viernes, 5 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y la Guerra.

Krishnaji estaba en Ojai cuando se declaró la Guerra en Europa, en septiembre de 1939. En los meses que siguieron él había expresado sus fuertes puntos de vista en contra de la guerra ante grandes reuniones de público simpatizante durante sus pláticas en el Oak Grove. Pero con el fin de la guerra fría, la invasión de Flandes y la caída de Francia, Inglaterra bajo acoso, permaneció sola para luchar contra Hitler. Aunque no formalmente en guerra todavía, este país estaba rápidamente convirtiéndose en un beligerante con todos sus intentos y propósitos. Bajo el programa de Préstamo y Arriendo, una flotilla de barcos “libres” recorría el Océano Atlántico bajo la escolta naval de Estados Unidos para mantener abierta la peligrosa línea vital para Inglaterra. La crítica de la guerra y el disentir se había endurecido prácticamente. Todos estaban nerviosos. Yo tenía a mi cargo el Consulado de Costa Rica en los Ángeles en ese tiempo y personalmente sabía que el F.B.I. estaba sobre la pista de los “subversivos”, esto es: cualquiera que expresara puntos de vista en oposición al baño de sangre que se avecinaba.

Fue bajo esta nube de la histeria de la guerra contra la cual Krishnamurti hablaba en sus series del Oak Grove a fines de mayo de 1940.

Yo me preocupaba y me preguntaba si bajo las inusitadas circunstancias él suavizaría sus comentarios antibélicos No lo hizo. Expresó sus puntos de vista tan clara y francamente como si la guerra no existiera. “Este asesinato masivo este crimen llamado guerra y matar a otro es el mayor de los delitos”. Desarmaba a los interlocutores hostiles con una quieta y hasta gentil manera de recordarles que su problema no era con la persona que disentía, sino con su propia innata hostilidad: “La guerra dentro de ustedes, seguía diciendo- es la guerra en la que ustedes deberían interesarse, y no la guerra externa”. Mucha gente salía hablando encolerizada y duramente y a veces con insultos para él. Otros, de entre el público pro-Krishnamurti, replicaban en términos igualmente duros, hasta el punto que yo esperaba se desatara una ruidosa pendencia. Krishnaji permanecía calmado y recogido durante todo este tiempo, esperando silenciosamente hasta que la perturbación terminara.

Parado bajo la rama de un roble, yo admiraba su sangre fría en esas retadoras circunstancias, y me preguntaba si los oficiales que lo estaban viendo terminarían con sus pláticas. Los hombres del Servicio Secreto, uno de ellos conocido mío, estaban entre el público. Yo estaba seguro de que a ellos no les parecía bien lo que estaban oyendo. Sin suavizar sus ataques en alguna forma, Krishnaji terminó sus pláticas programadas en el Oak Grove sin ningún desfavorable incidente, dando la última en Julio 14, que fue la última conferencia pública, que daría en este país, o en cualquiera otro durante toda la duración de la guerra. El estaba muy cansado después de años de continuos viajes y pláticas, y pensó que este sería un buen tiempo para tomar un largo descanso.


K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988


 

No hay comentarios.:

Etiquetas