jueves, 18 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y Vinoba Bhave.

 Año 1959.

El 13 de agosto, Vinoba Bhave y sus seguidores vinieron para entrevistarse con Krishnamurti.

Vinobaji dijo que era la primera vez que veía a Krishnaji. El peregrino de Gandhi preguntó: “¿Qué edad tiene usted?”
Krishnaji contestó: “Sesenta y cuatro”.
“Por tanto es usted un hermano menor. He venido a rendirle mi respeto y a requerir sus bendiciones. Rao y Achyut Patwardhan, Dada Dharmadhikari y Vimala me han hablado de usted en distintas ocasiones. Pero yo siempre estoy en movimiento y también lo está usted. Por eso jamás nos hemos encontrado”.

Cuando terminaron las amables formalidades, Vinobaji le pidió a Krishnaji que le hablara de su sabiduría. Krishnaji se mostraba tímido y permanecía en silencio. Las discusiones fueron registradas por Nirmala Deshpande, que estuvo presente durante las reuniones y tomó notas de la conversación mientras ésta tenía lugar1.

Vinobaji preguntó: “¿Cómo empezamos?”
“Depende de lo que a usted le interese”, contestó Krishnaji.
“La vida”, dijo Vinobaji. Y agregó: “Todos se interesan en la vida. Pero la discusión depende de las palabras, y las palabras son necesarias”.
“No demasiadas palabras, de otro modo la discusión pierde sentido”, fue la respuesta de K. “La discusión implica...”

Antes de que K pudiera proseguir, Vinobaji exclamó: “...compartir experiencias”.
“Sí, y también penetrar en lo profundo. La experiencia es limitada desconfío de la acción que se basa en la experiencia­”.

“¿Es porque la experiencia condiciona al hombre?” preguntó Vinobaji.
“Sí,” contestó K, “por eso es importante tener una mente libre, una mente que no esté repleta de experiencias, sino libre para ver más allá de la experiencia. Uno tiene que morir para la experiencia de cada día. Siempre estamos traduciendo la experiencia en términos de lo viejo. Como hindú, la traduzco en términos de Shiva, Krishna ­pero son sólo palabras­”.
“La división que tiene lugar como hindú, musulmán, cristiano, ha de eliminarse”, dijo Krishnaji.
Vinohaji contestó: “Sí”.

“Usted dice ‘sí’, pero ésa es una afirmación verbal. ¿Deja usted de ser un hindú? En la ciencia, uno abandona la experiencia pasada para descubrir algo nuevo. Desde el principio mismo deben enseñarle a uno a librarse del condicionamiento como hindú, musulmán, cristiano, etc­. Ninguno de nosotros se desprende de eso. Sólo presumimos que lo hacemos.

“Uno tiene que dejar de ser hindú o musulmán; tenemos que ser seres humanos. Pero eso es muy difícil. El mero pensar que somos libres no nos lleva a ninguna parte”.

“Primero tiene uno que ser libre. Primero la libertad, no el pensar acerca de la libertad”.

Vinobaji pidió a sus camaradas que formularan preguntas, pero ellos se mostraban reticentes. Vinobaji le dijo a K que la mayoría de las personas no quiere hacer preguntas, sino venir para un darshan. La discusión se alejó de los temas serios, y Vinobaji le preguntó a K: “¿Cuánto tiempo pasa usted en la India?”
“Seis meses”.
“¿Practica ejercicios?”
“Un poco, camino”.
Uno de los seguidores de Vinobaji preguntó: “¿Cuál es el significado de la realización de uno mismo?”

“¿Qué es lo que significa para usted?”, fue la respuesta.
“La unión con Brahman con Dios­”, dijo otro de los discípulos de Vinobaji.
“‘Dios’ es una palabra. Para realizar a Dios, usted tiene que tener una mente libre, una mente que no siga a nadie. Una mente que no tenga gurú ni sistema alguno. Inténtelo”.
Llegó la respuesta: “¿Cómo se obtiene una mente así?”

“Tiene que haber conocimiento propio. No conocimiento del Atman, sino de cómo pensamos, por qué pensamos, cómo actuamos. ¿Qué es el ‘uno mismo’? No hablo sólo del ‘yo’ consciente, sino de los profundos niveles del inconsciente. Lo que se necesita es una mente revolucionaria. Usted no puede tener una mente así mediante el sadhana. Si mira por una ventana solamente, su visión es limitada”.

“¿No puede enseñarse la filosofía?”, preguntó uno de los seguidores de Vinobaji.
“Hay una manera correcta de pensar. ¿Importa quién es el que escucha?”, dijo Krishnaji.
“Tal vez lo que él siente es que usted debería revelarse como un predicador”, intervino Vinobaji.
“¡Yo, señor! Yo hablo ésa es mi vida­. ¿Desearía usted que lo hiciera tradicionalmente?”
“Quizás esté usted haciendo a su propio modo lo que él desea que haga”.
“Señor, no existe un modo mío, o un modo suyo o de él. Existe un sólo modo”. Krishnaji era inflexible.

“Yo pienso de un modo, usted piensa de otro. Engañamos a toda una generación. Uno tiene que ser libre, el hombre tiene que ser libre para hablar de Dios. Los comunistas dicen que no hay Dios, usted dice que hay Dios. Ambos, ellos y usted, están condicionados. Ambos están diciendo la misma cosa. Esa es la calamidad. No existe su método o mi método de meditación. Sólo existe la meditación”, concluyó K.

“Cuando usted habla de este modo en los EE.UU., la gente debe apreciar lo que dice”, comentó Vinobaji.

“En Occidente, el estado benefactor cuida de las necesidades mínimas. La gente se está volviendo hacia la creencia, hacia el cristianismo, como la gente de aquí se inclina hacia el hinduismo. ¿Cuál es la diferencia? En la India, la reforma económica se ha vuelto sumamente importante la reforma y el estado benefactor son función del gobierno­. Pero un reformador nada tiene que ver con la religión. Una religión está asociada con la reforma, y la religión con algo muy diferente.

“La religión es la fuente de la vida, no así la reforma. Yo no estoy contra las reformas. Son necesarias. Pero la religión es diferente.

“Conozco a algunos comunistas en Europa. Están muy interesados en mí hasta que llegamos a un punto. También los católicos, hasta un punto de igual modo los hindúes, hasta un punto­. Es por eso que soy un extraño, tanto si me encuentro en Europa, en los Estados Unidos o en la India. ¿Tienen ustedes algo en este país, excepto la política? ¿Por que no hay nada profundamente creativo?

“¿Por que casi todos los pensadores de la India se han entregado a la reforma? La reforma es una cosa pequeña. Lo grande jamás puede ser incluido en lo pequeño. En lo grande, lo pequeño puede incluirse. Por dondequiera que yo vaya en la India, la gente me pregunta por qué no me ocupo de la pobreza, de la corrupción. Y yo pregunto: ¿Por qué no abordamos estos problemas desde un ángulo diferente? Es, por cierto, el modo político de abordarlos el que lo tergiversa todo.

“¿Y por qué las mentes que se llaman espirituales se interesan en la reforma? La reforma no conducirá a una revolución profunda”.

“¿Qué deduce usted de esto?”, preguntó Vinobaji.

“No deduzco, sino que observo”, contestó K. “Hay una profunda contradicción en la mente india. Hablamos de ideales y hacemos lo opuesto. Estamos inhibidos de llegar a algo porque sentimos que no debemos ser ambiciosos. Y así, la frustración nos lleva a reformas superficiales y eso lo perseguimos con pasión. Yo digo, actúen y observen el resultado. Pero la tradición y los gurús dicen lo contrario. En este país lo que vemos es frustración, contradicción y el sentimiento de ser una raza muy antigua. Vamos a la búsqueda de Dios, pero no hemos vivido la vida. Esa puede ser la razón de que nos volvamos hacia lo superficial, que llamamos ‘reforma’“.
“¿En Europa lo reconocen más?”

“Detesto que me ‘reconozcan’“.
“¿Ellos captan más su pensamiento?”
“Es lo mismo que en la India”, replicó Krishnaji. “Algunas mentes son serias. En la India la gente toma muy en serio la política. La política es algo muy destructivo. Cuando la gente dice que trabaja por la paz, por la reforma, lo importante para ella es siempre el ‘yo’. Quienes tocan la política no pueden tener una mente fresca. El mundo necesita mentes nuevas, mentes claras, no mentes condicionadas como hindúes o musulmanas.

“Si usted es ‘un hindú’ no puede amar. El amor requiere libertad. El otro día vino a verme un sannyasi. Había estado en Amarnath. Habló de las diversas sectas de los sadhus. Le pregunté: ‘¿Qué es lo que hacen?’ Dijo: ‘Nada pero conocen a Brahma­. Viven en soledad. Meditan’. Dije: ‘Con todas sus creencias, con esa carga que llevan consigo, nunca pueden estar solos’.
“Pero uno tiene que estar solo para encontrar lo real totalmente solo­. Y eso es difícil en un país antiguo que pone el énfasis en los gurús, en la tradición”.
Krishnaji señaló a las personas que rodeaban a Vinobaji: “¿Todos son sus seguidores? ¡Que lástima!”

“No sé por que son mis seguidores”, comentó Vinobaji.
“En la India desean la autoridad de un gurú. Sienten que con una guía no fracasarán en su búsqueda de la verdad. No están preparados para equivocarse. Todo eso es infantil”, dijo K.
“Pero ser niños les viene bien, puesto que eso es lo que son ­niños­”, fue el comentario de Vinobaji.
“Dejemos, entonces, que Vinobaji niegue al seguidor”, la réplica llegó rápidamente.
“Cada hombre piensa que su búsqueda es única”, Vinoba estaba siguiendo su propia corriente de pensamiento.

“La búsqueda de Dios no se vincula con el éxito. Dios puede ser algo que no tiene fin, La mente aborrece la sensación de no alcanzar un fin”, dijo K.
“¿Quiere usted decir que la búsqueda no tiene objeto? ¡¿Uno no puede buscar para encontrar a Dios?!” Vinoba estaba excitado.

“Así es, de lo contrario será un Dios trivial. La gente va a Amarnath para encontrar a Dios. ¿Qué significa eso? Hemos desterrado el amor, la belleza; hemos proscrito el pensar individual, toda forma de curiosidad intelectual y emocional, reemplazando todo eso con la aceptación de la autoridad y con los sistemas; hemos negado a la mente el espacio necesario para inquirir. ¿Qué hemos hecho con la verdadera creación? Decimos que para realizar a Dios debemos vestir la túnica azafranada, rechazar el sexo y los sentidos, abstenernos de mirar las nubes, la naturaleza. Decimos que debemos meditar. Una meditación así es hipnosis”.
“¿Qué lugar ocupa la religión en el progreso de una nación?”, preguntó uno de los seguidores de Vinoba.

“¿Qué es una nación? ¿Qué es la sociedad? ¿Una relación social, cultural? Si esa relación cambia, cambia la sociedad”. Krishnaji se interrumpió por un rato, y después dijo: “La religión es el descubrimiento de la realidad y de la relación que ésta tiene con nuestra vida cotidiana. En la actualidad no hay nadie que diga: ‘Yo no soy un hindú, ni un musulmán, sino un ser humano comprometido con el problema total del hombre, con la devastación de la tierra, con la bomba atómica, con la hermandad entre los hombres’. Estos son problemas muy serios y no hay seis personas que se interesen en ellos de verdad”.

“Pero yo he encontrado que la mente india está preparada, como nunca antes lo estuvo, para captar nuevas ideas, para desprenderse del nacionalismo y salir de su vida estrecha”. Vinoba estaba a la defensiva.

“Comprendo, pero se requiere más que eso. La mente se ha vuelto muy mecánica. Necesita y busca una meta en la vida. Y seguimos senderos que conduzcan a una meta. Jamás cuestionamos. Somos demasiado respetables. Pero uno tiene que tener una mente libre, no una mente cargada con la tradición, con el pasado. Libertad extrema es lo que se necesita. Pero en el momento que uno piensa que es libre, no es libre. Uno tiene que descubrirse, que desenredarse a sí mismo, tiene que ahondar en los rincones de la propia mente tiene que encender la mente­”. Krishnaji estaba apremiando más y más, y Vinobaji, tal vez para oponerse a la fuerza de la energía que se generaba, irrumpió con lo trivial:

“Me dijeron que usted no ha ofrecido pláticas públicas por un año”.
“Sí, no he ofrecido pláticas públicas por un año. Me he mantenido quieto. Pero no es porque haya tomado alguna clase de votos”.
“Me alegra haberle visto hoy. Anhelaba hacerlo. ¿Conoce usted alguna lengua india?” La discusión se estaba volviendo informal.
“Traté de aprender el hindi. Mi lengua nativa es el telugu, pero dejé de hablarla cuando era un muchacho”.

“Usted no es demasiado viejo para aprender un idioma indio”, dijo Vinobaji.
“Estoy tratando de aprender el sánscrito por gusto­”, respondió K.
“Si usted habla en inglés, muy poca gente en la India lo entenderá”, dijo Vinobaji.
“Lo sé. Pero si uno usa palabras tradicionales, éstas tienen connotaciones tradicionales, y uno no puede proseguir más allá”.

“Las connotaciones se vinculan también con las palabras inglesas”, comentó Vinobaji.
“Corte esas connotaciones”, fue la respuesta.
“Yo encuentro que cuando uno traduce palabras del sánscrito al inglés, realmente tiene que comprender”, agregó K, “pero si traduce el sánscrito al hindi o al marathi, puede conservar la misma palabra sin comprender su profundidad”.

Krishnaji y Vinobaji se separaron con sonrisas y pranams, y al día siguiente Krishnaji devolvió la visita de Vinobaji. Este habló de su peregrinación Bhoodan Yatra. (Bhoodan: “don de la tierra”: Yatra: “peregrinación”). Dijo: Dios, a quien busco, está en todas partes yo no voy a Amarnath­. La gente dice que no hago lo correcto, que debería ir. El swami Vivekananda fue allá”. En la discusión del día anterior había tentado algunas respuestas instintivas. Ahora dijo: “Ayer hemos tenido una buena conversación. Fue muy esclarecedora. Estos pensamientos me han guiado por muchos años, antes aun de que acudiera a Gandhiji. Fui a verle cuando yo tenía veinte años. Fui a ver y a escuchar. El jamás nos dijo ni a mí ni a nadie que aceptáramos sus pensamientos”.
“De acuerdo”, observó K.

“¿Usted también tuvo ocasión de verle?”
“Tres veces una vez en Londres, con la Dra. Besant­”.
“Tengo muy poco tiempo para leer. Sin embargo, leo”, dijo Vinobaji.
“Yo apenas si leo, excepto uno o dos libros ocasionalmente. ¿Sale usted temprano en la mañana?” La conversación transcurría nuevamente en el nivel superficial.
“A las cuatro y media. Camino diez millas por día”, dijo Vinobaji. “¿Usted escribe libros?”
“Sí”, contestó K.

“¿Quién publica estos libros?”
“Los libros y las discusiones se publican en la India”.
“Hay muchas personas en el movimiento Bhoodan que han leído sus libros”.
“Es lo que me dicen Rao y Achyut”.

Vinobaji señaló a Mahadevi Tai. “Ella no conoce el inglés”.
“¡Qué lástima! Yo no conozco el hindi así que no podemos conversar­”, dijo K.
“Pero usted está aprendiendo el sánscrito por gusto­”.
“Es muy bello, es un idioma maravilloso”, fue la respuesta de Krishnaji.
“Cada palabra del sánscrito se basa en alguna palabra raíz. El latín y el sánscrito pertenecen a una sola familia. Su palabra ‘ignite’, en sánscrito es agni arder. La raíz etimológica de ambas es la misma”.

Se separaron como grandes amigos.

Después, en la tarde del 14 de agosto, Vinobaji habló a multitudes que se habían congregado para escucharle en Pahalgam. En su discurso hubo una dirección diferente, y se dio cuenta de que esto se debía a la influencia de las conversaciones que Krishnaji había sostenido con él. Dijo que hombres como Krishnamurti eran los centinelas las voces y las declaraciones de ellos eran advertencias y tenían que escucharse con mucha seriedad­. Algunos meses más tarde, un amigo le contó a Vinoba Bhave que Krishnamurti había comentado: “Vinoba dice que está de acuerdo conmigo, pero sigue haciendo su trabajo igual que antes. De modo que su afirmación de que está de acuerdo no tiene sentido”.

Vinoba respondió: “Krishnaji está en lo cierto”.

Muchos años después, Nirmala Deshpande me contó que Vinobaji había dicho: “Krishnamurti puede negar el papel de Instructor del Mundo, puede negar la iglesia que se construyó para él, negar su papel de gurú supremo, negar que sea el divino Krishna; pero la Dra. Besant no puede ser negada en su papel de Yashoda, la madre adoptiva de Krishna, el divino pastor”.

1 Nirmala Deshpande es la hija de P.Y. Deshpande, Vivía en el ashram de Vinobaji, en Paunar, Maharashtra, y trabajaba como su secretaria. Acompañó al sabio de Paunar en todos sus viajes, tomando notas de sus importantes conversaciones y recibiendo a visitantes en su nombre. Estuvo presente en la reunión entre Krishnaji y Vinobaji, y tomó notas de las discusiones.



Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.

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