sábado, 30 de diciembre de 2006

Jiddu Krishnamurti y "El Proceso".

Capítulo dos

EL PROCESO

Algo ocurrió en agosto de 1922, en Ojai, California, Más adelante Krishnamurti lo llamó «el proceso» y lo consideró el momento crucial de su vida. Krishnamurti y Nitya, su hermano, llegaron a California, tras haber realizado un largo viaje de varios meses por Europa, donde habían viajado y asistido a las convenciones teosóficas de la India y Australia. Allí habían pasado una temporada con Leadbeater, quien ahora se jactaba del título de obispo regional para Australasia de la Iglesia Católica liberal, un cargo que le permitía complacerse en su gusto por la extravagancia y el ceremonial. Leadbeater había «mantenido vivo» para Krishnamurti un mensaje del maestro Kuthumi que tuvo un profundo efecto sobre él. El mensaje decía:

En ti, también, tenemos las más altas esperanzas. Mantente firme y crece, y esfuérzate cada vez en conducir la mente y el cerebro a la sumisión al verdadero yo interior. Sé tolerante con las divergencias de opinión y métodos, porque cada uno usualmente tiene un fragmento de verdad oculto en algún lugar en su interior, incluso aunque con frecuencia esté distorsionado casi hasta ser irreconocible. Busca el más insignificante destello de luz en la oscuridad estigia de cada mente ignorante, porque reconociéndolo y fomentándolo puedes ayudar a un hermano pequeño.

Un mensaje tópico como éste le pareció a Krishnamurti muy pertinente para su circunstancia en aquel momento. Así, le escribió a Leadbeater:

Como sabe, no he sido lo que se llama «feliz» en muchos años; todo lo que tocaba me producía descontento... No sabía lo que quería ni me preocupaba de hacer nada; todo me aburría enseguida y, de hecho, no me encontraba.

Como consecuencia del mensaje que él creía que provenía del Maestro Kuthumi empezó a meditar con regularidad, y una consecuencia de la meditación, escribió, fue que «empecé a ver con claridad dónde había fallado y dónde fallaba y... empecé consciente y deliberadamente a destruir las malas acumulaciones de los años anteriores».

Pero «el proceso» no fue una valoración intelectual deliberada de sí mismo y de su vida, sino una abrumadora experiencia física y espiritual.

Mircea Eliade, en su estudio clásico Chamanismo, narra cómo el chamán de las religiones tribales primitivas era, con frecuencia, un hombre enfermo que había logrado curarse a sí mismo, y dice que muy a menudo la vocación del chamán se le reveló por primera vez «por una enfermedad o un ataque epiléptico». Es más, una característica de esta enfermedad reveladora es que el chamán experimenta una separación de su cuerpo físico y entra en un trance «durante el cual se cree que su alma abandona el cuerpo y asciende al cielo o desciende al infierno». Estas citas describen muy bien lo que le ocurrió a Krishnamurti.

Tanto Krishnamurti como Nitya escribieron re latos, y los dos se complementan, el primero proporcionando una opinión subjetiva, y el segundo, una objetiva.

Habían pasado unas seis semanas en Ojai, a unos 128 kilómetros al norte de Los Angeles. Nitya describió Ojai en aquella época como un lugar recóndito e idílico, un estrecho valle de huertos de albaricoques y arboledas de naranjos. Por medio del secretario general de la Sociedad Teosófica en Norteamérica, A. P. Warrington, los hermanos habían conseguido una casa en el valle. El propio Warrington se quedaba en otra casa cercana. La razón de su estancia era que Nitya sufría tuberculosis desde hacía algún tiempo, y el clima de Ojai se decía que era muy beneficioso para los que se encontraban en ese estado. Durante parte de su estancia tuvieron a una linda muchacha norteamericana de diecinueve años llamada Rosalind Williams para cuidar de Nitya. Tanto ella como Warrington fueron testigos de lo que le ocurrió a Krishnamurti.

Empezó una noche cuando a Krishnamurti le salió un bulto doloroso en el centro de la nuca. A la mañana siguiente le encontraron agitándose y quejándose en la cama como si tuviera grandes dolores. Rosalind lo sujetaba durante un rato, lo que le calmaba, pero, de pronto, la alejaba quejándose de un calor terrible. Continuó así todo el día, con breves periodos de calma y lucidez. No podía ingerir alimentos. Después de una noche bastante tranquila continuó en el mismo estado de una manera más aguda a lo largo de todo el día siguiente, que era sábado. El domingo estaba aún peor, sin controlar los temblores que sacudían su cuerpo, recobrando el sentido sólo intermitente y brevemente, hablando continuamente con gente que no estaba allí, y con reacciones de hipersensibilidad a los más ligeros sonidos.

Su estado alcanzó el climax la tarde del domingo. Justo cuando los otros acababan de terminar de cenar, escribió Nitya: «De pronto, toda la casa pareció llenarse de una fuerza terrible y Krishna estaba como poseso.» Sollozaba en voz alta, no quería que nadie se le acercara y se quejaba vehementemente de que todo estaba sucio. Ante su insistencia, los otros abandonaron la habitación y salieron a la galería, donde pronto se les unió, pero se sentó todo lo lejos posible sobre un cojín en el suelo, murmurando de manera incoherente. Luego, animado por una sugerencia de Warrington, se sentó bajo un pimentero enfrente de la casa, y allí, al rato, comenzó a cantar un manirá. La escena le recordó a Nitya la historia de la iluminación de Buda bajo el árbol Bo. Los tres testigos sintieron intensamente que en aquellos momentos Krishnamurti fue visitado por una presencia. Nitya escribió:

El lugar parecía lleno de una gran presencia, y sentí un deseo vehemente de caer de rodillas y rendir adoración, porque supe que había venido el Gran Señor de todos los corazones en persona.

Rosalind, aunque no tenía una educación teosófica, habló de haber visto realmente al Señor Maitreya, acompañado de otros seres radiantes: una visión que duró alrededor de media hora, tras la cual se desmayó. Krishnamurti permaneció bajo el pimentero toda la noche y el día siguiente. La noche de aquel día Rosalind vio aparecer tres figuras que se lo llevaron, dejando su cuerpo físico bajo el árbol.

Así es el relato de Nitya, y el que hizo Krishnamurti de la experiencia de aquellos tres días narra la misma secuencia de hechos, y culmina con un himno de triunfo celebrando la experiencia visionaria que tuvo sentado bajo el pimentero:

Cuando llevaba así sentado algún tiempo, sentí cómo abandonaba el cuerpo, me vi sentado con las delicadas y tiernas hojas del árbol sobre mí. Miraba hacia el este. Enfrente de mí estaba mi cuerpo y sobre mi cabeza vi la Estrella, brillante y diáfana. Luego sentí las vibraciones del Señor Buda; vi al Señor Maitreya y al maestro K. H. [Kuthumi]. Me sentía tan feliz, tranquilo y en paz... La presencia de los poderosos seres permaneció conmigo algún tiempo y después se fueron. Era supremamente feliz, porque había visto. Nada podría ser igual nunca. Había bebido de las claras y puras aguas en el origen de la fuente de la vida y mi sed fue aplacada. Nunca más estaría sediento, nunca más me encontraría en total oscuridad; he visto la luz gloriosa y curativa. Me ha sido revelada la fuente de la verdad y la oscuridad ha desaparecido. El amor en toda su gloria ha embriagado mi corazón; mi corazón no se podrá cerrar nunca. He bebido en la fuente de la Alegría y la Belleza. Estoy embriagado de Dios.

Krishnamurti escribió más adelante a Leadbeater que después de esa experiencia sabía lo que quería hacer y lo que tenía ante sí: «Nada excepto servir a los Maestros y al Señor.» A su principal corresponsal y amiga más íntima lady Emily Lutyens le escribió: «Voy a ayudar al mundo entero a subir un poco más alto de lo que están» y le instaba a «cambiar, cambiar con determinación y un propósito establecido», disculpándose por parecer que predicaba, pero explicano que «como he cambiado y ahora considero que me he encontrado a mí mismo, deseo ayudaros a comprender vuestro propio yo y haceros grandes». Y con estas palabras expuso el propósito fundamental al que estarían dedicados todos sus escritos y charlas durante el medio siglo siguiente, aunque por supuesto no sólo para lady Emily, sino para cualquiera que se tomara la molestia de escucharle.

La creencia general entre los teósofos se fundamentaba en que «el proceso» de Krishnamurti era, como lo expuso Leadbeater, «la preparación de aquel cuerpo para su Gran Ocupante». La experiencia no se redujo a aquellos tres días de agosto de 1922 en Ojai, sino que fue recurrente durante los siguientes dieciocho meses. Durante ese período Krishnamurti viajó mucho dirigiéndose a asambleas de teósofos, lo que hacía con seguridad y autoridad crecientes. Aunque «el proceso» le causó grandes sufrimientos físicos, ni una sola vez consideró consultar a un médico al respecto, porque lo interpretaba en términos de los conceptos tradicionales de la filosofía del yoga y la anatomía oculta, según la cual el proceso de evolución se lleva a cabo por medio de la apertura o el despertar de los diferentes chakras, o centros de fuerza en el cuerpo, especialmente el centro kundalini en la base de la columna.

En agosto y septiembre de 1923, después de una época extenuante presidiendo el II Congreso Internacional de la Estrella, en Viena, Krishnamurti pasó varias semanas descansando en una aldea en los Alpes, cerca de Innsbruck, con un grupo de amigos, que incluía a lady Emily Lutyens y su hija Mary, quien iba a convertirse en su biógrafa. En una carta a la señora Besant, lady Emily hizo una vivida descripción de Krishnamurti en aquella época:

Es muy curioso observar las fases por las que pasa Krishna. Algunas veces no es sino el niño alegre, en apariencia sin un solo pensamiento serio. Luego cambia rápidamente y se convierte en el maestro inflexible y firme, exhortando a sus discípulos al progreso rápido. De nuevo le tortura el dolor de la columna y se queda sin hablar, y exige tranquilidad; o el más extraño de todos, el personaje que viene a cenar, hermoso, con la mirada perdida, que come mecánicamente y se encoge ante cualquier sonido. Lo más hermoso es cuando se sienta a meditar cantando manirás, su alma se entrega en adoración. Estas fases se suceden unas a otras con tanta rapidez que hay que esforzarse para estar siempre preparada para ellas.

El dolor en la columna se puede entender como causado por el despertar de la fuerza kundalini, aunque Leadbeater, que creía que su propia kundalini se había despertado unos años antes, no comprendía todos los otros síntomas que manifestaba Krishnamurti: su comportamiento de poseso, gimiendo y refunfuñando de forma incoherente; su extrema sensibilidad al sonido y la repulsión a que lo tocaran; la pérdida de control de su cuerpo y su tendencia a caerse. Se podría pensar que la forma extrema del «proceso» era equiparable al papel sin parangón al que Krishnamurti estaba destinado. Nitya incluso escribió a Leadbeater preguntándole: «¿Sabe si algo similar a lo que pasa ahora fue parte de la preparación del Maestro Jesús cuando el Señor vino la última vez?» En la contestación, Leadbeater confesó: «No entiendo el drama terrible que le está ocurriendo a nuestro amado Krishna.» Sin embargo, la interpretación de Nitya pareció verse apoyada por un mensaje que el propio Krishnamurti «recibió» aparentemente de «los Maestros» una noche de noviembre de 1923. El mensaje decía:

El trabajo que se está haciendo ahora es de la mayor importancia y sumamente delicado. Es la primera vez que este experimento se lleva a cabo en el mundo. Todo en la casa se debe supeditar a este trabajo, y no se debe tener en cuenta la conveniencia de nadie, ni siquiera la de Krishna. Los desconocidos no deben ir allí con demasiada frecuencia; la tensión es demasiado grande. Tú y Krishna podéis solucionarlo.

«El proceso» culminó en febrero de 1924 con una experiencia que Krishnamurti describió con las siguientes palabras:

Pasé una noche rara. Lo que quiera que sea, la fuerza o lo que uno llame a esta cosa, subió por mi columna, hasta la nuca, luego se separó en dos, una que iba hacia la derecha de mi cabeza y la otra hacia la izquierda, hasta que se encontraron entre los dos ojos, justo encima de la nariz. Hubo una especie de llama y vi al Señor y Maestro. Fue una noche maravillosa.

La explicación yóguica de la experiencia que Krishnamurti describió así sería, por supuesto; la cual era la apertura del «tercer ojo» o ajna chakra en el centro de la frente, que significa el aumento de la conciencia de sí mismo y la expansión de los poderes mentales. La manera en que evolucionó la doctrina de Krishnamurti, una vez que pasó por «el proceso», indudablemente podría citarse como prueba para apoyar semejante explicación.


Stuart Holroyd

KRISHNAMURTI
El hombre, el misterio y el mensaje
Ediciones Temas de Hoy





 

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