sábado, 8 de marzo de 2008

Jiddu Krishnamurti y el Canto.

La actitud ambivalente de K hacia el arte y la literatura siempre fue un enigma. A él le agradaba cierta música clásica —Mozart casi tanto como Beethoven, y la música de la India, especialmente los cantos (solía cantar él mismo muchos de los antiguos mantras en sánscrito). Amaba la poesía de Shelley y de Keats y algunos pasajes del Viejo Testamento que mi madre le había leído en voz alta (en un tiempo se sabía casi de memoria el «Cántico de Salomón»), pero es dudoso que alguna vez haya leído poesía moderna. Se había conmovido profundamente ante ciertas construcciones y esculturas —el Partenón, la Catedral de Chartres, la estatua de la diosa Themis en Atenas, una cabeza de piedra del Buda en el Museo de Boston, la Victoria Alada en el Louvre, el enorme Maheshmurti, estatua de Shiva, en las cuevas de Elephanta cerca de Bombay. (Él tenía una fotografía de esta escultura guardada en un sobre, porque decía que uno debe mirarla siempre de nuevo y no acostumbrarse a ella.) Pero jamás le escuché elogiar una pintura, y pongo en duda que obra de arte alguna le haya conmovido tanto como una puesta de sol.

KRISHNAMURTI
La puerta abierta
MARY LUTYENS

1 comentario:

La Hija de Zeus dijo...

Se entiende, no creo que existe obra de arte alguna que pueda superar una puesta de sol.

La naturaleza, en si misma, nos muestra las cosas más hermosas que existen. Yo por mi parte, además de amar la naturaleza, admiro y me maravillo de muchísimas de las obras humanas..

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