viernes, 5 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y la Guerra.

A Krishnaji le simpatizaba la excéntrica e inconvencional Iris Tree y asistía a algunas de las representaciones del “Ojai Valley Players” en el alto Ojai. Ella había sido una actriz prominente en el Teatro en Inglés y conocía mucha gente del medio teatral. Su modesta casa, a corta distancia de Arya Vihara, se convirtió en la meca para visitas de celebridades de Hollywood. Charlie Chaplin, Greta Garbo, Yul Brynner, Angela Lansbury, John Huston y muchos otros. Confesaban profesar un gran interés en las ideas de Krishnaji pero yo sentía que lo que ellos buscaban era refrescar sus enormes egos con la enseñanza, porque se mantenían a una conveniente distancia de él. Una excepción fue el director de películas, Rubén Mamoulian que había dirigido varias de las películas de Greta Garbo. Yo lo conocía desde antes en Hollywood y él me preguntó si le podía arreglar una entrevista con Krishnaji. Así lo hice.

Nos sentamos en el prado atrás de Arya Vihara, Krishnaji, Mamoulian, Rosalind y yo. Mamoulian nos dijo que él acababa de leer un libro acerca de la Guerra Civil, e inmediatamente se engolfó en su tema favorito: “La violencia en algunos casos está justificada”.

-“Usted no cree en la esclavitud, ¿no es así?” preguntó a Krishnaji.

-“No, no creo en ella”.

-¿Habría usted tomado las armas si ese hubiera sido el único camino para libertar a los esclavos americanos?, ¿o se hubiera usted rehusado a hacer cualquier cosa violenta y sumarse así a la causa de la esclavitud?

“No puedo contestar a una pregunta hipotética y abstracta con una declaración positiva” respondió Krishnaji. Mi respuesta a cualquier pregunta relativa a la conducta debe provenir de un momento viviente al cual la pregunta esté relacionada. De otra manera ello es solamente un juego intelectual”.

La discusión continuó por algún tiempo con Mamoulian insistiendo en su juego intelectual y Krishnaji sosteniendo su punto de vista. Durante todo esto, Mamoulian fumaba su grande y oloroso puro, contaminando por completo la atmósfera. Krishnaji, siempre el perfecto anfitrión, sufrió la molestia sin ninguna queja. En su casa, algunos años después, el director de películas me preguntó cual de los libros de Krishnaji le convendría leer. Yo mencioné “Liberarse de lo Conocido” se lo mandé. Desde entonces nunca he vuelto a saber de él. Contrastando con esto, recientemente di el mismo libro la uno de mis delincuentes juveniles quien estaba comenzando a inquirir sobre los valores morales. Pocos días después el chico me escribió desde su lugar de confinamiento resumiendo toda su reacción sobre el libro con una sola palabra. “Comencé a leer Liberarse de lo Conocido ¡WOW!”

No es difícil comprender por qué Krishnaji se sale de su camino para llegar a la más joven generación.


K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988



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