lo que los seres humanos tienen que afrontar. Ésa es la razón por la que se deja para el final. Hemos hecho todas las cosas fáciles, tales como manipular la inteligencia artificial, pero sin desarrollar nuestra propia inteligencia. Es comprensible, porque en cierto sentido nosotros somos a un tiempo la causa y el efecto.

La causa se convierte en el efecto, y el efecto se convierte en la causa, y así sucesivamente, nos mantenemos en esa cadena.

Sí. Ahora bien, ya que nos encontramos en un punto en que la raza humana puede llegar a extinguirse, me parece que la única invención, si se me permite usar ese término, por la que estamos esperando, es descubrir los medios para ejercer autocontrol sobre todos los factores, condiciones y circunstancias que han conducido a la guerra.

Lo dudo. Esto puede que sea irrelevante, pero usted sabe que el mundo está empeñado en la búsqueda de placer. Se ve en los Estados Unidos, más que en ninguna otra parte. Una enorme demanda de placer, de deporte, de estar continuamente entretenido. En las escuelas de este país, los niños quieren que se les entretenga, no quieren aprender. En cambio, si se va al Este, allí los niños quieren aprender.

Eso también puede ser placentero.

Sí, por supuesto, pero el hombre se ve impelido a encontrar placer y a continuar en él. Al parecer, ése ha sido el proceso histórico: el placer, ya sea en la iglesia, la misa, todo el circo que se monta en nombre de la religión, o en el campo de fútbol, todo esto ha existido desde la Antigüedad. Una de nuestras dificultades puede ser que nos entretengan los especialistas, o sea todo ese mundo de profesionales del entretenimiento. Toda revista es una forma de entretenimiento, con unos cuantos artículos de calidad de vez en cuando. De modo que la inclinación del hombre no es sólo la de evadirse del miedo, sino la de conseguir placer. Las dos van juntas, como las dos caras de una misma moneda. Pero nos olvidamos de la otra cara, del miedo, y nos dedicamos a la búsqueda de placer. Ésa puede ser una de las razones por las que se avecina esta crisis.
No será la primera vez que una especie se extinga. Me parece que debemos preguntar si extisten algunas culturas o sociedades que tienen mayores probabilidades de sobrevivir que otras, que tienen las características y atributos necesarios para superar los problemas y debilidades a los que usted ha estado llamando la atención. A mi entender, usted está profetizando un tiempo de grandes aprietos y enorme peligro. Y está resaltando las diferencias que existen entre pueblos, culturas e individuos, algunos de los cuales pudieran ser las excepciones que sobrevivirán y perdurarán después del holocausto.

Eso significa que uno o dos, o media docena de personas, sobreviven a toda esta catástrofe. No, yo no puedo estar de acuerdo con eso.

No es que lo recomiende. Simplemente le estoy proporcionando un escenario, una cifra, una cualidad y cantidad con el fin de hacer que la gente se dé cuenta de su responsabilidad en lo que respecta a ese futuro.

Señor, la responsabilidad significa que no es sólo respecto a su pequeña familia, sino que como ser humano es usted responsable de todo el resto de la humanidad.

Creo que le mostré el título de una conferencia que dí en la India, que era: “¿Estamos siendo buenos ancestros?”. Tenemos como ancestros, una responsabilidad para con el futuro. Comparto plenamente su opinión. Y cuanto más pronto nos demos cuenta de ello y comencemos a tratarlo de forma conciente como una amenaza inminente, mejor para todos.

De nuevo, me gustaría indicar que hay excepciones, pero la mayoría, que no tiene por costumbre examinar las cosas, elige a los gobernadores, los presidentes, los primeros ministros o a los totalitarios que lo están reprimiendo todo. Puesto que la mayoría los elige, o unos cuantos se arrogan el poder y les dictan a los demás, nosotros estamos a merced de ellos, estamos en sus manos, incluso la gente más excepcional. Hasta ahora no lo han hecho, pero puede que un día digan: “Usted no puede hablar más aquí, o escribir, no vuelva por aquí.” Al mismo tiempo, existe el impulso de encontrar seguridad, de hallar cierta paz en alguna parte.

¿Estará usted dispuesto a afirmar que los que actualmente gobiernan o dirigen carecen en cierto modo de sabiduría?

Oh, obviamente señor.

¿Diría usted que hay algunos que poseen la sabiduría para dirigir y guiar?

No cuando la mayoría de la gente quiere ser guiada por alguien que ellos eligen, o por las tiranías que no eligen. En realidad, lo que estoy preguntando es: ¿Cómo puede un hombre, un ser humano que ya no es un “individuo”?, pues para mí la individualidad no existe, somos seres humanos, somos la humanidad…

Correcto, somos miembros de la especie, somos células de la humanidad.

Somos la humanidad. Nuestra conciencia no es mía, es la mente humana, el corazón humano, el amor humano. Todo es humano. Y al poner énfasis, como hacen actualmente, en el individuo, en la autorrealización, en hacer lo que a cada uno se le antoje, ya sabe a lo que me refiero, eso está destruyendo la relación humana.

Sí, eso es fundamental.

No hay amor, no hay compasión alguna en todo esto, Sólo una masa inmensa moviéndose en una dirección imposible y eligiendo a estas personas extraordinarias para que los dirijan. Y éstas los conducen a la destrucción. Lo que quiero decir es que esto ha sucedido una y otra vez, siglo tras siglo. Y al menos que uno sea serio, uno abandona, le da la espalda a esto. Conozco a varias personas que me han dicho: “No sea estúpido, no puede cambiar al hombre, aléjese, retírese. Váyase al Himalaya, mendigue, viva y muera”. Yo no lo siento así.

Ni yo tampoco.

Claro que no. Ellos han visto todo esto como algo sin remedio. Personalmente no lo veo ni como algo esperanzado ni desesperante. He dicho que éste es el estado de las cosas y que tienen que cambiar.

Ésta es la realidad.

Y cambiar instantáneamente.

Exacto. Muy bien, ya que coincidimos en eso. ¿Cuál es el siguiente paso?

No puedo ir muy lejos si no empiezo muy cerca. El “muy cerca” es esto.

Muy bien, empecemos aquí, aquí mismo. ¿Qué hacemos?

Si no empiezo aquí mismo sino allí, no puedo hacer nada. Por lo tanto empiezo aquí. Ahora me pregunto: ¿quién es el “yo” que está luchando por todo esto? ¿quién es el “yo”, quién es el ego? ¿qué hace que me comporte de este modo, por qué reacciono así? ¿Comprende señor?

Oh sí, comprendo.

De modo que empiezo a verme a mí mismo, no de forma teórica sino en el espejo de la relación con mi esposa, con mis amigos, mi forma de comportarme, mi manera de pensar, y en esa relación comienzo a ver lo que soy.

Sí, uno sólo puede verse a sí mismo reflejado en el otro.

En la relación. En ésta puede haber afecto, puede haber ira, puede haber celos. En todo eso descubro la criatura monstruosa oculta en mí, incluida la idea de que en mí hay algo extraordinariamente espiritual, comienzo a descubrir todo eso. Las ilusiones y las mentiras con las que el hombre ha vivido. Y en esa relación veo que si quiero cambiar tengo que romper el espejo. Lo que significa que rompo el contenido de la totalidad de mi conciencia. Y tal vez como resultado de esa operación, de desmantelar el contenido, haya amor, haya compasión, haya inteligencia. No hay inteligencia si no es la inteligencia de la compasión.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Jiddu Krishnamurti contando chistes.

Abril, 1925.

Este fue un período de inquietud y aburrimiento para K, quien estaba ahora virtualmente dividido entre la familia Mackay en “Myola” y “Nilgiri”, como llamaban a la casa en Leura que ahora había comprado el señor Mackay. Aunque había sido el propio deseo de K ‑su “sueño”-, que las gopis fueran a Sydney, ahora que las veía allí no podía resistir la tentación de burlarse de ellas. La vida en el “Manor” estaba presa en el engranaje de la Iglesia Católica Liberal y la Co-Masonería[1]. La misa era celebrada por Koos van de Leeuw todas las mañanas antes del desayuno en una capilla privada, y por las tardes había bendición; los domingos había dos servicios de la I.C.L. de St. Alban, en la calle Regent, en los cuales Leadbeater oficiaba y a los que se esperaba que asistiera todo el grupo del “Manor”. Ciertamente, la inasistencia habría de entroncar su progreso oculto. La Iglesia era tan ajena a la naturaleza de K que, aunque él trataba de ser respetuoso y de no criticarla, todos sus instintos se rebelaban contra ella. Ansiaba que Nitya se pusiera bien para que pudieran irse a Ojai.

Mary sentía que K estaba tan fuera de lugar en esa mediocre comunidad, como una gacela en un rebaño de ovejas, en tanto que Leadbeater se sentía allí tan en su elemento, como un feliz pastor. De todos modos, ella pensaba que era injusto que K se mofara de los esfuerzos que ellas hacían para adaptarse, ya que, después de todo, era él quien las había instado para que fueran a Sydney, insistiendo una y otra vez en la maravillosa oportunidad que esto significaba; si ellas no encajaban en las costumbres del “Manor”, ¿de qué servía que estuvieran allí? Ella recordaba particularmente bien un suceso: todos los jóvenes en el “Manor” estaban sentados en círculo durante una acostumbrada reunión semanal, con los ojos cerrados, tomados de la mano y meditando sobre su unidad, cuando ella de repente abrió los ojos y vio a K que le hacía guiños y muecas por la ventana. Esto era más de lo que ella podía soportar. Qué contraste con la estadía en Pergine, con Nitya aparentemente curado y K sentado bajo el manzano hablándoles, y sin embargo, todo lo que él les había dicho en esos días felices estaba dirigido hacia esta única oportunidad de estar con Leadbeater para ser “conducidos” en el Sendero.



[1] Otro vástago de la Teosofía. En 1879, varias sucursales Masónicas bajo las órdenes del Supremo Concilio de Francia, se había rebelado. Una Logia separada, Les Libres Penseurs (Los Librepensadores); admitió a una mujer en 1881, Mile. Marte Desraimes. Doce años más tarde; en colaboración con Georges Martín; ella formó una Logia, Le Droit Humain (El Derecho Humano) en la cual se admitieron diez y seis mujeres. Miss Francesca Arundale fue la primera mujer inglesa Iniciada en 1902. Ella despertó el Interés de Mrs. Besant por el movimiento, y éste fue Iniciado en París el mismo año. Mrs. Besant fundó logias en Benarés y en Londres, y en 1910 construyó un Templo Masónico en Adyar.

Jiddu Krishnamurti, Los Años del Despertar. Mary Lutyens.


martes, 13 de abril de 2010

Jiddu Krishnamurti y Jinarajadasa.

Los teósofos y Krishnamurti – Jinarajadasa.

Publicado en la revista “El Loto Blanco” de Febrero de 1930

Hace pocos días, en Santo Domingo, sufrí un pinchazo doloroso y profundo. Sentado a la mesa estaba un caballero que observó: «Según parece, los teósofos rechazan a Krishnamurti».

Si esa impresión en la mente del público es cierta, entonces aquellos de nosotros que durante diez y nueve años hemos trabajado entre los teósofos, hemos fracasado en nuestros esfuerzos. Pero, ¿hemos fracasado?

Porque ¿qué quiere Krishnamurti que hagamos? ¿Dejar de ser teósofos? No; quiere que seamos «uno con la Vida», y que veamos la «meta» con claridad, y que vayamos derechos a ella, como va la flecha al blanco. Pero éste su mensaje ¿es diferente del que ha dado la Teosofía? ¿Qué otra cosa ha proclamado la Teosofía sino que hay una «meta» para cada uno, una “Vida” para que lleguemos a ser uno con ella? Si el mensaje de Krishnamurti parece violentar el ideal proclamado por la Teosofía, es porque ese ideal no se ha comprendido realmente.

Krishnamurti proclama que hay una meta, que es el ser uno con la Vida. Afirma que él está libertado, y por tanto, que es uno con la Vida, y nos incita a cada uno de nosotros a libertarnos también ya ser uno con la Vida. Pero, ¿cómo?

No ciertamente siguiendo a Krishnamurti, y no yendo a su meta. Sobre esto es decisivo.

Para él, el llegar a ser uno con la Vida significa ir de país en país proclamando el mensaje de libertad. Pero, ¿pide a todos los millones de personas del mundo que viajen de país en país, imitándole? ¡Desde luego que no!

Krishnamurti quiere que cada uno vaya rápidamente a su meta, cada cual a la suya propia. Para todos existe la liberación al llegar a ser uno con la Vida. Pero Krishnamurti no da órdenes indicando a cada uno dónde está su meta. Al individuo le toca encontrarla.

Aquí es donde muchos teósofos fracasan hoy, justamente porque en el pasado sólo han comprendido parcialmente la Teosofía. Muchos han tomado como meta el ser «discípulos» de la Dra. Besant. ¿Por qué algunos hasta me escriben a mí implorando ser mis discípulos? ¿Es eso lo que ha enseñado la Teosofía?

Cuando era yo un muchacho de once años, antes de que tuviera idea ninguna de lo que fuera la Teosofía, tuve una confusa visión de mi meta. (No importa a otros lo que fuera.)

Y antes de que tuviera catorce años, la visión se hizo clara y precisa. Y desde entonces estoy caminando hacia mi meta, afanándome, esforzándome, sufriendo, con el fin de ser «uno con la Vida».

En verdad, soy discípulo de un Maestro a quien amo entrañablemente. Pero, ¿es El mi meta? No. El es un maravilloso poste indicador que me señala mi meta, una brújula infalible con la que me guío para llegar a ella. Pero El no es mi meta; no es mi "muleta», y no me ha impedido cometer errores, ni hacerme daño. La meta aparece clara; y porque día y noche la miro, algo de su gloria, de su belleza y de su fuerza, y el dolor de la distancia que aún me separa de ella, están siempre conmigo.

Que cada teósofo se pregunte a sí mismo: «Después de todo, ¿cuál es mi meta?», y luego que vaya hacia ella, sea desde dentro de la Sociedad Teosófica o desde fuera, El lugar no importa, pues sólo hay una Vida, que es el «Uno sin segundo». Mas cada cual debe mirar su propia meta, no la de Krishnamurti, no la de Mrs. Besant, claramente, directamente, por y para sí mismo.

Krishnamurti no desea discípulos; pero imitémosle en esto: en llegar a ser uno con nuestra meta, uno con la Vida, según nuestro modo peculiar. Veremos entonces que no hay contradicción entre la Sabiduría Divina que nos llega a través de la tradición de la Teosofía, y la Divina Sabiduría que trae Krishnamurti.

Sólo discuten y arguyen aquellos que aún no han visto su meta; sólo aquellos que emprendieron actividades, no porque vieran su meta a través de ellas, sino porque creyeron que los Maestros requerían tales actividades, son los que ahora están sacudidos como caña por el viento. Aquellos que han visto la meta no tienen ya más que un pensamiento único, una emoción, una acción : cómo llegar a ser uno con la Vida, hasta que nada exista sino Una Vida, el «Uno sin segundo». Para aquellos que, a través de cualquier línea de servicio, han visto ya su meta, Krishnamurti es, en verdad, el portador de «la buena nueva de gozo intenso» .

(Traducido del New and Notes de enero 1930 por L. G. Lorenzana)
http://www.upasika.com/krishnamurti5.html

Jiddu Krishnamurti y Pepita Maynadé y Mateos.

DE BLAVATSKY A KRISHNAMURTI

Pepita Maynadé y Mateos

Publicado en “El Loto Blanco” de Mayo 1930

“Las enseñanzas de la Teosofía no deben ser ignoradas por nuestros contemporáneos aun cuando la Sociedad se disolviese y no quedase rastro alguno suyo como cuerpo organizado...”
A. Fúllerton, 1891

El más inciso trazo del carácter de Blavatsky fue indudablemente la rebeldía.

Anticonvencional con todo y para con todos. Lo mismo para recibir irónicamente con camisón de noche y desgarbadas maneras a los aristócratas más encopetados, que para sujetarse a previos sistemas de conducta.

Esta característica anticonvencional resalta en cada página de su biografía en forma de hechos vulgarmente admirables o censurables. Diríase que, con su actitud indescifrable, derribaba con antelación futuros pedestales para andar siempre en su presente y en su futuro al lado de todos los hombres... ¡Egregia democracia!

«Rebelde contra todos los convencionalismos humanos, se ponía siempre fuera de la ley por sus gustos, creencias, vestidos, ideales y conducta y se vengaba de los criticastros, imponiendo sus talentos superiores...» (1).

«Uno de los efectos más preciosos de la misión de Upasika (Blavarsky), fue el de impulsar a los hombres a estudiar por sí mismos y destruir en ellos todo servilismo ciego, cualquiera que sea y venga de donde viniere. Con razón se ha dicho que ella no mostraba ni sombra del ascetismo en su interior. No meditaba en la soledad, no practicaba austeridades en la alimentación...» (2).

Tanto su ideología como su vibración emotiva, como su conducta, estuvieron constantemente agitadas por el ritmo libre de los mares tempestuosos.

Y sin embargo, ¿quién más atenta que ella a la leve insinuación del mandato invisible, a la visión serena del espíritu?

Por eso nosotros veíamos a menudo sus ojos verdes moverse como linfa oceánica sobre la cristalizada superficie de sus enseñanzas de un día. Paradójicamente, mientras su personalidad proteica e indefinida escapaba a las normas de conducta establecidas por sus sucesores, la doctrina, inerte, se plegaba a nacientes dogmas.

Y en la jungla virgen de la primitiva S. T., oreada por todos los vientos, se elevaba ya el templo de piedra de la idea muerta.

Era demasiado pronto. El impulso inicial palpitaba todavía al través de la figura de la gran rebelde. Los libres principios sentados por ella debían lanzarse doquiera, aún puros como la simiente y, como ella, sin forma dada. Cada tierra, cada país, cada predio individual debía dar una forma distinta, peculiar y necesaria a la vitalizada semilla de la verdad teosófica.

No fue así y el pietismo acomodaticio y fácil ponía sus perfumes y sus oros femeninos ante la llama viril de la Idea. Y aquel impulso primero de catarata moría en mansa corriente por canales fabricados...

Pero así las cosas, he aquí que aparece, con una larga sonrisa de alba, al través de una forma leve y flexible, como los bambúes, el alma recia de otro rebelde: Krishnamurti.

Pero es otra rebeldía. Hay más belleza y una mayor posibilidad de mancomunidad en torno de Krishnaji. Diríase que ha sabido enlazar su actitud allí donde quedara extática, pero viviente, la culminante obra oculta de Blavatsky. Continúa una ruta inacabada sobre el lapso de desorientación de unos años.

Él ha sabido conciliar, con el máximo sacudimiento y afirmación del principio individual, el nexo invisible de la fusión de los espíritus sin llegar jamás a establecerlo como forma y como norma. Para nosotros en esto reside la más admirable y difícil política del joven indo.

Para derribar los recientemente construídos templos debía conmover los cimientos.

Rasgó antes los planos, diluyó blanduras idolátricas, negó las formas sacras y la gran fábrica ha tambaleado.

Y sin embargo, el espíritu infinito, amplio como la inmensa sábana celeste, luce hoy más que nunca, derruídos los techos, sobre nuestras cabezas levantadas...

Sobre las ruinas recientes no vibra un lamento de muerte, sino un canto de vida: el eco gozoso del Mensaje, EL MISMO MENSAJE QUE BLAVATSKY PUSO MÁS ALTO QUE SU DOCTRINA.

Esta renovación, esta oleada sacudidora con que Krishnamurti conmueve cada alma, uniéndola al Espíritu inmortal, constituye la esencia misma de la misión de Blavatsky.

Así lo proclamó sobre su tumba su mejor discípulo, Franz Hartmann: «La unión del alma mortal con el Espíritu inmortal es el objeto y fin del Ocultismo y Teosofía. Esta regeneración fue lo que H. P. B. enseñó: porque regeneración espiritual e iniciación son términos sinónimos» .

Huyan en buenhora de nuestros oídos sordos palabras familiares, conceptos estatuidos; huyan hábitos proclamados, instructores e instrucciones, mientras sobre el amplio mundo que despierta sople el aliento de la Vida Eterna con la misma frescura del primer día...

Notas
(1) H. S. Olcott, cit. Roso de Luna en “Una mártir del siglo XIX”, p. 460.
(2) Roso de Luna, op. cit., p. 449.
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Jiddu Krishnamurti y María Solá.

Tras la afirmación de que el problema del mundo es el problema del hombre, se detiene Krishnamurti en consideraciones que ponen de manifiesto que mundo e individuo no son dos entidades, sino que constituyen una unidad que son, pues, un proceso total.

Pero surge un conflicto, lo que podríamos estimar desacuerdo entre el criterio común o corriente, y el de Krishnamurti. Generalmente se opina que hay que transformar al mundo para lograr una mejor realidad de la que tenemos. Y Krishnamurti considera que esto es un contrasentido: si cada uno de nosotros podemos ser punto de referencia para un cambio, ¿por qué inclinarse por el mundo que difícilmente puede ofrecerlo?

¿En qué sentido, partiendo del primer punto de vista, deberíamos movemos? ¿Yendo en pos de un modelo de perfeccionamiento individual? Esto conduciría, nos advierte Krishnamurti al autoencierro, al aislamiento, objetivo del todo contraproducente.

Desviémonos un poco observando lo que la sociedad estima como progreso, para patentizar que, si bien hay que reconocerlo en lo técnico, es nulo en el logro de una mayor sensibilidad del hombre. Efectivamente existen mejoras sorprendentes en el mundo material, pero, ¿qué es lo que se destaca en el individuo? El egoísmo por poseerlas, el afán de acumular en él todo beneficio. Hay, pues, un progreso sensorio, pero hay asimismo una creciente pobreza en la evolución de los valores individuales, los que pueden llamarse generosidad, desinterés, entrega.

Tenemos, por un lado, el progreso del intelecto que enriquece de dones la sociedad que el hombre integra y, por el otro, cada vez más pobreza de los valores que emanan de la inteligencia, los únicos que permitirían llamar auténtico el progreso no, en verdad, destrucción; autenticidad que depende de un cambio radical en la conducta humana Entremos de nuevo, nos sugiere Krishnamurti, a considerar el mecanismo del cambio. ¿No se ha puesto de manifiesto, tras las antecedentes consideraciones, que es el hombre quien ha de lograr en sí mismo aquello que falta en el mundo? El progreso intelectual nos encamina no sólo a la prosperidad material, sino al predominio de todo lo que le acompaña: violencia, ambición, competencia etcétera, y sólo el individuo, en ese proceso total, puede lograr la neutralización de aquel predominio, transformando su conducta. Quien desee comprender el significado de la existencia ha de comprenderse a sí mismo, no en oposición al todo, sino como proceso total.

Liberándose el hombre de antagonismos: creencias, nacionalismos, posesiones, se sentirá en proyección amorosa y en esa proyección se habrá convertido en elemento transformador del mundo.

María Solá, Antología comentada del mensaje de Krishnamurti
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Jiddu Krishnamurti y Mariano Vázquez Alonso.

El acercamiento al pensamiento de Krishnamurti implica toda una actitud de alerta, de atención suma y, sobre todo, de desnudamiento mental. Basta ver uno solo de sus videos, o leer un capítulo de cualquiera de sus múltiples obras, para darnos cuenta de que nos hallamos ante un excepcional investigador de la mente humana, con el cual no podemos adoptar una postura pasiva de mero oyente o lector. Krishnamurti, que siempre desdeñó el papel de los maestros y los gurús, que siempre se manifestó contrario a todo tipo de religiones y enseñanzas establecidas, nos exige con su palabra un verdadero compromiso con nosotros mismos. Una actitud de observación sincera y profunda. El ser humano, su pensamiento, está anclado entre el pasado y el futuro, pero no sabe, no quiere afianzarse en lo que verdaderamente «es», en el ahora, en el presente.

Lo real, nos dice Krishnamurti, no es un producto del pensamiento, ni una elaboración más de la memoria o del conocimiento; lo real es lo que surge cuando nos desprendemos de todo el lastre del intelecto “¡Mírese, obsérvese, vea lo que está pasando dentro de usted!” nos repite una y otra vez.

Aseguran aquellas personas que vivieron con Krishnamurti, o que compartieron con él prolongadas estancias, que la inmensa energía que se desprendía de su persona, la continua atención que prestaba a todo cuanto estaba sucediendo en su entorno, generaban algo así como la vibración de una potente e incansable dínamo.

“No siempre era fácil estar a su lado», confiesa alguien que lo conoció bien. Es comprensible. La mente humana normal, hiperactiva -y, sin embargo, casi siempre dormida-, queda fácilmente deslumbrada ante la luz cegadora que emana de un ser que vive en lo auténtico, en lo real, en “lo que es”.

Extraído del libro “Las escuelas esotéricas de Occidente”
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viernes, 19 de marzo de 2010

Jiddu Krishnamurti y Mary Zimbalist.

Evelyne Blau: Mary, habría oído usted decir que un ser hablaba a traves de Krishnamurti; esto fué algo especialmente frecuente en su juventud. ¿Tuvo usted en algún momento la impresión de que hubiera un ente que hablara a través de él?

Mary Zimbalist: No, nunca he tenido una sensación semejante. Para mí, son tonterías, porque Krishnamurti podía hablar en cualquier momento como hablaba cuando estaba sobre la plataforma; si durante el almuerzo la conversción se volvía seria, hablaba con la misma profundidad y percepción. En las entrevistas, con el público o privadas, hablaba de ese modo. Era el hombre real quien hablaba, no un espíritu que hablara a través de él. Ahora bien, muchas veces, cuando estaba sobre la plataforma, una sentía que había en él una energía extraordinaria, y daba la impresion de que era desde aquella energía y aquella capacidad de penetrar la esencia de las cosas desde donde hablaba. Esto podría ser mera especulación, pero una tenía el intenso sentimiento de que era así. Yo lo sentía así. Emanaba de su inteligencia, de su porpia percepción.

EB: No obstante, parece que Krishnamurti tenía una conexión con lo que él llamaba "lo otro". ¿Cuál era la línea que había entre "lo otro" y sus palabras, o, en realidad, su vida?

MZ: Él nunca habló de una línea. En cambio, hablaba a menudo de "lo otro", lo inconmensurable-y todas las maravillosas palabras con las que se refería a ello-; y esto, a lo que él llamaba meditación, llegaba a él, generalmente por la noche.

EB: ¿Llegaba mientras él dormía, y entonces se despertaba?

MZ: No lo sé, porque solía hablar poco acerca de ello, pero con frecuencia decía: "Tuve una meditación extraordinaria la noche pasada" , y a veces, estando a solas con él o durante un paseo-sobre todo en los paseos, que era cuando le gustaba estar en silencio y contemplar la naturaleza-, una sentia que K se hallaba muy lejos. Algo estaba presente o sucedía en aquellos momentos. Era casi tangible a veces.

EB: ¨¿Sentía también usted la presencia de "lo otro"?

MZ: Sentía la presencia de una fuerza invisible.

EB: Algo similar a cuando uno sintoniza una emisora de radio y puede escuchar entonces un concierto, las noticias o lo que fuere. Al parecer, K era capaz de sintonizar esa energía que nos rodea a todos.

MZ: En cierto modo. Una vez más puede que sea una imaginación mía, pero yo diría que es como si hubiera algo, que es innombrable aunque pueda llamársele inteligencia, verdad o belleza-cualquiera de esas cosas-, a lo que la mayoría de nosotros estamos ciegos y no sentimos.

EB: ¿Podía él acceder a ello deliberadamente?

MZ: Él decía que la meditación no podía ser deliberada, que tenía que llegar a uno.

EB: ¿Le explicó lo que para él era la méditación? Desde luego que ha escrito sobre ello y hablado de ello en sus charlas, pero ¿habló sobre meditación con usted?

MZ: Habló de estar en silencio, de estar muy quieto y no dejar que el pensamiento hiciera en la mente lo que le viniera en gana: no dejar que irrumpiera la retahíla de asociaciones que generalmente desfila por nuestras mentes. No hablaba de detenerla por medio de la voluntad, sino de no sumarse a ella. Los pensamientos transcurren y uno los observa y los deja pasar. Con ello uno aprende. Así es que, cuando hablábamos de estas cosas, a menudo lo hacíamos desde el enfoque de la quietud, de la simple observación de la mente sin hacer nada al respecto: ni empujarla ni retenerla. Describía la meditación de muchas formas diferentes, que aparecen en casi todos sus escritos. Lo esencial era tener una mente silenciosa. Él era capaz de estar en esa quietud; una vez, incluso viajando a bordo de un avión advino ese estado meditativo.

EB: Pero, como explicaba en sus escritos, nunca fue algo para lo que deliberadamente se sentara en silencio.

MZ: Decía que no se puede inducir. Cuando en sus últimos días estaba tan enfermo, ese algo extraordinario continuaba viniendo a él en medio del dolor y el sufrimiento. En una ocasión dijo: "Algo decide lo que será de mí. Cuando el cuerpo ya no pueda hacer lo que es necesario para hablar, la vida acabará". Y eso es lo que sucedió.

EB: ¿Implica que hay "algo distinto"?

MZ: Algo distinto. No es que él fuera simplemente un instrumento de eso, sino que la expresión de eso era tarea suya. Desde ello hablaba; y cuando en el nivel físico no puduiera continuar hablando, su vida terminaría.

EB: Él sentía que la razón de su vida era poder dar estas enseñanzas.

MZ: Sí, esa era su vida. Existía una vida personal, pero esa otra era la realidad.


Mary Zimbalist, ayudante personal de Krishnamurti.
Krishnamurti, 100 años de sabiduría. Evelyne Blau.

martes, 16 de marzo de 2010

Jiddu Krishnamurti y Doris Pratt.

"Recuerdo un entrevista con Krishnaji en la que le dije que quería discutir mi problema. El problema era que quería dejar de fumar. Me dijo: "Señora Pratt, me ha hablado usted de su problema, pero, en realidad, las cuestiones son cuatro. El hecho es que usted fuma, y a él se une, en primer lugar, la falacia de que fuma y le gusta. La segunda falacia es que desearía no fumar; y de ella surge a continuación el ideal: usted desería ser ese ideal, alguien que no hubiera fumado nunca. Y por último, existe el vacío interior que le hace a uno fumar, volcarse en el sexo, o cualquier otra cosa". De modo que había un conflicto entre el hecho y el vacío, y en medio de él estaba la falacia, el mito. Un momento después añadió: "¡Cielo santo, el mito al que yo en un tiempo me aferré! Creí que había de ser el Maestro del mundo, cuando en realidad era un joven común, y quería hacer todo lo que un joven quiere hacer: enamorarse, montar en motocicleta, hacer carreras... En aquel tiempo era simplemente un joven. Y me debatí entre el mito y el hecho".


Doris Pratt, organizadora de las charlas de Krishnamurti, Londres.
Krishnamurti 100 años de sabiduría, Evelyne Balu.

Jiddu Krishnamurti y Nitya.

Mi hermano ha muerto;
éramos como dos estrellas en un cielo desnudo.
Él era igual que yo:
la piel tostada por el cálido Sol
en la tierra de suaves brisas,
oscilantes palmeras,
y ríos de agua fresca;
donde son innumerables las sombras,
y hay cotorras y papagayos de vivos colores.
Donde las copas verdes de los árboles
danzan bajo la refulgente luz del Sol;
donde hay dorados arenales
y mares de color verde azulado:
donde el mundo vive bajo el peso del Sol,
y la tierra cocida es marrón mate;
donde el arroz verde
centellea cautivador en las aguas limosas,
y los cuerpos tostados, desnudos, brillan
libres en el resplandor deslumbrante.
La tierra
de la madre que amamanta a su hijo al borde de la carretera;
del devoto amante
que trae en ofrenda vistosas flores;
del santuario a la orilla del camino;
de intenso silencio;
de paz inmensa.
Murió;
lloré en soledad.
Allá adonde iba, oía su voz
y su risa alegre.
Buscaba su rostro
en cada caminante
y a cada uno preguntaba si había visto a mi hermano;
pero ninguno de ellos podía darme consuelo.
Rogué,
recé,
mas los dioses guardaban silencio.
No me quedaban ya lágrimas;
no me quedaban sueños.
Lo busqué en todas las cosas,
en todos los países.
Lo oía en el susurro unísono de los árboles
llamándome a su morada.
Y luego,
en mi búsqueda,
apareciste Tú,
Señor de mi corazón;
sólo en Ti
vi el rostro de mi hermano.
Sólo en ti,
mi eterno Amor,
veo los rostros
de todos los vivos y de todos los muertos.

El Canto de la Vida, 1931.
Krishnamurti 100 años de Sabiduría, Evelyne Blau.

Jiddu Krishnamurti y Nitya.,

"Los hermosos sueños para la vida física que mi hermano y yo teníamos han terminado: el sueño de estar juntos, de vernos hacer las cosas, de viajar juntos, de divertirnos juntos, de hablar y bromear uno con otro, y de todos los pequeños detalles que tanto contribuyen a una vida de agradable disfrute.

[...] El silencio nos procuraba un especial deleite a ambos; ¡era tan sencillo entonces comprender los pensamientos y sentimientos del otro! No diré que no se produjera entre nosotros algún enfado esporádico, pero nunca iba muy lejos; en unos minutos se había pasado. Solíamos entonar juntos canciones jocosas, o cánticos, según lo requiriera la ocasión. A los dos nos gustaba la misma nube, el mismo árbol, la misma música. Aunque nuestros temperamentos eran diferentes, disfrutábamos mucho de la vida.

[...] Un viejo sueño ha muerto, y uno nuevo está a punto de nacer, como una flor que empuja y se abre camino a través de la tierra compacta. Ha empezado a nacer una nueva visión y a desplegarse una mayor conciencia.

[...] Una fuerza nueva, nacida del sufrimiento, me late en las venas, y, del sufrimiento pasado, una nueva compasión y comprensión han empezado a nacer: un deseo mayor de ver a otros sufrir menos, y, si tienen que sufrir, de hacer lo posible por que toleren el sufrimiento con nobleza y salgan de él sin demasiadas cicatrices. He llorado, pero no quiero que otros lloren; mas si lo hacen, ahora sé lo que eso significa"


El Heraldo de la Estrella, Enero de 1926.
Krishnamurti 100 años de Sabiduria, Evelyne Blau.

martes, 16 de febrero de 2010

Jiddu Krishnamurti y Rohit Mehta.

Krishnamurti es uno de los más notables pensadores de nuestro tiempo. Su contribución al pensamiento mundial es singular, pues expone el abordar la vida de forma completamente nueva. En una civilización dominada por la mente, todos los abordajes son mentales. Más Krishnamurti demostró, con incansable lógica, como la mente se mueve en círculo, y por lo tanto no consigue salir de su campo de continuidad. Por eso no es posible que la mente nos lleve a cualquier transformación radical; siendo que lo que la civilización necesita es una radical transformación en toda su estructura. Es obvio, por lo tanto que para llegar a esa transformación es esencial descubrir una manera de afrontarla que no sea mental.

¿Significa eso una regresión a lo emocional? Un gran número de cultos religiosos y semi religiosos que surgieron en los últimos tiempos, han trabajado en este sentido. Más una regresión emocional no resolvería nuestros problemas; al contrario introduciría más complicaciones en la ya tan complicada situación mundial, tanto a nivel individual como colectivo.

El abordaje de Krishnamurti no está en la línea de regresión emocional, sino en la percepción de aquello que está más allá de la mente, o del descubrimiento que está fuera del muro auto envolvente de continuidad que la mente erige de manera incesante. Esa manera de afrontar del tema, tiene fundamentalmente dos aspectos: el reconocimiento de las limitaciones de la mente y la percepción de aquello que está más allá de la mente.

En realidad este no es un doble proceso, ya que la propia percepción de limitaciones de la mente en relación a cualquier situación o círculo de continuidad está quebrada; por tanto, hay la percepción de aquello que está más allá de la mente. Es en esta percepción que puede ser descubierto un nuevo camino, un camino de nuevas relaciones con las cosas, personas e ideas.

Es en el plano de fondo de ese enfoque que el libro Educación y significado de la Vida, de Krishnamurti, puede ser en verdad valioso. En esa obra, problemas específicos de la educación son discutidos en la línea trazada por su enfoque general de la vida. En otras palabras, el libro traza una visión de educación donde lo inadecuado del enfoque mental es examinado de manera completa, en la que se vislumbra lo que la educación llega a ser cuando se libera de los factores condicionantes de la mente.

El contenido del libro puede ser resumido en tres tópicos: educación sin miedo, educación sin autoridad, educación sin disciplina. En cuanto a su valor intrínseco, esas afirmaciones sean inmediatamente aceptadas por todos los educadores progresistas. Es solamente cuando Krishnamurti refiere las profundas implicaciones de esas afirmaciones que comprendemos, quizás por vez primera, que precisamos revisar completamente todos nuestros conceptos y teorías sobre la educación.

En todas las instituciones y sistemas educativos está sucediendo un proceso de deshumanización. Krishnamurti llama la atención sobre esa tendencia fundamental, que si no es detenida, reducirá a los seres humanos a meros autómatas. Esa es, de hecho, una tendencia que en nuestra civilización, dominada por la mente, está sucediendo en todas las esferas de la actividad. En la educación, eso es particularmente desastroso.

Según Krishnamurti, estamos dejando las facultades y universidades "como si hubiésemos salido de un molde", transformados en un tipo de gente que busca la conformidad, que persigue el éxito, que está interesada en la seguridad. Krishnamurti afirma que "el conformismo lleva a la mediocridad". Donde existe mediocridad no puede haber creatividad; por tanto para que nuestra educación sea creativa, tenemos que soltarnos de todos los factores que nos llevan a la conformidad y a la seguridad. En la educación creativa, la inteligencia toma el lugar de la mediocridad. Conformidad y seguridad dan origen a la "estupidez de la mente y del corazón".

Un esbozo integrado de la vida solo es posible cuando hay una inteligencia despierta por medio de la cual el ser humano sea capaz de comprenderse a sí mismo como un proceso total. Ha de notarse, asimismo, que cuando hay conformidad de cualquier padrón de pensamiento o de acción, hay una completa ausencia de esa comprensión total. Nuestra educación está sobrecargada de técnicas para el desarrollo de capacidades específicas, en vez de estar ocupada con esa total comprensión. Según Krishnamurti, "el entrenamiento trae la eficiencia, pero no la plenitud". Esa plenitud es la integridad del ser humano, sin la cual la vida se torna "una serie de conflictos y sufrimientos".

El análisis de Krishnamurti sobre la educación actual merece ser considerado profundamente por los educadores de todo el mundo:
"Podremos graduarnos y tornarnos mecánicamente eficientes sin que seamos inteligentes. La inteligencia no es la mera información; no se deriva de los libros, no consiste en respuestas expertas y defensivas, ni en afirmaciones agresivas. Alguien que no haya estudiado puede ser más inteligente que un erudito: Hemos reducido los criterios de inteligencia, incluso hemos desarrollado mentes sagaces que soslayan las cuestiones humanas vitales. Inteligencia es la capacidad de percibir lo esencial, lo que es; educación es despertar esa capacidad en sí mismo y en otros."

La inteligencia de la que habla Krishnamurti es la habilidad con la cual un individuo enfrenta la vida tal y como se presenta, de instante en instante. Cierto que eso presupone una flexibilidad infinita en la mente, y la mente solo puede ser maleable cuando es completamente libre, no identificada con cualquier padrón de pensamiento. Tan solo una mente como esa “puede descubrir los verdaderos valores que advienen con una investigación no tendenciosa y con auto percepción”. Solo una mente flexible consigue encarar la vida de la manera como la ve. Una mente presa de un padrón de pensamiento y que busca conformidad está naturalmente inmersa en mecanismos de defensa, y por lo tanto, dominada por el miedo.

La actual educación ofrece a hombres y mujeres un entrenamiento para construir mecanismos de defensa en varios niveles, para que puedan alcanzar éxito en la vida. La sociedad rinde culto al hombre de éxito, o sea, al hombre que manipula eficientemente sus mecanismos de defensa. Sin embargo una persona que procura defenderse psicológicamente contra el impacto de la vida, está naturalmente dominada por el temor. El miedo, por tanto, es una oculta influencia en nuestra educación.

La técnica sin la comprensión lleva a la crueldad. Más allá de esto, un hombre técnicamente eficiente afronta la vida tan solo a través de sus propias zonas de seguridad psicológica. Cuando se encara la vida a partir de un punto psicológico fijo, naturalmente no se puede comprender la totalidad de la vida. De otro modo, cuando se comprende la totalidad de la vida, se puede adoptar cualquier instrumento necesario para afrontar los desafíos.

La moderna educación tiene innumerables elementos de superficialidad, a pesar de la cada vez mayor especialización introducida. La superficialidad, incluso, se debe fundamentalmente a la especialización. Una vida superficial, naturalmente es una vida de imitación, no de iniciativa. La educación nos hace ser imitadores, de modo que somos capaces de demostrar gran eficiencia mecánica en reproducir el estilo que tengamos memorizado. Tenemos miedo de actuar por nosotros mismos, porque no hay experimentación dentro de nosotros. Como estamos empobrecidos internamente, nos agarramos cada vez más a instrumentos externos, a estilos y a modos de expresión.

¡He aquí! Donde el problema educacional precisa ser atacado, no en el nivel de la técnica. Más de manera bastante curiosa, solo nos preocupamos de colocar delante de los estudiantes un padrón particular de pensamiento o de acción, queremos que lo imiten. Ese tipo de educación, obviamente choca con la propia raíz de la iniciativa.

Un ejemplo de padrón puede ser un héroe o una ideología. Éstos se tornan una autoridad a ser obedecida por el niño, y crea un punto psicológico fijo a partir del cual, él debe encarar la vida. La vida pasa a ser examinada solamente a partir de un padrón. Una mente ligada a un padrón, por más bello que sea, no consigue ver la vida como un todo.

Krishnamurti afirma que:
"El idealista, como el especialista, no están preocupados con el todo, tan solo con una parte. No puede haber integración en tanto que se esté persiguiendo una parte. No puede haber integración en tanto se está persiguiendo un padrón ideal de acción; la mayoría de los profesores idealistas dejaran de lado el amor. Para educar a un niño se tiene que estar alerta, vigilante, consciente de sí mismo."

El papel del profesor

La educación correcta depende del profesor. Debe haber una total libertad para el niño, en relación a todos los factores condicionantes. Más el alumno que va a la escuela ya está condicionado por las influencias del hogar y de la sociedad. El profesor transmite su propia experiencia al alumno; a partir de ahí, hay una perpetuación del condicionamiento de ambos, profesor y alumno.

El papel de la educación es, por tanto, el no condicionamiento del alumno. Esa tarea solo puede ser realizada cuando el profesor comienza a entender su propio condicionamiento. A partir de ahí, él puede abstenerse de transmitir su propia experiencia al alumno. Naturalmente un profesor así se va a tornar verdaderamente sensible, y solamente por medio de esa sensibilidad es que el niño puede ser entendido.

Existe la idea de que la libertad de todo condicionamiento resulta en indisciplina, caos moral o degradación social. Más esa libertad es un estado en el cual no hay reacción. Tanto la disciplina como la indisciplina son reacciones a ciertas posiciones fijas asumidas por la mente. Esas posiciones resultan de un condicionamiento psicológico. Por tanto, la libertad que se manifiesta como indisciplina no es absolutamente libertad, pues no está libre de condicionamiento.

Es el no condicionamiento psicológico lo que produce una sensibilidad de mente y corazón. La sensibilidad no puede ser despertada por el conformismo a un padrón de pensamiento y acción. Una persona sensible jamás podrá ser indisciplinada, y mucho menos descortés. Según Krishnamurti, "es la inteligencia la que trae orden, no la disciplina."

La transformación del profesor es el punto crucial del problema educativo. El profesor inteligente y sensible es capaz de ayudar al alumno a deshacer los núcleos de seguridad psicológica que éste pueda tener establecidos a causa del miedo, habiéndose por ello vuelto dependiente de una autoridad.

Por tanto el educador se educa a sí mismo en cuanto enseña a sus alumnos. La educación es un proceso interactivo, por eso exige una atmósfera de perfecta igualdad. A no ser que el profesor olvide que es superior, no podrá haber verdadera libertad en una institución educativa. Solo así la educación inspirada por el amor substituirá el sistema dominado por el miedo o por la autoridad.

http://www.sociedadteosofica.es/Articulos/Mehta_EducacionCreativa.htm

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