martes, 14 de abril de 2009

Jiddu Krishnamurti y Ralph Buultjens.

Prologo del Doctor en Filosofía Ralph Buultjens, Profesor de las Universidades de Cambridge y Nueva York, escrito para el libro "Hacia la libertad total"

"Grandes sabios de la historia no han recibido buen trato en cuanto a la conservación de su sabiduría. Los mejores de estos sabios y eruditos --antiguos hombres santos, hindúes, judíos, el Buda, Confucio, Sócrates, Jesucristo, el profeta Mahoma-- dejaron pocos escritos significativos. Sus verdades se revelaron en profundos discursos y diálogos sutiles, exposiciones orales que nos fueron trasmitidas en interpretaciones incompletas. Por eso, solo algunas de las verdades se conocen; muchas se han perdido. Aquéllos que buscan un sistema completo, tal como se presentó originalmente, tiene que depender de intermediarios poco confiables, tales como la fe, la interpretación, la interpolación y la reconstrucción.

A medida que nos acercamos a nuestro tiempo, este problema se invierte. El conocimiento da alcance a la sabiduría, y la cultura cede ante la tecnología. Los registros son extensos, pero lo que se registra es a menudo de menor valor. Hay, al parecer, una escasez de auténticos sabios. Según revelan los números, abundan los proveedores de sabiduría y de seudosabiduría, maestros que alegan poseer y suministrar trascendentes percepciones.

Sin embargo, muy pocos de ellos sobreviven a las pruebas que, sin lugar a dudas, definen a un verdadero explorador espiritual: la habilidad para comunicar un mensaje universal y liberador, un mensaje que no discrimina, que está libre de odio y es capaz de generar un desinteresado enriquecimiento de mentes y vidas; además está al alcance de todo el mundo. Según cualquiera de estos criterios, J. Krishnamurti fué verdaderamente un gran maestro moderno.

Toda la vida de Krishnamurti estuvo centrada en hacer realidad y explicar la búsqueda humana. Durante seis décadas, hasta su muerte en 1986 a la edad de noventa años, viajó por el mundo haciendo llegar su pensamiento a quienes quisieran escucharle. Millones lo hicieron. Su popularidad solía fluctuar, pero Krishnamurti persistió en sus esfuerzos para hacer que el hombre fuera absoluta, incondicionalmente libre. Hacia el final de su vida, nuevas generaciones -- los niños de nuestra era tecnológica-- redescubrieron a Krishnamurti. En una época caracterizada por sectas violentas y estentóreas, religiones confusas, sermoneadores de púlpito, él retuvo el aura propia de un antiguo profeta. Las modas filosóficas llegaron y se fueron; Krishnamurti perduró.

Existen dos razones para esta aparente intemporalidad. La mas obvia es, desde luego, la perso nalidad de Krishnamurti. Su persona pública irradiaba una especie de carisma reservado, la atracción de una luminosa modestia. Añádase a esto una manera de hablar y un tono que solían evocar cierta intimidad personal incluso en medio de los mas grandes auditorios. no es de sorprenderse que el escritor Aldous Huxley, nada reticente cuando arribaba a una oservación crítica, declarara: Era como escuchar un discurso de Buda: tal poder, tal intrínseca autoridad.

Sin embargo, la personalidad sola resulta, al fin y al cabo, una explicación poco satisfactoria. Muchos que no vieron ni escucharon a Krishnamurti, fueron y siguen siendo atraídos por su pensamiento. Para apreciar, pues, esta atracción, debemos acudir a la fuente filosófica, a las ideas por él enunciadas y a sus temas esenciales. Un exámen cuidadoso de su obra revelará tanto consistencia como cambios. Mientras que ciertos concepto centrales permanecen invariables en lo fundamental, Krishnamurti no vacila en adaptarse a nuevas circunstancias históricas y a evolucionar de acuerdo con nuevas búsquedas espirituales.

Una y otra vez, Krishnamurti declaró que la gente no necesita ser guiada, que necesita despertar. Esta gran confianza en el potencial humano, tenía sus raíces en el conocimiento de que el desarrollo de cada individuo no tiene límites si este puede desprenderse de las adherencias culturales que agobian su ser : Una teoría basada en la experiencia que otra persona ha tenido en cuestioones que cociernen a la psique y a la vida interior, no tiene en absoluto significado alguno.Debemos abandonarla por completo, porque hemos de permanecer solos.

Al negar de este modo el carácter transferible de la experiencia y al rechazar toda guia espiritual, incluida la propia, Krishnamurti rompe con la mayoría de las religiones del mundo, todas las cuales tienen paradigmas e instructores espirituales cuyos ejemplos podemos emular. No era su propósito atacar otras creencias, pero previene frecuentemente sobre el poder engañosos de las religiones, las instituciones, los rituales y sobre todo contra el poder divisivo del
sectarismo.

A medida que pasaban los años, las membranas filosóficas e intelectuales de Krishnamurti se expandían más allá de los temas centrales que trataba. Vemos como cada vez más dirige su atención a los males del poder civil y eligioso, a la ineficacia de las estructuras sociales existentes, a la inercia del conformismo y al fracaso de las reformas contemporizadoras. A mediados de los `50, Krishnamurti había desarrollado nociones acerca de la educación, de las relaciones humanas, y comunica cosas que no se encuentran en sus primeras pláticas. El maestro también estaba aprendiendo; no solo contestaba las preguntas de otros, sino que ampliaba sus propias preguntas. No obstante, el alcance de sus exposiciones crece para abarcar una cantidad de cuestiones nuevas : el nacionalismo, la guerra, el saqueo ecológico, el desempleo y el hambre.

Con una sensibilidad casi contemporánea, los problemas sociales, que alguna vez estuvieron en la periferia de sus percepciones, se acercan más al centro del escenario. Se vuelven más frecuentes las referencias a la importancia de la meditación. Empieza a emerger una nota de impaciencia, de urgencia. Krishnamurti siente el peligro de los tiempos y la apremiante exigencia de acción. Como para responder en esencia y estilo a esto sus pláticas se tornan más concentradas y sus diálogos menos elípticos. Con todo, el mensaje esencial permanece inalterado.Cuando vemos la vida tal como es, cuando nos vemos a nosotros mismos tal como somos, únicamente a partir de allí, podemos proseguir.

De todos los sabios y de todas las figuras espirituales significativas de los tiempos modernos, es quien más largamente ha estado expuesto. Alrededor de sesenta y cinco años en el estrado de la excelsitud. Sin embargo, es dificil valorar su estatura histórica. Está demasiado cerca de nosotros y es demasiado pronto para conocer el efecto pleno de sus enseñanzas. Al fín y al cabo durante varias décadas subsiguientes a la crucifixión de Jesucristo, hubo pocos indicios de que habría de dejar una huella importante en la historia. En el momento de sus muertes y por bastante tiempo después ¿quien podría haber predicho la influencia a largo plazo de Buda, Confucio, o incluso de Carlos Marx?. Si las ideas de Krishnamurti llegan a ser más ampliamente aceptadas en el futuro, será porque estarán en resonancia con los anhelos humanos --ya que hablan resueltamente a los individuos desilusionados de las macroideologías omniscientes y transformadoras de la sociedad--. si esto ocurre será porque las platicas de Krishnamurti resuenan atravesando los límites del tiempo y lugar.Su voz es silenciosa, pero su mensaje jamás cesa de expresarse. "

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