jueves, 1 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y Candles in the Sun.

 Año 1954.

El 22 de mayo, cuando K regresó a los EE.UU., dio principio a una semana de pláticas y discusiones en la Escuela Superior Washington Irving de Nueva York, las que atrajeron grandes públicos, ya que mucha gente nueva empezó a interesarse desde la publicación de La libertad primera y última. K se hospedó en Nueva York otra vez con Frederick Pinter. Al escribirle desde allí a Lady Emily no hizo mención del libro de ella, sólo expresaba su felicidad de que se hubieran visto tanto en Londres. Tampoco mencionaba su propio libro. Jamás se refiere a sus propios libros y parece tomar poco interés en ellos; virtualmente nunca los ha leído después de su publicación. Y ahora, por muchos años, no ha leído ningún libro que provenga de sus propias pláticas o escritos, ni aun antes de que se publiquen. Sin embargo, considera cuidadosamente los títulos, mientras que la edición la deja en manos de un equipo en el que confía.

K permaneció tranquilamente en Ojai durante el verano. No hubo pláticas allí durante ese año. El libro de Lady Emily estuvo en pruebas de página a fines de agosto, y su publicación se proyectaba para el otoño. Habiéndole enviado una copia de las pruebas de imprenta a Rajagopal en Ojai, ella quedó atontada por la consternación que le produjo la breve carta de K que recibió el 3 de septiembre, en la que éste le decía que el libro no debía publicarse bajo ningún concepto. Ella le envió inmediatamente un cable: «Su súbita e inesperada oposición a la publicación, es muy perturbadora después de que usted expresara frecuentemente su voluntad de dejar la decisión a mi cargo. Dificultades materiales y enormes gastos hacen ahora probablemente imposible retirar el libro en esta etapa». La respuesta de K a esto fue una carta más larga escrita el mismo día:

Mi queridísima madre:

Hace unos días le escribí diciéndole que su nuevo libro no debía publicarse bajo ninguna circunstancia. Causará realmente muchísimo daño a la labor que estoy realizando; hará que se destaquen cosas innecesarias y carentes de importancia; trastornará a mucha gente ocasionando amargura, etc. No es esto lo que usted quiere hacer, y ello ciertamente no ayudará a lo que yo estoy haciendo, de eso estoy seguro. Creará mucho interés y sensación momentáneos y superficiales, que es lo último que uno desea.

He estado pensando muchísimo en ello y estoy profundamente convencido de que el libro no debe aparecer de ninguna manera. Usted puede también aceptar mi convicción y, si lo hace, debe asimismo persuadir a Mary. Por favor, este asunto me preocupa seriamente, Mum, y el libro causará tal vez perjuicios irreparables. Digo tal vez, no que estoy seguro al respecto, pero es posible que usted y Mary sientan de manera diferente. Pero como el libro, desdichadamente, se ocupa de mí, lo que yo digo debe tomarse totalmente en cuenta. Así que por favor, Mum, por amor y respeto hacia todo esto, detenga su publicación. No vacile en hacerlo. Todavía no es demasiado tarde.

Tenga la bondad de prestar mucha atención a lo que he escrito.

Tendremos que considerar el aspecto financiero de ello, pero le ruego no permita que por esta consideración no se detenga la publicación y venta del libro.

Esto es demasiado serio para dejar que nuestros sentimientos personales deterioren algo muy esencial. Así que, Mum, yo les ruego a usted y a Mary que detengan la publicación sin vacilar.

Con amor como siempre,

Krishna


Todo el tono de esta carta era tan distinto del de K en su carácter definido, que ambas pensamos a la vez que alguna influencia debió haberse ejercido sobre él; y, sin la más mínima justificación, sospechamos de Aldous Huxley; sin embargo, nadie más que Rajagopal podía haber tenido tiempo de leer las pruebas de imprenta; y es dudoso que K mismo pudiera haber dispuesto de tiempo para otra cosa que echarles una ojeada. Cuando se abordó este punto en una nueva carta a K, éste negó que alguien hubiera influido en él era «totalmente falso e injusto sugerir una cosa semejante» . Cuando acudimos a Rajagopal, éste declinó toda responsabilidad, financiera o de otra clase, por la decisión de K; él no podía gastar dinero escribió suscrito para emplearse en el trabajo de K y destinarlo a un propósito como ése. Una podría haber pensado que este dinero seria bien empleado si la publicación del libro iba a perjudicar la labor de K. Días bastante desdichados siguieron para mi madre cuando intentamos detener la marcha del libro. Una de las cosas que más la lastimaron fue que los socios en Hart-Davis, que antes habían sentido que K aparecía tan magníficamente representado en el libro, ahora estaban enojados y desilusionados con él.

Afortunadamente, Rupett Hart Davis, amigo devoto de mi madre, la liberó de su contrato cuando la vio tan desdichada pero, desde luego, había que indemnizar a la firma no sólo por el costo de producción sino por gastos generales. Mi madre no podía afrontar esto. K ofreció pagar la suma total él mismo en cuotas provenientes de su legado establecido por Miss Dodge. Esto no habríamos de permitirlo y, de cualquier manera, no ofrecía ninguna seguridad, porque el legado se suspendería a su muerte. Finalmente, mi esposo y yo encontramos el dinero necesario. Por el borrador de una carta veo que el 21 de septiembre me encontraba en condiciones de asegurar a K que el asunto estaba arreglado:

Mi madre parece casi diez años más vieja y está muy agitada desde que llegó la bomba de su carta. Casi no ha podido dormir y no puede pensar en otra cosa. En estos momentos, desde luego, es muy infeliz y se siente profundamente humillada por todas las dificultades que ha causado a la firma Hart Davis; pero eso no es nada, lo sé, al lado de lo que habría sentido de no haber sido capaz de cumplir con los deseos de usted. Eso ella nunca habría podido superarlo. Espero que todo esto pasará con el tiempo.

K volvió a escribir el 28 de septiembre para decir cuán profundamente lamentaba haber causado semejante infelicidad. «Estoy profundamente agradecido por el hecho de que los editores se hayan comportado tan generosamente. Gracias a Dios que el libro se detuvo a tiempo. Si no hubiera podido hacerse, y sabiendo que yo quería que se detuviera, ello habría significado una situación imposible para Mum».

K llegó casi junto con la carta. El 16 de octubre K vino a Londres sin Rajagopal. Se alojó con Mrs. Bindley y nos vio a mi madre y a mí a la mañana siguiente. En seguida ella le preguntó: «¿Qué habrías hecho si yo no hubiera podido detener el libro? ¿Habrías vuelto a hablarme?»; a lo cual él respondió con su habitual dulzura: «Verdaderamente, Mum, ni que ello tuviese tanta importancia». Se sentó tomándole la mano durante un largo rato. Era difícil conciliar esto con la inflexible firmeza de sus recientes cartas. Mis sentimientos hacia él más bien poco amigables se disiparon por completo y mi madre se veía feliz por primera vez en semanas. Ella y yo recibimos la extraña impresión de que a K no le habría importado realmente mucho si el libro se hubiese publicado, y no pudimos evitar otra vez la sospecha de que, efectivamente, se había ejercido sobre él alguna clase de presión para que el libro no se editara, y que ahora, estando solo en Londres, esa presión se había disipado.


KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)

 

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