domingo, 21 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y "El Proceso".

Desde el momento en que llegó a Bombay, Krishnaji era pura llama y comunicaba su intensidad. Inflexible en su cuestionamiento, una mañana durante el desayuno, preguntó: “¿Puede el cerebro, que es memoria, liberarse completamente de la memoria? ¿Existe en el cerebro una facultad capaz de permitirle una transformación total de sí mismo? ¿Qué ocurre cuando ustedes escuchan una pregunta de esta naturaleza?” Guardó silencio por un rato, y nuestras mentes también quedaron en silencio.

“¿Se está deteriorando la mente del hombre porque contiene milenios de tradición y memoria?” Había un silencio intenso y la conciencia de Krishnaji, que se había retirado a vastas profundidades, habló desde estas profundidades: “¿Hay en el cerebro una facultad capaz de cambiar su naturaleza y estructura, de modo que el cerebro se libere a sí mismo del pasado y emerja vital y nuevo?

“Desde que estuve en el Valle de Rishi ­y esto lo digo sin ningún sentido personal y sin exageración alguna­ todas las noches el cerebro ha estado experimentando una ‘ruptura’ y penetrando en algo inmenso. He estado observando esto como si estuviera viéndolo operar en algún otro”.

Percatándome de la inmensidad interna de Krishnaji, le pregunté si meditaba en voz alta. Estuvo de acuerdo. Esto sucedió en los Sterling Apartments, Bombay, hacia fines de junio de 1.980.

“Durante los últimos cuatro meses más o menos, una actividad peculiar ha estado desarrollándose como si se estuviera lavando el cerebro tenía lugar una purificación­ y me preguntaba qué era eso. Recientemente, cuando estuve en el Valle de Rishi, sucedió algo singular. Por varias noches uno tocó realmente la fuente de energía de todas las cosas. Era un sentimiento extraordinario; no provenía de la mente o del cerebro sino de la fuente misma. Y eso ha estado prosiguiendo en Madrás y aquí. Es como si uno estuviera totalmente aislado si es que puedo usar esa palabra sin un sentido de separación­. Había una sensación de que nada existía excepto ‘aquello’. Esa fuente o sentimiento era un estado en que la mente, el cerebro, ya no operaba sólo la fuente operaba­. Esto puede sonar raro y fantástico, pero no lo es. Me dije que debía observar cuidadosamente si no me estaba engañando a mí mismo, si no estaba preso en una ilusión, en el deseo de aquello que había comenzado y en el deseo de querer multiplicarlo, cambiarlo. He vigilado muy atentamente para ver que un deseo así no penetrara de ninguna manera en aquello. Porque en el momento que interviene el deseo, eso se convierte en un recuerdo y la energía se ha ido, la cosa original ha desaparecido. Por lo tanto, soy sumamente cuidadoso en ver que esa cosa permanezca pura. La palabra ‘puro’ significa claro, inmaculado, incorrupto. Eso es como el agua pura, el agua destilada, un torrente de la montaña que jamás ha sido tocado por la mano o la mente del hombre”.

“He sido muy prudente a este respecto. He descubierto recientemente que el cerebro está perdiendo tengo que ser muy cauto en el modo como expreso esto perdiendo su propia volición, su actividad propia. Sólo escuchen por un minuto. No sé si es común a la condición humana que, por tantos años como puedo recordar, cuando salgo a caminar por tres o cuatro horas, durante ese período no haya ni un solo pensamiento. Esto no es una invención, no es un producto del deseo. Y ‘aquello’ ha estado ocurriendo... cuando salgo a pasear está siempre ahí”.

“La mente, el cerebro se halla muy habituado a la recordación, a la experiencia, al conocimiento, a la memoria. Tiene que encontrar su propia tranquilidad... de modo que el origen, el principio no sea interferido por la actividad del cerebro. La Biblia y otros libros religiosos de Oriente, dicen que en el principio era el caos y que del caos surgió el orden. Pienso que es a la inversa. Puedo estar equivocado, pero el principio era orden. El hombre generó el caos. Porque la creación no puede ser caos. Caos significa desorden, y el Génesis dice que había caos, oscuridad; y que de ese caos Dios creó el orden. Estoy seguro de que no es así. Tiene que haber existido un orden total; los terremotos, los cataclismos, los volcanes, eran todos orden. Pienso que hemos perdido ese sentido de orden total, de completo, original y bienaventurado orden. Lo hemos perdido, y la oscuridad del caos ha sido originada por el hombre”.

“En el principio no era el caos. Eso es imposible. Aun si hubiera un Dios estoy usando la palabra Dios en su significado corriente­ y Él hubiera creado el caos original y de éste el orden, el Origen tiene que haber sido orden. No pudo haber desorden y de éste haberse creado el orden. El principio tiene que ser orden. Y el hombre lo llamó caos, y de ello el hombre produjo un tremendo desorden”.

“Ahora busca volver a ese origen, a ese orden. Ese estado tiene que ser de una inmensa bendición, un estado inmenso, intemporal, incorruptible; de lo contrario no es orden”.

“¿Puede, entonces, el hombre volver a aquello?

Eso jamás puede ser experimentado. Porque la experiencia implica reconocimiento, recordación. y ‘esto’ no es algo que uno pueda experimentar como ‘yo recuerdo’. ‘Esto’ se halla fuera del reino de la experiencia de todas las experiencias­ fuera de todo conocimiento, totalmente más allá de cualquier esfuerzo del hombre”.

“Pero el hombre se ha quedado con sus sentidos y sus deseos y la vasta acumulación del conocimiento acopiado en el cerebro”.

“Nos preguntamos, pues: ¿Puede uno extirpar la tremenda acumulación de un millón de años?”

“Pienso que eso es posible cuando todos los sentidos son excelentes y están totalmente despiertos. Entonces no hay un centro desde el cual pueda tener lugar una experiencia. Cuando no hay centro, existe un estado de no experiencia, un estado de observación pura. Cuando todos los sentidos están altamente despiertos y operan, cuando son espléndidamente sensibles, entonces en ese estado no hay un centro donde esté involucrado el ‘yo’. Es este centro, como el ‘yo’, el que crea el deseo. Este estado, este centro, no puede alcanzar aquel otro estado el principio original­”.

“El hombre no puede ambicionar aquel estado, ni recurrir a disciplinas o sacrificios para aproximarse de cualquier manera a él. ¿Qué ha de hacer entonces? Es muy importante comprender el deseo. Si éste no se comprende por completo, la sutileza del deseo es inmensa y, por lo tanto, tiene unas posibilidades enormes, extraordinarias, de engendrar ilusión”.

“El deseo, la voluntad, el tiempo, deben cesar por completo. O sea, que la mente, el cerebro, tiene que ser absolutamente puro; no puro por ausencia de sexo o de feos pensamientos, sino que ha de estar completamente vacío de conocimiento. Un estado donde el pensamiento nunca pueda surgir ­a menos que sea indispensable. Entonces ese pensamiento tiene su propia responsabilidad, de modo que sólo puede actuar en ciertas direcciones”.

Un cerebro libre de toda experiencia y, por ende, del conocimiento, no está en el campo del tiempo y, en consecuencia, ha llegado al principio de todas las cosas. Uno no puede explicarle todo esto a la gente. Pero la gente debería escucharlo -¿entienden?


Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.

 

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