sábado, 10 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Pimentero.

 Año 1922.

Empezó una noche cuando a Krishnamurti le salió un bulto doloroso en el centro de la nuca. A la mañana siguiente le encontraron agitándose y quejándose en la cama como si tuviera grandes dolores. Rosalind lo sujetaba durante un rato, lo que le calmaba, pero, de pronto, la alejaba quejándose de un calor terrible. Continuó así todo el día, con breves periodos de calma y lucidez. No podía ingerir alimentos. Después de una noche bastante tranquila continuó en el mismo estado de una manera más aguda a lo largo de todo el día siguiente, que era sábado. El domingo estaba aún peor, sin controlar los temblores que sacudían su cuerpo, recobrando el sentido sólo intermitente y brevemente, hablando continuamente con gente que no estaba allí, y con reacciones de hipersensibilidad a los más ligeros sonidos.

Su estado alcanzó el climax la tarde del domingo. Justo cuando los otros acababan de terminar de cenar, escribió Nitya: «De pronto, toda la casa pareció llenarse de una fuerza terrible y Krishna estaba como poseso.» Sollozaba en voz alta, no quería que nadie se le acercara y se quejaba vehementemente de que todo estaba sucio. Ante su insistencia, los otros abandonaron la habitación y salieron a la galería, donde pronto se les unió, pero se sentó todo lo lejos posible sobre un cojín en el suelo, murmurando de manera incoherente. Luego, animado por una sugerencia de Warrington, se sentó bajo un pimentero enfrente de la casa, y allí, al rato, comenzó a cantar un manirá. La escena le recordó a Nitya la historia de la iluminación de Buda bajo el árbol Bo. Los tres testigos sintieron intensamente que en aquellos momentos Krishnamurti fue visitado por una presencia. Nitya escribió:

El lugar parecía lleno de una gran presencia, y sentí un deseo vehemente de caer de rodillas y rendir adoración, porque supe que había venido el Gran Señor de todos los corazones en persona.

Rosalind, aunque no tenía una educación teosófica, habló de haber visto realmente al Señor Maitreya, acompañado de otros seres radiantes: una visión que duró alrededor de media hora, tras la cual se desmayó. Krishnamurti permaneció bajo el pimentero toda la noche y el día siguiente. La noche de aquel día Rosalind vio aparecer tres figuras que se lo llevaron, dejando su cuerpo físico bajo el árbol.

Así es el relato de Nitya, y el que hizo Krishnamurti de la experiencia de aquellos tres días narra la misma secuencia de hechos, y culmina con un himno de triunfo celebrando la experiencia visionaria que tuvo sentado bajo el pimentero:

Cuando llevaba así sentado algún tiempo, sentí cómo abandonaba el cuerpo, me vi sentado con las delicadas y tiernas hojas del árbol sobre mí. Miraba hacia el este. Enfrente de mí estaba mi cuerpo y sobre mi cabeza vi la Estrella, brillante y diáfana. Luego sentí las vibraciones del Señor Buda; vi al Señor Maitreya y al maestro K. H. [Kuthumi]. Me sentía tan feliz, tranquilo y en paz... La presencia de los poderosos seres permaneció conmigo algún tiempo y después se fueron. Era supremamente feliz, porque había visto. Nada podría ser igual nunca. Había bebido de las claras y puras aguas en el origen de la fuente de la vida y mi sed fue aplacada. Nunca más estaría sediento, nunca más me encontraría en total oscuridad; he visto la luz gloriosa y curativa. Me ha sido revelada la fuente de la verdad y la oscuridad ha desaparecido. El amor en toda su gloria ha embriagado mi corazón; mi corazón no se podrá cerrar nunca. He bebido en la fuente de la Alegría y la Belleza. Estoy embriagado de Dios.


KRISHNAMURTI
El hombre, el misterio y el mensaje
Ediciones Temas de Hoy

 

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