jueves, 11 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y Nitya.

Año 1925.
Lady Emily, los Arundale, Wedgwood y otros viajaron con K y Mrs. Besant en un barco que zarpó de Nápoles el 9 de noviembre. Había una notable frialdad entre K y los obispos Arundale y Wedgwood en sus atavíos espectaculares. Tan pronto como se embarcaron, K recibió un telegrama informando que Nitya tenía influenza, y en Port Said, el día 13 recibió otro telegrama: «Influenza mucho peor. Rueguen por mí». Ni aun entonces K se preocupó demasiado. Tal como le confió a Shiva Rao, uno de sus primeros tutores en Adyar con quien estaba compartiendo un camarote: «Si Nitya fuera a morirse, no se me hubiera permitido abandonar Ojai». Su fe en el poder de los Maestros para salvar la vida de Nitya, le pareció a Shiva Rao «incondicional e incuestionable». Esa misma noche llegó el anuncio de la muerte de Nitya. De acuerdo con lo que cuenta Shiva Rao, la noticia le produjo un completo abatimiento; hizo más: toda su filosofía de la vida, la fe implícita en el futuro trazado por Mrs. Besant y Leadbeater, el papel fundamental que Nitya desempeñaría en ese futuro, todo pareció hacerse pedazos en ese momento. En las noches solía sollozar, gemir y llorar a gritos por Nitya, a veces en su nativo dialecto telegu, que no podía hablar estando despierto y consciente. Día a día le veíamos con el corazón destrozado, desilusionado. Día tras día parecía cambiar, asiéndose firmemente a sí mismo en un esfuerzo por afrontar la vida ahora ya sin Nitya . Pasaba por una revolución interna, descubriendo en ella una fuerza nueva.

Para cuando K llegó a Bombay, había escrito un artículo acerca de Nitya, que se publicó en la revista de la O.E.O., El Heraldo de la Estrella:

"En el plano físico pudimos estar separados, pero ahora somos inseparables... Porque mi hermano y yo somos uno. Como Krishnamurti tengo ahora un fervor más intenso, una fe mayor, mayor simpatía y amor, porque en mí está también el cuerpo, el ser de Nityananda... Suelo llorar en silencio, pero eso es humano. Ahora sé, con mayor certidumbre que nunca, que existe en la vida una belleza verdadera, una verdadera felicidad que no puede ser destruida por ningún suceso físico, una gran fuerza que no pueden debilitar los acontecimientos pasajeros, y un gran amor que es permanente, imperecedero e invencible."

Estas no eran meras palabras. Un amigo que se encontraba en Adyar para darle la bienvenida, recordaba que el rostro de K se veía radiante; no había en él vestigio alguno que mostrara lo que había sufrido. Yo misma advertí que había adquirido un nuevo poder de amor y simpatía cuando llegó a Colombo para encontrarse con Leadbeater y un grupo de personas yo era una de ellas que habían venido desde Sydney para la Convención. Leadbeater saludó a K con estas palabras: «Finalmente, eres un Arhat».



KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)

 

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