jueves, 18 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y los Sanyasis.

 Año 1959.

En Pahalgam, Krishnaji se alojó en una cabaña para turistas levantada entre los pinos. A través del valle, descendían desde lo alto dos ríos que se volvían turbulentos por las masas de piedras que descansaban en sus lechos; el Lidar, que surgía del glaciar Kolahai, y el otro, el Amarganga ­llamado a veces Shesnag­ corrían a lo largo de las márgenes por las que se extendía la ruta a Amarnath.

Sanyasis y visitantes vinieron desde Srinagar para ver a Krishnaji, y él habló con algunos de ellos. Habría de referirse a estos sanyasis en las pláticas que más tarde ofrecería durante ese año en Madrás. Dijo. “El otro día, en Kashmir, algunos sanyasis me dijeron: ‘Vivimos solos en medio de la nieve. Jamás vemos a nadie. Nadie viene jamás a visitarnos’. Yo les dije: ‘¿Están ustedes realmente solos, o están meramente separados de la humanidad?’ ‘¡Ah, sí! contestaron, ‘estamos solos’. Pero ellos estaban con sus Vedas y sus Upanishads, con sus experiencias y con los conocimientos que habían acumulado, con sus meditaciones y sus japams. (Formas repetidas de sonido o mantrams, pronunciados con la intención de silenciar la mente). No habían renunciado a la carga de sus condicionamientos. Eso no es estar solo. Ponerse una túnica azafranada no implica renunciar. Uno no puede renunciar al mundo, porque el mundo forma parte de uno mismo. Renunciamos a unas cuantas vacas, a una casa, pero renunciar a nuestra herencia psicológica, a nuestra tradición, al peso de nuestros condicionamientos, eso exige una investigación enorme”.


Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.

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