domingo, 11 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y "El Proceso".

(1) EL PUNTO DECISIVO

No cabe duda de que el mensaje del Maestro Kuthumi, que le fuera “transmitido” a Krishna antes de que abandonara Sydney, había ejercido sobre, él una gran influencia. El 12 de agosto, cerca de cinco semanas después de su llegada a Ojai, escribió a Lady Emily:

He estado meditando todas las mañanas por media hora o 35 minutos. Medito de las 6.45 a las 7.20. Empiezo a concentrarme mejor, aun cuando sea por poco tiempo, y vuelvo a meditar antes de acostarme, por cerca de diez minutos. Todo esto es más bien sorprendente para usted, ¿verdad? Voy a regresar a mi antiguo contacto con los Maestros y, después de todo, eso es lo único que importa en la vida y nada más. Al principio me fue difícil meditar o concentrarme pero aunque sólo lo he estado haciendo por una semana, estoy gratamente sorprendido.

Fue solamente cinco días después de escribir esto que él pasó por una experiencia que cambió su vida, aunque habían de transcurrir algunas semanas antes de que alguien fuera de Ojai, supiera algo al respecto. Ambos, Nitya y Krishna, escribieron relatos de esta experiencia que comenzó el 17 de agosto. El relato de Nitya fue escrito a Mrs. Besant y a Leadbeater dos semanas después de lo sucedido:

Nuestra casa está en un largo y estrecho valle de huertos de albaricoques y naranjales, y el ardiente sol resplandece día a día recordándonos a Adyar; pero al atardecer el aire fresco viene desde las cadenas de cerros que están a ambos lados. Más allá de la parte baja del valle, corre la larga y perfecta carretera que va de Seattle en Washington, a San Diego, en el sur de California, a unas dos mil millas, con un incesante fluir de turbulento tráfico, aunque afortunadamente nuestro valle yace desconocido y olvidado, pues el sendero que lo atraviesa no tiene salida. Los indios americanos llamaban a nuestro valle el Ojai, o la guarida, y por siglos deben haberlo buscado para usarlo como un refugio.

Nuestra cabaña se encuentra en lo más alto, al final, y nadie más vive cerca, excepto Mr. Warrington que tiene una cabaña para él, sólo unos pocos cientos de yardas más lejos; así, Krishna, Mr. Warrington y yo, hemos estado aquí por casi ocho semanas descansando y reponiéndonos. Tenemos un visitante ocasional, Mr. Walton, Vicario General de la Iglesia Católica Liberal en América, quien posee una casa en el valle, y Rosalind, una joven muchacha americana, está con nosotros por una o dos semanas dedicándonos su tiempo. Este incidente que quiero describirles tuvo lugar hace dos semanas, cuando acaeció que los cinco estuviéramos todos juntos aquí.

Del verdadero significado de lo ocurrido, de su exacta importancia, ustedes, por supuesto, podrán hablarnos si lo desean; pero aquí a nosotros nos parece haber sido transportados a un mundo donde los Dioses aparecieron otra vez entre los hombres por un breve espacio de tiempo, dejándonos a todos tan transformados que ahora nuestra brújula ha encontrado su norte. Creo que no exagero cuando digo que nuestras vidas están total y profundamente afectadas por lo ocurrido.

Krishna mismo, propiamente hablando, debería relatar la secuencia de los acontecimientos ya que todos fuimos meros espectadores, dispuestos a ayudar cuando fuera necesario; pero él no recuerda todos los detalles, ya que, estuvo fuera de su cuerpo la mayor parte del tiempo; en cambio, todo se conserva, claro en nuestra memoria, porque lo observamos con gran cuidado todo el tiempo y sintiendo que su cuerpo había sido, en parte, confiado a nosotros. Mr. Warrington no goza de perfecta salud, y a mí no se me permite todavía agitarme mucho, por lo tanto, fue Rosalind quien tuvo la buena fortuna de cuidar a Krishna, y pienso que ella ya ha recibido su recompensa (por haber sido aceptada en el Sendero Probatorio).

En la tarde del jueves 17, Krishna se sintió un poco cansado e inquieto y notamos en medio de la parte posterior de su cuello una dolorosa protuberancia que parecía deberse a un músculo contraído del tamaño aproximado al de una bolita grande. A la mañana siguiente pareció estar muy bien hasta después del desayuno, cuando se recostó para descansar. Rosalind y yo estábamos sentados afuera, y Mr. Warrington y Krishna en el interior. Rosalind entró llamada por Mr. Warrington y encontró a Krishna aparentemente muy enfermo, porque estaba en la cama sacudiéndose y gimiendo como si experimentara fuertes dolores. Se sentó a su lado tratando de averiguar, qué le pasaba, pero Krishna no pudo dar una respuesta clara. Empezó de nuevo a gemir y lo embargó un paroxismo de temblores y escalofríos. Él procuraba apretar los dientes y entrelazaba estrechamente las manos para detener los temblores; era el comportamiento exacto de un enfermo de malaria, excepto que Krishna se quejaba de un calor espantoso. Rosalind quiso mantenerlo quieto por un rato, y otra vez volvieron los temblores y los escalofríos como sí tuviera fiebre. Entonces él procuraba apartarla, quejándose de un terrible calor y con los ojos llenos de una extraña inconsciencia. Rosalind quiso sentarse a su lado hasta que volviera a tranquilizarse, mientras le sostenía las manos y lo calmaba como una madre lo hace con su pequeño. Mr. Warrington se sentó en el otro extremo de la habitación, y se dio cuenta, como me lo dijo más tarde, de que algún proceso tenía lugar en el cuerpo de Krishna como resultado de influencias dirigidas desde otros planos fuera del físico. La pobre Rosalind que estaba muy ansiosa al principio, alzaba sus ojos con mirada interrogante, pero Mr. Warrington le aseguró que todo saldría bien. Pero durante la mañana las cosas empeoraron, y cuando vine y me senté al lado de él, volvió a quejarse del terrible calor, y dijo que todos nosotros estábamos muy nerviosos y lo cansábamos; a cada instante se incorporaba bruscamente en la cama y nos rechazaba y de nuevo comenzaba a temblar. Todo esto sucedía mientras él estaba semi-consciente, pues hablaba de Adyar y de la gente de allá como si estuvieran presentes; después descansaba otra vez tranquilo por un rato hasta que el roce de una cortina, o el crujir de una ventana, o el ruido de un lejano arado en el campo lo despertaban de nuevo y entonces se quejaba de la falta de silencio y quietud. Persistentemente, a cada pocos minutos, apartaba a Rosalind de su lado cuando comenzaba a sentir-calor, y luego otra vez deseaba tenerla junto a él.

Yo me senté cerca, aunque no demasiado cerca. Hacíamos cuanto podíamos para mantener la casa quieta y oscura, pero los más ligeros sonidos que uno apenas nota son inevitables; sin embargo, Krishna se había vuelto tan sensible que el más ligero rumor ponía en tensión sus nervios.

Más tarde, cuando vino el almuerzo, se aquietó y pareció ponerse muy bien y estar totalmente consciente; tomó el almuerzo que Rosalind le sirvió, y mientras nosotros terminábamos el nuestro, permaneció tranquilo. Después, a los pocos minutos estaba otra vez gimiendo, y entonces, la pobre criatura, no pudo retener la comida que había ingerido. Esto continuó así toda la tarde: escalofríos, quejidos, agitación, sólo semiconsciente, y todo el tiempo como si estuviera sufriendo. Curiosamente cuando llegó la hora de nuestra comida, aunque él mismo nada comió, se quedó tranquilo y Rosalind pudo dejarlo por el tiempo suficiente para comer ella, y a la hora de acostarse se tranquilizó lo bastante como para dormir toda la noche.

Al día siguiente, sábado, eso se repitió después de su baño, sólo que en una forma más aguda, y él parecía menos consciente que el día interior. Continuó igual durante todo el día, con intervalos regulares para concederle un descanso y permitir a Rosalind tomar sus comidas.

Pero, el domingo fue el día peor, el domingo vimos el glorioso clímax. Durante esos tres días todos nosotros tratamos de mantener nuestras mentes y emociones imperturbables y en paz, y Rosalind pasó los tres días al lado de Krishna, pronta cuando él la necesitaba y dejándolo sólo cuando él así lo quería. Era realmente hermoso verla con él, observa la forma en que podía prodigarle su amor generosamente y de manera en absoluto impersonal. Aun antes de que todo esto sucediera habíamos advertido esta gran característica en ella, y aunque nos preguntábamos si una mujer debería estar cerca en esos momentos, los eventuales sucesos demostraron, sin embargo, que con toda probabilidad ella había sido traída aquí especialmente para ayudar a Krishna y, claro está, también a todos nosotros. Aunque tiene solamente 19 años y sabe poco de Teosofía, desempeñó el papel de una gran madre durante estos tres días.

El domingo, como he dicho, Krishna se veía mucho peor, parecía sufrir enormemente, los temblores y el calor se notaban más intensos y su conciencia se tornó más y más intermitente. Cuando parecía tener el control de su cuerpo, hablaba todo el tiempo de Adyar, de A.B., y de los miembros de la Orden Púrpura en Adyar, y se imaginaba constantemente allá. Entonces decía: “¡Quiero ir a la India! ¿Por qué me han traído aquí? No sé, dónde estoy” y una y otra vez repetía: “No sé dónde estoy”. Si cualquiera se movía en la casa, casi saltaba de la cama, y cada vez que entrábamos en su habitación teníamos que anunciarnos. Sin embargo, a las seis de la tarde, hora de nuestra comida, se aquietó hasta que terminamos. Entonces, repentinamente, toda la casa pareció llenarse de una fuerza terrífica y Krishna, estaba como poseído. No quería a ninguno de nosotros cerca de él y comenzó a quejarse amargamente de la suciedad, la suciedad de la cama, la intolerable suciedad de la casa, la suciedad de todos los que lo rodeábamos, y con una dolorosa voz decía que anhelaba irse a los bosques. Ahora estaba sollozando en voz alta, no nos atrevíamos a tocarlo y no sabíamos qué hacer; había abandonado la cama para sentarse sobre el piso en un rincón oscuro de la habitación, sollozando fuertemente y diciendo que quería irse a los bosques de la India. De repente anunció su intención de salir a dar un paseo solo, pero nos las arreglamos para disuadirle porque no creíamos que estuviera en condiciones apropiadas para paseos nocturnos. Entonces, como expresara su deseo de soledad, lo dejamos y nos reunimos afuera en la galería, donde después de unos minutos se unió a nosotros llevando un cojín en la mano y sentándose tan lejos como pudo. Le fueron concedidas fuerzas y conciencia suficientes para venir afuera; pero una vez allí se desvaneció, y su cuerpo, murmurando incoherencias, fue dejado allí sentado en el vestíbulo.

Formábamos un extraño grupo en la galería: Rosalind y yo sentados en sillas, Mr. Warrington y Mr. Walton, frente a nosotros, sentados en un banco, y Krishna a nuestra derecha, algunas yardas más allá. El sol se había puesto hacía una hora y al frente teníamos los cerros distantes, purpúreos contra el cielo pálido en la muriente luz del crepúsculo; hallábamos poco y se apoderó de nosotros el sentimiento de una inminente culminación; todos nuestros pensamientos y emociones estaban tensos, con la extrañamente pacífica expectativa de algún admirable acontecimiento.

Entonces Mr. Warrington tuvo una inspiración enviada por el cielo. Enfrente de la casa, a unas pocas yardas, se alza un joven pimentero con delicadas hojas de un tierno color verde, ahora cargado de fragantes capullos, y que todo el día constituye un lugar de reunión para abejas, pequeños canarios y brillantes colibríes. Urgió suavemente a Krishna para que fuera a sentarse bajo ese árbol; al principio Krishna no quería, pero luego fue por su propia voluntad.

Ahora nos encontrábamos en una oscuridad iluminada por las estrellas y Krishna estaba sentado bajo un techo de delicadas hojas negras contra el cielo. Todavía murmuraba inconscientemente, pero pronto nos llegó un suspiro de alivio, y nos llamó diciéndonos: “Oh, ¿Por qué no me enviaron aquí antes?” Luego siguió un breve silencio.

Y entonces comenzó a cantar. Nada había pasado por sus labios en casi tres días, su cuerpo estaba completamente exhausto por la intensa tensión, y fue una serena y fatigada voz la que oímos entonando el mantrams que se cantaba todas las noches en la capilla del templo de Adyar. Después el silencio.

Hace tiempo, en Taormina, cuando Krishna contemplaba con ojos meditativos una hermosa pintura de nuestro Señor Gautama en mendicante vestidura, habíamos sentido por un venturoso instante la divina presencia del Gran Ser, que se había dignado enviarnos un pensamiento. Y de nuevo esta noche, mientras Krishna bajo el joven pimentero terminaba su canto de adoración, pensé en el Tathagata (Buddha) bajo el árbol Bo y otra vez sentí invadido el pacífico valle por una ola de aquel esplendor, como si de nuevo Él hubiera enviado una bendición sobre Krishna.

Sentados con los ojos fijos sobre el árbol, nos preguntábamos si todo estaría bien, porque ahora el silencio era completo, y mientras mirábamos, súbitamente vi por un momento una gran Estrella brillando encima del árbol y supe que el Gran Ser estaba preparando el cuerpo de Krishna. Me incliné hacia Mr. Warrington y le hablé de la Estrella.

El lugar parecía estar lleno de una Gran Presencia y se apoderó de mí un intenso anhelo de caer de rodillas y adorar porque supe que el Gran Señor de todos corazones había venido Él mismo; y aunque no lo veíamos, todos sentíamos el esplendor de Su presencia. Entonces los ojos de Rosalind fueron abiertos y ella vio. Su rostro cambió como jamás he visto cambiar rostro alguno, pues ella fue bendecida como para ver con ojos físicos las glorias de esa noche. Su faz estiba transfigurada cuando nos dijo: “¿Lo ven ustedes? ¿Lo ven?”, porque ella veía al divino Bodhisattva, (el Señor Maitreya), y hay millones que aguardan por encarnaciones a fin de captar un destello de Nuestro Señor, pero ella tenía ojos de inocencia y le había servido fielmente. Y nosotros, que no podíamos ver, veíamos los Esplendores de la noche reflejados en su pálido rostro embelesado a la luz de las estrellas. Jamás olvidaré el aspecto de su rostro, porque en esos momentos yo, que no podía ver pero que me sentía glorificado en presencia de Nuestro Señor, sentí que Él se volvía hacia nosotros y decía algunas palabras a Rosalind; su rostro brilló con divino éxtasis al contestar: “¡lo haré, lo haré!” y dijo las palabras como si fueran una promesa echa con esplendente felicidad. Nunca olvidaré su cara mientras la miraba; hasta yo casi fui bendecido con aquella visión. Su rostro mostraba el embeleso de su corazón, pues la parte más recóndita de su ser estaba ardiendo con Su presencia, y sus ojos veían. Y silenciosamente oré porque Él pudiera aceptarme como Su siervo, y los corazones de todos nosotros estaban llenos de esa plegaria. A la distancia oíamos la divina música suavemente tocada, todos la oíamos: aunque los Gandharvas estaban ocultos a nuestra vista [Gandharvas, ángeles cósmicos que producen la música de las esferas].

El esplendor y la gloria de los muchos Seres presentes perduró por casi media hora y Rosalind, temblando y casi sollozando de júbilo, lo vio todo; “Miren, ¿lo ven?”, repetía frecuentemente; o bien, “¿Escuchan la música?”. Entonces pronto oímos los pasos de Krishna y vimos su blanca figura surgiendo desde la oscuridad, y todo bahía terminado. Rosalind gritó: “¡Oh, él viene, vayan a su encuentro, vayan a su encuentro!” y cayó, casi desvanecida, en su silla. Cuando se recuperó ¡Ay! no recordaba nada. Todo se había borrado de su memoria, excepto el sonido de la música que aun vibraba en sus oídos.

Al día siguiente reaparecieron otra vez los temblores y la conciencia semidespierta en Krishna, aunque ahora eso sólo duraba unos pocos minutos y con largos intervalos. Todo el día permaneció bajo el árbol en samadhi(1) y al atardecer, cuando se sentó a meditar como la noche anterior, Rosalind vio nuevamente, tres figuras a su alrededor, las que rápidamente se fueron llevando a Krishna con ellas y dejando su cuerpo bajo el árbol. Desde entonces él se sienta en meditación bajo el árbol todas las tardes.

(1)Palabra sánscrita, usada aquí probablemente como "estado de trance". Una definición sencilla es: "el maravilloso proceso de Samadhi destruye la muerte, conduce a la eterna felicidad y confiere la suprema Bendición de Brahman (Realidad)”.

He descrito lo que vi y oí, pero del efecto que el incidente tuvo sobre nosotros no he hablado porque pienso que tomará tiempo, al menos para mi, el comprender plenamente la gloria que tuvimos el privilegio de presenciar, aunque ahora siento que la vida puede ser vivida de una sola manera, al servicio del Señor.

Sigue el propio relato de Krishna. Fue enviado al mismo tiempo que el de Nitya, pero la última parte fue escrita sólo dos días después de los acontecimientos que se describen

Siempre, desde que dejé Australia, he estado pensando y deliberando acerca del mensaje que el Maestro K.H. me transmitió cuando estuve allá. Naturalmente, yo quería cumplir esas órdenes tan pronto como pudiera y, hasta cierto punto, estaba indeciso acerca del mejor método para lograr los ideales que me fueron propuestos. No creo haber dejado pasar un solo día sin dedicar algún pensamiento a ello, pero me avergüenza decir que todo esto fue hecho de manera fortuita y más bien descuidada. Sin embargo, en el fondo de mi mente, vivía siempre el mensaje del Maestro.

Bueno, desde el 3 de agosto yo meditaba regularmente por cerca de 30 minutos todas las mañanas. He podido, para mi asombro, concentrarme con considerable facilidad, y en unos pocos días empecé a ver claramente dónde había fallado y dónde estaba fallando. De inmediato emprendí conscientemente la tarea de aniquilar las falsas acumulaciones de los años pasados. Con la misma deliberación me le propuesto descubrir las formas y los medios para alcanzar mi designio.

Primero me di cuenta de que debía armonizar todos mis otros cuerpos con el plano búdico [el plano más elevado de conciencia] y para producir esta afortunada combinación tenía que averiguar lo que mi ego quería en el plano búdico. Para armonizar los diversos cuerpos debía mantenerlos vibrando en la misma frecuencia que el búdico, y para esto tenía que descubrir el interés vital del búdico. Con una facilidad que más bien me sorprendió, encontré que el principal interés en ese elevado plano, era servir al Señor Maitreya y a los Maestros. Con esa idea clara en mi mente física, tenía que dirigir y controlar los otros cuerpos para que actuaran y pensaran igual que en el noble plano espiritual. Durante ese periodo de menos de tres semanas, me concentré para mantener todo el día en mi mente la imagen del Señor Maitreya, y no encontré dificultad en hacerlo. Descubrí que me estaba tornando más sosegado y más sereno. Toda perspectiva de la vida había cambiado.

Entonces, el 17 de agosto, sentí un dolor agudo en la base de la nuca y tuve que reducir mi meditación a 15 minutos. El dolor, en vez de mejorar como había esperado, empeoró. El clímax fue alcanzado el día 19. Yo no podía pensar, no era capaz de hacer nada, y fui obligado por mis amigos de aquí a permanecer en cama. Luego quedé, casi inconsciente, aunque me daba cuenta muy bien de lo que estaba sucediendo a mí alrededor. Volvía en mí diariamente cerca del medio día.

El primer día, mientras estaba en ese estado, y más consciente de las cosas que me rodeaban, tuve la primera y más extraordinaria experiencia. Había un hombre reparando la carretera; ese hombre era yo mismo; yo era el pico que él sostenía; la misma piedra que él estaba rompiendo, era parte de mí, la tierna hoja de pasto era mi propio ser y el árbol junto al hombre era yo. Casi podía sentir y pensar como el hombre que reparaba la carretera, podía sentir al viento pasando a través del árbol, y a la pequeña hormiga sobre la hoja de hierba. Los pájaros, el polvo, y el mismo ruido eran parte de mí. Justo en ese momento pasaba un auto a cierta distancia; yo era el conductor, la máquina y las llantas; conforme auto se alejaba yo también me alejaba de mí mismo. Yo estaba en todas las cosas o, más bien, todas las cosas estaban en mí, las inanimadas así como las animadas, las montañas, el gusano, y toda cosa viviente. El día entero permanecí en esta bienaventurada condición. No podía comer nada, y otra vez alrededor de las seis empecé a perder, mi cuerpo físico y, naturalmente, el elemental físico(2) , hizo su gusto; yo estaba semiconsciente.

En la mañana del día siguiente (el 20) ocurrió casi lo mismo que el día anterior y yo no podía tolerar a demasiadas personas en la habitación. Podía sentirlos de una manera más bien curiosa, y sus vibraciones irritaban mis nervios. Esa tarde, casi a la misma hora, las seis, me sentí peor que nunca. No quería a nadie cerca de mí, ni que nadie me tocara. Me sentía extremadamente cansado y débil. Creo que sollozaba de puro agotamiento y falta de control físico. Mi cabeza estaba bastante mal y en la coronilla era como si me clavaran innumerables agujas. Mientras me hallaba en ese estado, sentí que la cama en la cual descansaba, la misma del día anterior, estaba sucia e inmunda más allá de toda imaginación y que no podía permanecer acostado en ella. De súbito me encontré sentado sobre el piso mientras Nitya y Rosalind me pedían que volviera a la cama. Les rogué que no me tocaran y grité, que la cama no estaba limpia. Continué así por algún tiempo hasta que, eventualmente, salí a la galería y me senté por unos momentos exhausto y algo calmado. Empecé a volver en mí y, finalmente, Mr. Warrington me pidió que fuera bajo el pimentero que está cerca de la casa. Allí me senté con las piernas cruzadas en la postura de meditación. Cuando había estado así por algún tiempo, me sentí a mí mismo saliendo de mi cuerpo, y me vi sentado abajo con las tiernas y delicadas hojas del árbol encima de mí. Estaba de cara al Oriente. Frente a mí estaba mi cuerpo y sobre mi cabeza vi la Estrella brillante y clara. Pude entonces sentir las vibraciones del Señor Buddha; contemplé al Señor Maitreya y al Maestro Kuthumi. Era muy dichoso, estaba en calma y en paz. Aún podía ver mi cuerpo, y yo flotaba suspendido cerca de él. Había una calma muy profunda, tanto en el aire como en mí mismo, la calma que existe en el lecho de un lago profundo e insondable. Como el lago, yo sentía que mi cuerpo físico, con su mente y sus emociones podía ser agitado en la superficie, pero que nada, absolutamente nada, podría ya turbar la quietud de mi alma. La presencia de los poderosos Seres permaneció conmigo por algún tiempo y después desaparecieron. Yo era supremamente bienaventurado por haberlos visto. Ya nunca nada podría ser igual. He bebido en las puras y transparentes aguas que manan de la fuente de la vida y mi sed fue aplacada. Nunca más podría estar sediento, nunca más podría hallarme en la total oscuridad. He visto la Luz. He tocado la compasión que cura todo dolor y sufrimiento; ello no es para mí mismo, sino para el mundo. He estado en la cumbre de la montaña y he contemplado fijamente a los poderosos Seres. Nunca puedo ya estar en completa oscuridad; he visto la gloriosa Luz que cura. Me ha sido revelada la fuente de la Verdad y las tinieblas han sido disipadas. El Amor en toda su gloria ha embriagado mi corazón; mi corazón nunca podrá cerrarse. He bebido en la fuente de la Felicidad y de la eterna Belleza. Estoy embriagado de Dios.

(2) La parte del cuerpo que controla sus acciones puramente físicas e instintivas cuando la conciencia más elevada se retrae. Esa parte está en un plano interior de evolución y necesita de guía.

Mr. Warrington también escribió un relato de la experiencia. Afirmó que había leído los relatos de Krishna y de Nitya y que podía responder por su verdad. Añadió solamente un detalle de interés; que él sabía que la cama estaba limpia porque él mismo había ayudado a tenderla con “ropa de lino recientemente tomada del armario esa misma tarde”.

El 2 de septiembre, Krishna escribía unas cartas a Mrs. Besant, a Leadbeater y a Lady Emily. A Leadbeater le decía:

Envié a usted hace algún tiempo un cable pidiéndole confirmara mis impresiones de que Lady Emily fue aceptada en la noche del 12 de agosto. Desde entonces no he tenido respuesta, por lo que presumo que ello no ha ocurrido. Lo lamento. Le envío fotografías de Helen Knothe y de Rosalind Williams. Conversamos acerca de Helen cuando estuve en Australia y estoy seguro de que ella va a trabajar para los Maestros; además, usted dijo una vez que ella era Piet Meuleman(3) . Por favor, escríbame acerca de ella, porque me interesa muchísimo. (¡¡¡Estuve casi enamorado de ella cuando la vi en Holanda!!!).

Miss Williams tiene 19 años, es una joven americana muy agradable y en la noche del 21 de agosto, tuve la impresión de que ella había entrado en el Sendero Probatorio. Por favor, dígame si es así.

Nitya está escribiendo, con algunos detalles, acerca de la experiencia extraordinaria que viví en la noche del 20 de agosto y de la manera en que los dos días anteriores me fueron conduciendo a ella. Le mando una copia a usted y otras dos a Mrs. Besant y a Raja. Como ustedes bien lo saben, en muchos años no he sido lo que suele llamarse “feliz”; todo aquello a lo que me acercaba me producía descontento. Mi condición mental, como usted sabe, querido hermano mío, ha sido deplorable. No sabía lo que quería hacer ni me importaba mucho hacer cosa alguna; todo me aburría en muy poco tiempo y, de hecho, no me encontraba a mí mismo. Por lo que Nitya les ha escrito y por lo que yo he añadido a ello, usted verá que he cambiado considerablemente con relación a lo que era en Australia. Naturalmente, he estado pensando clara y deliberadamente acerca del mensaje que el Maestro K.H. me comunicó mientras estuve en Australia. He empezado a meditar regularmente todas las mañanas por cerca de media hora. Después de algunos días de meditación, empecé a ver claramente dónde había fallado y dónde estaba fallando y, usted me conoce bien desde hace mucho, empecé consciente y deliberadamente a destruir las erróneas acumulaciones de los años transcurridos desde que tuve la desgracia de separarme de usted. Aquí permítame confesar con vergüenza que mis sentimientos hacia usted no eran lo que deberían haber sido. Ahora son por completo diferentes, pienso que lo amo y lo respeto como poquísimas personas pueden hacerlo. Mi amor por usted cuando nos conocimos por primera vez en Adyar, ha vuelto, trayendo consigo aquel amor del pasado. Por favor, no piense que estoy escribiendo meras trivialidades y frases gastadas. No es así, y usted, mi muy querido hermano, me conoce, en realidad, mejor de lo que yo mismo me conozco. Deseo con todo mi corazón poder verlo ahora.

Después del 20 de agosto, sé lo que quiero hacer y lo que tengo ante mí: nada que no sea servir a los Maestros y al Señor. Desde esa fecha me he vuelto mucho más sensitivo y un poco clarividente, por lo que vi a usted y a la Presidenta la otra noche, mientras estaba sentado a la luz de la luna. Tal cosa no me había ocurrido en más de siete años. De hecho, durante los últimos siete años he estado espiritualmente ciego, he vivido en un calabozo sin luz, sin aire fresco. Ahora siento que estoy a la luz del sol, y que tengo la energía de muchos, no física sino mental y emocional. Me siento otra vez en contacto con el Señor Maitreya y el Maestro, y no hay otra cosa para mí que no sea servirlos a Ellos. Mi vida entera está ahora, en el plano físico, conscientemente consagrada al trabajo, y no me parece probable que cambie.

Por favor, dígame, sin reserva alguna, qué piensa usted de todo lo que he escrito y sentido.

(3) "La Sra. Petronella Catharina Meuleman - Van Ginkel (1841-1902). Fundó la S.T. en Holanda en 1891. Helen nació en 1904

Su carta a Mrs. Besant fue más o menos una repetición de ésta. A Lady Emily le expresó sus sentimientos más íntimamente:

No le he escrito una larga carta desde hace más de dos semanas; lo siento, pero no pude remediarlo como verá usted conforme me vaya explicando. He estado enfermo y por lo que le he escrito a Miss Dodge habrá podido usted ver que no ha sido exactamente una enfermedad. Pienso que he tenido la buena fortuna de volver a entrar en la conciencia del Maestro y a mi antiguo contacto con el Señor Maitreya. He enviado mi relato por escrito a Miss Dodge, en primer lugar porque no podíamos disponer de muchas copias aquí, y también quise enviárselo a ella porque no se encuentra bien y quizás esto podría animarla y ayudarla. Sabía que a usted no le importaría que yo le hiciera este envío a ella y espero que sea así. Voy a escribirle para que ella finalmente le entregue la carta a usted. Creo que sería mejor que uno de ustedes leyera este informe cuando todos estén reunidos, y escribiré a Miss Dodge a tal efecto. Por ello verá usted que yo he “cambiado” y que soy feliz más allá de toda felicidad humana. Siento y vivo en estado de exaltación; no la exaltación del orgullo. Nitya y Mr. Warrington han escrito también, y yo he escrito lo mío sin ayuda. Especialmente la parte final fue escrita dos días después del acontecimiento y cuando aún estaba sumergido en el espíritu de exaltación y adoración. Y todavía me siento igual cuando pienso acerca de ello. Todo lo que he escrito es absolutamente genuino y profundo. Jamás podré ya ser el mismo. Nunca voy a dejar de amarla, madre querida, pero mi actitud hacia la vida ha cambiado; no existe para mí nada más que el trabajo. Ciertamente, tengo más energía mental y emocional, aunque todavía no energía física, pero ésta vendrá. Me siento como si estuviera sentado en adoración sobre la cumbre de una montaña, con el Señor Maitreya cerca de mí. Siento como si caminara en aire delicado y perfumado. El horizonte de mi vida es claro, y los contornos son bellos y precisos.

Así, madre, usted ve que he cambiado y, con ese cambio en mí, voy a cambiar las vidas de mis amigos. Quiero que ellos escalen la misma montaña y contemplen desde allí la gloria de los grandes Seres... Deseo que usted esté allí conmigo... Voy a, ayudar a todo el mundo a subir unos pocos pies más arriba de donde ahora se encuentra y, madre, usted debe ayudarme, y para ayudar, tiene usted que haber ascendido de modo que pueda guiar a las gentes a lo largo del Sendero. Usted debe cambiar, cambiar con deliberación y con un firme propósito... Espero que no piense que le estoy predicando, pero desde que he cambiado, y ahora que considero haberme encontrado a mí mismo, deseo ayudarle a realizar su propio Yo y a engrandecerse. Debe usted hacerlo, porque no hay otra cosa en el mundo más que recorrer el glorioso y sagrado Sendero y, madre querida, yo la ayudaré. Nada más hay que hacer sino volverse como Ellos, en todas las cosas, seguirlos y servirlos sirviendo al mundo. No sabe usted cómo he cambiado. Toda mi naturaleza interna está llena de energía y pensamiento, y estoy seguro de que, decididamente, mi ego se ha derrumbado. Me he vuelto un poco clarividente.

¿Querrá usted, cuando finalmente tenga el relato de mi experiencia que Nitya, Mr. Warrington, y yo hemos manuscrito, mandar a hacer cuatro copias?... No quiero que haya habladurías al respecto y, además, muy pocas personas deben conocerlo. Tenga cuidado sobre quién va a mecanografiarlo. ¿Puede pensar en alguien de absoluta confianza? Quiero que usted lo envíe marcándolo: “Absolutamente Privado”. “Por favor, no mostrarlo a nadie”, ¿a Cordes, Ruspoli, Madame Blech, o Miss Dijkgraaf? Espero que no tenga inconveniente en escoger a alguien realmente confiable; por favor, sea cuidadosa. Lo dejo a su juicio.

En una, carta posterior dijo a Lady Emily que él no le mandaba una copia a Helen pues no creía que lo entendiera todo, pero como ella iba a estar en Holanda, la señorita Dijkgraaf podría, leérsela.

Lady Emily pidió a Rajagopal que copiara el manuscrito, y al enviar una copia a Ruspoli, le escribió:

Espero que la lectura de esto lo haga tan dichoso como a mí. Conociendo a K. y su honestidad absoluta, esto es de lo más sorprendente... Ya que usted y yo sabemos lo desdichado que ha sido K., ¿no es maravilloso pensar que él es feliz y está en paz, habiéndose encontrado a sí mismo? Ciertamente que esto ha cambiado todo el curso de mi vida y espero que también pueda hacerlo con la suya.

Nitya también sintió que su vida había, cambiado, como se lo escribió a Leadbeater el 1º de septiembre: “Temo no haber ayudado a Krishna como debía haberlo hecho, probablemente he sido un obstáculo, pero le ayudaré todo lo que pueda de aquí en adelante... Si usted puede indicarme alguna manera en que pueda ayudar a Krishna, por favor, recuerde que le estaré muy agradecido”. Y a Mrs. Besant, Nitya le escribió, “El mundo entero ha cambiado tanto para mí desde que ocurrieron esas cosas, que me siento como una burbuja que de pronto se ha vuelto sólida, y la vida se ha tornado sencilla, gracias a Dios. Siento como si antes nunca hubiera vivido realmente, y ahora ya no podría vivir de otro modo que al Servicio del Señor”.

Leadbeater no tenía duda de que la experiencia de Krishna había sido el paso a la tercera Iniciación; sin embargo, estaba confundido, como lo demuestra esta carta a Mrs. Besant del 21 de octubre:

Para esta fecha usted hará recibido copia de los relatos escritos por Krishna y Nitya sobre la maravillosa experiencia que le ocurrió al primero. Eso fue, desde luego, maravilloso y bello, aunque desearía que no hubiese estado acompañado por tanta enfermedad y sufrimiento físico. Mucho me gustaría oír su comentario acerca de todo esto. Nosotros mismos hemos pasado por experiencias muy similares, excepto que, en mi propio caso al menos, nunca han habido ninguno de esos terribles síntomas físicos, y el cuerpo quedaba, por lo general, descansando pacíficamente en una condición de trance, o bien plenamente despierto y tomando parte en lo que estaba sucediendo, pero sin ningún dolor o enfermedad.

Cosa extraña, no fue sino, hasta el mes siguiente que Leadbeater escribió a Krishna mismo. ¿Acaso esperaba escuchar comentarios de Mrs. Besant antes, de contestar? El 14 de noviembre escribió desde una casa llamada The Manor, en Mosman, un suburbio de Sydney, donde ahora residía:

Mí querido Krishna:

Te felicito con todo mi corazón. El paso que has dado es de extrema importancia, y trae la certeza (¡hasta donde los simples seres humanos pueden alguna vez estar seguros de algo!) de que darás también el próximo paso antes de que pasen muchos años. Comprendo toda la felicidad que sientes, la certidumbre, el maravilloso acrecentamiento de amor y energía. Porque tanto ella como yo hemos pasado por todo esto, aunque yo no sufrí físicamente casi nada de lo mucho que tú pareces haber sufrido. Creo que ella sí sufrió pero ha hablado muy poco acerca de ello. Comparado con la forma en que el progreso tiene lugar con la mayoría de los discípulos, las cosas se han movido con maravillosa rapidez desde aquel día, hace ya casi catorce años, cuando en Adyar nos encontramos por primera vez en esta encarnación. Y yo estoy muy, muy agradecido de que hayamos llegado hasta este punto del camino sin ningún contratiempo serio, pues en una ocasión sentí un poco de ansiedad aun cuando sabía que todo terminaría bien. Tú debes ser absolutamente firme e inconmovible ahora; sin embargo, toda tradición oculta nos advierte que todavía hay peligros y tentaciones hasta el mismo umbral de la Divinidad. ¡Pueda el Señor (Maitreya) concedernos permanecer siempre fieles a Él, y olvidarnos completamente de nosotros mismos por amor a Él!

Para Rosalind Williams fue la más maravillosa e inigualable oportunidad estar contigo y poder servirte en esa tan importante ocasión; no debe sorprendernos que, como resultado, haya entrado enseguida en el Sendero Probatorio. ¡Pueda su progreso ser digno de este maravilloso y sublime principio! Estás en lo correcto al suponer que Lady Emily fue aceptada. Helen Knothe era una niñita cuando yo la vi; no sé mucho acerca de ella ahora, aunque la admiré grandemente como Piet Meuleman...

¿Cuál será tu próximo paso? ¿Estabas pensando venir aquí de nuevo? Nos sentiríamos todos más que encantados de verte, e indudablemente podrías hacer mucho bien, pero por supuesto, ¡eso es igualmente cierto para cualquier otro país del mundo! Todo mi amor a Nitya y a ti, y cariñosos recuerdos a Mr. Warrington.
Con todo mi afecto,
C.W. Leadbeater.

Casi un mes antes de recibir Krishna esta carta, supo por Mrs. Besant que él había aprobado la tercera Iniciación, pero por ese entonces estaba pasando por un extraño y agudo proceso que habría de continuar, a intervalos, por años.


KRISHNAMURTI
Los Años del Despertar
MARY LUTYENS
EDITORIAL ORIÓN
M É X I C 0
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