sábado, 3 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y Rajagopal.

 Año 1969.

K viajó primeramente a Delhi, donde sus auditorios fueron más numerosos que nunca y habían cambiado en carácter; ahora asistían muchos más jóvenes que provenían de los diversos colegios de la ciudad, así como hombres de negocios y diplomáticos, y los acostumbrados grupos de hippies que contrastaban con los dignos monjes budistas en sus túnicas azafranadas. Es comprensible que K atrajera gente nueva a sus pláticas pero, ¿por qué las mismas personas vuelven año tras año para oírle hablar, particularmente si consideramos que no dice nada que sea espectacularmente distinto de lo que ha estado diciendo por años en incontables reuniones por todo el mundo? ¿Es que la posibilidad que él propone de una casi instantánea transformación psicológica en cada uno de nosotros transformación que habrá de terminar con el dolor y que resolverá todos nuestros problemas es tan irresistible que cuando advertimos que no hemos cambiado, creemos que sólo tenemos que escucharle una vez más para descubrir un indicio que seguramente hemos pasado por alto? ¿Acaso no estamos continuamente tras de una comprensión que se encuentra ahí no más, apenas fuera de nuestro alcance? Como alguien me dijo recientemente: «Krishnamurti nos lleva hasta la puerta misma de la verdad, la abre, y justo cuando uno espera entrar, nos la cierra suavemente en la cara».

Después de Delhi, K fue como de costumbre a Rajghat, Bombay, Madrás y el valle de Rishi. En Madrás no pudo alojarse en Vasanta Vihar porque la propiedad se hallaba en disputa; Rajagopal la reclamaba como parte de los activos de la KWINC. K se alojó en cambio con una amiga india, Mrs. Jayalkshmi, que vivía cerca de Vasanta Vihar, en Greenways Road. Él todavía esperaba un arreglo amigable con Rajagopal. «Como ustedes saben les escribió a los síndicos de la Fundación Americana a principios de diciembre , de ningún modo siento hostilidad hacia él. Por más de diez años he estado tratando de que lleguemos a alguna clase de arreglo cooperativo. Me temo que todos mis esfuerzos no han tenido efecto alguno». K proseguía esbozando los que él consideraba podrían ser los términos correctos para un arreglo, y concluía diciendo:

No sé cuál es la situación financiera de Rajagopal; nunca lo he sabido. No sé si la casa con los terrenos le pertenece personalmente o no. Si no le pertenece, sería bueno y correcto que siguiera alojándose en ella hasta el fin de sus días. Una suma definida de dinero debe asignársele cada año por todos los días de su existencia. Si él posee su propio dinero, puede que no necesite ninguna ayuda financiera. Tiene que dársele un tratamiento generoso por todo el trabajo que él ha hecho a lo largo de estos años.

Al mismo tiempo escribía a Mary Zimbalist: «...tenemos que resolver las cosas bondadosamente con él... usted debe ser bondadosa; en cierto modo está usted actuando por mí. De modo que, por favor, sea prudentemente bondadosa».

KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)

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