El 28 de diciembre de 1.983, me encontraba en vuelo de Nueva Delhi a Madrás. Había estado corrigiendo mi manuscrito, cuando súbitamente se me hizo clara la diferencia entre el sermón y el diálogo. En Occidente, el diálogo rara vez había jugado un papel fundamental en el despertar de la investigación religiosa. Había sido usado en la disertación filosófica; los diálogos socráticos se interesaron en el descubrimiento de la verdad a través de una indagación lógica y rigurosa. Pero los ecos de la intensidad indagadora generada por Sócrates, permanecieron como una caja armónica para la estructura de la lógica y la razón. Al final de los diálogos, se afirmaba la razón. ¿Qué ocurriría con los otros participantes en su fluir las dos corrientes se unían en una sola? ¿Cesaba toda división?
En la mayoría de las religiones, la verdad era una verdad revelada, establecida a través de la doctrina la Biblia o el Corán- cuya aceptación se basaba en la fe. Cualquier vestigio de duda o de cuestionamiento, se consideraba herejía; esto era así entre los cataros de Francia, las antiguas sectas coptas, los gnósticos. La verdad de la iglesia no era la verdad que surgía de la prístina percepción, de la autoindagación y de la energía generada por el diálogo.
La investigación religiosa en la India, desde los tiempos más remotos, había perfeccionado el diálogo como un instrumento de sondeo en lo profundo de las cosas; usando la herramienta de la lógica hasta sus últimos límites, podía liberarse de la lógica e inquirir más allá.
Krishnaji había dado al diálogo hondura y dimensión. Mediante el escuchar a gran profundidad, la dualidad llegaba a su fin y se abrían las puertas hacia lo interno de la mente y de la naturaleza. La calidad, la percepción, y los espacios de la mente experimentaban un cambio. Si uno lo observaba, al escuchar un sermón o una lectura, había aceptación o rechazo, hasta un cuestionamiento; el pensar estaba en suspenso, entremezclado con pensamientos erráticos atrapados en el devenir como pasado o futuro.
En el diálogo religioso serio, el oído está abierto, la energía se concentra, los sentidos despiertan y operan en simultaneidad; la atención llena la mente. Contenida en la atención, la mente permanece indiferenciada. Desde esta base, todas las respuestas eran posibles. Para participar de lo profundo, tiene que haber un escuchar desde lo profundo. En este estado, el que investiga y el que escucha pierden sus identidades separadas.
Yo vacilaba, insegura sobre las implicaciones de lo que había surgido. Al llegar a Vasanta Vihar, hablé de ello con Krishnaji. Como un azogue, su mente reflejó las plenas implicaciones de lo que yo había estado percibiendo. El se encontraba totalmente despierto, ansioso de proseguir con el tema, de hacerlo asequible, de sondear en sus profundidades.
Esa tarde iniciamos una discusión sobre la naturaleza del diálogo intenso y sobre su papel de liberar al cerebro del tiempo.
Krishnaji dijo: “Hablaremos del tiempo y del diálogo, y lo haremos como dos personas religiosas. Religiosas en el sentido de que están libres de toda tradición, de toda autoridad, de todos los sistemas. En un diálogo así, existen un preguntar y un responder; la respuesta provoca una pregunta ulterior, y de este modo la pregunta se mantiene en permanente movimiento. En un diálogo semejante, hay un estado de escuchar en el cual las dos personas desaparecen y sólo queda la pregunta”.
“Los diálogos no necesariamente implican dos personas”, dije. “Esencialmente, su significado parece ser el de indagar en algo mediante un escuchar y una situación de reto. Veo que todos los problemas que se suscitan en el cerebro, nacen del tiempo. Surgen debido a la necesidad de cambiar ‘lo que es’. El movimiento del cerebro que desea cambiar ‘lo que es’ en otra cosa, crea el tiempo”.
“El tiempo físico es la salida y puesta del sol”, dijo K. “El cubrir la distancia de un punto a otro punto. Psicológicamente, el tiempo es el devenir, el “llegar a ser’ esto o aquello. El tiempo es todo el proceso de la evolución, tanto en lo psicológico como en lo físico”.
“Mi pregunta es: ¿Existe un tiempo por completo diferente? ¿Tiempo como no-movimiento? El tiempo tal como lo conocemos es movimiento, la división entre una acción y otra acción; el tiempo como esperanza; el tiempo es el movimiento del pasado, a través del presente, hacia el futuro. El tiempo es el movimiento de la realización, del logro, del devenir. El tiempo es pensar acerca de algo y después actuar. El intervalo es tiempo. Pregunto: ¿Hay un tiempo que no pertenezca en absoluto a ninguna de estas categorías?” Krishnaji se había sumergido en la pregunta.
“Usted dice que el tiempo del que habla no pertenece a la categoría del movimiento. ¿Pertenece a la categoría de la materia?”, pregunté.
“No tal como la entiendo. Me han dicho que la materia es energía manifestada, solidificada. El tiempo como el árbol que crece”.
“El cerebro es materia. En esa materia, la evolución tiene que existir”, dije.
“Por supuesto. Éramos monos; después de millones de años somos Homo Sapiens”, dijo K.
“Vinculamos esa evolución con el contenido interno del cerebro. El cerebro es materia. La evolución es inherente al cerebro. El Contenido del cerebro es la memoria. Ligamos la evolución del cerebro con la evolución de la memoria”. Escuchando, surgía la respuesta.
“Veo de qué está usted hablando. ¿Se ha desarrollado la memoria a través de un proceso de evolución?”, preguntó K.
“El problema se suscita porque aplicamos a la memoria las mismas pautas que aplicamos a la materia”, dije. “La evolución es inherente a la materia. El problema es que tomamos el contenido del cerebro, que es memoria, y sentimos que hay una entidad que puede cambiar ese contenido. Todo eso es el proceso del devenir. Es el tiempo de lo interno”.
“Pero toda evolución implica tiempo”, dijo K.
“La evolución que es inherente a la sustancia del cerebro, la aplicamos a su contenido. ¿Existe la evolución en el tiempo interno?”, pregunté.
“La evolución es tiempo”. Krishnaji era inconmovible.
“Si la evolución es tiempo, ¿por qué no puede ser aplicable al devenir?”
“El devenir implica tiempo. Soy esto, seré aquello. Pupulji pregunta si el contenido del cerebro forma parte del proceso de evolución”. K se había vuelto hacia los demás.
“No”, prosiguió. “El cerebro mismo es un producto del tiempo como evolución. Pero el contenido del cerebro -e1 cual es la acumulación de experiencias a través de milenios- ¿es idéntico a la naturaleza de la propia sustancia cerebral?”
“Comprender que el devenir es ilusión, resulta sencillo. Pero hay mucho más que eso. Usted da a entender que hay un tiempo externo del reloj y un tiempo interno del devenir. Luego pregunta si hay otro tiempo que no pertenezca a estas dos categorías. El tiempo y el espacio son una sola cosa. También lo son el tiempo y la materia”. Yo impulsaba la indagación.
“El tiempo es materia. El tiempo es energía manifestada. La manifestación misma es un proceso de tiempo”, dijo K.
“Por lo tanto, ¿el tiempo no puede existir sin la manifestación?”, inquirí.
“Conocemos el tiempo como pasado, presente y futuro”, dijo K.
“Nosotros proyectamos el tiempo en el futuro. ¿Cuál es la naturaleza la percepción de ese instante en el cual la realidad existe?”, pregunté.
“Veo que el futuro es el pasado modificándose en el presente. Eso es tiempo: ‘Yo haré, yo llegaré a ser’. Ahora bien, ¿existe una acción intemporal que es percepción una acción sin intervalo?” Krishnamurti había iniciado la pregunta destinada a abrir las puertas.
“¿Qué es lo que se modifica en el presente?”, pregunté.
“El pensamiento”, dijo K.
“¿Podemos examinar ese instante en que tiene lugar la modificación?”, pregunté.
“Me asusta lo que podría ocurrir mañana. Mañana es tanto el presente como el ayer. El presente, el ‘ahora’, es tanto el pasado como el futuro”, dijo K.
“La percepción en el presente, ¿niega tanto el pasado como el futuro?”
“Esa percepción requiere una terminación del pasado. La percepción es intemporal. Correcto. Uno percibe que está lleno de prejuicios, conocimientos, conclusiones, creencias, y con ello mira el presente, y ese presente se modifica a causa del reto. Uno puede alterar eso, pero sigue estando en el mismo campo”, respondió K.
“Sí, éste es un estado donde no hay punto alguno de percepción. Pero comprender el tiempo que no pertenece a esta corriente, es comprender la percepción del ‘ahora’”, dije.
“La percepción no pertenece al tiempo. No contiene el pasado”, dijo K.
“¿Qué es el ‘ahora’?”
“Se lo diré: El ‘ahora’ es el pasado y el presente. El ‘ahora’ es la totalidad del tiempo como tiempo pasado, tiempo futuro y tiempo presente”, dijo K.
“¿Puede uno experimentar el tiempo pasado? ¿Puede uno experimentar el tiempo futuro? ¿Qué es la experiencia de la totalidad del tiempo?” Yo retaba a Krishnaji.
“Usted no puede experimentar eso. Experimentar eso implica el experimentador, el cual está experimentando en el tiempo”. La respuesta había llegado rápidamente.
“Por lo tanto, cuando usted dice que el ‘ahora’ es la totalidad del tiempo -¿qué es lo que quiere decir realmente?” Hubo una larga pausa. “¿Existe un verdadero contacto con el ‘ahora’?”, pregunté.
“El pasado ha creado el presente”, intervino Achyut.
“Eso es fácil de verse. Yo estoy tratando de sondear a mayor profundidad. Krishnaji dice que el pasado y el presente están ambos contenidos en el ‘ahora’. Pregunto qué es este ‘ahora’”. Yo presionaba hasta donde podía.
Intervino Sunanda. “Pupul, obsérvelo. El ‘ahora’ es lo que es’ en ‘lo que es’ está la totalidad del pasado”.
“¿Pero qué es ‘lo que es’?”, insistí.
“¿Cómo afirma usted que el pasado está contenido en el presente? ¿Lo experimenta realmente o es una teoría? Esta es mi pregunta. Pupulji pregunta: ¿Qué le hace decir a usted que el pasado está contenido en el presente? ¿Es ello una idea, una teoría, o de verdad lo percibe?” Krishnaji se interrogaba a sí mismo.
“Veamos lo que Krishnaji está diciendo”, dije. “Él pregunta: ‘¿Hay un tiempo que no es el tiempo lineal, ni el tiempo del devenir? ¿Hay un tiempo independiente de estos dos tiempos?’”.
“Eso es todo”, dijo K.
“Sólo la percepción o la revelación pueden hacer que ese tiempo se manifieste en el presente. ¿Cómo llego a ese ‘ahora’ de la experiencia?”
“Usted no puede llegar a él. No puede experimentarlo. No puede concebirlo.
“Vea lo que ha ocurrido. Usted no puede experimentarlo, pero su cerebro está condicionado para la experiencia, para el conocimiento. Está condicionado para medir con las palabras. Y esto no puede abordarse de ese modo. ¿Correcto? Esta es la mente religiosa ha borrado las teorías, las ideas. Nosotros estamos tratando con realidades. ¿De acuerdo? Aquí es donde comienza la indagación religiosa”. Krishnaji estaba en el núcleo mismo de la investigación.
“¿Es posible indagar en este tiempo del que usted habla?”, preguntó titubeando.
“Es posible en el sentido de que uno puede usar palabras, pero las palabras no son la cosa”.
“Uno no puede dividir el pasado, el presente y el futuro con palabras”. Habló Sunanda.
“Sí. Pero la pregunta subsiste”, dijo K.
“Sí, la pregunta subsiste. Eso es lo extraordinario. La pregunta subsiste, pero los que preguntan no subsisten”, dije.
“Sí, los que preguntan dejan de existir”, dijo K.
“¿Pero es ésa en absoluto una pregunta verbal?”, intervino Radhika.
“¿Sobre qué opera la pregunta?”, preguntó Asit.
“Investiguémoslo. Decimos que el tiempo es evolución. El tiempo es devenir. El tiempo es desde aquí hasta allá física y psicológicamente. Conocemos ese proceso del devenir y del no devenir lo negativo y lo positivo- y proseguimos a lo largo de estas líneas durante toda nuestra vida. Entonces viene alguien y pregunta: ‘¿Con qué fin?’ Nos ha dejado con esa pregunta. Nosotros reflexionamos sobre ella y decimos: ‘Observémosla; vamos a descubrirlo’. Vemos que entre el ver, el pensar y el ser, hay tiempo. Ese intervalo es tiempo, está en el campo del tiempo. Uno también ve que todo el tiempo está contenido en el presente. Entonces Pupul pregunta: ‘¿Podemos explorar dentro del presente?’ Yo digo: ‘No.’ Si uno lo experimenta, el experimentador es el pasado y la experiencia misma es del tiempo. ¿Cuál es el estado del cerebro que ha descartado todas las teorías y las conjeturas? ¿Cuál es el estado del cerebro que ve como una sola cosa la acción y la percepción? Ve que no hay intervalo y que, por tanto, no hay tiempo. La percepción está libre del tiempo. ¿Qué es ese estado del ‘ahora’? La percepción es el ‘ahora’. La percepción no es del tiempo. No existe el ‘aprenderé’ para percibir’.
“¿Qué es la percepción? No pertenece al tiempo. ¿Puede uno experimentar eso? Es imposible. La percepción no tiene un percibidor. La percepción es ‘ahora’ por tanto, es intemporal. En consecuencia, la acción que nace de la percepción es intemporal.” La pregunta había florecido.
“¿Entonces, en esa percepción, el pasado y el futuro quedan totalmente aniquilados?”, pregunté con vacilación.
“¿La percepción de qué?”, preguntó Asit.
“¿Qué necesidad tiene la percepción de percibir, señor?”, preguntó Sunanda.
“‘¿Qué es el ahora?’ dice K, ‘éste contiene el presente, el pasado y el futuro’. Entonces el cerebro se pregunta: ‘¿Cómo entro en contacto con eso?’ Y dice: ‘No es posible establecer ese contacto. Sólo puede haber percepción’. Entonces el escuchar, percatándose de esa percepción, anula el pasado y el presente...” Yo tentaba mi camino en la pregunta.
Habló Krishnaji: “Vea, eso está sucediendo ahora. El escuchar no es del tiempo. Si escucho, eso ocurre ‘ahora’. No existe el tiempo en el escuchar. Por lo tanto, no hay tiempo horizontal”.
“¿Qué es la investigación, entonces?”, preguntó Asit.
“Del preguntar surge el escuchar; del escuchar, surge la pregunta”, dije.
“No teorice”. Krishnaji vio rápidamente que mi respuesta carecía de profundidad.
“No estoy teorizando”.
“La percepción es intemporal”.
“Entonces yo le formulo una pregunta. ¿Es posible indagar en ella?”
“Yo digo, sí. Al indagar, la mente misma se desembaraza de todos los conceptos, de todas las teorías, las esperanzas, los deseos. Ahora se encuentra en un estado de pureza. En ese estado, usted puede investigar. Yo le digo: ‘El amor no es del tiempo” ¿Cómo escucha eso? ¿Cuál es su respuesta? Usted oye palabras, las palabras tienen un significado. Usted las interpreta de acuerdo con su capacidad. ¿Puede escuchar la verdad de eso sin la palabra?, preguntó K.
“Uno no puede escuchar así. Uno escucha las palabras”, dijo Asit.
“La palabra no es la cosa”, fue la respuesta de K.
“Yo escucho la palabra, pero no comprendo”, reiteró Asit.
“Vengan, dialoguen conmigo”. Krishnaji atraía a los oyentes hacia él.
“Si puedo decir algo, ¿cómo escucha uno? ¿No es ésa la pregunta fundamental?”, dije.
“Uno no puede escuchar las palabras sin traducirlas”, dijo Asit.
“En un diálogo con Krishnaji, pese a que uno escucha sin que el pensamiento opere, uno abarca plenamente lo que él dice. Hay un escuchar a tal profundidad, que hace accesible lo que se está investigando”, dije.
“¿Qué entiende usted por ‘abarcar’?”, preguntó Sunanda.
“¿Puede uno generar un diálogo con la declaración: ‘El amor no es del tiempo’?”
“No verbalicen. Todos hemos sido educados para ser altamente intelectuales. Un pobre hombre que no parece brillante, entenderá una declaración sencilla”, dijo K.
“¿Cómo puede investigarse en un estado de atención?”, preguntó Asit.
“Sólo escuche”, contestó K. “Yo le digo: ‘El amor no es del tiempo’. Para mí ése es un hecho tremendo. Usted dice que realmente no lo comprende, y yo le digo que no lo comprenderá del modo en que quiere comprenderlo. ¿Capta lo que estoy diciendo? Usted quiere comprenderlo a través del proceso intelectual, a través de argumentos, de un proceso verbal de reacción. Pero no lo comprenderá de ese modo. Usted dice: ‘Es el único instrumento que tengo’. Y yo le digo que hay un instrumento por completo diferente. Usted dice: ‘Hábleme de ese instrumento’. Yo respondo: ‘Deje de lado su capacidad, su conocimiento, que es tiempo’”.
“¿Dice usted, ‘Deje de lado su instrumento intelectual?”, preguntó Asit.
“Por supuesto que no”, contestó K. “Yo dije: ‘Deje de lado el conocimiento.’ El conocimiento es evolución. ¿Existe una captación, un discernimiento, una percepción instantánea sin la palabra, sin introducir en ello el conocimiento? Yo digo que sí. ¿Puede haber un estado de pura percepción de algo, y puede uno inquirir en ese estado?”
Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.
En la mayoría de las religiones, la verdad era una verdad revelada, establecida a través de la doctrina la Biblia o el Corán- cuya aceptación se basaba en la fe. Cualquier vestigio de duda o de cuestionamiento, se consideraba herejía; esto era así entre los cataros de Francia, las antiguas sectas coptas, los gnósticos. La verdad de la iglesia no era la verdad que surgía de la prístina percepción, de la autoindagación y de la energía generada por el diálogo.
La investigación religiosa en la India, desde los tiempos más remotos, había perfeccionado el diálogo como un instrumento de sondeo en lo profundo de las cosas; usando la herramienta de la lógica hasta sus últimos límites, podía liberarse de la lógica e inquirir más allá.
Krishnaji había dado al diálogo hondura y dimensión. Mediante el escuchar a gran profundidad, la dualidad llegaba a su fin y se abrían las puertas hacia lo interno de la mente y de la naturaleza. La calidad, la percepción, y los espacios de la mente experimentaban un cambio. Si uno lo observaba, al escuchar un sermón o una lectura, había aceptación o rechazo, hasta un cuestionamiento; el pensar estaba en suspenso, entremezclado con pensamientos erráticos atrapados en el devenir como pasado o futuro.
En el diálogo religioso serio, el oído está abierto, la energía se concentra, los sentidos despiertan y operan en simultaneidad; la atención llena la mente. Contenida en la atención, la mente permanece indiferenciada. Desde esta base, todas las respuestas eran posibles. Para participar de lo profundo, tiene que haber un escuchar desde lo profundo. En este estado, el que investiga y el que escucha pierden sus identidades separadas.
Yo vacilaba, insegura sobre las implicaciones de lo que había surgido. Al llegar a Vasanta Vihar, hablé de ello con Krishnaji. Como un azogue, su mente reflejó las plenas implicaciones de lo que yo había estado percibiendo. El se encontraba totalmente despierto, ansioso de proseguir con el tema, de hacerlo asequible, de sondear en sus profundidades.
Esa tarde iniciamos una discusión sobre la naturaleza del diálogo intenso y sobre su papel de liberar al cerebro del tiempo.
Krishnaji dijo: “Hablaremos del tiempo y del diálogo, y lo haremos como dos personas religiosas. Religiosas en el sentido de que están libres de toda tradición, de toda autoridad, de todos los sistemas. En un diálogo así, existen un preguntar y un responder; la respuesta provoca una pregunta ulterior, y de este modo la pregunta se mantiene en permanente movimiento. En un diálogo semejante, hay un estado de escuchar en el cual las dos personas desaparecen y sólo queda la pregunta”.
“Los diálogos no necesariamente implican dos personas”, dije. “Esencialmente, su significado parece ser el de indagar en algo mediante un escuchar y una situación de reto. Veo que todos los problemas que se suscitan en el cerebro, nacen del tiempo. Surgen debido a la necesidad de cambiar ‘lo que es’. El movimiento del cerebro que desea cambiar ‘lo que es’ en otra cosa, crea el tiempo”.
“El tiempo físico es la salida y puesta del sol”, dijo K. “El cubrir la distancia de un punto a otro punto. Psicológicamente, el tiempo es el devenir, el “llegar a ser’ esto o aquello. El tiempo es todo el proceso de la evolución, tanto en lo psicológico como en lo físico”.
“Mi pregunta es: ¿Existe un tiempo por completo diferente? ¿Tiempo como no-movimiento? El tiempo tal como lo conocemos es movimiento, la división entre una acción y otra acción; el tiempo como esperanza; el tiempo es el movimiento del pasado, a través del presente, hacia el futuro. El tiempo es el movimiento de la realización, del logro, del devenir. El tiempo es pensar acerca de algo y después actuar. El intervalo es tiempo. Pregunto: ¿Hay un tiempo que no pertenezca en absoluto a ninguna de estas categorías?” Krishnaji se había sumergido en la pregunta.
“Usted dice que el tiempo del que habla no pertenece a la categoría del movimiento. ¿Pertenece a la categoría de la materia?”, pregunté.
“No tal como la entiendo. Me han dicho que la materia es energía manifestada, solidificada. El tiempo como el árbol que crece”.
“El cerebro es materia. En esa materia, la evolución tiene que existir”, dije.
“Por supuesto. Éramos monos; después de millones de años somos Homo Sapiens”, dijo K.
“Vinculamos esa evolución con el contenido interno del cerebro. El cerebro es materia. La evolución es inherente al cerebro. El Contenido del cerebro es la memoria. Ligamos la evolución del cerebro con la evolución de la memoria”. Escuchando, surgía la respuesta.
“Veo de qué está usted hablando. ¿Se ha desarrollado la memoria a través de un proceso de evolución?”, preguntó K.
“El problema se suscita porque aplicamos a la memoria las mismas pautas que aplicamos a la materia”, dije. “La evolución es inherente a la materia. El problema es que tomamos el contenido del cerebro, que es memoria, y sentimos que hay una entidad que puede cambiar ese contenido. Todo eso es el proceso del devenir. Es el tiempo de lo interno”.
“Pero toda evolución implica tiempo”, dijo K.
“La evolución que es inherente a la sustancia del cerebro, la aplicamos a su contenido. ¿Existe la evolución en el tiempo interno?”, pregunté.
“La evolución es tiempo”. Krishnaji era inconmovible.
“Si la evolución es tiempo, ¿por qué no puede ser aplicable al devenir?”
“El devenir implica tiempo. Soy esto, seré aquello. Pupulji pregunta si el contenido del cerebro forma parte del proceso de evolución”. K se había vuelto hacia los demás.
“No”, prosiguió. “El cerebro mismo es un producto del tiempo como evolución. Pero el contenido del cerebro -e1 cual es la acumulación de experiencias a través de milenios- ¿es idéntico a la naturaleza de la propia sustancia cerebral?”
“Comprender que el devenir es ilusión, resulta sencillo. Pero hay mucho más que eso. Usted da a entender que hay un tiempo externo del reloj y un tiempo interno del devenir. Luego pregunta si hay otro tiempo que no pertenezca a estas dos categorías. El tiempo y el espacio son una sola cosa. También lo son el tiempo y la materia”. Yo impulsaba la indagación.
“El tiempo es materia. El tiempo es energía manifestada. La manifestación misma es un proceso de tiempo”, dijo K.
“Por lo tanto, ¿el tiempo no puede existir sin la manifestación?”, inquirí.
“Conocemos el tiempo como pasado, presente y futuro”, dijo K.
“Nosotros proyectamos el tiempo en el futuro. ¿Cuál es la naturaleza la percepción de ese instante en el cual la realidad existe?”, pregunté.
“Veo que el futuro es el pasado modificándose en el presente. Eso es tiempo: ‘Yo haré, yo llegaré a ser’. Ahora bien, ¿existe una acción intemporal que es percepción una acción sin intervalo?” Krishnamurti había iniciado la pregunta destinada a abrir las puertas.
“¿Qué es lo que se modifica en el presente?”, pregunté.
“El pensamiento”, dijo K.
“¿Podemos examinar ese instante en que tiene lugar la modificación?”, pregunté.
“Me asusta lo que podría ocurrir mañana. Mañana es tanto el presente como el ayer. El presente, el ‘ahora’, es tanto el pasado como el futuro”, dijo K.
“La percepción en el presente, ¿niega tanto el pasado como el futuro?”
“Esa percepción requiere una terminación del pasado. La percepción es intemporal. Correcto. Uno percibe que está lleno de prejuicios, conocimientos, conclusiones, creencias, y con ello mira el presente, y ese presente se modifica a causa del reto. Uno puede alterar eso, pero sigue estando en el mismo campo”, respondió K.
“Sí, éste es un estado donde no hay punto alguno de percepción. Pero comprender el tiempo que no pertenece a esta corriente, es comprender la percepción del ‘ahora’”, dije.
“La percepción no pertenece al tiempo. No contiene el pasado”, dijo K.
“¿Qué es el ‘ahora’?”
“Se lo diré: El ‘ahora’ es el pasado y el presente. El ‘ahora’ es la totalidad del tiempo como tiempo pasado, tiempo futuro y tiempo presente”, dijo K.
“¿Puede uno experimentar el tiempo pasado? ¿Puede uno experimentar el tiempo futuro? ¿Qué es la experiencia de la totalidad del tiempo?” Yo retaba a Krishnaji.
“Usted no puede experimentar eso. Experimentar eso implica el experimentador, el cual está experimentando en el tiempo”. La respuesta había llegado rápidamente.
“Por lo tanto, cuando usted dice que el ‘ahora’ es la totalidad del tiempo -¿qué es lo que quiere decir realmente?” Hubo una larga pausa. “¿Existe un verdadero contacto con el ‘ahora’?”, pregunté.
“El pasado ha creado el presente”, intervino Achyut.
“Eso es fácil de verse. Yo estoy tratando de sondear a mayor profundidad. Krishnaji dice que el pasado y el presente están ambos contenidos en el ‘ahora’. Pregunto qué es este ‘ahora’”. Yo presionaba hasta donde podía.
Intervino Sunanda. “Pupul, obsérvelo. El ‘ahora’ es lo que es’ en ‘lo que es’ está la totalidad del pasado”.
“¿Pero qué es ‘lo que es’?”, insistí.
“¿Cómo afirma usted que el pasado está contenido en el presente? ¿Lo experimenta realmente o es una teoría? Esta es mi pregunta. Pupulji pregunta: ¿Qué le hace decir a usted que el pasado está contenido en el presente? ¿Es ello una idea, una teoría, o de verdad lo percibe?” Krishnaji se interrogaba a sí mismo.
“Veamos lo que Krishnaji está diciendo”, dije. “Él pregunta: ‘¿Hay un tiempo que no es el tiempo lineal, ni el tiempo del devenir? ¿Hay un tiempo independiente de estos dos tiempos?’”.
“Eso es todo”, dijo K.
“Sólo la percepción o la revelación pueden hacer que ese tiempo se manifieste en el presente. ¿Cómo llego a ese ‘ahora’ de la experiencia?”
“Usted no puede llegar a él. No puede experimentarlo. No puede concebirlo.
“Vea lo que ha ocurrido. Usted no puede experimentarlo, pero su cerebro está condicionado para la experiencia, para el conocimiento. Está condicionado para medir con las palabras. Y esto no puede abordarse de ese modo. ¿Correcto? Esta es la mente religiosa ha borrado las teorías, las ideas. Nosotros estamos tratando con realidades. ¿De acuerdo? Aquí es donde comienza la indagación religiosa”. Krishnaji estaba en el núcleo mismo de la investigación.
“¿Es posible indagar en este tiempo del que usted habla?”, preguntó titubeando.
“Es posible en el sentido de que uno puede usar palabras, pero las palabras no son la cosa”.
“Uno no puede dividir el pasado, el presente y el futuro con palabras”. Habló Sunanda.
“Sí. Pero la pregunta subsiste”, dijo K.
“Sí, la pregunta subsiste. Eso es lo extraordinario. La pregunta subsiste, pero los que preguntan no subsisten”, dije.
“Sí, los que preguntan dejan de existir”, dijo K.
“¿Pero es ésa en absoluto una pregunta verbal?”, intervino Radhika.
“¿Sobre qué opera la pregunta?”, preguntó Asit.
“Investiguémoslo. Decimos que el tiempo es evolución. El tiempo es devenir. El tiempo es desde aquí hasta allá física y psicológicamente. Conocemos ese proceso del devenir y del no devenir lo negativo y lo positivo- y proseguimos a lo largo de estas líneas durante toda nuestra vida. Entonces viene alguien y pregunta: ‘¿Con qué fin?’ Nos ha dejado con esa pregunta. Nosotros reflexionamos sobre ella y decimos: ‘Observémosla; vamos a descubrirlo’. Vemos que entre el ver, el pensar y el ser, hay tiempo. Ese intervalo es tiempo, está en el campo del tiempo. Uno también ve que todo el tiempo está contenido en el presente. Entonces Pupul pregunta: ‘¿Podemos explorar dentro del presente?’ Yo digo: ‘No.’ Si uno lo experimenta, el experimentador es el pasado y la experiencia misma es del tiempo. ¿Cuál es el estado del cerebro que ha descartado todas las teorías y las conjeturas? ¿Cuál es el estado del cerebro que ve como una sola cosa la acción y la percepción? Ve que no hay intervalo y que, por tanto, no hay tiempo. La percepción está libre del tiempo. ¿Qué es ese estado del ‘ahora’? La percepción es el ‘ahora’. La percepción no es del tiempo. No existe el ‘aprenderé’ para percibir’.
“¿Qué es la percepción? No pertenece al tiempo. ¿Puede uno experimentar eso? Es imposible. La percepción no tiene un percibidor. La percepción es ‘ahora’ por tanto, es intemporal. En consecuencia, la acción que nace de la percepción es intemporal.” La pregunta había florecido.
“¿Entonces, en esa percepción, el pasado y el futuro quedan totalmente aniquilados?”, pregunté con vacilación.
“¿La percepción de qué?”, preguntó Asit.
“¿Qué necesidad tiene la percepción de percibir, señor?”, preguntó Sunanda.
“‘¿Qué es el ahora?’ dice K, ‘éste contiene el presente, el pasado y el futuro’. Entonces el cerebro se pregunta: ‘¿Cómo entro en contacto con eso?’ Y dice: ‘No es posible establecer ese contacto. Sólo puede haber percepción’. Entonces el escuchar, percatándose de esa percepción, anula el pasado y el presente...” Yo tentaba mi camino en la pregunta.
Habló Krishnaji: “Vea, eso está sucediendo ahora. El escuchar no es del tiempo. Si escucho, eso ocurre ‘ahora’. No existe el tiempo en el escuchar. Por lo tanto, no hay tiempo horizontal”.
“¿Qué es la investigación, entonces?”, preguntó Asit.
“Del preguntar surge el escuchar; del escuchar, surge la pregunta”, dije.
“No teorice”. Krishnaji vio rápidamente que mi respuesta carecía de profundidad.
“No estoy teorizando”.
“La percepción es intemporal”.
“Entonces yo le formulo una pregunta. ¿Es posible indagar en ella?”
“Yo digo, sí. Al indagar, la mente misma se desembaraza de todos los conceptos, de todas las teorías, las esperanzas, los deseos. Ahora se encuentra en un estado de pureza. En ese estado, usted puede investigar. Yo le digo: ‘El amor no es del tiempo” ¿Cómo escucha eso? ¿Cuál es su respuesta? Usted oye palabras, las palabras tienen un significado. Usted las interpreta de acuerdo con su capacidad. ¿Puede escuchar la verdad de eso sin la palabra?, preguntó K.
“Uno no puede escuchar así. Uno escucha las palabras”, dijo Asit.
“La palabra no es la cosa”, fue la respuesta de K.
“Yo escucho la palabra, pero no comprendo”, reiteró Asit.
“Vengan, dialoguen conmigo”. Krishnaji atraía a los oyentes hacia él.
“Si puedo decir algo, ¿cómo escucha uno? ¿No es ésa la pregunta fundamental?”, dije.
“Uno no puede escuchar las palabras sin traducirlas”, dijo Asit.
“En un diálogo con Krishnaji, pese a que uno escucha sin que el pensamiento opere, uno abarca plenamente lo que él dice. Hay un escuchar a tal profundidad, que hace accesible lo que se está investigando”, dije.
“¿Qué entiende usted por ‘abarcar’?”, preguntó Sunanda.
“¿Puede uno generar un diálogo con la declaración: ‘El amor no es del tiempo’?”
“No verbalicen. Todos hemos sido educados para ser altamente intelectuales. Un pobre hombre que no parece brillante, entenderá una declaración sencilla”, dijo K.
“¿Cómo puede investigarse en un estado de atención?”, preguntó Asit.
“Sólo escuche”, contestó K. “Yo le digo: ‘El amor no es del tiempo’. Para mí ése es un hecho tremendo. Usted dice que realmente no lo comprende, y yo le digo que no lo comprenderá del modo en que quiere comprenderlo. ¿Capta lo que estoy diciendo? Usted quiere comprenderlo a través del proceso intelectual, a través de argumentos, de un proceso verbal de reacción. Pero no lo comprenderá de ese modo. Usted dice: ‘Es el único instrumento que tengo’. Y yo le digo que hay un instrumento por completo diferente. Usted dice: ‘Hábleme de ese instrumento’. Yo respondo: ‘Deje de lado su capacidad, su conocimiento, que es tiempo’”.
“¿Dice usted, ‘Deje de lado su instrumento intelectual?”, preguntó Asit.
“Por supuesto que no”, contestó K. “Yo dije: ‘Deje de lado el conocimiento.’ El conocimiento es evolución. ¿Existe una captación, un discernimiento, una percepción instantánea sin la palabra, sin introducir en ello el conocimiento? Yo digo que sí. ¿Puede haber un estado de pura percepción de algo, y puede uno inquirir en ese estado?”
Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.
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