viernes, 5 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y la Risa.

Permanecí varios días más en Arya Vihara, gozando la compañía de Krishnaji, la belleza única del valle y la agradable temperatura. Fueron días felices de descanso. Bien sea que yo me había ajustado al “rugiente Kundalini” de Krishnaji o tal vez que él, compasivamente, lo hubiera detenido en mi beneficio. No hubo ya más discusiones serias. Yo le ayudaba a él a limpiar el establo ocupado por una sucia vaca. Le ayudaba con los platos, hacia largas caminatas con él, hablábamos de cosas sin importancia, reíamos y leíamos el estrafalario correo. El correo de Krishnaji era muy voluminoso. Su secretario en Hollywood lo contestaba, pero las cartas divertidas las apartaba a un lado para mi edificación. Una carta muy chistosa estaba escrita sólo en las márgenes del papel. Afirmaba que ambos, el que escribía y Krishnaji eran “huevos eléctricos” empollados con objeto de salvar este mundo loco. Seguían una serie de sugestiones de cómo hacerlo, incluyendo instrucciones de cómo preparar ciertos alimentos y cuándo comerlos con miras a obtener la iluminación. Esta carta debería haber sido conservada. Solamente un cerebro totalmente revuelto pudo haberla escrito.


K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988

 

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