viernes, 19 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Miedo.

Krishnaji llegó a Delhi en el otoño de 1.972, y fui a verle. Me interrogó con gran detalle sobre la manera en que había muerto Jayakar, sobre el instante de la muerte y el estado de mi mente. Hablamos de ello, permanecimos quietamente con ello, pero después de ese día nunca más volvió él a mencionar el hecho de la muerte de Jayakar. Un aspecto de mi vida había llegado a su fin; yo tenía que estar libre del pasado y seguir adelante. Después le hablé acerca del miedo que se había despertado en mí y me estaba destruyendo. Me escuchó con gravedad, sostuvo mi mano, e hizo que permaneciera en silencio con él. Nos quedamos así por un largo rato.

Las discusiones habían comenzado, y una de ellas versó sobre el miedo. Krishnaji dijo que el miedo existía cuando había una sensación de completo aislamiento, de absoluto desamparo. Yo respondí que uno podía habérselas con los temores conscientes, incluso permitirles florecer y terminar. Pero uno parecía estar indefenso ante los temores inconscientes, ante la oscuridad primitiva que yace en las raíces de la existencia.

“¿Contiene el inconsciente estos temores?”, preguntó Krishnaji. “¿Invita el inconsciente a estos temores, o los recoge del medio circundante? ¿Se encuentran en los genes heredados?”, siguió preguntando. “¿Por qué consideramos que el inconsciente es el depósito del miedo?”

“El miedo está siempre ahí, ‘es en una crisis que nos volvemos conscientes de él”, dije.

A medida que la discusión” fluía, reflejaba los oscuros, innominados temores que acechaban como sombras en el cerebro. Percibiendo esto, Krishnaji preguntó: “¿Es que toda la estructura de la célula tiene miedo de no ser? ¿Forma el miedo parte de la existencia humana? ¿Forma parte de la más minúscula cosa viviente, de la más diminuta de las células? Si es así, ¿por qué debería yo crear una crisis para habérmelas con el miedo?” Hubo silencio.

“Un gesto, un pensamiento, una palabra, una mirada, un susurro, generan miedo. El miedo está aquí, afuera y adentro. “Mientras él hablaba, el miedo estaba ahí, alrededor de nosotros y dentro de nosotros”. ¿Por qué no establecemos contacto con el miedo antes del reto?”, preguntó. “¿Es qué la mente consciente tiene miedo de enfrentarse al miedo?” Luego, al percibir la atmósfera y al ver la enormidad del problema, dijo: “Vayamos despacio, estamos siguiéndole la pista a un cohete.

“Lo que se requiere”, dijo, “es verdadera sencillez, no análisis. El miedo de no ser forma parte de las células de nuestra sangre. Es nuestra herencia. Yo digo que está ahí, debajo de la alfombra; levántenla y miren. Está ahí, Cuando la mente está despierta por sí misma, no tiene miedo. ¿Por qué debo asustarme si el miedo forma parte de mi ser?”

Había poco que yo pudiera agregar para contribuir a la discusión. De pronto, Krishnaji dijo: “¿Puede la mente estar por completo inmóvil? Entonces dejen que el miedo venga, déjenlo surgir. Cuando la mente se halla despierta, ¿cuál es, entonces, la raíz central del miedo?” Mientras él hablaba, hubo una intensa detención de la ascendente espiral del miedo. El cerebro estaba quieto, igual que el cuerpo.

“Este estado, ¿ha surgido alguna vez en usted, señor?”, pregunté. Nuevamente quedó en silencio. “Varias veces, muchas veces, cuando la mente tiene completa estabilidad, cuando no retrocede, cuando no acepta ni niega, ni racionaliza, ni escapa, cuando no hay movimiento de ninguna clase. Hemos llegado a la raíz de ello, ¿no es así?”

Yo había escuchado. Me fui de allí viendo que el estar libre de miedo no descansaba en ninguna acción interna o externa, que esa libertad sólo podía existir cuando el cerebro estaba totalmente silencioso. La quietud generada por el diálogo permaneció conmigo, y esa noche me dormí sin temor alguno. Los miedos catastróficos, primitivos, no volvieron a aparecer en mí desde aquel diálogo. Los pocos temores que surgieron estaban en la superficie del nivel consciente, por lo que era posible enfrentarse a ellos.

En los días que siguieron, K me habló sobre la naturaleza de la soledad. Era un extraordinario estado del ser, un estado de completo aislamiento. Era la esencia del ‘sí mismo’ el ‘yo’ con su red de palabras en que la mente se halla atrapada­. Me pidió que afrontara la completa soledad interna; sólo así podía uno verse totalmente libre del miedo.

“Estar libre del miedo es estar totalmente libre del tiempo” dijo. Yo recibí esas palabras y las guardé muy dentro de mí.



 Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.

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