sábado, 10 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Pimentero.

 Año 1986.

En la mañana siguiente, el 1º de febrero, Pupul, Radhi y yo vamos a ver a Krishnaji a Pine Cottage. Está acostado, y aunque nos saluda individualmente a cada uno, apenas nos reconoce. Su capacidad de atención es de varios segundos. Cierra los ojos después de cada saludo. Me retiro en un estado de shock profundo. ¿Era éste el hombre con el cual yo había caminado en Adyar tres semanas antes?

Al día siguiente está mucho mejor y puede hablar por varios minutos con muchos de sus amigos cercanos. Mary Lutyens, la hija del arquitecto de Nueva Delhi, y otros miembros del Fideicomiso Inglés (English Trust) han llegado y todos juntos almorzamos cada día en Arya Vihara, a varios cientos de yardas de Pine Cottage.

Y así pasan los días. Algunos lo ven, algunos no. Algunos se marchan, otros se quedan. El habla con algunos y está en silencio con otros.

El me pregunta: “¿En qué está usted anclado, señor?”

Luego de una pausa de varios momentos, le contesto: “En usted, señor”.

“Yo ya no estoy”, me contesta.

Los doctores no pueden decir cuánto tiempo vivirá el cuerpo. Es impredecible, puede ser varias semanas o varios días. No varios meses.

Una tarde pide que lo lleven afuera de la cabaña. Lo cargan afuera y se sienta silenciosamente bajo el pimentero donde tuvo su primera experiencia de iluminación en 1922. Pide que lo dejen solo.

Luego dice: “Llévenme un poco más allá para que pueda ver las lomas”. Hacen esto. Otra vez pide que lo dejen solo. Hay huertos de naranjas alrededor, con muchas naranjas y la fragancia de sus flores blancas.

Inclina su cabeza lentamente al cielo y a las lomas.


SALVADOR SENDRA
IMPACTO DE KRISHNAMURTI
RESPUESTAS DE ESPAÑA, PORTUGAL E IBEROAMÉRICA
EDITORIAL ORIÓN
MEXICO
1987

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