Las pláticas y discusiones anuales de primavera en el Robledal habían seguido ininterrumpidamente por casi diez años, cuando me llegó como un choque, que la excitación apasionada por mi autodescubrimiento no jugaba ya una parte importante en mi vida. Me senté como enmohecido porque había llegado a un punto de saturación en los niveles verbal e intelectual de las enseñanzas de Krishnaji y necesitaba un respiro por algún tiempo. Por lo tanto llevaba a mi familia a el Robledal y después quietamente desaparecía en las montañas más allá de la arboleda hasta que todo se perdía de vista (apenas si podía oír el distante eco de la voz de Krishnaji) hasta que yo bajaba para recogerlos en un lugar convenido. En una de estas ocasiones me encontré con Krishnaji quien salía del Oak Grove con algunos amigos. Uno de ellos, una señora amiga mía me dijo: “¿No fue ésta una plática maravillosa?”
-“No lo sé dije- no la oí”. Contesté a su asombrada mirada volviéndome hacia Krishnaji. “Estoy atravesando por una etapa, Krishnaji, en la que simplemente no puedo escuchar otra plática”.
Krishnaji rió. “¡Gracias a Dios por eso!” disparo su respuesta.
K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988
-“No lo sé dije- no la oí”. Contesté a su asombrada mirada volviéndome hacia Krishnaji. “Estoy atravesando por una etapa, Krishnaji, en la que simplemente no puedo escuchar otra plática”.
Krishnaji rió. “¡Gracias a Dios por eso!” disparo su respuesta.
K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988
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