sábado, 20 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti e Indira Gandhi.

Krishnaji supo de la derrota de Indira Gandhi mientras se encontraba en Ojai, California. En la carta que me dirigió el 22 de marzo decía: “Ahora ya está ella fuera del mundo político y me pregunto qué irá a hacer. Cuando usted la vea, por favor transmítale mi afecto, ¿lo hará?” El 31 de marzo volvió a escribirme: “He recibido su carta posterior a la elección. Me alegra saber que usted estaba con ella cuando las noticias llegaron. Me siento un tanto responsable de este acontecimiento. Como le dije en Bombay, ella podía ser derrotada. De cualquier modo, por favor transmítale mi afecto”. En las cartas que siguieron, él continuó preguntando acerca de ella.

Permanecí en Delhi hasta fines de mayo, aunque renuncié a todas las posiciones que tenía en el gobierno. Indira se había mudado a su residencia de Primera Ministra en el 12 de Willingdon Crescent. Las presiones y tensiones iban en aumento. En una noche calurosa de verano, la encontré sentada sola en la oscuridad de la galería, mirando un jardín típico de la India que había afuera. Me senté a su lado, pero se dijeron pocas palabras. A veces solía compartir con ella una comida frugal y me volvía a mi casa.

Una noche la encontré en un estado de excesivo agotamiento. Yo sabía que se había entrevistado con uno de los líderes del nuevo gobierno. Le pregunté si había sentido mucha hostilidad cuando se vieron. “Si”, me dijo. “Me tomó una terrible alergia mientras él estaba hablando sentí que se me dilataban las entrañas­. No tenía pañuelos suficientes, mi nariz se derretía”.

Ciertos días solía llegar súbitamente a mi casa “para sentarse quietamente”. No parecía sentir temor alguno por sí misma, pero estaba sumamente ansiosa por su hijo Sanjay. Las pocas personas que habían permanecido con ella, le dijeron que Sanjay sería detenido y torturado en la prisión. Yo no sabía cómo consolarla.

Viajé a Bombay a principios de junio, puesto que en Nueva Delhi no tenía dónde vivir. Poco después, Indira fue arrestada. Pasó una noche bajo encierro policial, pero el magistrado la liberó a la mañana siguiente.

Krishnaji escuchó las noticias del arresto de Indira en la BBC de Londres, e inmediatamente me escribió para inquirir sobre su estado. Con las presiones en aumento contra ella y Sanjay, Indira le escribió a Krishnaji; pero como no tenía personal que la asistiera, el franqueo de la carta fue inferior al requerido para su envío por vía aérea, por lo cual ésta se despachó por vía terrestre. Cuando vi a Indira en agosto, me dijo que no había recibido respuesta a la carta que le escribiera a Krishnaji. Sabiendo que él había contestado, le escribí para preguntarle si la carta había llegado a sus manos. Su respuesta fue inmediata; no había recibido esa carta de Indira. La recibió más tarde, cuando regresó a la India y se la reenviaron desde Brockwood. La carta de Indira a Krishnamurti, fechada el 21 de junio de 1.977, decía:

Respetado Krishnaji:

Pupul me ha enviado su dirección.
Quiero escribirle pero no sé qué.
Pensaba que había adquirido cierta medida de quietud interna, pero es obvio que no resulta suficiente para las presiones que ahora estoy soportando. He sonreído a través de toda la persistente campaña de calumnias contra mí y mi familia. Esto continúa. Por añadidura, somos constantemente vigilados, seguidos y hostigados.

Proseguía la carta hablando de Sanjay y de la amenaza de cargos criminales contra él. Terminaba diciendo: “Sanjay mismo, aunque sujeto a semejantes penurias y humillaciones allanamientos de su domicilio, interrogatorios del CBI y el actual proceso­ se está comportando con dignidad y ecuanimidad”.

Las personas que habían estado junto a ella cuando era Primera Ministra, comenzaban a abandonarla, y se sentía profundamente herida. No sabía qué le deparaba el futuro. Se daba cuenta de que el gobierno Janata buscaba venganza y que seguiría humillándola y persiguiéndola. Sentía mucho temor por Sanjay.

Krishnaji llegó a la India a principios de noviembre. Desde Bombay tenía que ir a Varanasi, pero una aguda falta de agua le hizo cancelar su visita.

La planta baja de mi casa en Dongersey Road, Malabar Hill, donde Krishnaji habría de alojarse, se hallaba en muy mal estado de conservación. El día anterior a su arribo, parte del yeso que cubría el cielo raso se había desprendido cayendo cerca de mi cama y errándole por poco a mi cuerpo dormido. Era imposible arreglarlo antes de su llegada. Para sumarse a mi desesperación, en la mañana de su arribo una cuadrilla de obreros comenzó a cavar la calle frente a mi puerta, y fueron inútiles los llamados telefónicos a la Corporación Municipal para pedir que se detuvieran. Nadie supo siquiera informarme quién era el responsable. Y así fue que Krishnaji vino a una casa en la que el yeso se estaba cayendo, y donde cavaban un foso justo frente a la puerta. Habían colocado un tablón sobre el foso, y postes de madera sostenían el pórtico y el balcón posterior para evitar que se derrumbaran.

Apenas llegó, K empezó a formular preguntas acerca de Indira. Me dijo que, antes de dejar la India en 1.977, tuvo una súbita percepción que le anticipó la derrota de Indira. Y agregó que en los años venideros ella habría de enfrentarse a muchas congojas, tribulaciones y violencias.

Pocos días después de su llegada, recibí un llamado telefónico desde Delhi anunciándome que Indira vendría desde Bangalore con el solo propósito de encontrarse con Krishnaji. Iba a ser una visita privada. Llegó, salió del automóvil, y le divirtió tener que “cruzar el tablón” para entrar en la casa donde yo vivía. Pasó más de dos horas con Krishnaji, mientras que el director general de la policía, que estaba allí por razones de seguridad, aguardaba en el corredor. Cuando ella salió, me llevó a un lado y me dijo que Krishnaji le había preguntado si podía demorarse un día más en Bombay, a lo cual accedió, esperando no causar con ello demasiadas molestias.

Yo estuve inmediatamente de acuerdo y, aunque con bastante trepidación interna, comencé a planear los detalles. Cuando el director general de la policía se enteró de esto, se mostró horrorizado. Me dijo que era imposible proporcionar la seguridad adecuada para proteger esta parte de la casa. Estaba en la planta baja y numerosas ventanas se abrían a la calle. Me rogó que persuadiera a Indira de que regresara a Delhi. Estaba muy nervioso y genuinamente asustado. Varios líderes del Congreso habían venido para entrevistarse con ella. Los apiñaron a todos en el tercer dormitorio, mientras Indira los entrevistaba individualmente en el salón.

Finalmente se dispuso que ella regresara a Delhi. Para entonces, la gente ya se había enterado de que Indira se encontraba aquí, y afuera se reunían multitudes. Tarde en la noche, antes de partir, Indira comió entusiastamente sándwichs de pepino y patodi y un suculento Gujarat salado hecho con trigo entero. La llevé al aeropuerto el avión se demoró varias horas­.


Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.

 

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