sábado, 17 de marzo de 2007

Jiddu Krishnamurti y Comentarios Sobre el Vivir.

CEREMONIAS Y CONVERSIÓN

EN UN AMPLIO lugar cercado, entre muchos árboles, había una iglesia. La gente, morena y blanca, estaba entrando. En su interior había más luz que en las iglesias europeas, pero los arreglos eran los mismos. La ceremonia se estaba desarrollando y tenía belleza. Cuando terminó, muy pocos morenos hablaron a los blancos, o blancos a los morenos y todos salimos por diferentes caminos.

En otro continente había un templo, y se cantaba un cántico sánscrito; se celebraba el puja, una ceremonia hindú. La congregación era de otro tipo cultural. La tonalidad de las palabras sánscritas es muy penetrante y poderosa; tiene un extraño peso y profundidad.

Podéis convertiros de una creencia a otra, de un dogma a otro, pero no podéis convertiros a la comprensión de la realidad. La creencia no es la realidad. Podéis cambiar vuestra mente, vuestra opinión, pero la verdad o Dios no es una convicción; es una experiencia no basada en ninguna creencia o dogma, en ninguna experiencia previa. Si tenéis una experiencia nacida de la creencia, vuestra experiencia es la respuesta condicionada de esa creencia. Si tenéis una experiencia sobre la primera, entonces la experiencia es una mera continuación de la memoria, que responde al contacto con el presente. La memoria está siempre muerta, y cobra vida sólo en contacto con el vivir presente.

La conversión es el cambio de una creencia o dogma a otro, de una ceremonia a otra más satisfactoria, y no abre la puerta a la realidad. Por el contrario, la satisfacción es un impedimento para la realidad. Y sin embargo eso es lo que intentan hacer las religiones organizadas y los grupos religiosos: convertiros a un más razonable o menos razonable dogma, superstición o esperanza. Os ofrecen una jaula mejor. Ella podrá o no ser confortable, según vuestro temperamento, pero en todo caso es una prisión.

Religiosa y políticamente, en diferentes niveles de cultura, esta conversión está ocurriendo continuamente. Las organizaciones, con sus dirigentes, procuran mantener al hombre en las normas ideológicas que ellas ofrecen, ya sean religiosas o económicas. En este proceso se apoya una mutua explotación. La verdad está fuera de todas las normas, temores y esperanzas. Si queréis descubrir la suprema felicidad de la verdad, deberéis romper con todas las ceremonias y con todas las normas ideológicas.

La mente halla seguridad y fuerza en las normas religiosas o políticas, y es esto lo que da vitalidad a las organizaciones. Siempre existen los veteranos y los nuevos reclutas. Estos mantienen las organizaciones, con sus inversiones y propiedades, con sus actividades; y el poder y el prestigio de las organizaciones atraen a aquellos que rinden culto al éxito y a la sabiduría mundana. Cuando la mente halla que los viejos moldes ya no son satisfactorios y vivificantes, se convierte a otras creencias y dogmas más reconfortantes y más vigorizantes. Así la mente es el producto del medio ambiente, recreándose y sosteniéndose con sensaciones o identificaciones; y es por esto que la mente se aferró a los códigos de conducta, a las normas de pensamiento, etc. En tanto la mente sea el resultado del pasado, jamás podrá descubrir la verdad o permitir que la verdad se revele. Al aferrarse a las organizaciones ella descarta la búsqueda de la verdad.

Obviamente, los ritos ofrecen a los participantes una atmósfera en la que se encuentran a gusto. Los ritos, tanto colectivos como individuales, dan una cierta quietud a la mente; ofrecen un vital contraste a la torpe vida cotidiana. Hay una cierta belleza y orden en las ceremonias, pero fundamentalmente son estimulantes; y como pasa con todos los estimulantes, pronto embotan la mente y el corazón. Los ritos se convierten en hábitos; se tornan una necesidad, y no se puede prescindir de ellos. Esta necesidad se considera una renovación espiritual, una manera de fortalecerse frente a la vida, una meditación semanal o diaria, etc.; pero si uno examina este proceso más detenidamente, descubre que los ritos son una vana repetición que ofrece un maravilloso y respetable escape para rehuir el conocimiento propio. Sin conocimiento propio, la acción tiene muy poco significado.

La repetición de cánticos, de palabras y frases, adormece la mente, por más que momentáneamente logre estimularla. En este estado soñoliento, ocurren experiencias, pero son autoproyectadas. Por más satisfactorias que sean estas experiencias son ilusorias. La vivencia de la realidad no adviene mediante ninguna repetición, mediante ninguna práctica. La verdad no es un fin, un resultado, una meta; no puede ser invitada, porque no es una cosa de la mente.


COMENTARIOS
SOBRE EL VIVIR
Primera serie del libro de notas de
J. KRISHNAMURTI
Recopilado por
D. RAJAGOPAL
EDITORIAL KIER, S.A.

No hay comentarios.:

Etiquetas