viernes, 2 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y El Diario de Krishnamurti.

 Año 1961

Mrs. Bindley también pudo advertir los «misteriosos ataques» cuando K se alojó con ella por unos pocos días antes de abandonar Londres. Lo que ellos experimentaban, desde luego, era algo perteneciente al «proceso». El día 14 de junio, K emprendió vuelo desde Heathrow, interrumpiendo su viaje en Nueva York donde, como era habitual, se hospedó con los Pinter antes de volar a Los Ángeles. El día antes de su partida desde Londres, Doris Pratt escribía a la «Signora Vanda», como K la llamaba: «Creo que él ha estado temiendo su viaje y la ocasión de su visita a Ojai, pero deduzco que allá hay algo que habrá de afrontarse. Él aprecia tremendamente todo lo que usted hace por él y no puede cesar de referirse a su generosidad y apoyo. Realmente pienso que él estaría totalmente perdido en Europa si usted no hubiera intervenido para ayudarle a él y a su trabajo». K había dicho que podría regresar muy pronto.

Fue un hecho bastante extraño que el 18 de junio, un día antes de emprender vuelo hacia Los Ángeles desde Nueva York, K comenzara súbitamente a escribir una crónica extraordinaria de sus estados interiores de conciencia. Escrito claramente en lápiz, casi sin ninguna borradura, en cuadernos comunes de ejercicios, K llevó este diario por siete meses24. Nunca había llevado antes un registro semejante, y no recuerda qué fue si es que hubo algo lo que le impulsó a comenzarlo. De ello uno puede entresacar algo de lo que debe sentirse cuando se está dentro de la conciencia de este ser extraordinario. Es probablemente lo más cerca de él que uno podrá estar jamás. Las notas comienzan abruptamente: «Al anochecer estaba ahí, llenando la sala, un gran sentido de belleza, poder y dulzura. Otros lo advirtieron».

La «inmensidad», «lo sagrado», la «bendición», «lo otro», la «vastedad» eran todos nombres con los que se refería a lo largo de todo el diario al misterioso «aquello» que súbitamente estaba ahí, llenando la sala que no podía buscarse pero que llegaba a él todos los días con tanta fuerza que a veces otros lo advertían . Él escribió esto en la misma época del «proceso» que formaba parte y al mismo tiempo estaba separado de «aquello». El «proceso» era un dolor intenso en la cabeza y la espina dorsal.

El 19 de junio escribió: «Toda la noche estuvo ahí siempre que despertaba. La cabeza dolía mientras nos dirigíamos a tomar el avión [para volar a Los Ángeles]. La purificación del cerebro es necesaria. Sólo cuando el cerebro se ha limpiado de su condicionamiento, de su codicia, su envidia, su ambición, sólo entonces puede comprender aquello que es total. Esta totalidad es amor». Y el día 21, en Ojai:

Al despertar alrededor de las dos, había una presión peculiar y el dolor era más agudo, estaba más en el centro de la cabeza. Persistió por más de una hora, y uno despertó varias veces por la intensidad de la presión. Cada vez el éxtasis se expandía más y más; este júbilo continuó. La presión comenzó súbitamente otra vez mientras uno esperaba sentado en el sillón del dentista...

Y el día 22:

La fuerza y belleza de una tierna hoja radica en su vulnerabilidad a la destrucción. Como una brizna de hierba que brota a través del pavimento, ella tiene el poder que le permite enfrentarse a la muerte fortuita.

Y el día 30: «Ayer en la tarde eso estuvo bastante mal, fue casi intolerable... Caminando, rodeado por estas violáceas y desnudas montañas rocosas, súbitamente adivino la soledad; tenía una inmensa, insondable riqueza; poseía esa belleza que está más allá del pensamiento y del sentimiento». Aunque K permaneció diecinueve días en Ojai y escribió todos los días, en su cuaderno de notas no registra nada de lo que hizo allá; sólo menciona su visita al dentista y este paseo. El 7 de julio escribió: «Varias veces uno despertó gritando. Otra vez estaba ahí esa intensa quietud del cerebro y una sensación de vastedad. Había habido presión y tirantez. El éxito es brutalidad. El éxito en todas sus formas, en la política y en la religión, en el arte y en los negocios. Tener éxito implica crueldad». Y el último día en Ojai, el 8: «Algunas veces, antes de dormir o justo en el instante en que uno se abandonaba al sueño, hubo gritos y queridos. El cuerpo está demasiado alterado a causa del viaje, ya que uno parte esta noche para Londres». Puesto que se encontraba solo en su cabaña, sus gritos y queridos no habrían de oírse. Rosalind estaba todavía en Arya Vihara, donde K le había dicho que podría quedarse de por vida. Ella era ahora independiente, porque Robert Logan al morir (su esposa había muerto antes que él) le había dejado a Rosalind dinero y una propiedad. Desde que se inauguró la Escuela del Valle Feliz el interés principal de Rosalind se concentró en la misma. Rajagopal se había trasladado a una casa ubicada en el extremo occidental del valle, no lejos de El Robledal, donde él también tenía sus oficinas.

Todavía en el avión (él estaba en vuelo directo a Londres) K anotaba:

...en medio de todo el ruido, el fumar y las conversaciones en alta voz, de lo más inesperadamente comenzó a presentarse la sensación de inmensidad y esa extraordinaria bendición experimentada en il L., [Il Leccio], ese inminente sentimiento de lo sagrado. El cuerpo estaba nerviosamente tenso a causa del apiñamiento, el ruido, etc., pero a pesar de todo eso, «aquello» estaba ahí. La presión y la tirantez eran intensas y había un agudo dolor en la parte posterior de la cabeza... Todo el cuerpo estaba enteramente en ello, y el sentimiento de lo sagrado era tan intenso que un gemido escapó del cuerpo, y había pasajeros sentados en los asientos contiguos. Eso continuó por varias horas hasta tarde en la noche. Era como si uno estuviese mirando no con los ojos solamente, sino con un millar de siglos; era un suceso enteramente extraño. El cerebro estaba por completo vacío, había cesado todo tipo de reacción; durante todas esas horas uno no era consciente de esta vacuidad, sino que ella se torna en algo conocido solamente al escribir; pero este conocimiento es sólo descriptivo y no real. Que el cerebro pueda vaciarse a sí mismo es un raro fenómeno. En cuanto los ojos se cerraban, el cuerpo, el cerebro parecía sumergirse en insondables profundidades, en estados de increíble sensibilidad y belleza.

K permaneció en Londres con Mrs. Bindley por tres días antes de emprender vuelo para encontrarse con Vanda Scaravelli en Ginebra y luego continuar a Gstaad, donde ella había alquilado para el verano una casa grande amueblada, el Chalet Tanneg, que más tarde habría de alquilar para él todos los veranos. Se habían hecho arreglos para una pequeña reunión en el Landhaus, situado en el pueblo vecino de Saanen. Doris Pratt, que se había encontrado con K en Heathrow, relató a la Signora que ella lo había visto «absolutamente exhausto» y que él le había dicho: «Usted no sabe lo que es tener a alguien como la Signora Vanda a quien poder acudir. Nunca he sido tratado tan maravillosamente hasta ahora. Ella es tan bondadosa». Doris continuaba:

Yo no creo que él lo haya pasado nada bien en Ojai. Él no quería que se tejieran chismes acerca de todo eso, pero dijo que contestaría cualquier pregunta que yo quisiera formularle. De modo que le pregunté si Rajagopal había cambiado su reciente actitud destructiva, y él contestó: «No». Pregunté si Rajagopal va a continuar con el trabajo, y él contestó: «Sí». Dije que suponía que iba a ser en una forma limitada, únicamente en relación con las publicaciones, y él dijo: «Sí». Agregó: «Estoy escribiéndole una carta».

K le pidió a Doris que no le enviara más información a Rajagopal sobre el dinero que se gastaba a su favor. Sus gastos en Londres durante mayo y junio, incluida la renta de la casa de Wimbledon y el alquiler del Town Hall, ascendían a 477 libras, mientras que las donaciones sumaban 650 libras en el mismo período.

K escribió a Rajagopal pidiéndole nuevamente informes sobre la situación financiera de la KWINC e insistiendo en que su carta debía mostrarse a los demás síndicos; decía que tenía tanta responsabilidad por la Sociedad como podía tenerla Rajagopal, y reiteraba que deseaba su reincorporación a la junta. No recibió respuesta a esta carta, aunque algún tiempo después, mientras él estaba en la India, Rajagopal le envió una hoja de Balance que él, por supuesto, no podía entender.

En esta primera asamblea realizada en Saanen entre el 25 de julio y el 13 de agosto hubo nueve reuniones. El Landhaus, que tenía capacidad para cerca de trescientas cincuenta personas, se llenaba en cada reunión, y estaban representadas diecinueve nacionalidades diferentes. K había permanecido alrededor de dos semanas en el Chalet Tanneg antes de que dieran comienzo las reuniones. El día posterior a su arribo, julio 13, escribió en su cuaderno de notas: «Aquí el cuerpo se halla completamente relajado y en descanso. La noche anterior, después del largo y bello paseo en automóvil a través de la región montañosa, al entrar en la habitación, esa extraña bendición sagrada estaba ahí. La otra persona [la Signora] también la sintió». Y al día siguiente: «La noche pasada, ese sentimiento sagrado llenó la habitación... la urgencia por repetir una experiencia, no importa lo placentera, bella o provechosa que haya sido, es el terreno donde crece el dolor». Cuatro días más tarde, Vanda Scaravelli tuvo su primera experiencia del «proceso» de K, que ella registró así:

Estábamos conversando después del almuerzo. En la casa no había nadie. Súbitamente K experimentó un desfallecimiento. Lo que sucedió entonces es imposible de describir, no hay palabras que puedan aproximarse a ello; pero también es algo demasiado serio, demasiado extraordinario, demasiado importante para que se mantenga a oscuras, sepultado en el silencio o sin mencionarse. En el rostro de K hubo un cambio. Sus ojos se volvieron más grandes, más anchos y más profundos, y tenía un aspecto tremendo, más allá de cualquier estado posible. Era como si hubiera una presencia poderosa que perteneciera a otra dimensión. Había un sentimiento inexplicable de vacío y plenitud al mismo tiempo.

K, evidentemente, se había «salido» de sí, porque Vanda anotó las advertencias hechas por el ser que quedó atrás: «“No me dejes hasta que él regrese. Él debe quererte si deja que me toques, porque en esto es muy particular. No dejes que nadie se acerque hasta que él vuelva”». Vanda agregaba luego: «No podía entender en absoluto lo que estaba ocurriendo y me sentía estupefacta».

Al día siguiente, el 19, y a la misma hora, K «se salió» de sí nuevamente, y otras vez Vanda anotó lo que «el cuerpo» decía mientras él estaba «fuera»: «“Me siento muy extraño. ¿Dónde estoy? No me dejes. ¿Puedes, por favor, quedarte conmigo hasta que él vuelva? ¿Estás cómoda? Toma una silla. ¿Lo conoces bien? ¿Lo cuidarás?” Todavía no puedo comprender lo que está ocurriendo, es todo demasiado inesperado, demasiado incomprensible. Cuando K recobró la conciencia me pidió que le dijera lo que había sucedido, y por eso escribí estas notas en un intento de transmitir alguna pálida idea de lo que he visto y sentido».

Vanda ya había tenido una experiencia de esos desvanecimientos de K. La primera vez sucedió cuando ella lo llevaba en auto a Gstaad, el 12 de julio. Sin previo aviso él se dejó caer en su asiento derrumbándose como una pieza de paño. K le dijo más tarde que jamás se desmayaba a menos que hubiera alguien presente. Otra vez, mientras estaban paseando en Gstaad, él cayó hacia atrás como un árbol talado; afortunadamente ella iba detrás y K fue a parar entre sus brazos. Extrañamente, ella no se alarmó ni se preocupó por su desmayo, aun cuando éste pudo haber sido peligroso. Después de unos pocos momentos, él habría de recobrarse por completo. Le dijo que después de desmayarse siempre se sentía mejor.

El 20 de julio K escribía en su cuaderno de notas:

El proceso fue particularmente intenso ayer por la tarde. Esperando en el automóvil, uno se hallaba tan abstraído que casi no advertía lo que estaba sucediendo alrededor. Más tarde la intensidad aumentó y fue casi insoportable, al punto que uno se vio forzado a acostarse. Afortunadamente había alguien en el cuarto [Vanda].

El cuarto se llenó con esa bendición. Lo que siguió entonces es casi imposible de registrar en palabras; las palabras son cosas tan muertas, con un significado tan definitivamente establecido, y lo que ocurrió estaba más allá de todas las palabras y no puede ser descrito. Ello era el centro de toda creación; era una purificadora seriedad que limpiaba el cerebro de todo pensamiento y sentimiento; esa seriedad era como un relámpago que destruye y quema; su profundidad no tenía medida, ahí estaba inmutable, impenetrable, una solidez que era tan leve como los cielos. Estaba en los ojos, en la respiración. Estaba en los ojos y los ojos podían ver Los ojos que veían, que miraban, eran totalmente diferentes de los ojos orgánicos y, sin embargo, eran los mismos ojos. Sólo existía el ver, los ojos que veían más allá del tiempo espacio. Había una impenetrable dignidad y una paz que era la esencia de todo movimiento, de toda acción. Ninguna virtud la alcanzaba porque estaba más allá de toda virtud y de todas las sanciones humanas. Era el amor, el amor que es totalmente perecedero y que por eso tiene la delicadeza de todo lo que es nuevo, vulnerable, destructible; no obstante, aquello estaba más allá de todo esto. Ahí estaba, imperecedero, innominable, lo desconocido. Ningún pensamiento podría jamás tocarlo. Era «puro», incontaminado, y así siempre bello, como la muerte.

Todo esto pareció afectar el cerebro. Éste no era como había sido antes. (El pensamiento es algo tan trivial, necesario pero trivial). A causa de ello la relación parece haber cambiado. Tal como una terrible tormenta, como un destructivo terremoto da un curso nuevo a los ríos, cambia el paisaje y cava profundamente la tierra, así ello ha arrasado los contornos del pensamiento, ha cambiado la forma del corazón.

El 27 de julio, Aldous Huxley y su segunda esposa, Laura Archera (su primera mujer había muerto de cáncer en 1955), arribaron a Gstaad y se alojaron en el Hotel Palace por diez días. Fueron varias veces a oír hablar a K:

...entre las cosas más impresionantes que yo haya escuchado jamás [escribió Huxley]. Era como escuchar un discurso del Buda tal poder, tal autoridad intrínseca, tan inflexible rechazo a permitir al homme moyen sensuel (al hombre medio voluptuoso) cualquier tipo de escapes, sustitutos, gurús, salvadores, führers (líderes), iglesias . «Yo les muestro el dolor y la terminación del dolor» ­y si ustedes no se deciden a satisfacer las condiciones para terminar con el dolor, estén preparados, cualesquiera sean los gurús, iglesias, etc­. en que puedan creer, para la indefinida continuación del dolor25.

Huxley escribía, evidentemente, acerca de la sexta plática, el 6 de agosto, donde K trató el tema del dolor. «El tiempo no termina con el dolor había dicho en el curso de la misma . Podemos olvidar un sufrimiento particular, pero el dolor está siempre ahí, bien en lo profundo. Y yo pienso que es posible terminar por completo con el dolor, no mañana, no con el transcurso del tiempo, sino que podemos ver la realidad en el presente e ir más allá».

En la primera plática del 25 de julio, había hablado con una autoridad extraordinariamente severa:

Lo que nos interesa es que la mente se haga añicos a fin de que algo nuevo pueda ocurrir. Y eso es lo que vamos a discutir en todas estas reuniones; cómo producir una revolución en la mente. Tiene que haber una revolución; tiene que haber una destrucción total de todos los ayeres; de lo contrario, no podremos enfrentarnos a lo nuevo. Y la vida siempre es nueva, como el amor. El amor no tiene ayer ni mañana, es siempre nuevo... De modo que si están dispuestos, si también es ése el propósito de ustedes, entraremos en la cuestión de cómo transformar la lerda, cansada, asustada mente, esta mente surcada por el dolor, esta mente que ha conocido tantas luchas, tanta desesperación, tantos placeres, que ha llegado a ser tan vieja y que nunca ha sabido lo que es ser joven. Si quieren, investigaremos eso. Al menos, yo voy a investigarlo, lo quieran o no. La puerta está abierta y son ustedes libres de venir y de irse. Este no es un auditorio cautivo; de modo que si ello no les gusta, es mejor que no lo escuchen. Porque lo que escuchan sin desear escucharlo, se convierte para ustedes en desesperación, en veneno. Así que desde el principio mismo ya saben ustedes cuál es la intención de quien les habla: que no vamos a dejar piedra por mover, que exploraremos todos los rincones secretos de la mente, que los pondremos al descubierto y destruiremos el contenido de los mismos; y que gracias a esa destrucción se creará algo nuevo, algo por completo distinto de cualquier creación de la mente.

Después de la última plática el 13 de agosto, K escribió en su cuaderno: «Al despertar esta mañana, de nuevo estaba ahí esa impenetrable fuerza cuyo poder es bendición... Allí estaba durante la plática, intangible y pura». Esta plática, cuando se lee impresa, no tiene el poder de las otras. Algunas personas han sentido a menudo que, al escuchar a K, una plática ha sido particularmente reveladora e inspiradora; después, cuando la leen, quedan algo decepcionados. Es probable que durante tales pláticas especiales, K haya estado experimentando este extraño poder, esta bendición, y la haya comunicado a su auditorio, y que éste se sintiera inspirado por el poder antes que por las palabras de K.

24 En 1978 se publicó con el título Diario.
25 Bedford II, 296-297

KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)

 

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