domingo, 4 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y "El Proceso".

Antes de finalizar el año, K habría de pasar por una nueva experiencia psíquica durante su estadía en la India. El 21 de febrero de 1980, hallándose en Ojai, dictó a Mary un relato de esta experiencia (ella no le había acompañado a la India ese invierno), en el que se refiere a sí mismo en tercera persona:

K partió de Brockwood hacia la India, el día 1º de noviembre [en realidad, el 31 de octubre]. Después de pasar unos días en Madrás, fue directamente al valle de Rishi. Por largo tiempo ha estado despertándose en medio de la noche con esa peculiar meditación que le ha estado persiguiendo por muchísimos años. Esta ha sido una cosa normal en su vida. No es una búsqueda consciente, deliberada de la meditación, ni un deseo inconsciente de lograr alguna cosa. Es muy evidente que se trata de algo que ni se invita ni se busca. Él ha vigilado hábilmente al pensamiento para que no convierta en un recuerdo estas meditaciones. Y así cada meditación contiene en sí la cualidad de algo nuevo y fresco. Hay una sensación de impulso que se acumula sin que se le invite ni persiga. A veces es tan intenso que la cabeza duele, en ocasiones existe el sentimiento de un inmenso vacío que contiene una energía insondable. A veces se despierta riendo con un júbilo que está más allá de toda medida. Estas meditaciones peculiares, que naturalmente son impremeditadas, crecen en intensidad. Sólo suelen cesar los días en que ha viajado o ha arribado tarde en la noche; o cuando ha tenido que despertarse temprano para viajar.

Con la llegada al Valle de Rishi a mediados de noviembre de 1979, el impulso aumentó, y una noche, en la extraña quietud de esa parte del mundo, en medio del silencio que no perturbaba el ulular de los búhos, se despertó para encontrar algo por completo diferente y nuevo. El movimiento había alcanzado la fuente de toda energía. Esto de ningún modo debe confundirse, ni siquiera mediante el pensamiento, con Dios o el principio Supremo, el Brahman, que son las proyecciones de la mente humana surgidas del miedo y del anhelo, del obstinado deseo de seguridad total. No es ninguna de esas cosas. El deseo no puede alcanzarlo, las palabras no pueden penetrar en ello ni la cuerda del pensamiento puede envolverlo. Alguien podría preguntar: ¿Con qué seguridad afirma usted que esa es la fuente de toda energía? Uno sólo puede contestar, con total humildad, que es así.

Todo el tiempo que K permaneció en la India, hasta fines de enero de 1980, habría de despertar cada noche con este sentimiento de lo absoluto. No es un estado, una cosa estática, fija, inamovible. Todo el universo está en ella, inmensurable para el hombre. Cuando él regresó a Ojai en febrero de 1980, después que el cuerpo descansó un poco, surgió la percepción de que nada había más allá de esto. Esto es lo último, el comienzo y el fin y lo absoluto. Sólo existe un sentimiento de increíble vastedad y de inmensa belleza.


Puesto que «nada hay más allá de esto», es indudable que mi libro debe terminar aquí. Pero para K ése no ha sido un final. Su salud, a los ochenta y siete años, está probablemente mejor de lo que jamás antes haya estado; su flexibilidad corporal, al igual que su vista, se mantienen intactas; su nueva energía es casi arrolladora; él siente que todavía hay muchísimo más que debe revelarse en su enseñanza, por lo cual tendrá que vivir otros cinco años poco más o menos. Puede que antes de su cese físico, tenga que escribirse un tercer volumen; la enseñanza está en contacto con la inmortalidad.


KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)

 

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