viernes, 5 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y la Risa.

Antes de salir para Europa ese año, Krishnaji me pidió ir a almorzar en Arya Vihara. Después de su siesta de la tarde, él, Rajagopal y yo nos dirigimos a Matilija Hot Springs en el Valle, a donde Rajagopal quería ir para tomar un baño sulfuroso caliente para su artritis.

Nos pusieron en tres bañeras separadas llenas con el agua caliente y con un olor fuerte a sulfuro, a las que dividían en pequeños cubículos unos tabiques de madera. Además de cada bañera había una mesa pequeña con grandes vasos llenos de picante agua sulfurosa. Se suponía que era muy buena, muy purificadora, nos dijo el encargado. Yo tomé el vaso y olí el contenido. Instantáneamente decidí que era mejor no purificarme y lo regresé a la mesa. Rajagopal nos dijo que tuvo la misma reacción. Pero Krishnaji, siempre intentando descubrir algo nuevo, tomó un buen trago. Soñolientamente relajado y en parte adormecido por los vapores del sulfuro fui súbitamente sobresaltado por un terrible eructo en el cubículo de Krishnaji. “¿Está usted bien, Krishnaji?” lo llame.

-“Acabo de tragar un poco de esta agua sucia” me llegó su voz.

Todos reímos mucho a propósito de esto pero decidimos guardarlo para nosotros, porque historias como ésta tienen una forma de crecer en substancia y detalle hasta proporciones irreconocibles. Krishnaji, sin embargo, repitió la historia varias veces esa tarde a causa de su aliento sulfuroso.


K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988

 

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