sábado, 8 de marzo de 2008

Jiddu Krishnamurti y El Instructor del Mundo.

Después de las reuniones vinieron a alojarse los Bohm, y el resto de los diálogos tuvo lugar entre K y David Bohm, diálogos que se incluyen en Más allá del tiempo.

El período escolar comenzó el 25 de septiembre, y K habló varias veces a la escuela en pleno antes de partir para la India. Yo fui a Brockwood para pasar la noche del 3 de octubre, y hablé con K toda esa tarde y la mañana siguiente. Investigamos otra vez profundamente el interrogante de quién y qué era él, igual que en las entrevistas que había tenido con K durante el año anterior y que he registrado totalmente en Los años de plenitud.

Siete años antes, en Ojai, él había hablado sobre el mismo tema a unos cuantos miembros de la American Foundation. Había esbozado entonces el concepto teosófico acerca de quién era él: el cuerpo que el Señor Maitreya, el Instructor del Mundo, iba a ocupar, había sido preparado por muchas, muchas vidas —«no sólo el cuerpo, sino el rostro. Esto del rostro fue repetido una y otra vez por la doctora Besant y por Leadbeater. Para ellos era tremendamente importante —el cuerpo y el rostro... el ego de Krishnamurti fue desechado... pero el ego se había estado preparando, preparando por vidas y vidas para llegar a este punto». El advenimiento del Señor Maitreya, de acuerdo con el concepto teosófico, era un acontecimiento tan raro en el campo religioso, que el hombre común sólo podía seguir y obedecer y hacer lo mejor que pudiera para vivir aquello que se le enseñaba. Esta idea, dijo K, de que un hombre corriente tenía que pasar por años y años de esfuerzos, era peligrosa y desalentadora. «Descarten todo eso —continuó diciendo—, olviden el pasado, descubran acerca de sí mismos, sean una luz para ustedes mismos... Olviden lo que el muchacho era, las cosas por las que él pasó. Eso no viene al caso.»

Se le preguntó: «¿Quiere decir que hay que olvidar la explicación teosófica?». Contestó:

La explicación teosófica y cualquier otra explicación... eso no les concierne ... no se ocupen de eso. Lo que les incumbe es la propia vida de ustedes. ... Dejen de lado la personalidad de K, lo que él fue, cómo maduró.... Siento que estamos ahondando en algo que la mente consciente nunca podrá comprender, lo cual no quiere decir que yo esté haciendo de ello un misterio. Hay algo... algo que es demasiado inmenso para ser expresado en palabras. Existe un depósito tremendo —por decirlo así— que si la mente humana pudiera alcanzarlo, revelaría algo que ninguna mitología intelectual, invención, suposición o dogma alguno podrán revelar jamás.

No estoy haciendo un misterio de ello —eso sería un truco tonto e infantil. Hacer un misterio de nada sería obrar con mucho descaro, porque implicaría explotar a la gente. O bien crea uno un misterio cuando no hay ninguno, o existe un misterio que es preciso abordar con extraordinaria delicadeza y vacilación. Y esto no puede hacerlo la mente consciente. Es algo que está ahí, pero uno no puede alcanzarlo. No es un logro progresivo. Hay algo, pero el cerebro no puede comprenderlo.
22

Cuando examiné la cuestión con él siete años después, K parecía ansioso de que la verdad con respecto a él se descubriera; él mismo no podía descubrirla: «El agua jamás puede descubrir lo que es el agua —decía—. Existe un elemento en todo esto que no es producto del hombre, del pensamiento, que no es autoinducido. Yo no soy así. ¿Se trata acaso de algo que no podemos descubrir, que no debemos tocar, que es impenetrable? Me lo estoy preguntando. A menudo he sentido que no es asunto mío, que jamás lo descubriremos. Cuando decimos que surge porque la mente está vacía, tampoco creo que sea de ese modo». No obstante, él creía que si Mary Zimbalist y yo u otros, «se lo propusieran, podrían hacerlo. Estoy absolutamente seguro de esto. Absolutamente, absolutamente. También estoy seguro de que yo no puedo descubrirlo». Pero lo que él podía hacer era corroborarlo si nosotros lo descubríamos. También dijo que, «para descubrir la verdad en esta materia, la mente de ustedes tiene que estar vacía».

Él no quería hacer de esto un misterio y, no obstante, el misterio subsiste. Primero estaba la sensación que él mismo había tenido de que le protegían. «Cuando viajo en avión, sé que nada va a suceder. Pero nada hago que pueda significar un peligro.» Después estaba el «proceso» —el dolor en la cabeza y en la espina dorsal, que había sido tan angustioso en los primeros años que siguieron a su experiencia de 1922 en Ojai, y que luego continuaron, aunque en un grado menor. Y tercero, estaba la «mente vacía» que él afirmaba no haber perdido jamás. «Solamente cuando hablo o escribo —me dijo—, "esto" entra realmente en juego. Estoy asombrado. ¿Qué es lo que lo produce? Usted puede sentirlo en la habitación ahora mismo. Está sucediendo en la habitación ahora porque estamos tocando algo muy, muy serio, y entonces eso llega derramándose en abundancia.»

«Cuando usted ofrece las pláticas, ¿su mente está vacía?» pregunté.

«Oh sí, completamente. Pero no es eso lo que me interesa, sino por qué permanece vacía. Debido a que está vacía no tiene problemas... La otra cosa está ahora aquí. ¿No la percibe? Es como una pulsación.»

«La esencia de su enseñanza —dije—, es que todos pueden tener eso.» A lo cual respondió: «Sí, si fuera algo único no tendría ningún valor. Pero no es así. ¿Se conserva vacía para que esta cosa pueda decir: "Aunque yo estoy vacía, usted —X— también puede tener eso"?»

«¿Quiere usted indicar que la mente está vacía para poder decir que esto puede ocurrirles a todos?»

«Así es. Correcto», contestó.

Entonces le pregunté: «Se siente usted utilizado, siente que algo penetra en usted?»

«Yo no diría eso. Penetra en la habitación cuando hablamos seriamente.»

«¿Qué relación tiene ello con el dolor?», pregunté.

«El dolor llega cuando estoy quieto, sin hablar. Llega lentamente hasta que el cuerpo dice: "Es suficiente". Después de alcanzar una crisis, el cuerpo desfallece; el dolor se agota o hay alguna interrupción y desaparece.»

«¿Podemos descartar la acción de algo externo?»

«Yo no la descarto. ¿Pero cuál es la verdad?»23

Cuando tocamos nuevamente el asunto en esta última ocasión, en 1980, pareció tan ansioso como entonces de descubrir la verdad acerca de él mismo, y repitió que si Mary Zimbalist y yo pudiéramos descubrirla, él sería capaz de corroborarla. Pero que no podía decirnos nada más.

22. Archivos de Ojai.
23. Los Años de Plenitud.


KRISHNAMURTI
La puerta abierta
MARY LUTYENS

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