domingo, 14 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y El Instructor del Mundo.

Año 1927.

El 22 de julio Raja y su esposa llegaron otra vez de Huizen por un par de noches. Por la tarde, luego que K se había retirado después de la cena, Raja se dirigió a la asamblea reunida hablando acerca de K como un Ego. Raja dijo que, para comprenderlo, uno tenía que conocer sus vidas pasadas, así como la futura en que llegaría a ser un Buddha; pero -dijo- tiene muchas, muchas vidas por delante antes de que pueda alcanzar esa meta. Para Lady Emily esa charla fue como una “ducha de agua fría” y la mayoría de los que estaban en Eerde sintieron lo mismo.

No hay duda de que esa charla fue transmitida a K, porque a la mañana siguiente habló en presencia de Raja:

"Hay una persona llamada J. Krishnamurti que siempre ha tenido en vista el fin que alcanzaría y en la búsqueda de ese fin ha pasado a través de innumerables luchas, penas y dolores. Ha explorado muchas avenidas pensando que llevarían a la meta. Entonces surgió la visión de la cima de la montaña, que es la unión con el Bienamado, que es liberación, y desde ese momento desechó todos los efectos, todos los deseos y todas las cosas excepto el logro de esa meta. Y ahora esa meta ha sido alcanzada y él ha entrado dentro de la llama. Y lo que suceda después no tiene importancia que la chispa permanezca dentro de la llama o brote fuera de ella.

Y pueden tener al Bienamado constantemente con ustedes, aún antes de que hayan llegado a ser uno con el Bienamado."


Lady Emily anotó que esto “era una respuesta a Raja, casi un reproche formulado con gran dignidad, sencillez y cortesía”.

En la tarde siguiente Lady Emily salió a dar un paseo con Raja, quien la “hizo vacilar” al decirle que la reunión de ese año en Eerde “había sido una tragedia y un fracaso y había casi destrozado el plan de la Fraternidad [la Jerarquía Oculta]”.

Raja, al contrario de Wedgwood, era muy devoto de K personalmente, pero pertenecía a la vieja escuela de los teósofos; había trabajado toda su vida para la Teosofía esotérica, en el corazón de la cual estaba el Sendero del Discipulado. Si K iba a negar la existencia de los Maestros, o siquiera soslayarlos, (ya había declarado que eran meros “incidentes”), la labor de toda la vida de Raja quedaría invalidada. Los antiguos líderes de la Teosofía iban a sentir esto más y más; su influencia estaba siendo socavada. ¿De qué podrían hablar al recorrer el mundo? ¿Qué iba a suceder con su autoridad si ya no podrían adiestrar discípulos para el Discipulado, ni repartir Iniciaciones como el espaldarazo final? El sendero directo a la Verdad iba a soslayarlos, igual que a los Maestros a quienes ellos servían.


KRISHNAMURTI
Los Años del Despertar
MARY LUTYENS
EDITORIAL ORIÓN
M É X I C 0
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