sábado, 30 de diciembre de 2006

Jiddu Krishnamurti y Salvador Sendra.

PREFACIO

La intención al escribir este libro está claramente manifiesta, al reunir en él las muchas respuestas que hubo y la participación valiosa de las gentes de habla española y portuguesa, en torno al mensaje de Krishnamurti.

Más de sesenta años divulgando las enseñanzas de Krishnamurti por la península Ibérica y América Latina, a la vez que encargado durante muchos años de la publicación en lengua española de sus libros, nos ha proporcionado una oportunidad de acción en la que le pusimos una pasión gustosa, casi toda una vida.

Se han escrito valiosos libros sobre el mensaje, especialmente en Inglés y Francés; algunos pocos en Español. Los Años del Despertar, y Los Años de Plenitud, son un extraordinario documento biográfico que la autora anuncia ampliarlo. Faltaba, sin embargo, historial el amplio trabajo y la aportación que hicieron en esta tarea los amigos de Krishnamurti de España, Portugal e Iberoamérica.

Este trabajo, de más de medio siglo, tuvo para nosotros compensaciones de gran estima. También hubo contrariedades dolorosas e incomprensiones, celos y malos entendidos; mas las motivaciones en la tarea contaban con un empuje y una energía que arrollaron las murallas de todo impedimento. De paso quisiéramos decir que nuestro amor por la Naturaleza y la Belleza se vieron más que compensados en nuestro peregrinaje por esta tierra hermosa. Viajar por la superficie de los mares, por entre las nubes, y el amplio espacio exterior, más de una vez, fue regocijo recreador. También lo fue la oportunidad de contemplar el vasto Cosmos desde varios Observatorios. He buscado e interrogado de cara al infinito y el dolor humano. He conocido desde niño el dolor y la incertidumbre. Sin sentirme actualmente, ni indiferente, ni ajeno, no acierto a aceptar las explicaciones de ambos lados sobre el espectáculo actual del mundo lleno de violencia e interrogantes por el futuro de la humanidad. Ninguno de los bandos está exento de responsabilidad.

Dos interrogantes de importancia capital encontraron en mí inesperadas pero ricas respuestas. Conocerse a sí mismo, reiteradamente enfatizado por Krishnamurti, y el vasto espacio interno que abre la comunicación con lo Sagrado, que es el valor por excelencia que puede hallar el hombre. Esta gran incógnita, la descubren los que inquieren con profundidad y no dejan de ser niños.

En mis andanzas por este mundo, encontré gentes por monasterios de Occidente y de Oriente, y por doquiera, que interrogaban a su manera, con habitual respeto de nuestra parte. Di por suerte con respuestas internas y externas valiosísimas. El haber escuchado a Krishnamurti, en muchas ocasiones y Continentes, fue por supuesto de valor incalculable. Pero la investigación y el inquirir, no se paró ahí.

Encontrar a un verdadero Educador o Maestro, no es cosa de poca monta. Sin embargo, puede ser también algo satisfactorio para el yoísmo y la autoimportancia. Eso sería todo lo contrario de la lucidez y la verdadera libertad.

Estudié con seriedad y sin dogmatismo las enseñanzas de Jesús, después las del Buda, Krishna, Lao-Tse, Hermes, Plotino, Platón, Pitágoras, Sankaracharya y Krishnamurti.

No cabe duda que fueron todos ellos antorchas luminosas que no se apagan y de las cuales puede aprenderse mucho. Sin que dejemos de aceptar la obra maravillosa creada por el Arte Religioso de Oriente y Occidente, y así también, los óptimos servicios humanitarios de las religiones. Vistos los resultados negativos de las organizaciones religiosas, que se inspiraron en esos hombres lúcidos, por excelencia, quisiéramos evitar y advertir sobre el peligro de nuevos dogmatismos emocionales en torno a Krishnamurti. Ese peligro pudiera desvirtuar y retardar el despertar de la conciencia humana y la liberación del hombre. Siento que ese objetivo fue el propósito primordial que heroicamente se propuso Krishnamurti, en sus sesenta años de prédica constante, por un mundo en convulsión. Felizmente, tras esta tormenta mundial, pasajera, que se nos viene encima, resplandecerá la Luz, porque siento que hay un poder del Bien que no permitirá que triunfen las tinieblas y la maldad. Más allá del materialismo, y su secuela consumista, triunfará el Sol y la Verdad que es el poder que gobierna al mundo, y la base de toda Felicidad Verdadera. Todo lo anterior fue dicho antes por los hombres señalados. Krishnamurti, también lo ha reiterado. Considero que vale la pena de estudiar y hacer conciencia de lo que el mensaje de Krishnamurti nos ha legado, sin espíritu dogmático ni exclusivo. Esta es la motivación fundamental al dar a luz y escribir este libro. Más no hay que olvidar, que un Maestro o Educador debe de ser, para cada uno de nosotros, los que le escuchan y estudian, algo transitorio y no hay que permanecer atados ni dependientes de ellos. Pues esto impediría descubrir y desarrollar dentro de nosotros mismos un potencial amplísimo y un horizonte de extraordinario valor. Krishnamurti lo señaló muy certeramente poco antes de dejar esta existencia. Enfáticamente dijo antes de irse a sus oyentes en Madrás, India, en enero de 1986, lo siguiente: “¿Quieren ustedes participar en lo que estamos diciendo?, no solamente seguirlo, sino que juntos participemos en ello, no un mero pensar o prestar atención casual. Una o dos cosas hay que hacer muy claras. Esto no es un culto a la personalidad. El que habla abomina todo eso; todo lo que él dice, se contradice si ustedes personalmente adoran a un individuo y lo convierten en un Dios. Lo importante es escuchar lo que él tiene que decir; no solamente escuchar, sino realmente participar en lo que él dice” (Boletín Especial. Londres. Enero 4, 1986).
F.K.H. Septiembre 1986


SALVADOR SENDRA
IMPACTO DE KRISHNAMURTI
RESPUESTAS DE ESPAÑA, PORTUGAL E IBEROAMÉRICA
EDITORIAL ORIÓN
MEXICO
1987



 

Jiddu Krishnamurti y Thia Bell.

THE OJAI VALLEY NEWS
Ojai, California, febrero 19 de 1986
por Thia Bell

Krishnamurti dejó un rico legado al Valle que tanto amó.

En el día dedicado a honrar a dos grandes hombres que pelearon por la libertad, ha muerto otro gran luchador por la libertad.

A las 12:20, conforme las manecillas del reloj se aproximaban a la alborada del día de los Presidentes, lunes 17 de febrero, Jiddu Krishnamurti, el mundialmente reconocido filósofo, autor y educador, murió mientras dormía, en su casa al Este de Ojai, después de un corto y penoso ataque de cáncer pancreático. El tenía 90 años.

De acuerdo con su creencia en la libertad de rituales y dogmas religiosos, no hubo servicios de esta clase en su funeral.

Su último recorrido a través de Ojai fue en un cortejo funerario acompañado por un grupo de miembros del Comité de la Krishnamurti Foundation of América. Ellos llevaron los restos a Ventura para su incineración en la mañana del lunes. Las cenizas fueron divididas en tres partes para ser esparcidas por las Fundaciones de América, de Inglaterra y de la India. Le sobreviven 8 sobrinos, hijos de un hermano mayor; dos de ellos en los Estados Unidos y los demás en la India.

El día de fiesta nacional resultó apropiado para que se difundiera la noticia de su muerte a través del Valle de Ojai y alrededor del mundo y regresara. A temprana hora, al abrirse los servicios de comunicación, gente del Este llamaba a sus amigos de Ojai despertándolos para obtener noticias.

El Primer Ministro de la India, Rajiv Gandhi, pidió a su embajador en Washinton Shanker Bagpai, telefonear sus condolencias a la Fundación de Ojai. La llamada llegó después del mediodía y las flores después. El martes el Consul General de la India en San Francisco, R.S. Garg, entregó un mensaje del Primer Ministro Gandhi:

“El pueblo de la India siente profundamente la partida de Sri. J. Krishnamurti. El era uno de los más prominentes y estimulantes filósofos de nuestra tierra y de nuestro tiempo, una persona de inmenso valor moral e intelectual que se rehusó a jugar el papel de instructor insistiendo en que cada uno debe buscar la luz dentro de sí mismo. Pero en número incalculable la gente derivó fortaleza de las contestaciones a las preguntas que hacían y del proceso de captación de la realidad que él indicaba. Nuestro país y el mundo son más pobres con su muerte”.

El contacto de Krishnamurti con el Valle de Ojai se remonta al año de 1920 cuando vino con su hermano Nityananda que sufría de tuberculosis y murió en 1925.

Desde los años 20 Krishnamurti nos visitó regularmente dando pláticas y sosteniendo discusiones en su estilo socrático, cada primavera. Aunque él viajó por todo el mundo, consideró a Ojai como su hogar y fue aquí a donde él se volvió cuando se sintió por primera vez enfermo hace algunas semanas.

Después de terminar sus pláticas en Madrás, India a principios de febrero, el hombre activo comenzó a notar que se cansaba fácilmente. Canceló las pláticas en Bombay y a principios de febrero voló a su casa en Ojai para consultar con su doctor que lo atendía desde hacía tres años en la clínica de Santa Paula.

Una corta estancia en el hospital para pruebas médicas, indicaron éstas cáncer en el páncreas que ya se había extendido al hígado. Se le dijo que le quedaba muy poco tiempo más. Rehusó la quimioterapia que probablemente de nada hubiera servido de todos modos. Volvió a su hogar para sobrellevar el proceso doloroso con ocasionales dosis de morfina bajo el cuidado del Dr. Deutsch.

El día de su muerte, procesiones de nubes grises y blancas todavía se anidaban en las colinas nativas del valle indio que él había explorado en su juventud. Pero pedazos de cielo azul dejaban pasar destellos de claridad no obstruida; una esperanza de alivio y libertad que reflejaban el reto del filósofo a decenas de millones de personas a través de sus 60 años de enseñanza acerca de la mente humana.

La disolución de las nubes de la mente, del pensamiento, las creencias y la autoridad externa, fueron temas centrales de su enseñanza, expresados en sus pláticas personales, en “tapetes”, videos y millones de ejemplares de unos 40 libros que él publicó a través de los años.

Gente inspirada en sus reflexivos mensajes. Levantó 7 escuelas en América, en Inglaterra e India, así como otros centros de información en el mundo. Krishnamurti puso a Ojai en el mapa.

Krishnamurti expresó su deseo final de que continuaran vigorosamente las Fundaciones que llevan su nombre y que sostienen las escuelas. Estipuló también que no habrá un sucesor y que ningún representante continúe estas enseñanzas en su nombre, ni ahora ni en ningún tiempo en el futuro. Afirmó que “no se necesitan intérpretes... cada persona debería observar directamente sus propias actividades, no de acuerdo con alguna teoría o autoridad”.

Krishnamurti pidió que las Fundaciones aseguren que sus enseñanzas se preserven y distribuyan en forma no distorsionada. También hizo saber su deseo de que se tomen todas las medidas para que las escuelas que él fundó, florezcan.

Central en sus enseñanzas es que los seres humanos, si han de ser por completo libres, deben primero estar alerta a su condicionamiento psicológico que les impide ver las cosas como ellas son. Estar alerta a “lo que es” más bien que a lo que a uno le guste o disguste o a lo que alguna autoridad diga que es así, sino a la cosa actual en sí misma la realidad detrás de la causa y el efecto éste es el corazón de su trabajo.

En la plática de mayo 4 en Ojai, se le preguntó a K: “En la tierra ha habido grandes pensadores como Buddha y Jesús, ¿cree usted que habrá menos conflicto y más comprensión cuando usted nos deje, o va el mundo en una dirección inalterable?

Su respuesta fue: ¿Se han dado ustedes cuenta de que los seguidores destruyen al líder y éste destruye a sus seguidores? El Buddha habló hace 2.500 años y dijo que no había que adorar cosa alguna, y los seguidores hicieron imágenes de él y lo destruyeron.

Los discípulos siempre exageran, distorsionan o ensalzan y pierden la profundidad de la enseñanza. El mundo cristiano estoy seguro que también convirtió a la persona central en algo increíble. Y probablemente cuando el que habla “entregue el equipo”, habrá el mismo fenómeno. Todo esto indica una cosa extraordinaria: ¿por qué los seres humanos en todo el mundo crean símbolos y los adoran? Los símbolos se han vuelto más importantes que la Verdad. En 1980 Krishnamurti fue entrevistado por el escritor Lamar Hower para el Ojai Velley News. Se le preguntó: Después de 50 años usted ha estado diciendo que no quiere seguidores. A pesar de eso, parece que especialmente aquí en el valle de Ojai, mucha gente lo considera a usted como un gurú. ¿Qué se podría hacer al respecto?

K respondió: Como usted sabe, la palabra “gurú” se ha vuelto extraordinariamente popular en América. En la India ella se aplica y aún esto va perdiendo su fuerza, a Dios gracias: Pienso, señor, continuó Krishnamurti, que en asuntos de la mente y el espíritu, seguir a alguien es enteramente sin valor. Ello no cambia radicalmente al hombre, no cambia la calidad de su mente o de su corazón... Yo no soy un gurú; serlo no es saludable, no es sano ni racional declaró.

En 1984 se le preguntó en Brockwood: “Cuando usted ya no esté más entre nosotros físicamente, ¿qué vamos a hacer nosotros que hemos comprendido su mensaje aunque sea intelectualmente? ¿Continuaremos trabajando en nosotros mismo o trataremos de esparcir sus enseñanzas conforme los veamos?”

K.- Señor, éste es “su” mensaje, no el mío. Es su libro, no el mío. La forma como usted vive es el mensaje, si usted vive en la forma en que hemos conversado: sin tiempo, entonces su mero vivir es la luz. Esto no depende de ningún otro. Es un hecho de la vida que todos vamos a morir. Este es un hecho irrevocable y absoluto. Y el futuro es ahora. La muerte es ahora. ¿Comprende usted? No dentro de 10 años o de 50 años en el tiempo. Y si uno vive, el mero vivir es el mensaje.

No es el mensaje de Krishnamurti, es vuestro mensaje. Usted esparcirá lo que está viviendo, no aquello que algún otro ha dicho. ¿Comprende? preguntó. Esto es muy, muy sencillo.



Jiddu Krishnamurti y Asit Chandmal.

EL ÚLTIMO PASEO

por Asit Chandmal

Me parece verlo ahora, saliendo del portal de Vasant Vihar, en Madrás, caminando con su sobrino Narayan, dos brahmines dignos, uno de 90 y el otro de 60 años, pero que aparentan ser décadas más jóvenes, dirigiéndose a la plataforma bajo el árbol iluminado, donde miles de personas lo esperan.

El sube lentamente a la plataforma cubierta con tela y se sienta en meditación, solo, como si estuviera en esa montaña solitaria donde perpetuamente nace un arroyo que es el Ganga.

Entonces habla.

Más tarde esa noche, me dice: “Algo entró dentro de mí. Algo me ha ocurrido”.

El habla del nacimiento y comienzo de toda energía, la percepción del sendero que conduce a la fuente de toda creación. Luego de una hora, se sienta en silencio. Un niño se le acerca con una flor. El se vuelve, sonríe y toma la blanca flor de champak. El niño sonríe. El sermón termina con el silencio y la sonrisa.

El ha dicho que ésta es su última plática.

Entre las imágenes imperecederas está la de mis tías y primos llorando silenciosamente en la segunda fila de sillas, mientras mis sobrinas e hijas están sentadas en el suelo, con la triste historia de la muerte de reyes retratada en sus rostros.

Es la noche del 4º día de enero, 1986. El cuerpo tiene seis semanas más antes de morir.

En esa noche antes de la última plática, dejándose llevar por un impulso, mi hija de 18 años, Clea, voló desde Singapore a verlo. No lo había visto desde que tenía 13 años y era estudiante en Rishi Valley. Vamos a verlo en la mañana. Cuando entramos a su cuarto se sienta en la cama para hablar con ella. Hablamos acerca de biología molecular, genética, y de qué pasaría si las computadoras y estas otras tecnologías se encuentran, se combinan y crecen. ¿Qué pasaría entonces con el cerebro humano?

Entonces se dirige a ella y dice: “Tú vas a Cambridge. Los profesores allí son muy listos, ganadores de premios Nobel, todos tienen muchos conocimientos. Saben mucho más que tú, son las autoridades.

Ellos dirán: “Nosotros enseñamos, nosotros hablamos y tú haz de escuchar”. Entonces, ¿qué harás tú? ¿Cómo estudiarás con hombres que te dictan sus conocimientos y te dicen que aprendas lo que ellos te enseñan? ¿Con qué calidad de mente te encontrarás con mentes así?”

Una energía extraordinaria emana de él.

En ese momento, Parameshwar, el cocinero, entra con el desayuno. Pone una bandeja con idli y ghee en la cama. Krishnaji nos ofrece compartir la comida y pregunta si queremos té o café.

En los días siguientes se reúne con sus amigos y asociados de la Fundación Krishnamurti de la India, a veces individualmente y a veces en grupo.

Nos habla de muchas cosas, de escuelas, de centros de estudio, del silencio. Al finalizar la última reunión nos dice: “Estén absolutamente alerta y no hagan ningún esfuerzo”.

Le pregunto si éstas son sus últimas palabras para nosotros y se sonríe.

Aunque está débil y perdiendo peso y tiene sus comidas en la cama, sale a dar un paseo a pie cada noche. Cada noche el mismo paseo.

Va en auto desde Vasant Vihar hasta Adyar, atravesando los terrenos de la Sociedad Teosófica, hasta que llega a la casa de Rhada Burnier, en la playa. Ella es la presidenta de la Sociedad, cargo que ganó en unas elecciones, a su oponente, su tía Rukmini Devi Arundale.

El camina por la playa donde fue “descubierto”, encontrado y adoptado y también iniciado, en la playa de Adyar, hace 75 años, la última vez que el cometa Halley entró en la órbita que lo llevaría cerca del sol.

Cuando tenía 34 años salió de la Sociedad Teosófica, rechazando todo lo que se había construido para él, renunciando a todo lo que se le había otorgado, con las palabras: “La verdad es una tierra sin caminos, si siguen a alguien, dejan de seguir a la verdad”. Había renunciado a más de lo que cualquier otro hombre desde Buda “Renunciación es intoxicación” y sin embargo, Rhada era una amiga y quizás algo al final lo hizo ir a sus comienzos.

El ha estado hablando de su muerte abierta y libremente. Me dice una noche -“El Dr. Deutsch me examinará una semana después de llegar a California. Si él dice no más viajes, no más pláticas, entonces se acabó todo. El cuerpo morirá en cuatro semanas”.

Entonces pregunta -“¿Qué hará usted con su vida, señor? Si usted no ha tocado eso otro y si no está anclado en ello, usted se desmoronará”.

A las 5:30 de la tarde en el décimo día de enero, va a tomar su último paseo. Ha de partir para California a la media noche.

Como de costumbre, atraviesa el jardín de la casa de Rhada, por el portón, que abre y cierra cuidadosamente, y torna a la derecha por la playa. Hay embarcaciones y niños en la playa que está oscurecida por el mar y el cielo. Camina en silencio.

Toma la mano de Rhada mientras camina, levanta su mano y toca a Nandini Mehta en el hombro, descansando su mano así mientras camina; entonces da la vuelta, pasa por delante de la casa de Rhada hacia el otro lado de la playa donde al final hay un puente roto y el río de Adyar se convierte en la Bahía de Bengala (en menos de dos meses sus cenizas habían de ser esparcidas aquí). Se detiene en silencio, mirando al mar y al cielo.

Da la vuelta y empieza a caminar en dirección de la casa de Rhada, permitiendo que los demás se adelanten. Su cabellera vuela detrás de él como la cola de un cometa.

Llegamos a la casa y deja que todos pasen por el portón. Se para a un lado. Cuando está solo, otra vez mira en cada dirección por unos momentos. Mira la arena, el mar y el cielo, y ésa es su despedida.

Esa noche, a media noche, desciende la escalera circular que baja de su cuarto en el primer piso, sus asociados lo esperan de pie en un semicírculo para decirle adiós. Saluda a cada uno de ellos, y a la última, Pupul Jayakar, le pregunta de buen humor: - “¿Cómo me veo, Pupul?” y ella responde, -“Muy joven”.

Me encuentro con él en el avión. Tiene puesta una chaqueta cazadora gris, pantalones gris oscuro y una bufanda color vino. El avión sale pasada la media noche y Krishnaji deja a la India por última vez, no muy lejos del sitio en que nació pasada la media noche, hace 90 años.

A las 4:00 A.M. del 24 de enero, telefoneé al Dr. Parchure desde Singapore. Acababa de regresar del hospital y me dijo que Krishnaji se encontraba en cuidado intensivo. Aunque Krishnaji siempre había dicho que no quería ir al hospital cuando estuviera muriendo, no tuvieron otra alternativa. Krishnaji tenía un dolor intenso. El doctor dijo que no podía tratarlo sin saber la causa y las pruebas sólo podían hacerse en el hospital. Fue ingresado al Santa Paula Memorial Hospital el 22 de enero. Más tarde leí en el informe médico que una prueba de ultrasonido había revelado una masa de 3 cm en el lóbulo derecho del hígado y que en una semana había crecido a 9 cm. Se intentó hacerle una biopsia, sin éxito, y luego serologías (que envuelven la aplicación de anticuerpos monoclonales) que revelaron que el cáncer del páncreas se había extendido al hígado. Luego de consultar a eminentes oncólogos, se concluyó que no era necesario hacer más pruebas. Se le informó a Krishnaji que no había posibilidad de recuperación. El pidió que se le dieran todos los datos y así se hizo. Le dieron de alta el 30 de enero, ya que él quería salir del hospital y regresar a Pine Cottage en Ojai.

Mi tía, Pupul Jayakar, su hija Radhika Herzberger, el director de Rishi Valley School, y yo viajamos juntos desde Delhi vía Amsterdam a Los Ángeles, llegando a Ojai la noche de enero 31. El profesor Krishna, director de las instituciones educativas de Rajghat, había partido el día anterior, y Mahesh Saxena, secretaria de la Fundación de la India habría de llegar tan pronto recibiera su pasaporte y visa.

Pupul viaja en primera clase, mientras que nosotros tenemos boletos de excursión. Radhi y yo llevamos una urna de plata con nosotros. Hay un asiento vacío a nuestro lado y la urna reposa allí. Compramos los boletos Amsterdam Los Ángeles-Amsterdam en el aeropuerto de Schipol. Como es una tarifa de excursión, tenemos que especificar la fecha de regreso. Radhi y yo nos miramos, sabiendo plenamente las implicaciones envueltas en dar una fecha. Finalmente decidimos febrero 16.

En este vuelo a Los Ángeles también hay un asiento vacío al lado nuestro y Radhi vigila la urna vacía mientras yo duermo.

En la mañana siguiente, el 1º de febrero, Pupul, Radhi y yo vamos a ver a Krishnaji a Pine Cottage. Está acostado, y aunque nos saluda individualmente a cada uno, apenas nos reconoce. Su capacidad de atención es de varios segundos. Cierra los ojos después de cada saludo. Me retiro en un estado de shock profundo. ¿Era éste el hombre con el cual yo había caminado en Adyar tres semanas antes?

Al día siguiente está mucho mejor y puede hablar por varios minutos con muchos de sus amigos cercanos. Mary Lutyens, la hija del arquitecto de Nueva Delhi, y otros miembros del Fideicomiso Inglés (English Trust) han llegado y todos juntos almorzamos cada día en Arya Vihara, a varios cientos de yardas de Pine Cottage.

Y así pasan los días. Algunos lo ven, algunos no. Algunos se marchan, otros se quedan. El habla con algunos y está en silencio con otros.

El me pregunta: “¿En qué está usted anclado, señor?”

Luego de una pausa de varios momentos, le contesto: “En usted, señor”.

“Yo ya no estoy”, me contesta.

Los doctores no pueden decir cuánto tiempo vivirá el cuerpo. Es impredecible, puede ser varias semanas o varios días. No varios meses.

Una tarde pide que lo lleven afuera de la cabaña. Lo cargan afuera y se sienta silenciosamente bajo el pimentero donde tuvo su primera experiencia de iluminación en 1922. Pide que lo dejen solo.

Luego dice: “Llévenme un poco más allá para que pueda ver las lomas”. Hacen esto. Otra vez pide que lo dejen solo. Hay huertos de naranjas alrededor, con muchas naranjas y la fragancia de sus flores blancas.

Inclina su cabeza lentamente al cielo y a las lomas.

El miércoles 12 de febrero, el cometa Halley ha pasado en su órbita por detrás del sol y continúa su viaje alejándose del sol. Pupul telefonea que Krishnaji está teniendo hemorragias. Una violenta tempestad viene del Océano Pacífico. El Valle de Ojai y las carreteras que llevan a él son azotadas por una lluvia sin precedentes por espacio de dos días. Derrumbamientos de lodo bloquean las carreteras que llevan al valle, hay el peligro de un aislamiento total en el extremo del valle donde está situada Pine Cottage, algunos hogares son evacuados y las cámaras de televisión se ven en Ojai filmando el diluvio.

La tormenta pasa el viernes, 14 de febrero.

Le hablo a Krishnamurti ese día y le digo: “Toda su vida usted ha ayudado a otras personas, se ha preocupado por los demás, me ha ayudado a mí toda mi vida. ¿Puedo preguntarle si en algo es posible que yo le ayude a usted? No me refiero al cuerpo, ya a éste se le cuida, lo que pregunto es ¿cómo yo, cómo nosotros, podemos ayudarlo a usted?

Me escucha con sus ojos cerrados. Los abre, sonríe y dice muy seriamente. “No permitas que nadie eche a perder las enseñanzas”.

Entonces vuelve a cerrar los ojos.

Más tarde me llama y me pregunta acerca de mi visita a Silicon Valley. ¿Que es lo último en las computadoras? ¿Están los rusos espiando? ¿Están los japoneses poniéndose a la par? Él escucha con mucha atención y por un momento me siento (y quizás él también) estar otra vez en Rishi Valley, y él es el Krishnaji que conozco, envolviéndose en diálogo y discusión.

El 16 de febrero tiene dolores intensos. Escucho su dolor cuando voy a Pine Cottage a las 11 de la mañana. Cuando ocurre una pausa en el dolor, entro a su cuarto y me paro al pie de su cama. Me reconoce y levanta su mano derecha indicándome que me acerque. Toma mi mano y su agarre es fuerte. Me pregunta, “¿Estás bien? ¿Estás cómodo? ¿Estás bien?” Yo digo, “Sí” y cierra sus ojos.

Salgo de la habitación.

Esa noche no puedo dormir a pesar de que estoy exhausto. A las 11:00 la atmósfera en mi habitación se vuelve amedrentante. El miedo persiste. Quiero estar con alguien.

Me esfuerzo por dormir. Una hora más tarde me despierta mi anfitriona. “Krishnaji acaba de morir”. Me encuentro desorientado y por un momento no sé dónde me encuentro ni lo que ella dice. Ella repite “Krishnaji ha muerto”.

Salto de la cama, me visto rápidamente y en ese mismo momento viene Mark Lee a buscarme. Mark, un amigo muy cercano, a quien Krishnaji ha confiado específicamente que bañe su cuerpo después de la muerte -“Yo siempre he sido un hombre muy limpio, envuélvanlo en tela, yo no tengo nacionalidad”-, y cremar su cuerpo sin ningún ritual, rito o ceremonia alguna.

Mark me pide una corbata oscura. Le doy una corbata negra plateada Charvet que Krishnaji me había regalado años atrás. Agarro un par de medias y veo las iniciales JK en ellas. El siempre ha regalado sus posesiones materiales (mayormente ropa) a otros. En las semanas antes de su muerte prácticamente había regalado toda su ropa, hindú u occidental a algunos miembros de las fundaciones.

Cuando llegamos 15 minutos más tarde a Pine Cottage Krishnaji ya ha sido bañado y envuelto en un lienzo blanco simple, una frisa que cubre hasta el pecho, gris y rosada. Su faz sin arrugas, en paz, bella, con una leve sonrisa.

El Dr. Deutsch estaba con él cuando murió, 10 minutos después de la media noche del 16 de febrero (o a las 0:10 A M. del 17 de febrero). No había tenido ningún dolor desde las 8:30 P.M. cuando se había dormido profundamente.

No puedo evitar arrodillarme a sus pies cuando veo su cuerpo (nunca en mi vida me había podido postrar ante nada ni nadie, pero esta vez es un movimiento inevitable y natural). Hay dos o tres otras personas que se alternan en mantener una vigilia en la habitación. En su mesita de noche al lado de la cama se encuentran “El cuarteto de Alejandría” (The Alexandria Quartet) por Lawrence Durrell, “Palgrave’s Golden Treasury”, el “Oxford Book of English Verse”, “Los Cuentos de Italo Calvino”, “El Diccionario berlitz de Italiano”, cuentos de Alfonso Daudet y de Gustavo Dore, libros en inglés italiano y francés, su reloj Patek Phillipe con una moneda griega antigua en una cadena.

Hago varias llamadas a la India para dar la noticia.

Los encargados de la funeraria vienen a llevarse el cuerpo a las ocho de la mañana. Minutos antes, yo arranco una camelia blanca de un arbusto desde el balcón al lado de donde yace el cuerpo de Krishnaji. También recojo una camelia que había caído al piso, porque él me había preguntado cuando caminábamos hace 30 años “¿Haz recogido alguna vez una flor caída en una vereda oscura?” y me enseñó entonces la flor que acaba de recoger.

Pongo la flor fresca a sus pies. No pienso que esto es un rito o ritual. La flor es de parte de todos nosotros. Luego salgo a poner la flor en un vaso con agua y la coloco en la mesa del cuarto.

Cuando vuelvo encuentro que han cubierto la cara. Esa cara que había tomado siglos en refinarse, y quién sabe qué otra cosa para hacerla divina, esa cara no se volvería a ver.

Los encargados fúnebres vienen. El cuerpo se coloca en una caja de cartón morena que después se cierra. Son las 8:10 A.M. Sacan el cuerpo por el balcón en un trole hasta la camioneta que espera debajo del árbol pimentero. Es un cielo sin sol.

Observamos en silencio. Una gran bandada de cientos de gansos grises vuelan hacia el este en una formación perfecta de y por encima del cuerpo que está en la camioneta bajo el árbol pimentero. Tres autos siguen a la camioneta por casi una hora hasta el Cementerio de Lvy Lawn en Ventura. El crematorio está al lado del Océano Pacífico.

La puerta de acero azul del horno crematorio se levanta. Lo examinamos para ver si está limpio, que no hay otras cenizas en él. Entonces la caja con el cuerpo se desliza dentro del horno, se cierra la puerta y se encienden las llamas. Son las 9:10 A.M.

A las 11:10 A.M. el encargado llena la urna de plata que habíamos traído de la India con las cenizas. Cargando la urna, salimos afuera. En ese mismo instante, el sol sale y se derrama sobre la urna y sobre el césped del cementerio.

Mark nos lleva en auto a Mahesh y a mí hasta Ojai. Yo llevo la urna en mi falda. Está tibia, casi viva, como un animal. Se mantiene así por una hora, antes de que el calor se disipe lentamente, hasta que llegamos a Ojai.

Las cenizas se dividen en tres urnas, una para América, otra para Inglaterra y otra para la India. “Esparzan las cenizas. No dejen que nadie las pise. Planten árboles sobre ellas. Dejen que sea anónimo”.

El valle de Ojai se despertó a la noticia esa mañana, y la noticia se esparció suavemente. No hay multitudes, ni siquiera cuerpos de personas, solamente el luto silencioso y por separado de seres humanos profundamente afectados.

Mahesh y yo volamos desde Los Ángeles a Delhi en la noche del 19. Cambiamos de avión en Amsterdam, llegando a Delhi en la mañana del 21. En ambos vuelos hay un asiento vacío al lado de Mahesh, donde él pone la urna.

Pupul recibe las cenizas al pie del avión. Pone una rosa en la urna, la toma de nosotros suavemente y va directamente a su casa en Saldarjung Road 11, donde Krishnaji se hospedaba cuando estaba en Nueva Delhi. Cuando sale del carro cae un aguacero inesperado y súbito, una granizada que empapa a mis tías y primas cuando llevan la urna al pie de un gran árbol en el césped, donde Krishnaji dio una vez una plática. La urna es rodeada de flores. Por un momento el césped está blanco de granizo. Entonces sale el sol. Parado allí siento lo sagrado. “Si hay solamente cinco personas que escuchen, que vivan, que vuelvan sus caras de frente a la eternidad, eso será suficiente”.

No puedo escribir más. He estado escribiendo desde las cinco de la mañana, por seis horas, escribiendo en la mesa de comedor en Sterling Apartments, donde él usualmente se sentaba a comer había tanta risa. Estoy sentado en la silla opuesta a la de él. Una vez me dijo, cuando un gran amigo de él había muerto. “Cuando alguien muere, hay una o dos personas que él o ella quieran ver. Solamente regresarán a una casa donde no hay violencia, donde hay amor”.

El tiempo no pasa, solamente usted y yo pasamos.


Publicado por el “Bombay - The City Magazine”, edición de marzo 7-21, 1986. Traducido del inglés por Vidya Sendra.







 

Jiddu Krishnamurti y Radha Burnier.

RADHA BURNIER

(The Theosophist, marzo 1985)

La conexión entre J. Krishnamurti -Krishnaji, tal como cariñosamente se le conocía- y la Sociedad Teosófica, se rompió, no porque él abandonara tal como muchos miembros creen- sino porque la gente no estaba preparada para escuchar un profundo mensaje dado en términos que no estaban acostumbrados a oír. No es la primera vez que esto ha sucedido. Los judíos no quisieron escuchar a Jesús cuando vino para enseñar... La mayoría de los hindúes no respondió durante mucho tiempo a lo que Buda tenía que decir. La mayoría de las personas gustan de volver sobre sus pensamientos de costumbre, sus hábitos, sus teorías de conveniencia y sus ideas aun cuando se les sacuda, porque el cambio radical es tan difícil como “inconveniente”. Pero todo lo que es profundo es radical. La Verdad no puede contemporizar ni acomodarse, y a nosotros nos gusta contemporizar y tener lo mejor de ambos mundos. En “LAS CARTAS DE LOS MAESTROS” queda muy claro que el que está realmente interesado en el Sendero debe abandonar toda su manera de pensar rutinaria y todo su modo de actuar. Así pues, los miembros de la Sociedad Teosófica deberían haber estado preparados para escuchar un nuevo mensaje. Pero cuando Krishnaji empezó a hablar de una manera radical, hubo muchos que no pudieron escucharle.

El mismo hecho de que él se negara a sí mismo toda autoridad, era radical. Aquellos que esperaban que el “Instructor del Mundo” se manifestara a través de Krishnamurti tenían tal como él mismo declaró en 1927, un retrato en sus mentes de lo que debería decirse y de lo que debería ser la función de Krishnamurti. Un retrato es una forma material, estática, proyectada por la mente, y Krishnaji manifestaba que en tanto que el retrato era estático, la gente era feliz y se sentía satisfecha. Cuando el retrato tomaba vida se sentían perturbados. Evidentemente, es mucho más conveniente tratar con algo que no se mueve ni habla, a menos que la persona lo desee. Una imagen puede ser creada para desempeñar un papel que satisfaga. Se había esperado del “Instructor del Mundo” que dijera a la gente lo que tenía que creer, que definiera la “verdad” y el papel que tenían que desempeñar sus seguidores. A muchos puede que les hubiera gustado un papel importante para ellos mismos como seguidores e intérpretes. Pero cuando llegó la enseñanza y Krishnaji negó su propia autoridad, repudió todo seguimiento, rechazó cualquier interpretación, esto hirió el sentimiento del yo de algunos que se decían seguidores y consternó a otros.

Krishnaji puso claro desde 1927 que él no iba a decir lo que había descubierto. En aquellos días la gente preguntaba: “¿Qué es el Amado del cual usted habla?” Y él contestaba: “Voy a ser deliberadamente impreciso porque aunque yo podría hacer que ello fuera realmente claro, no es mi intención hacerlo así. Una vez que se ha definido una cosa, ésta muere”. La gente quería tener reveladas descripciones maravillosas del Amado, o de lo que fuere que él descubriera. En su AGENDA y en su DIARIO, hay vislumbres de un inmenso, innombrable algo que algunas veces llama el “otro” porque no tenía nada que ver con la actualidad de nuestro mundo. Los Upanishads, también, hablan de “Aquello” que ni la mente, ni las palabras, ni el pensamiento pueden tocar. Lo que se oye con los oídos palabras recordadas y repetidas- son todo parte del cerebro material. La memoria pertenece a la región de lo limitado. Pero a la gente le encantan las descripciones y se sienten atraídos por definiciones y etiquetas. Les hubiera gustado que él se etiquetara. Si hubiera estado etiquetado, automáticamente se hubieran convertido en “discípulos”, en “apóstoles”, o en cualquier otra cosa que ellos mismos hubieran imaginado. Pero él decía: “Cuando empecé a pensar quise descubrir lo que significaba la expresión el Instructor del Mundo... y lo que se quería indicar por su manifestación en el mundo”. Tal vez la manifestación no era de lo que la gente hablaba, sino algo que no puede expresarse en palabras. Cualquiera que quiera encontrar la verdad tiene que aprender a pensar y a descubrir por sí mismo y no aceptar descripciones, definiciones, palabras de otras personas.

Krishnaji dio una pequeña indicación de lo que su Amado era. “Mi Amado es los espacios abiertos, la flor, todo ser humano”. En su vida ésta fue la verdad. No era como una gran afirmación exactamente; la suya fue una vida que en ningún momento mostró ningún pensamiento de que alguna cosa fuera más importante que oír; ningún sentimiento de que unos están arriba y otros abajo. El decía que su costumbre era escuchar siempre a todo el mundo. “Yo deseaba aprender del jardinero, del paria (intocable), del vecino, de mi amigo, de todo cuanto podía contactar, para llegar a ser uno con el Amado”. Finalmente, escuchaba cuidadosamente con atención y con cariño, a todo el mundo, sin distinción de alto o bajo. Respondía con lo que a los ojos de los demás podría parecer una generosidad nada práctica. Observando y escuchando al científico, al intelectual, al político, a todo el mundo, él penetraba en el corazón de las cosas, tal como nos demuestra la lectura de sus COMENTARIOS SOBRE LA VIDA, y otros escritos. Poseía una enorme, tal vez ilimitada capacidad de afecto. La gente utiliza la palabra “amor” con un significado reducido. El amor vulgar permite celos, apego, mezquindad, etcétera. Pero su amor era profundo, derramándose, atento, compasivo, completamente distinto del de los demás.

Muchos de aquellos que le escucharon durante años sintieron el extraordinario poder y elevación que llegaba a través de él en sus charlas, exposiciones y conversaciones personales. A la mayoría de las personas les gusta tener influencia y utilizarla, pero él frecuentemente advertía: “No os dejéis influir por mí”. Bajo su influencia la gente pensaba que comprendía, pero a menudo era una cosa pasajera. Cuando alguien comprende realmente a través de su propia atención, aprendizaje y observación, entonces hay una luz firme y ésa es la que cada uno tiene que encontrar.

Así pues, desde el principio, cuando empezó su trabajo, dejó claro que él no estaba tratando de convencer ni de persuadir a nadie. Todo lo que hacía era tratar de despertar la percepción y el deseo de descubrir la verdad sin apoyarse en la autoridad, sin repetir declaraciones o citas de libros, ni siquiera de los suyos propios. Cuando hay un verdadero deseo de descubrir la verdad, entonces cada persona se hace libre. Cuando hay autoridad, existe el límite del miedo. La autoridad es discutible; crea inseguridad, fanatismo, dogmatismo.

El era como una flor que esparce su fragancia alrededor, no importándole quién pase ni lo que piensen de él los que pasan. Esta es la quintaesencia de la acción sin esperar resultados a la que se refiere el BHAGAVAD GITA. Innumerables personas han hablado sobre ello, han memorizado las palabras y las ideas en importantes libros, pero la verdad está muy alejada de sus vidas. Cuando alguien conoce la verdad, puede o no puede hablar; pero su vida está llena de belleza y de fragancia.

Krishnaji decía que cuando no hay apego, el límite entre la muerte y la vida es muy fino. El mostró la vida y la muerte bajo una luz diferente. Generalmente se piensa que la muerte del cuerpo es una tragedia, algo de lo que se habla durante mucho tiempo. La distancia física también se considera una “separación”. Krishnaji decía que cuando él desapareciera no se olvidaría de nadie. El puede haber estado cerca de todo el mundo siempre, porque era uno con la inmensidad y la infinitud de toda vida.

Algunos preguntan: “¿No era su enseñanza abstrusa, desarraigada de la vida del hombre corriente?” Precisamente era todo lo contrario. Su enseñanza era profunda, pero no abstrusa; estaba relacionada con la vida de las personas ordinarias porque arrojaba luz sobre la problemática del ego, que es el único problema que existe, y el cual origina el temor, el amor al poder, el descontento, la esperanza, el apego, el deseo de continuidad. Así pues, el suyo fue un mensaje para la vida diaria de cada hombre, mujer y niño, pero también fue un mensaje que podía llevar a cada uno más allá de la vida de cada día, hacia el mismo corazón de la existencia, hacia su verdad, su belleza y su paz.

NOTA

Reproducimos el editorial de The Theosophist de la Presidenta de la Sociedad Teosófica Internacional que escribiese la Sra. Radha Burnier, en marzo de 1985. Consideramos que ella ha sintetizado admirablemente el por qué el mensaje de Krishnamurti no fue el principio acogido por los teósofos como se esperaba. Hay que hacer notar que los viejos dirigentes, como la doctora Besant, al Sr. Leadbeater y el doctor Jinarajadasa, más de una vez hablaron a los teósofos y les advirtieron sobre la posibilidad de que Krishnamurti, el Instructor, podría hacer declaraciones que contradijesen lo que ellos esperaban que dijese.

En el reportaje escrito por un viejo amigo de Krishnamurti, el Sr. Asit Chandmal, titulado “El Ultimo Paseo” que este libro reproduce, se pone de manifiesto, la relación afectiva que hubo entre Krishnamurti y la Sra. Radha Burnier. En los últimos días de su existencia, estando Krishnamurti en Madrás, con frecuencia iba caminando hasta la casa de la Sra. Burnier. El mismo Sr. Asit Chandmal, aparece sorprendido por tan frecuente encuentro.
Sea lo que fuere. De nuestra parte, nos permitimos conjeturar que entre esos dos seres humanos, por encima de las diferencias de enfoques o mensajes, hondamente espirituales, su amistad afectuosa, de muchos años, era una realidad vital que les obligaba a actuar como lo hicieron.

SALVADOR SENDRA
IMPACTO DE KRISHNAMURTI
RESPUESTAS DE ESPAÑA, PORTUGAL E IBEROAMÉRICA
EDITORIAL ORIÓN
MEXICO
1987







 

Jiddu Krishnamurti y "El Proceso".

Capítulo dos

EL PROCESO

Algo ocurrió en agosto de 1922, en Ojai, California, Más adelante Krishnamurti lo llamó «el proceso» y lo consideró el momento crucial de su vida. Krishnamurti y Nitya, su hermano, llegaron a California, tras haber realizado un largo viaje de varios meses por Europa, donde habían viajado y asistido a las convenciones teosóficas de la India y Australia. Allí habían pasado una temporada con Leadbeater, quien ahora se jactaba del título de obispo regional para Australasia de la Iglesia Católica liberal, un cargo que le permitía complacerse en su gusto por la extravagancia y el ceremonial. Leadbeater había «mantenido vivo» para Krishnamurti un mensaje del maestro Kuthumi que tuvo un profundo efecto sobre él. El mensaje decía:

En ti, también, tenemos las más altas esperanzas. Mantente firme y crece, y esfuérzate cada vez en conducir la mente y el cerebro a la sumisión al verdadero yo interior. Sé tolerante con las divergencias de opinión y métodos, porque cada uno usualmente tiene un fragmento de verdad oculto en algún lugar en su interior, incluso aunque con frecuencia esté distorsionado casi hasta ser irreconocible. Busca el más insignificante destello de luz en la oscuridad estigia de cada mente ignorante, porque reconociéndolo y fomentándolo puedes ayudar a un hermano pequeño.

Un mensaje tópico como éste le pareció a Krishnamurti muy pertinente para su circunstancia en aquel momento. Así, le escribió a Leadbeater:

Como sabe, no he sido lo que se llama «feliz» en muchos años; todo lo que tocaba me producía descontento... No sabía lo que quería ni me preocupaba de hacer nada; todo me aburría enseguida y, de hecho, no me encontraba.

Como consecuencia del mensaje que él creía que provenía del Maestro Kuthumi empezó a meditar con regularidad, y una consecuencia de la meditación, escribió, fue que «empecé a ver con claridad dónde había fallado y dónde fallaba y... empecé consciente y deliberadamente a destruir las malas acumulaciones de los años anteriores».

Pero «el proceso» no fue una valoración intelectual deliberada de sí mismo y de su vida, sino una abrumadora experiencia física y espiritual.

Mircea Eliade, en su estudio clásico Chamanismo, narra cómo el chamán de las religiones tribales primitivas era, con frecuencia, un hombre enfermo que había logrado curarse a sí mismo, y dice que muy a menudo la vocación del chamán se le reveló por primera vez «por una enfermedad o un ataque epiléptico». Es más, una característica de esta enfermedad reveladora es que el chamán experimenta una separación de su cuerpo físico y entra en un trance «durante el cual se cree que su alma abandona el cuerpo y asciende al cielo o desciende al infierno». Estas citas describen muy bien lo que le ocurrió a Krishnamurti.

Tanto Krishnamurti como Nitya escribieron re latos, y los dos se complementan, el primero proporcionando una opinión subjetiva, y el segundo, una objetiva.

Habían pasado unas seis semanas en Ojai, a unos 128 kilómetros al norte de Los Angeles. Nitya describió Ojai en aquella época como un lugar recóndito e idílico, un estrecho valle de huertos de albaricoques y arboledas de naranjos. Por medio del secretario general de la Sociedad Teosófica en Norteamérica, A. P. Warrington, los hermanos habían conseguido una casa en el valle. El propio Warrington se quedaba en otra casa cercana. La razón de su estancia era que Nitya sufría tuberculosis desde hacía algún tiempo, y el clima de Ojai se decía que era muy beneficioso para los que se encontraban en ese estado. Durante parte de su estancia tuvieron a una linda muchacha norteamericana de diecinueve años llamada Rosalind Williams para cuidar de Nitya. Tanto ella como Warrington fueron testigos de lo que le ocurrió a Krishnamurti.

Empezó una noche cuando a Krishnamurti le salió un bulto doloroso en el centro de la nuca. A la mañana siguiente le encontraron agitándose y quejándose en la cama como si tuviera grandes dolores. Rosalind lo sujetaba durante un rato, lo que le calmaba, pero, de pronto, la alejaba quejándose de un calor terrible. Continuó así todo el día, con breves periodos de calma y lucidez. No podía ingerir alimentos. Después de una noche bastante tranquila continuó en el mismo estado de una manera más aguda a lo largo de todo el día siguiente, que era sábado. El domingo estaba aún peor, sin controlar los temblores que sacudían su cuerpo, recobrando el sentido sólo intermitente y brevemente, hablando continuamente con gente que no estaba allí, y con reacciones de hipersensibilidad a los más ligeros sonidos.

Su estado alcanzó el climax la tarde del domingo. Justo cuando los otros acababan de terminar de cenar, escribió Nitya: «De pronto, toda la casa pareció llenarse de una fuerza terrible y Krishna estaba como poseso.» Sollozaba en voz alta, no quería que nadie se le acercara y se quejaba vehementemente de que todo estaba sucio. Ante su insistencia, los otros abandonaron la habitación y salieron a la galería, donde pronto se les unió, pero se sentó todo lo lejos posible sobre un cojín en el suelo, murmurando de manera incoherente. Luego, animado por una sugerencia de Warrington, se sentó bajo un pimentero enfrente de la casa, y allí, al rato, comenzó a cantar un manirá. La escena le recordó a Nitya la historia de la iluminación de Buda bajo el árbol Bo. Los tres testigos sintieron intensamente que en aquellos momentos Krishnamurti fue visitado por una presencia. Nitya escribió:

El lugar parecía lleno de una gran presencia, y sentí un deseo vehemente de caer de rodillas y rendir adoración, porque supe que había venido el Gran Señor de todos los corazones en persona.

Rosalind, aunque no tenía una educación teosófica, habló de haber visto realmente al Señor Maitreya, acompañado de otros seres radiantes: una visión que duró alrededor de media hora, tras la cual se desmayó. Krishnamurti permaneció bajo el pimentero toda la noche y el día siguiente. La noche de aquel día Rosalind vio aparecer tres figuras que se lo llevaron, dejando su cuerpo físico bajo el árbol.

Así es el relato de Nitya, y el que hizo Krishnamurti de la experiencia de aquellos tres días narra la misma secuencia de hechos, y culmina con un himno de triunfo celebrando la experiencia visionaria que tuvo sentado bajo el pimentero:

Cuando llevaba así sentado algún tiempo, sentí cómo abandonaba el cuerpo, me vi sentado con las delicadas y tiernas hojas del árbol sobre mí. Miraba hacia el este. Enfrente de mí estaba mi cuerpo y sobre mi cabeza vi la Estrella, brillante y diáfana. Luego sentí las vibraciones del Señor Buda; vi al Señor Maitreya y al maestro K. H. [Kuthumi]. Me sentía tan feliz, tranquilo y en paz... La presencia de los poderosos seres permaneció conmigo algún tiempo y después se fueron. Era supremamente feliz, porque había visto. Nada podría ser igual nunca. Había bebido de las claras y puras aguas en el origen de la fuente de la vida y mi sed fue aplacada. Nunca más estaría sediento, nunca más me encontraría en total oscuridad; he visto la luz gloriosa y curativa. Me ha sido revelada la fuente de la verdad y la oscuridad ha desaparecido. El amor en toda su gloria ha embriagado mi corazón; mi corazón no se podrá cerrar nunca. He bebido en la fuente de la Alegría y la Belleza. Estoy embriagado de Dios.

Krishnamurti escribió más adelante a Leadbeater que después de esa experiencia sabía lo que quería hacer y lo que tenía ante sí: «Nada excepto servir a los Maestros y al Señor.» A su principal corresponsal y amiga más íntima lady Emily Lutyens le escribió: «Voy a ayudar al mundo entero a subir un poco más alto de lo que están» y le instaba a «cambiar, cambiar con determinación y un propósito establecido», disculpándose por parecer que predicaba, pero explicano que «como he cambiado y ahora considero que me he encontrado a mí mismo, deseo ayudaros a comprender vuestro propio yo y haceros grandes». Y con estas palabras expuso el propósito fundamental al que estarían dedicados todos sus escritos y charlas durante el medio siglo siguiente, aunque por supuesto no sólo para lady Emily, sino para cualquiera que se tomara la molestia de escucharle.

La creencia general entre los teósofos se fundamentaba en que «el proceso» de Krishnamurti era, como lo expuso Leadbeater, «la preparación de aquel cuerpo para su Gran Ocupante». La experiencia no se redujo a aquellos tres días de agosto de 1922 en Ojai, sino que fue recurrente durante los siguientes dieciocho meses. Durante ese período Krishnamurti viajó mucho dirigiéndose a asambleas de teósofos, lo que hacía con seguridad y autoridad crecientes. Aunque «el proceso» le causó grandes sufrimientos físicos, ni una sola vez consideró consultar a un médico al respecto, porque lo interpretaba en términos de los conceptos tradicionales de la filosofía del yoga y la anatomía oculta, según la cual el proceso de evolución se lleva a cabo por medio de la apertura o el despertar de los diferentes chakras, o centros de fuerza en el cuerpo, especialmente el centro kundalini en la base de la columna.

En agosto y septiembre de 1923, después de una época extenuante presidiendo el II Congreso Internacional de la Estrella, en Viena, Krishnamurti pasó varias semanas descansando en una aldea en los Alpes, cerca de Innsbruck, con un grupo de amigos, que incluía a lady Emily Lutyens y su hija Mary, quien iba a convertirse en su biógrafa. En una carta a la señora Besant, lady Emily hizo una vivida descripción de Krishnamurti en aquella época:

Es muy curioso observar las fases por las que pasa Krishna. Algunas veces no es sino el niño alegre, en apariencia sin un solo pensamiento serio. Luego cambia rápidamente y se convierte en el maestro inflexible y firme, exhortando a sus discípulos al progreso rápido. De nuevo le tortura el dolor de la columna y se queda sin hablar, y exige tranquilidad; o el más extraño de todos, el personaje que viene a cenar, hermoso, con la mirada perdida, que come mecánicamente y se encoge ante cualquier sonido. Lo más hermoso es cuando se sienta a meditar cantando manirás, su alma se entrega en adoración. Estas fases se suceden unas a otras con tanta rapidez que hay que esforzarse para estar siempre preparada para ellas.

El dolor en la columna se puede entender como causado por el despertar de la fuerza kundalini, aunque Leadbeater, que creía que su propia kundalini se había despertado unos años antes, no comprendía todos los otros síntomas que manifestaba Krishnamurti: su comportamiento de poseso, gimiendo y refunfuñando de forma incoherente; su extrema sensibilidad al sonido y la repulsión a que lo tocaran; la pérdida de control de su cuerpo y su tendencia a caerse. Se podría pensar que la forma extrema del «proceso» era equiparable al papel sin parangón al que Krishnamurti estaba destinado. Nitya incluso escribió a Leadbeater preguntándole: «¿Sabe si algo similar a lo que pasa ahora fue parte de la preparación del Maestro Jesús cuando el Señor vino la última vez?» En la contestación, Leadbeater confesó: «No entiendo el drama terrible que le está ocurriendo a nuestro amado Krishna.» Sin embargo, la interpretación de Nitya pareció verse apoyada por un mensaje que el propio Krishnamurti «recibió» aparentemente de «los Maestros» una noche de noviembre de 1923. El mensaje decía:

El trabajo que se está haciendo ahora es de la mayor importancia y sumamente delicado. Es la primera vez que este experimento se lleva a cabo en el mundo. Todo en la casa se debe supeditar a este trabajo, y no se debe tener en cuenta la conveniencia de nadie, ni siquiera la de Krishna. Los desconocidos no deben ir allí con demasiada frecuencia; la tensión es demasiado grande. Tú y Krishna podéis solucionarlo.

«El proceso» culminó en febrero de 1924 con una experiencia que Krishnamurti describió con las siguientes palabras:

Pasé una noche rara. Lo que quiera que sea, la fuerza o lo que uno llame a esta cosa, subió por mi columna, hasta la nuca, luego se separó en dos, una que iba hacia la derecha de mi cabeza y la otra hacia la izquierda, hasta que se encontraron entre los dos ojos, justo encima de la nariz. Hubo una especie de llama y vi al Señor y Maestro. Fue una noche maravillosa.

La explicación yóguica de la experiencia que Krishnamurti describió así sería, por supuesto; la cual era la apertura del «tercer ojo» o ajna chakra en el centro de la frente, que significa el aumento de la conciencia de sí mismo y la expansión de los poderes mentales. La manera en que evolucionó la doctrina de Krishnamurti, una vez que pasó por «el proceso», indudablemente podría citarse como prueba para apoyar semejante explicación.


Stuart Holroyd

KRISHNAMURTI
El hombre, el misterio y el mensaje
Ediciones Temas de Hoy





 

Jiddu Krishnamurti y David Bohm.

J. KRISHNAMURTI: Hasta donde nosotros podemos entenderlo, ¿se interesan realmente en el futuro de la humanidad todos los psicólogos? ¿O se interesan en que el ser humano se ajuste a la sociedad actual? ¿O tal vez desean ir más allá?

DAVID BOHM: Pienso que la mayoría de los psicólogos desean, evidentemente, que el ser humano se ajuste a esta sociedad, pero creo que algunos intentan ir más allá de eso y transformar la conciencia humana.

JK: ¿Puede la conciencia humana transformarse a través del tiempo? Ésa es una de las cuestiones que deberíamos discutir.

DB: Sí. Ya lo hemos discutido y creo que lo que se reveló en esa discusión es que, en relación con la conciencia, el tiempo es improcedente, es una especie de ilusión. Discutimos la ilusión del devenir.

JK: Dijimos que la evolución de la conciencia es una falsedad, ¿no es así?

DB: Como proceso de tiempo, sí. Aunque la evolución física no lo es.

JK: ¿Podemos expresarlo de este modo mucho más simple: ¿Qué no existe la evolución psicológica o evolución de la psiquis?

DB: Sí. Y, puesto que el futuro de la humanidad depende de la psiquis, parece entonces que el futuro de la humanidad no va a ser determinado por acciones en el tiempo. Y eso nos deja la pregunta: ¿qué haremos?

JK: Prosigamos, entonces, a partir de ahí. ¿No deberíamos distinguir primero entre el cerebro y la mente?

DB: Bueno, esa distinción se ha hecho, y no es clara. Desde luego, hay diversas opiniones. Una de ellas sostiene que la mente no es más que una función del cerebro -es la opinión materialista. Otros opinan que la mente y el cerebro son dos cosas diferentes.

JK: Sí, pienso que son dos cosas diferentes.

DB: Pero tiene que haber...

JK: ...un contacto entre las dos.

DB: Sí.

JK: Una relación entre ambas.

DB: Con ello no implicamos necesariamente una separación entre ambas cosas.

JK: No. Primero veamos el cerebro. Yo no soy realmente un experto en la estructura del cerebro y todo eso. Pero uno puede ver dentro de sí mismo, puede observar, por la actividad de su propio cerebro, que éste es realmente como una computadora que ha sido programada y recuerda su programa.

DB: Ciertamente, una gran parte de la actividad es así, pero uno no está seguro de que toda la actividad se desarrolle de ese modo.

JK: No. Y el cerebro está condicionado.

DB: Sí.

JK: Condicionado por las generaciones pasadas, por la sociedad, por los diarios, por las revistas, por todas las actividades y presiones del exterior. Está condicionado.

DB: ¿Qué es lo que usted entiende por este condicionamiento?

JK: El cerebro está programado; ha sido ajustado a cierto patrón; vive enteramente en el pasado, modificándose con el presente y continuando.

DB: Hemos estado de acuerdo en que una parte de este condicionamiento es útil y necesaria.

JK: Por supuesto.

DB: Pero el condicionamiento que determina la existencia del yo, usted sabe que determina...

JK: ...la psiquis llamémosla por el momento psiquis, el yo.

DB: El yo, la psiquis es a ese condicionamiento que usted se refiere. Ese condicionamiento puede no sólo ser innecesario sino perjudicial.

JK: Sí. El énfasis puesto en la psiquis, en dar importancia al yo, está creando un gran perjuicio en el mundo porque el yo es separativo y, por lo tanto, está constantemente en conflicto, no sólo dentro de él mismo sino con la sociedad, con la familia, etc.

DB: Sí. Y también está en conflicto con la naturaleza.

JK: Con la naturaleza, con todo el universo.

DB: Hemos dicho que el conflicto surgió a causa...

JK: ...de la división.

DB: La división aparece porque el pensamiento es limitado. Al basarse en este condicionamiento, en el conocimiento y la memoria, es limitado.

JK: Sí. Y la experiencia es limitada; por lo tanto, son limitados el conocimiento, la memoria y el pensamiento. Y la propia estructura y naturaleza de la psiquis es el movimiento del pensar.

DB: Sí.

JK: En el tiempo.

DB: Sí. Ahora quisiera formular una pregunta. Usted discutió el movimiento del pensar, pero yo no veo claramente que es lo que se está moviendo. Vea, si yo considero el movimiento de mi mano, ése es un movimiento real. Está claro lo que implica. Pero ahora, cuando discutimos sobre el movimiento del pensar, a mí me parece que estamos discutiendo acerca de algo que es una especie de ilusión, porque usted ha dicho que el devenir es el movimiento del pensar.

JK: Eso es lo que quiero decir: el movimiento es devenir.

DB: Pero usted dice que el movimiento es, en cierto modo, ilusorio, ¿verdad?

JK: Sí, desde luego.

DB: Que es más bien como el movimiento que la cámara cinematográfica proyecta sobre la pantalla. Decimos que no hay objetos que se estén moviendo a través de la pantalla, sino que el único movimiento real es el girar del proyector. ¿Podemos decir, entonces, que en el cerebro hay un movimiento real que está proyectando todo esto, el cual es el condicionamiento?

JK: Eso es lo que tenemos que averiguar. Discutámoslo un poco. Ambos estamos de acuerdo, ambos vemos que el cerebro está condicionado.

DB: Queremos significar que en realidad ha sido impreso físicamente y químicamente...

JK: ...y genéticamente, al igual que psicológicamente.

DB: ¿Cuál es la diferencia entre físicamente y psicológicamente?

JK: Psicológicamente, el cerebro está centrado en el yo -¿correcto?

DB: Sí.

JK: Y la constante afirmación del yo es el movimiento, el condicionamiento una ilusión.

DB: Pero dentro algo se está moviendo realmente. El cerebro, por ejemplo, está haciendo algo. Ha sido condicionado física y químicamente. Y algo está sucediendo física y químicamente cuando estamos pensando en el yo.

JK: ¿Está usted preguntando si el cerebro y el yo son dos cosas diferentes?

DB: No, digo que el yo es el resultado del condicionamiento del cerebro.

JK: Sí. El yo es el condicionamiento del cerebro.

DB: ¿Pero existe el yo?

JK: No.

DB: Pero el condicionamiento del cerebro, tal como lo veo, consiste en estar envuelto en una ilusión que llamamos el yo.

JK: Exacto. ¿Puede disiparse ese condicionamiento? Ésa es toda la cuestión.

DB: Tiene que disiparse realmente en cierto sentido físico, químico y neurofisiológico.

JK: Sí.

DB: Ahora bien, la primera reacción de cualquier científico sería que parece inverosímil que podamos disipar el condicionamiento mediante la clase de cosas que nosotros estamos haciendo. Algunos científicos podrían sentir como probable que se descubran drogas o nuevos cambios genéticos o un profundo conocimiento acerca de la estructura cerebral, y que de esa manera tal vez se pudiera ayudar a hacer algo. Pienso que esa idea podría tener curso entre algunas personas.

JK: ¿Cambiará eso la conducta humana?

DB: ¿Por qué no? Algunos creen que podría hacerlo.

JK: Espere un momento. Ése es todo el punto. Podría, que significa en el futuro.

DB: Sí, tomaría tiempo descubrir todo esto.

JK: Y entretanto el hombre va a destruirse a sí mismo.

DB: Ellos podrían esperar que el hombre se las arreglara para descubrirlo a tiempo. También podrían criticar lo que hacemos nosotros, preguntando qué beneficio puede traer. Vea, ello no parece afectar a nadie, y ciertamente no a tiempo como para hacer una gran diferencia.

JK: Para nosotros dos eso está muy claro. ¿De qué modo afecta ello a la humanidad?

DB: ¿Afectará realmente a la humanidad a tiempo para salvar...?

JK: Obviamente, no.

DB: Entonces, ¿por qué deberíamos estar haciendo eso?

JK: Porque ésta es la cosa correcta que hay que hacer. Independientemente. Ello nada tiene que ver con la recompensa y el castigo.

DB: Ni con metas. ¿Quiere decir que hacemos lo correcto aunque no sepamos cuál será el resultado de ello?

JK: Así es.

DB: ¿Está usted diciendo que no hay otro modo?

JK: Estamos diciendo que no hay otro modo; exactamente.

DB: Bueno, eso tenemos que aclararlo. Algunos psicólogos, por ejemplo, podrían sentir que investigando esta clase de cosas, sería posible producir una transformación revolucionaria en la conciencia.

JK: Volvemos otra vez al punto de que a través del tiempo esperamos cambiar la conciencia. Y yo cuestiono eso.

DB: Hemos cuestionado eso, y dijimos que, a través del tiempo, todos quedamos inevitablemente presos en el devenir y la ilusión, y que así no sabremos lo que estamos haciendo.

JK: Correcto.

DB: ¿Podríamos afirmar, entonces, que la misma cosa se aplicaría aun a los científicos que están tratando de hacerlo física y química o estructuralmente; que ellos mismos siguen presos en esta situación, y que a través del tiempo quedan atrapados en el intento de llegar a ser mejores?

JK: Sí. Los experimentadores y los psicólogos y nosotros mismos estamos todos tratando de llegar a ser algo.

DB: Sí, aunque a primera vista no resulte tan obvio. Puede parecer que los científicos son realmente sólo observadores desinteresados e imparciales que trabajan sobre el problema. Pero uno siente que, en la persona que investiga de ese modo, por debajo está el deseo de llegar a ser mejor

JK: De llegar a ser, por supuesto.

DB: No está libre de eso.

JK: Justamente.

DB: Y ese deseo dará origen al autoengaño, a la ilusión, etc.

JK: Entonces, ¿dónde nos encontramos ahora? Cualquier forma de devenir es una ilusión, y el llegar a ser esto o aquello implica tiempo, tiempo para que cambie la psiquis. Pero nosotros sostenemos que el tiempo no es necesario.

DB: Bien, eso se enlaza con la otra cuestión de la mente y el cerebro. El cerebro es una actividad en el tiempo, como un complejo proceso físico-químico

JK: Yo pienso que la mente está separada del cerebro.

DB: ¿Qué significa separada? ¿Están en contacto?

JK: Separada en el sentido de que el cerebro está condicionado y la mente no

DB: Digamos que la mente tiene cierta independencia con respecto al cerebro. Aun si el cerebro está condicionado...

JK: ...la mente no lo está.

DB: No necesita estar...

JK: ...condicionada.

DB: ¿Sobre qué base afirma usted eso?

JK: No empecemos preguntando sobre qué base lo afirmo.

DB: Bueno, ¿qué le hace decirlo?

JK: Mientras el cerebro está condicionado, no es libre.

DB: Correcto.

JK: Y la mente es libre.

DB: Sí, es lo que usted dice. Pero vea, si el cerebro no es libre, eso implica que no es libre para investigar de manera imparcial.

JK: Examinaré eso. Investiguemos qué es la libertad. Libertad para inquirir, libertad para investigar. Es sólo en libertad que existe el discernimiento profundo.

DB: Sí, eso está claro, porque, si uno no es libre para inquirir, si prejuzga, entonces está limitado en un sentido arbitrario.

JK: De modo que, mientras el cerebro está condicionado, su relación con la mente es limitada.

DB: Tenemos la relación del cerebro con la mente, y también a la inversa.

JK: Sí, pero la mente que es libre está relacionada con el cerebro.

DB: Sí. Ahora decimos que la mente libre, en cierto sentido, no está supeditada al condicionamiento del cerebro.

JK: De acuerdo.

DB: ¿Cuál es la naturaleza de la mente? ¿Está la mente localizada dentro del cuerpo, o se encuentra en el cerebro?

JK: No, no tiene nada que ver con el cuerpo o el cerebro.

DB: ¿Tiene que ver con el espacio o el tiempo?

JK: El espacio... ¡espere un momento! Tiene que ver con el espacio y el silencio. Éstos son los dos factores de...

DB: ¿Pero no tiene que ver con el tiempo?

JK: Con el tiempo, no. El tiempo pertenece al cerebro.

DB: Usted dice espacio y silencio. ¿Qué clase de espacio? No es el espacio en el cual vemos que se mueve la vida.

JK: Espacio. Considerémoslo del modo contrario. El pensamiento puede inventar el espacio.

DB: Además, tenemos el espacio que vemos. Pero el pensamiento puede inventar toda clase de espacios.

JK: Y está el espacio de aquí hasta allá.

DB: Sí, ése es el espacio a través del cual nos movemos.

JK: También el espacio entre dos ruidos, entre dos sonidos.

DB: A eso se le llama intervalo, el intervalo entre dos sonidos.

JK: Sí, el intervalo entre dos ruidos, dos pensamientos, dos notas.

DB: Sí.

JK: El espacio entre dos personas.

DB: Espacio entre las paredes.

JK: Etcétera. Pero esa clase de espacio no es el espacio de la mente.

DB: ¿Dice usted que no es limitado?

JK: Exactamente. Pero yo no quisiera usar la palabra limitado.

DB: Pero está implícita. Esa clase de espacio no pertenece a la naturaleza de lo que está limitado por algo.

JK: No, no está limitado por la psiquis.

DB: ¿Pero está limitado por alguna cosa?

JK: No. ¿Puede, entonces, cambiar el cerebro con todas sus células condicionadas? ¿Pueden esas células cambiar radicalmente?

DB: Esto lo hemos discutido muchas veces. No es seguro que todas las células estén condicionadas. Por ejemplo, hay quienes piensan que sólo utilizamos algunas o una pequeña parte de las células, y que el resto permanece inactivo, en estado latente.

JK: Casi sin uso en absoluto, o tocadas sólo ocasionalmente.

DB: Tocadas sólo ocasionalmente. Pero esas células que están condicionadas, sean las que fueren, es obvio que actualmente dominan la conciencia.

JK: Sí ¿Pueden esas células transformarse?

DB: Sí.

JK: Decimos que pueden hacerlo a través del discernimiento total; este discernimiento no pertenece al tiempo, no es el resultado de la memoria, ni es una intuición, ni un deseo, ni una esperanza. No tiene nada que ver con ninguna clase de tiempo ni de pensamiento

DB: ¿Pertenece el discernimiento a la mente, entonces? ¿Es de la naturaleza de la mente? ¿Es una actividad de la mente?

JK: Sí

DB: Por lo tanto, usted está diciendo que la mente puede actuar en la materia del cerebro.

JK: Sí, eso dijimos antes.

DB: Pero vea, este punto de cómo la mente puede actuar en la materia es difícil.

JK: La mente puede actuar sobre el cerebro. Por ejemplo, tomemos una crisis, o un problema. El significado etimológico de ‘problema’ es, como usted sabe, ‘algo que a uno le arrojan’. Y eso lo afrontamos con todo el recuerdo del pasado, con un prejuicio, etc. En consecuencia, el problema se multiplica. Uno puede resolver un problema, pero en la solución misma de un problema particular aparecen otros problemas, como ocurre en política y esas cosas. Ahora bien, abordar el problema, o percibirlo directamente sin que interfieran o se proyecten recuerdos del pasado y pensamientos...

DB: Eso implica que la percepción es también de la mente...

JK: Sí, correcto.

DB: ¿Está usted diciendo que el cerebro es una especie de instrumento de la mente?

JK: Es un instrumento de la mente cuando el cerebro no está centrado en sí mismo.

DB: Todo el condicionamiento puede ser considerado como el cerebro excitándose y cuidándose de mantenerse exactamente dentro del programa. Esto ocupa todas sus capacidades.

JK: Todos nuestros días, sí.

DB: El cerebro es más bien como un receptor de radio que puede generar su propio ruido pero que sería incapaz de recoger una señal.

JK: No es del todo así. Investiguemos esto un poco. La experiencia es siempre limitada. Puedo inflar esa experiencia y convertirla en algo fantástico, y luego abrir una tienda para vender mi experiencia, pero esa experiencia es limitada. Y así, el conocimiento es siempre limitado. Y este conocimiento está operando en el cerebro. Este conocimiento es el cerebro. El pensamiento es también parte del cerebro, y el pensamiento es limitado. De modo que el cerebro está operando en un área muy, muy pequeña.

DB: Sí. ¿Qué le impide operar en un área más amplia, en un área ilimitada?

JK: El pensamiento.

DB: Pero a mí me parece que el cerebro funciona por sí mismo, desde su propio programa.

JK: Sí, como una computadora.

DB: Lo que usted formula, en esencia, es que el cerebro debería realmente responder a la mente.

JK: Sólo puede responder si está libre de lo que es limitado; del pensamiento, que es limitado.

DB: Entonces el programa no lo domina. Pero aun así seguimos necesitando de ese programa.

JK: Por supuesto. Lo necesitamos para...

DB: ... para muchas cosas. Pero la inteligencia, ¿pertenece a la mente?

JK: Sí, la inteligencia es la mente.

DB: Es la mente.

JK: Tenemos que investigar algo más. Debido a que la compasión está relacionada con la inteligencia, no hay inteligencia sin compasión. Y la compasión sólo puede existir cuando hay amor, el cual está completamente libre de todos los recuerdos, de los celos personales y esas cosas.

DB: Toda esa compasión, ese amor, ¿también es de la mente?

JK: De la mente. Usted no puede ser compasivo si está apegado a alguna experiencia particular o a algún ideal particular.

DB: Sí, eso es otra vez el programa.

JK: Sí. Por ejemplo, están esas personas que visitan diversos países asolados por la pobreza y trabajan, trabajan, trabajan. Y a eso lo llaman compasión. Pero están apegadas, o atadas a una forma particular de creencia; por lo tanto, su acción es meramente piedad o simpatía. No es compasión.

DB: Sí, entiendo que tenemos aquí dos cosas que pueden ser, de algún modo, independientes. Están el cerebro y la mente, aunque puedan hacer contacto. Entonces decimos que la inteligencia y la compasión vienen desde más allá del cerebro. Ahora me gustaría investigar la cuestión de cómo están haciendo contacto.

JK: ¡Ah! El contacto entre la mente y el cerebro solo puede existir cuando el cerebro está quieto.

DB: Sí, ése es el requerimiento para que el contacto ocurra. El cerebro tiene que estar quieto.

JK: Quieto no es adiestrado en la quietud. No es un autoconsciente, planeado deseo de silencio. Es el resultado natural de la comprensión acerca del propio condicionamiento.

DB: Y uno puede ver que, si el cerebro estuviera quieto, podría prestar atención a algo más profundo.

JK: Exacto. Entonces, si está quieto, está relacionado con la mente. En tal caso, la mente puede funcionar a través del cerebro.

DB: Creo que ayudaría si pudiéramos ver, en relación con el cerebro, si éste tiene alguna actividad que esté más allá del pensamiento. Vea, uno podría preguntarse, por ejemplo, si la percepción lúcida forma parte de las funciones del cerebro.

JK: En tanto sea un estado de percepción que no contenga opción alguna.
 
DB: Pienso que eso puede causar dificultad. ¿Qué hay de malo con las opciones?

JK: Las opciones implican confusión.

DB: Eso no es obvio.

JK: Después de todo, usted tiene que elegir entre dos cosas.

DB: Podría elegir si voy a comprar una cosa o la otra.

JK: Sí, puedo elegir entre esta mesa y aquella mesa.

DB: Elijo los colores cuando compro la mesa. Eso no necesita ser confuso. Si elijo el color que deseo, no veo por qué ello ha de implicar contusión.

JK: Ahí no hay nada de malo. No hay confusión en eso.

DB: Pero a mí me parece que donde está la confusión es en las opciones con respecto a la psiquis.

JK: Eso es todo; estamos hablando de la psiquis que opta.

DB: Que opta por llegar a ser.

JK: Sí, opta por llegar a ser. Y las opciones existen donde hay confusión.

DB: ¿Está usted diciendo que es desde la contusión que la psiquis opta por llegar a ser una cosa u otra? ¿Estando confusa, trata de llegar a ser mejor?

JK: Y la opción implica una dualidad.

DB: Pero a primera vista parece que tenemos otra dualidad introducida por usted, que es la de la mente y el cerebro.

JK: No, ésa no es una dualidad.

DB: ¿Cuál es la diferencia?

JK: Tomemos un ejemplo muy sencillo. Los seres humanos son violentos, y la no-violencia ha sido proyectada por el pensamiento. Ésa es la dualidad el hecho y el no-hecho.

DB: Usted está diciendo que hay dualidad entre un hecho y alguna mera proyección que hace la mente.

JK: El ideal y el hecho.

DB: El ideal es irreal, y el hecho es real.

JK: Así es. El ideal no es lo real.

DB: Sí. Ahora bien, usted dice que la división de ambos implica dualidad. ¿Por qué le da ese nombre?

JK: Porque están divididos.

DB: Bueno, al menos parecen estar divididos.

JK: Divididos, y nosotros estamos luchando. Por ejemplo, todos los ideales totalitarios comunistas y los ideales democráticos son la consecuencia del pensamiento que es limitado, y esto está causando estragos en el mundo.

DB: Se ha producido, pues, una división. Pero yo pienso que hemos estado discutiendo en términos de dividir algo que no puede ser dividido de tratar de dividir la psiquis.

JK: Es cierto. La violencia no puede ser dividida en no-violencia.

DB: Y la psiquis no puede ser dividida en violencia y no-violencia. ¿Correcto?

JK: La psiquis es lo que es.

DB: Es lo que es; de modo que si es violenta, no puede ser dividida en una parte violenta y una parte no violenta.

JK: ¿Podemos, pues, permanecer con ‘lo que es’, no con ‘lo que debería ser’, o con ‘lo que tiene que ser’, no inventar ideales y todo eso?

DB: Sí, pero, ¿podríamos volver a la cuestión de la mente y el cerebro? Ahora estamos diciendo que ésa no es una división.

JK: Oh, no, ésa no es una división.

DB: Están en contacto, ¿verdad?

JK: Dijimos que hay contacto entre la mente y el cerebro cuando el cerebro está quieto y tiene espacio.

DB: Estamos afirmando, pues, que, aunque estén en contacto y no haya división en absoluto, la mente puede, sin embargo, tener una cierta independencia con respecto al condicionamiento del cerebro.

JK: ¡Ahora seamos cautos! Supongamos que mi cerebro está condicionado; por ejemplo, programado como hindú, y toda mi vida y mi acción están condicionadas por la idea de que soy un hindú. Es obvio que la mente no tiene relación con ese condicionamiento.

DB: Usted está usando la palabra mente; no dice ‘mi’ mente.

TK: La mente. No es ‘mía’.

DB: Es universal o general.

JK: Sí. Y tampoco es ‘mi’ cerebro.

DB: No, pero hay un cerebro particular, este cerebro o aquel cerebro. ¿Diría usted que hay una mente particular?

JK: No.

DB: Ésa es una diferencia importante. Usted dice que la mente es realmente universal.

JK: La mente es universal si uno puede usar esa fea palabra.

DB: Es ilimitada e indivisa.

JK: Es incontaminada; no está contaminada por el pensamiento.

DB: Pero pienso que para la mayoría de la gente será difícil ver cómo es que sabemos algo acerca de esta mente. Nosotros sólo sabemos que la primera sensación que uno tiene es la de ‘mi mente’ -¿correcto?

JK: Usted no puede llamarla su mente. Usted sólo puede tener su cerebro, que está condicionado. No puede decir: «Es mi mente».

DB: Pero yo siento que todo lo que ocurre en mi interior es mío, y que es muy diferente de lo que ocurre dentro de algún otro.

JK: No, yo pongo en duda que sea diferente.

DB: Al menos parece diferente.

JK: Yo cuestiono que sea diferente lo que ocurre dentro de mí como ser humano, y dentro de usted como ser humano. Ambos pasamos por toda clase de problemas; sufrimiento, temor, soledad, etc. Tenemos nuestros dogmas, nuestras creencias y supersticiones. Y todos tienen esto.

DB: Podemos decir que todo es muy similar, pero parece como si cada uno estuviera aislado del otro.

JK: Por el pensamiento. Mi pensamiento ha creado la creencia de que yo soy diferente de usted, porque mi cuerpo es diferente del suyo, o mi rostro es diferente del suyo. Y la misma cosa la extendemos al campo psicológico.

DB: Pero ahora dijimos que esa división quizá sea una ilusión, ¿verdad?

JK: ¡No, no ‘quizás’! Lo es.

DB: Es una ilusión. Muy bien. A pesar de que eso no es obvio a primera vista.

JK: Por supuesto.

DB: En realidad, tampoco el cerebro está dividido, porque estamos diciendo que no sólo somos básicamente similares sino que estamos realmente unidos. Y luego decimos que más allá de todo esto se encuentra la mente, que no tiene división en absoluto.

JK: Es incondicionada.

DB: Sí, eso casi parecería implicar, entonces, que en cuanto una persona siente que es un ser separado, tiene muy poco contacto con la mente...

JK: Totalmente de acuerdo. Eso es lo que dijimos.

DB: ... no es la mente.

JK: Por eso es muy importante comprender, no la mente, sino nuestro condicionamiento. Y si nuestro condicionamiento, el condicionamiento humano, puede ser disuelto. Ésa es la verdadera cuestión.

DB: Sí. Pienso que aún necesitamos entender el significado de lo que se está diciendo. Vea, tenemos una mente que es universal; que en cierto sentido pertenece al espacio, dice usted. ¿O es ella su propio espacio?

JK: No está en mí o en mi cerebro.

DB: Pero tiene un espacio.

JK: Es; vive en el espacio y el silencio.

DB: Vive en un espacio y en un silencio, pero es el espacio de la mente. No es un espacio como este espacio, ¿verdad?

JK: No. Por eso dijimos que el espacio no es inventado por el pensamiento.

DB: Sí. ¿Es posible, entonces, percibir este espacio cuando la mente está en silencio? ¿Es posible estar en contacto con él?

JK: Percibirlo, no. Veamos. Usted pregunta si la mente puede ser percibida por el cerebro.

DB: O al menos si el cerebro puede de algún modo ser consciente de ella... una captación interna, un sentir.

JK: Decimos que sí; a través de la meditación. Quizá no le agrade usar esa palabra.

DB: No me molesta.

JK: Vea, la dificultad es que cuando uno usa la palabra ‘meditación’, se entiende generalmente que hay un meditador meditando. La verdadera meditación es un proceso inconsciente, no un proceso consciente

DB: ¿Cómo, entonces, puede usted afirmar que la meditación tiene lugar, si es inconsciente?

JK: Tiene lugar cuando el cerebro está quieto.

DB: ¿Entiende usted por ‘conciencia’ todo el movimiento del pensar? ¿El sentimiento, el deseo, la voluntad y todo lo que acompaña a eso?

JK: Sí.

DB: Sin embargo, hay cierta clase de percepción, ¿no es así?

JK: Oh, sí. Depende de lo que usted llame percepción. ¿Percepción de qué?

DB: Posiblemente percepción de algo más profundo. No sé.

JK: Además, cuando usted dice «más profundo», eso implica medida. Yo no usaría esas palabras.

DB: Está bien, no las usemos. Pero vea, hay una clase de inconsciencia en la cual simplemente no somos conscientes de nada. Una persona puede no tener conciencia de sus problemas, de sus conflictos.

JK: Investiguémoslo un poco más. Si yo hago algo conscientemente, es la actividad del pensamiento.

DB: Sí, es el pensamiento que se refleja sobre sí mismo.

JK: Correcto, ésa es la actividad del pensamiento. Ahora bien, si medito conscientemente, si practico y todo eso lo cual yo llamo una tontería-, entonces estoy haciendo que el cerebro se ajuste a otra serie de patrones.

DB: Sí, eso implica más devenir.

JK: Más devenir, correcto.

DB. Uno está tratando de devenir, de llegar a ser mejor.

JK: En el devenir no hay iluminación. Uno no puede ser un iluminado si puedo usar esa palabra- diciendo que va a ser alguna especie de gurú.

DB: Pero parece muy difícil comunicar algo que no es consciente.

JK: De eso se trata. Ésa es la dificultad.

DB: No es como estar fuera de combate. Si una persona se encuentra inconsciente, está fuera de combate, pero usted no quiere decir eso.

JK: ¡Por supuesto que no!

DB: O bajo el efecto de un anestésico, o...

JK: No; expresémoslo de este modo: La meditación consciente, la consciente actividad para controlar el pensamiento, para liberarse uno mismo del condicionamiento, no es libertad.

DB: Sí, pienso que eso está claro, pero resulta muy poco claro cómo se puede comunicar alguna otra cosa.

JK: Espere un momento. Usted desea discutir qué hay más allá del pensamiento.

DB: O cuando el pensamiento está en silencio.

JK: Quieto, en silencio. ¿Qué palabras usaría usted?

DB: Bueno, yo sugeriría percepción. ¿Qué le parece la palabra atención?

JK: Para mí, es mejor atención. ¿Diría usted que en la atención no existe un centro como el ‘yo’?

DB: Bueno, no existe en la clase de atención sobre la cual usted está tratando. Está la clase habitual, donde prestamos atención a causa de algo que nos interesa.

JK: La atención no es concentración.

DB: Estamos discutiendo una clase de atención en la que el ‘yo’ no está presente, y que no es la actividad del condicionamiento.

JK: Ni es la actividad del pensamiento. En la atención, el pensamiento no tiene cabida.

DB: Sí, ¿pero podemos decir algo más? ¿Qué entiende usted por atención? ¿Podría ser de alguna utilidad la derivación de la palabra? Significa expandir la mente -¿ayudaría eso?

JK: No. ¿Ayudaría si decimos que la concentración no es atención? El esfuerzo no es atención Cuando hago un esfuerzo para atender, eso no es atención. La atención sólo puede manifestarse cuando el ‘yo’ está ausente.

DB: Sí, pero eso nos va a encerrar en un círculo, porque por lo común empezamos cuando el ‘yo’ está presente.

JK: No, yo usé esa palabra con sumo cuidado. Meditación significa medida

DB: Sí.

JK: En tanto hay medida, que es devenir, no hay meditación. Pongámoslo de ese modo.

DB: Sí. Podemos discutir cuándo no hay meditación.

JK: Correcto. A través de la negación, existe lo otro

DB: Porque si seguimos negando toda la actividad de lo que no es meditación, la meditación estará ahí.

JK: Así es.

DB: Lo que no es meditación, pero que pensamos que es meditación.

JK: Sí, eso está muy claro. Mientras hay medida, que es devenir, que es el proceso del pensamiento, no pueden existir la meditación o el silencio.

DB: Esta atención no dirigida, ¿es la mente?

JK: La atención es de la mente.

DB: Bueno, ella hace contacto con el cerebro, ¿no es así?

JK: Sí. Mientras el cerebro está silencioso, lo otro hace contacto.

DB: O sea, que esta verdadera atención hace contacto con el cerebro cuando el cerebro está silencioso.

JK: Cuando está silencioso y tiene espacio.

DB: ¿Qué es el espacio?

JK: Ahora el cerebro no tiene espacio porque está programado, se interesa en sí mismo, se centra en sí mismo y es limitado.

DB: Sí. La mente está en su espacio. Ahora bien, el cerebro, ¿tiene también su espacio? ¿Un espacio limitado?

JK: Por supuesto. El pensamiento tiene un espacio limitado.

DB: Pero cuando el pensamiento está ausente, ¿tiene su espacio el cerebro?

JK: Sí, el cerebro tiene espacio.

DB: ¿Ilimitado?

JK: No. Es sólo la mente la que tiene un espacio ilimitado.
Mi cerebro puede quedarse quieto en relación con un problema sobre el que he estado pensando, y súbitamente digo: «Bien, no pensaré más al respecto», y existe ahí una cierta cantidad de espacio. En ese espacio uno resuelve el problema.

DB: Entonces, si el cerebro está silencioso, si no está pensando en un problema, el espacio sigue siendo limitado, pero está abierto a...

JK: ...lo otro...

DB: ...a la atención. ¿Diría usted que, a través de la atención, la mente hace contacto con el cerebro?

JK: Cuando el cerebro no está inatento.

DB: ¿Qué le ocurre, entonces, al cerebro?

JK: ¿Qué le ocurre al cerebro que tiene que actuar? Pongamos esto en claro. Dijimos que la inteligencia nace de la compasión y el amor. Y que esa inteligencia opera cuando el cerebro está quieto.

DB: Sí. ¿Opera a través de la atención?

JK: Por supuesto.

DB: La atención, pues, parece ser el contacto.

JK: Naturalmente. También dijimos que la atención sólo puede existir cuando el yo está ausente.

DB: Ahora usted dice que la compasión y el amor son la base, y que desde esa base llega la inteligencia a través de la atención.

JK: Sí, ésta funciona por medio del cerebro.

DB: Hay, pues, dos cuestiones; una es la naturaleza de esta inteligencia, y la segunda es: ¿Qué acción ejerce esta inteligencia sobre el cerebro?

JK: Sí, veamos. Otra vez debemos abordar esto negativamente. El amor no es celos, etc. El amor no es personal, pero puede ser personal.

DB: Entonces no es de eso que está usted hablando.

JK: El amor no es mi país, su país, o «Yo amo a mi dios». No es eso.

DB: Proviene de la mente universal...

JK: Por eso decimos que el amor no tiene relación alguna con el pensamiento.

DB: Y no comienza en el cerebro particular, no se origina en el cerebro particular.

JK: Cuando existe ese amor, a causa de él hay compasión y hay inteligencia.

DB: ¿Es esta inteligencia capaz de comprender profundamente?

JK: No, no ‘comprender’.

DB: ¿Qué hace? ¿Percibe?

JK: Por medio de la percepción, actúa.

DB: ¿Percepción de qué?

JK: Discutamos, entonces, la percepción. Sólo puede haber percepción cuando ésta no se halla teñida por el pensamiento. Cuando no interfiere el movimiento del pensar, hay percepción, que es discernimiento directo en un problema, o en las complejidades humanas.

DB: Esta percepción, ¿se origina, entonces, en la mente?

JK: ¿Se origina la percepción en la mente? Sí. Cuando el cerebro está quieto.

DB: Pero nosotros usamos las palabras percepción e inteligencia. Ahora bien, ¿están relacionadas? ¿O cual es la diferencia entre ambas?

JK: ¿La diferencia entre la inteligencia y la percepción?

DB: Sí.

JK: Ninguna.

DB: Entonces podemos decir que la inteligencia es percepción.

JK: Sí, correcto.

DB: ¿La inteligencia es percepción de ‘lo que es’? Y a través de la atención hay contacto.

JK: Tomemos un problema, entonces esto es más fácil de entender: Tomemos el problema del sufrimiento. Los seres humanos han sufrido interminablemente, a causa de guerras, de enfermedades físicas, y de la incorrecta relación de unos con otros. ¿Puede eso terminar?

DB: Yo diría que la dificultad de terminar con eso, es que eso está en el programa. Estamos condicionados para toda la cosa.

JK: Sí. Y ese programa ha estado prosiguiendo por siglos.

DB: Pero es muy profundo.

JK: Muy, muy profundo. ¿Puede, entonces, terminar ese sufrimiento?

DB: No puede terminar mediante una acción del cerebro.

JK: O sea, del pensamiento.

DB: Porque el cerebro está preso en el sufrimiento, y no puede encarar una acción para terminar con su propio sufrimiento.

JK: Por supuesto que no puede. Es el pensamiento el que lo ha creado.

DB: Sí, el pensamiento lo ha creado, y no hay modo en que pueda habérselas con él.

JK: El pensamiento ha creado las guerras, la desdicha, la confusión. Y el pensamiento se ha vuelto dominante en la relación humana.

DB: Sí, pero creo que la gente podría estar de acuerdo con esto y, no obstante, seguir pensando que, así como el pensamiento puede hacer cosas malas, también puede hacer cosas buenas.

JK: No, el pensamiento no puede obrar bien ni mal. Es pensamiento, es limitado.

DB: Y no puede habérselas con este sufrimiento. O sea, que estando este sufrimiento en el condicionamiento físico y químico del cerebro, el pensamiento no tiene ni siquiera modo alguno de saber lo que este sufrimiento es.

JK: Quiero decir, por ejemplo, que pierdo a mi hijo y estoy...

DB: Sí, pero no puedo saber, mediante el pensamiento, qué es lo que está ocurriendo dentro de mí. No puedo cambiar el sufrimiento interno, porque el pensar no me revelará qué es ese sufrimiento. Ahora bien, usted dice que la inteligencia es percepción.

JK: Pero lo que estamos preguntando es: ¿Puede el sufrimiento terminar? Ése es el problema.

DB: Sí, y está claro que el pensar no puede terminar con él.

JK: El pensamiento no puede hacerlo. Ése es el punto. Si yo tengo un discernimiento directo en ello...

DB: Entonces ese discernimiento se deberá a la acción de la mente; a la acción de la inteligencia y la atención.

JK: Cuando existe ese discernimiento directo, la inteligencia elimina el sufrimiento.

DB: Usted dice, por lo tanto, que hay un contacto de la mente con la materia, el cual elimina toda la estructura física y química que nos mantiene atados al sufrimiento.

JK: Es correcto. En esa terminación del sufrimiento hay una mutación en las células cerebrales.

DB: Y esa mutación disuelve toda la estructura que nos hace sufrir.

JK: Exactamente. Por lo tanto, es como si yo hubiera estado siguiendo una tradición; súbitamente cambio esa tradición y hay un cambio en todo el cerebro, que ha estado yendo hacia el Norte. Ahora va hacia el Este.

DB: Desde luego, ésta es una noción muy extrema desde el punto de vista de las ideas tradicionales en la ciencia, porque, si aceptamos que la mente es distinta de la materia, entonces la gente encontrará difícil ver que, de hecho, la mente podría...

JK: ¿Lo expresaría usted diciendo que la mente es energía pura?

DB: Bueno, podemos expresarlo de ese modo, pero la materia también es energía.

JK: Pero la materia es limitada; el pensamiento es limitado.

DB: ¿Lo que estamos diciendo es que la energía pura de la mente es capaz de introducirse en la energía limitada de la materia?

JK: Sí, correcto. Y cambiar la limitación.

DB: Eliminar parte de la limitación.

JK: Cuando hay una cuestión profunda, un problema o un reto al que uno se está enfrentando.

DB: Podríamos agregar también que todos los métodos tradicionales que se han intentado para hacer esto, no pueden operar...

JK: No han operado.

DB: Bueno, eso no es suficiente. Tenemos que decir porque la gente podría abrigar la esperanza de que eso sería posible- que tales métodos realmente no pueden hacerlo.

JK: No pueden.

DB: Porque el pensamiento no puede llegar hasta su propia base físico-química en las células y hacer algo con respecto a esas células.

JK: Sí, el pensamiento no puede producir un cambió en sí mismo.

DB: Y, no obstante, todo lo que la humanidad ha estado tratando de hacer se basa en el pensamiento. Hay, desde luego, un área limitada donde eso está muy bien, pero no podemos hacer nada con respecto al futuro de la humanidad desde ese modo habitual de abordar el problema.

JK: Cuando uno escucha a los políticos que tan activos están en el mundo, ve que sólo crean problema tras problema, y que para ellos el pensamiento y los ideales son las cosas más importantes.

DB: Hablando en general, ninguno conoce otra cosa.

JK: Exactamente. Nosotros estamos diciendo que el viejo instrumento que es el pensar está agotado, excepto en ciertas áreas

DB: Jamás fue adecuado, excepto en esas áreas

DB: Y. hasta donde llena la historia, el hombre siempre ha estado en dificultades.

JK: El hombre siempre ha vivido en el infortunio en la confusión y el miedo. Al enfrentarnos, pues, a toda la confusión del mundo, puede haber una solución para todo esto?

DB: Eso nos trae de vuelta a la pregunta que me gustaría repetir. Al parecer, hay unas pocas personas que hablan de ello, y tal vez consideran que saben, o que meditan y todas esas cosas. Pero, ¿como va a afectar eso a esta vasta corriente de la humanidad?

JK: Probablemente muy poco. ¿Pero por qué habría de afectarla? Podría hacerlo o no. Pero entonces uno formula la Pregunta: ¿Qué utilidad tiene eso?

DB: Sí, ése es el punto. Pienso que hay un sentimiento instintivo que le hace a uno formular la pregunta.

JK: Pero yo considero que es la pregunta equivocada.

DB: Vea pues, el primer impulso natural es decir: «¿Qué podemos hacer para detener esta tremenda catástrofe?»

JK: Sí. Pero cada uno de nosotros, quienquiera que escuche, ve la verdad de que el pensamiento, en su actitud tanto externa como interna, ha creado una terrible confusión, un gran sufrimiento... Entonces uno tiene que preguntarse, inevitablemente, si existe una terminación para todo esto. Si el pensamiento no puede terminar con ello. ¿Qué podrá hacerlo?

DB: Sí.

JK: ¿Cuál es el nuevo instrumento que pondrá fin a toda esta desdicha? Vea, hay un instrumento nuevo que es la mente, la inteligencia. Pero la dificultad es también que la gente no escuchará todo esto. Tanto los científicos como los profanos en la materia, han llegado a conclusiones definidas y no escucharán.

DB: Sí, bueno, es lo que yo tenía en mente cuando dije que unos pocos no parecen tener mucho efecto.

JK: Desde luego. Pienso que, después de todo, son unas pocas personas las que han producido cambios en el mundo, para bien o para mal pero ése no es el punto. Hitler ... También los comunistas han cambiado el mundo, pero luego han vuelto al mismo patrón. La revolución física jamás ha cambiado psicológicamente el estado del ser humano.

DB: ¿Piensa usted que es posible que un determinado número de cerebros, al entrar de este modo en contacto con la mente, serán capaces de tener sobre la humanidad un efecto que está más allá del efecto meramente inmediato y obvio de su comunicación?

JK: Sí, correcto. Pero, ¿cómo transmite usted esta sutil y muy compleja cuestión a una persona que está empapada en las tradiciones, que está condicionada y que ni siquiera se tomará tiempo para escuchar, para considerar todo esto?

DB: Bueno, ésa es la cuestión. Vea, uno diría que este condicionamiento no puede ser absoluto, que el bloqueo no puede ser total, o de otro modo no habría ninguna salida. Pero puede considerarse que el condicionamiento tiene alguna clase de permeabilidad.

JK: Entiendo que, a pesar de todo, el papa no nos escuchará, pero el papa tiene una influencia tremenda.

DB: ¿Es posible que haya algo que toda persona estaría dispuesta a escuchar, si ello pudiera encontrarse?

JK: Si esa persona tiene un poco de paciencia. ¿Quién escuchará? Los políticos no escucharán. Los idealistas no escucharán. Los totalitarios tampoco. Las personas profundamente versadas en religión, no escucharán. Por eso, tal vez una persona de las que se llaman ignorantes, que no está altamente educada ni condicionada por su carrera profesional, ni por el dinero, el hombre pobre que dice: «Estoy sufriendo, por favor, terminemos con eso...».

DB: Pero ya lo ve, él tampoco escucha. Él quiere conseguir un empleo.

JK: Por supuesto. Él dice: «Primero aliméntenme». Hemos pasado por todo esto durante los últimos sesenta años. El pobre no quiere escuchar, el rico no quiere escuchar, el ilustrado no quiere escuchar, y los creyentes religiosos, profundamente dogmáticos, no escuchan. De modo que esto tal vez sea como una ola en el mundo; podría atrapar a alguno. Pienso que es erróneo preguntar si ello afecta de algún modo.

DB: Sí, muy bien. Diremos que eso introduce el tiempo, lo cual implica devenir. Además, introduce la psiquis en el proceso del devenir.

JK: Sí. Pero... ello tiene que afectar a la humanidad.

DB: ¿Está usted planteando que ello afecta a la humanidad de manera directa a través de la mente, antes que a través...?

JK: Sí. Puede no revelarse inmediatamente en la acción.

DB: Usted dijo que la mente es universal, que no está localizada en nuestro espacio habitual, y que no está separada...

JK: Sí, pero hay un peligro en decir esto que la mente es universal. Es lo que algunas personas dicen de la mente, y eso se ha vuelto una tradición.

DB: Uno puede convertirlo en una idea, por supuesto.

JK: Ése es justamente el peligro, es lo que estoy diciendo.

DB: Sí. Pero la verdadera cuestión es que tenemos que entrar directamente en contacto con esto para hacerlo real. ¿Correcto?

JK: Así es. Y sólo podemos establecer con ello un contacto real cuando el yo está ausente. Para expresarlo con mucha sencillez: Cuando no está el yo, hay belleza, silencio, espacio; entonces esa inteligencia, que nace de la compasión, opera a través del cerebro Esto es muy sencillo.

DB: Sí. ¿Valdría la pena discutir el yo, puesto que el yo está muy activo?

JK: Lo sé. Ésa es nuestra larga tradición de muchos, muchos siglos.

DB: ¿Hay algún aspecto de la meditación que pueda ser provechoso aquí cuando el yo está activo? Vea, supongamos que una persona dice: «Muy bien, estoy atrapado en el yo, y quiero librarme de él. Pero necesito saber qué debo hacer

JK: No.

DB: No usaré las palabras «qué debo hacer». ¿Pero qué dice usted?

JK: Eso es muy sencillo. ¿Es el observador diferente de lo observado?

DB: Bueno, suponga que decimos: «Sí, parece ser diferente»; ¿entonces qué?

JK: ¿Es ésa una idea o una realidad?

DB: ¿Qué quiere usted decir?

JK: La realidad es cuando no hay división entre el pensador y el pensamiento.

DB: Pero supongamos que digo que por lo común uno siente que el observador es distinto de lo observado. Empecemos por ahí.

JK: Empecemos por ahí. Se lo mostraré. ¿Es usted distinto de su ira, de su envidia, de su sufrimiento? No lo es.

DB: A primera vista parece que lo soy, que podría tratar de controlarlos.

JK: Usted es eso.

DB: Sí, pero ¿cómo habré de ver que soy eso?

JK: Usted es su nombre. Usted es su forma, su cuerpo. Usted es las reacciones y las acciones. Usted es la creencia, el miedo, el sufrimiento y el placer. Usted es todo eso.

DB: Pero la primera experiencia es que yo estoy aquí, y que esas cosas son de mi propiedad; ésas son mis cualidades, que yo puedo tener o no tener. Podría estar iracundo o no iracundo, podría tener esta creencia o aquella creencia.

JK: Cualidades contradictorias. Usted es todo eso.

DB: Pero vea, eso no es obvio. Cuando usted dice: «soy eso», ¿quiere decir que soy eso y no puedo ser de otra manera?

JK: No. Ahora es usted eso. Y ello puede ser por completo diferente.

DB. Muy bien. Soy, pues, todo eso. ¿Me está usted diciendo que este observador imparcial es lo mismo que la ira que él está observando?

JK: Por supuesto. Igual que cuando me analizo a mí mismo, y el analizador es lo analizado.

DB: Sí. El analizador está influenciado por lo que analiza.

JK: Correcto.

DB: ¿De modo que si observo por un rato la ira, puedo ver que estoy muy influenciado por la ira, y así, en cierta etapa de la observación digo que soy uno con esa ira?

JK: No, no ‘soy uno con la ira’; soy la ira

DB: ¿Esa ira y yo somos la misma cosa?

JK: Sí. El observador es lo observado. Y cuando esa realidad existe, usted ha eliminado de hecho todo conflicto. El conflicto existe cuando estoy separado de mi cualidad.

DB: Sí. Es por eso que, si me creo separado, trato de cambiar la realidad; pero, puesto que soy eso, ello está tratando de cambiarse a sí mismo y de permanecer siendo lo que es al mismo tiempo.

JK: Sí, correcto. Pero cuando la cualidad soy yo mismo, la división ha terminado. ¿De acuerdo?

DB: Cuando veo que la cualidad soy yo, entonces no tiene sentido tratar de cambiar.

JK: No. Cuando hay división y la cualidad no soy yo, en eso hay conflicto, ya sea represión o escape, etcétera, lo cual es un derroche de energía. Cuando esa cualidad soy yo, toda esa energía que ha sido derrochada está ahí para mirar, para observar.

DB: ¿Pero por qué hace tanta diferencia que la cualidad sea yo?

JK: Hay una gran diferencia cuando no existe división alguna entre la cualidad y yo.

DB: Bueno, entonces no hay percepción de una diferencia...

JK: Eso es cierto. Redondéelo de un modo distinto.

DB: La mente no trata de luchar consigo misma.

JK: Sí, sí. Así es.

DB: Si existe la ilusión de una diferencia, la mente está obligada a luchar contra ella misma.

JK: El cerebro.

DB: El cerebro lucha contra él mismo.

JK: Exactamente.

DB: Por otro lado, cuando no existe la ilusión de una diferencia, el cerebro deja de luchar.

JK: Y, en consecuencia, usted tiene una energía tremenda.

DB: ¿Se ha liberado la energía natural del cerebro?

JK: Sí. Y energía implica atención.

DB: La energía del cerebro deja espacio para que la atención...

JK: Para que esa cosa se disuelva.

DB: Sí, pero espere un momento. Antes dijimos que la atención era un contacto de la mente con el cerebro.

JK: Sí.

DB: El cerebro debe hallarse en un estado de alta energía para permitir ese contacto.

JK: Correcto.

DB: Quiero decir que un cerebro con bajo nivel de energía no puede permitir ese contacto.

JK: Por supuesto que no. Pero casi todos nosotros operamos con baja energía por estar tan condicionados.

DB: Bien, en esencia está usted diciendo que éste es el modo de empezar.

JK: Sí, empezar sencillamente. Empezar con ‘lo que es, con lo que soy. El conocimiento propio es muy importante. No es un proceso de acumular conocimientos que después uno considera; es un constante aprender sobre uno mismo.

DB: Si usted lo llama ‘conocimiento propio’, entonces no es el conocimiento de que hablamos antes, el cual es condicionamiento

JK: Es verdad. El conocimiento condiciona

DB: Pero usted está diciendo que este tipo de conocimiento propio no es condicionamiento. ¿Por qué, entonces, lo llama conocimiento? ¿Es una clase diferente de conocimiento?

JK: Sí. El conocimiento condiciona.

DB: Pero ahora tiene usted este conocimiento propio.

JK: Que implica conocernos y comprendernos a nosotros mismos. ¡Comprendernos a nosotros mismos es algo tan sutil, tan complejo! Es algo viviente.

DB: Esencialmente, es conocerse uno a sí mismo en el preciso instante en las cosas están ocurriendo.

JK: Sí, conocer lo que está ocurriendo.

DB: En vez de almacenarlo en la memoria.

JK: Por supuesto. A través de las reacciones, comienzo a descubrir lo que soy.

Brockwood Park, Inglaterra
20 de junio de 1983


El futuro de la humanidad.
Diálogos entre Krishnamurti y David Bohm.
Fotocomposición: Edi-Text, S.A. - Manresa
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, 1. Capellades (Barcelona)
















 

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