sábado, 10 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y La Lectura.

 Año 1986.

También caminó con alguna ayuda hasta la sala de estar y se echó sobre el sofá contemplando el fuego. Esa tarde vio una película en televisión, y los médicos sintieron que incluso podría haber una remisión de la enfermedad. A mí me dijo: “Venga a verme mañana y todos los días que me encuentre aquí”. De modo que vi a Krishnaji todas las mañanas. Me sentaba al lado de la cama, sostenía su mano con las dos mías y permanecía en silencio con él.

Noté los libros que había en la cabecera, libros en inglés, italiano y francés -el Tesoro Dorado de Palgrave, El Libro de Oxford del Verso Inglés, narraciones de Italo Calvino, el Diccionario Berlitz de ltaliano, cuentos de Alphonse Daudet, un libro de Gustave Doré y El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell.

El domingo 8 de febrero, el tumor recomenzó su implacable ataque y Krishnaji tuvo que permanecer en cama, desesperadamente enfermo. No pude verle ese día. A la mañana siguiente envió por mí. Me dijo: “Fui a dar un largo paseo por las montañas. Me perdí y no lograron encontrarme. Por eso no pude verla ayer”. Por un instante el rostro fue joven, supremamente bello.

Vi a Krishnaji alrededor de la una del 16 de febrero, el día de mi partida. Me senté con él por un rato. Sufría grandes dolores, pero su mente estaba clara y lúcida. Le manifesté que no le diría adiós, porque no habría separación. Con gran esfuerzo levantó mi mano y la llevó a sus labios. El apretón aún era firme. Permanecía acunado en un silencio que me envolvió. Cuando me estaba yendo, dijo: “Pupul, esta noche iré a dar un largo paseo por las montañas. Las brumas se están levantando”. Dejé su habitación sin mirar atrás.


Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar.
Editorial Kier.




 

No hay comentarios.:

Etiquetas