domingo, 18 de marzo de 2007

Jiddu Krishnamurti y Comentarios Sobre el Vivir.

LAS FACETAS DEL INDIVIDUO

VINO A VERNOS rodeado por sus discípulos. Estos pertenecían a todas las categorías sociales: el pudiente y el pobre, el alto funcionario público y la viuda, el fanático y el joven sonriente. Formaban un grupo alegre y feliz, y las sombras danzaban sobre las blancas casas. Los papagayos chillaban en el espeso follaje, y un ruidoso carretón acababa de pasar. El joven se hallaba impaciente e insistió sobre la importancia del gurú, del Maestro; los otros estaban de acuerdo con él y sonreían con deleite cuando expresaba sus puntos de vista, clara y objetivamente. El cielo estaba muy azul, y un águila de cuello blanco hacia círculos justo sobre nosotros con imperceptibles movimientos de ala. Era un día verdaderamente hermoso. ¡Cómo nos destruimos los unos a los otros el discípulo al gurú, y el gurú al discípulo! ¡Cómo nos conformamos, rompiendo un molde para tornar nuevas formas! Un pájaro picoteaba un largo gusano en la tierra húmeda.

Somos muchos y no uno. El uno no llega a ser hasta que los muchos cesan. Los clamorosos muchos están en guerra entre sí día y noche, y esta guerra es el tormento de la vida. Destruimos uno, pero otro surge en su lugar; y este proceso aparentemente interminable es nuestra vida. Tratamos de imponer al uno sobre los muchos, pero el uno pronto llega a ser los muchos. La voz del uno es la voz de los muchos, y asume autoridad; pero es todavía el parloteo de una voz. Somos las voces de los muchos, y tratamos de captar la silenciosa voz del uno. El uno es los muchos si los muchos están silenciosos para oír la voz del uno. Los muchos jamás pueden descubrir al uno.

Nuestro problema no es cómo oír la voz del uno sino comprender la composición, la estructura de los muchos que somos nosotros. Una faceta de los muchos no puede comprender a los muchos; una entidad no puede comprender a las muchas entidades que somos. Aunque una faceta procura controlar, disciplinar, modelar las otras facetas, sus esfuerzos conducen siempre a la restricción y al autoencierro. El todo no puede ser comprendido por la parte, y es por eso que nunca comprendemos. Jamás conseguimos ver el todo, jamás lo percibimos, porque estamos totalmente ocupados con la parte. La parte se divide a sí misma y se convierte en los muchos. Para percibir el todo, el conflicto de los muchos, es necesario comprender el deseo. Sólo existe la actividad del deseo; aunque haya variables y antagónicas demandas y persecuciones, todas ellas son el resultado del deseo. El deseo no debe ser sublimado ni suprimido; debe ser comprendido sin aquel que comprende. Si está la entidad que comprende, entonces ella es todavía la entidad del deseo. Comprender sin el experimentador es estar libre del uno y de los muchos.

Todas las actividades del conformismo y la negación, del análisis y la aceptación, sólo fortalecen al experimentador. El experimentador jamás puede comprender el todo. El experimentador es lo acumulado, y no hay comprensión dentro de la sombra del pasado. La dependencia del pasado podrá ofrecer una vía de acción, pero el cultivo de un medio no es comprensión. La comprensión es de la mente, del pensamiento; y si el pensamiento es disciplina o en el silencio para captar lo que no es de la mente, entonces aquello que se experimenta es la proyección del pasado. En la alerta percepción de este proceso total hay un silencio que no es del experimentador. Sólo en este silencio surge la comprensión.


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SOBRE EL VIVIR
Primera serie del libro de notas de
J. KRISHNAMURTI
Recopilado por
D. RAJAGOPAL
EDITORIAL KIER, S.A.

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