El teléfono sonó. Era Krishnaji llamándome desde Ojai. Quería saber si podíamos hospedar a Koos van der Leenw. Explicó que el visitante había llegado inesperadamente y ellos tenían la casa llena en Arya Vihara. Le dije que con mucho gusto lo alojaríamos aunque él probablemente dormiría algo incómodo ya que no teníamos una cama suficientemente larga para él. Krishnaji se rió y dijo: “A Koos no le importará, ya está acostumbrado a eso”, observó.
Al día siguiente el alto y calvo filósofo Holandés llegó a nuestra casa en Hollywood usando un traje de boy scout, camisa kaki y pantalones cortos que lo hacían aparecer infinitamente alto. Me disculpé por la medida de la cama. Con su buen natural él dijo que había un clima tibio y que a él no le importaba dormir con sus pies fuera de la cama. Al día siguiente lo llevé a Santa Bárbara donde él permaneció por unas pocas semanas. Quería estar cerca de Ojai para ver a Krishnaji. No sé si él reprendió a Krishnamurti por la broma de la pasta de dientes en Eerde. El hecho es que él no lo olvidaría y no le hizo ninguna gracia. “Krishnaji será un gran maestro cuando madure” me dijo en el camino a Santa Bárbara.
Algunas semanas después él estaba de regreso en Hollywood. Quería comprar un aeroplano al que pilotaría para hacer una gira de pláticas por Africa, que había planeado. Lo lleve a Lockheed Aircraft, cuyo Presidente. Rolare Gross era amigo mío. Koos escogió un pulido modelo bimotor y en mi presencia, dio a Gross un cheque por 80 mil dólares. El aeroplano voló a Holanda, donde Koos tomó posesión de él. Se embarcó para su gira de pláticas en Africa, como lo planeara y, a su regreso a Holanda chocó en Kenya y se mató.
K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988
Al día siguiente el alto y calvo filósofo Holandés llegó a nuestra casa en Hollywood usando un traje de boy scout, camisa kaki y pantalones cortos que lo hacían aparecer infinitamente alto. Me disculpé por la medida de la cama. Con su buen natural él dijo que había un clima tibio y que a él no le importaba dormir con sus pies fuera de la cama. Al día siguiente lo llevé a Santa Bárbara donde él permaneció por unas pocas semanas. Quería estar cerca de Ojai para ver a Krishnaji. No sé si él reprendió a Krishnamurti por la broma de la pasta de dientes en Eerde. El hecho es que él no lo olvidaría y no le hizo ninguna gracia. “Krishnaji será un gran maestro cuando madure” me dijo en el camino a Santa Bárbara.
Algunas semanas después él estaba de regreso en Hollywood. Quería comprar un aeroplano al que pilotaría para hacer una gira de pláticas por Africa, que había planeado. Lo lleve a Lockheed Aircraft, cuyo Presidente. Rolare Gross era amigo mío. Koos escogió un pulido modelo bimotor y en mi presencia, dio a Gross un cheque por 80 mil dólares. El aeroplano voló a Holanda, donde Koos tomó posesión de él. Se embarcó para su gira de pláticas en Africa, como lo planeara y, a su regreso a Holanda chocó en Kenya y se mató.
K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988
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