Después de Rajahmundy, K dio una plática en Madrás antes de ir a Colombo donde ofreció cinco pláticas desde el 25 de diciembre al 22 de enero de 1950. También habló dos veces por radio. Un profesor indio, al escribir sobre ello muchos años más tarde, recordaba esta época en Colombo cuando, según él, «K ofreció una de las más conmovedoras y patéticas disertaciones de toda su vida».
Fue para los estudiantes del University College [habría de escribir el profesor]; el salón estaba atestado, y era claro que los estudiantes venían resueltos a causar desorden. Apenas entramos (porque yo formaba parte del grupo de Krishnamurti) no sólo hubo aplausos de bienvenida sino ruidos más fuertes de pataleos, gritos y rechiflas.
Esto continuó incluso después de que K comenzara a hablar, y al encontrarse con tal oposición sonrió y les preguntó qué habían esperado de él, a qué se debía esa mala acogida después que le habían invitado especialmente para que les dirigiera la palabra, y qué había realmente de malo en él. Esperó sonriente una respuesta. «¿Es usted el Cristo? Díganoslo primero» gritaron una media docena de estudiantes desde diferentes rincones . Él volvió a sonreír, y de pronto estalló en una risa triste y dulce, y los estudiantes se sintieron arrebatados por ella sin darse cuenta, y hubo un cambio en la atmósfera.
Él se enfrentó a la situación y dijo: «Muy bien, señores, voy a contestarles». Y les contó la punzante pero conmovedora historia de sus primeros años, su mesianismo, sus luchas y sufrimientos, su soledad y anhelos, su búsqueda y sus realizaciones, todo en el lenguaje más sencillo y sincero; y a medida que ellos le escuchaban, cambiaban visiblemente, y pronto rompieron en aplausos, y le vitorearon, y algunos lloraban en actitud de arrepentimiento...
Yo he visto este fenómeno una y otra vez en diferentes lugares donde testarudos materialistas, fanáticos ortodoxos y comunistas engreídos comenzaban desde el inicio mismo a intimidarlo con preguntas absurdas y estúpidas... Imperturbable y con infinita simpatía él escucha sus arengas y trata de contestarles en el propio lenguaje e idioma de ellos; y poco a poco, paso a paso, les lleva a ver su punto de vista, a comprender su modo de abordar los problemas; y al final, invariablemente, ellos le dicen: «Bueno, señor, nosotros no pretendemos haberle comprendido, pero sentimos que usted está en lo cierto».
Una radiante personalidad espiritual como Krishnamurti es un fenómeno raro, aun en este país. Él es, en verdad, el florecimiento de una era. Con lo grandes que son Aurobindo y Ramana Maharshi como almas liberadas y hombres de sabiduría, yo prefiero a Krishnamurti como amigo y camarada; porque su modo es el modo simple y directo en que actúan todos los magníficos fenómenos de la naturaleza que yo entiendo, como cuando estalla en flor el pimpollo de una rosa, como el vuelo de un pájaro que regresa al nido, como el fluir natural del río que penetra en el mar.
Nada de organización, ni ceremonias, ni sacerdote, ni pooja, ni darshan; nada de magia y misterio. 22
22 My Contemporaries, por G. Venkatachlam (Bangalore 1966).
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
Fue para los estudiantes del University College [habría de escribir el profesor]; el salón estaba atestado, y era claro que los estudiantes venían resueltos a causar desorden. Apenas entramos (porque yo formaba parte del grupo de Krishnamurti) no sólo hubo aplausos de bienvenida sino ruidos más fuertes de pataleos, gritos y rechiflas.
Esto continuó incluso después de que K comenzara a hablar, y al encontrarse con tal oposición sonrió y les preguntó qué habían esperado de él, a qué se debía esa mala acogida después que le habían invitado especialmente para que les dirigiera la palabra, y qué había realmente de malo en él. Esperó sonriente una respuesta. «¿Es usted el Cristo? Díganoslo primero» gritaron una media docena de estudiantes desde diferentes rincones . Él volvió a sonreír, y de pronto estalló en una risa triste y dulce, y los estudiantes se sintieron arrebatados por ella sin darse cuenta, y hubo un cambio en la atmósfera.
Él se enfrentó a la situación y dijo: «Muy bien, señores, voy a contestarles». Y les contó la punzante pero conmovedora historia de sus primeros años, su mesianismo, sus luchas y sufrimientos, su soledad y anhelos, su búsqueda y sus realizaciones, todo en el lenguaje más sencillo y sincero; y a medida que ellos le escuchaban, cambiaban visiblemente, y pronto rompieron en aplausos, y le vitorearon, y algunos lloraban en actitud de arrepentimiento...
Yo he visto este fenómeno una y otra vez en diferentes lugares donde testarudos materialistas, fanáticos ortodoxos y comunistas engreídos comenzaban desde el inicio mismo a intimidarlo con preguntas absurdas y estúpidas... Imperturbable y con infinita simpatía él escucha sus arengas y trata de contestarles en el propio lenguaje e idioma de ellos; y poco a poco, paso a paso, les lleva a ver su punto de vista, a comprender su modo de abordar los problemas; y al final, invariablemente, ellos le dicen: «Bueno, señor, nosotros no pretendemos haberle comprendido, pero sentimos que usted está en lo cierto».
Una radiante personalidad espiritual como Krishnamurti es un fenómeno raro, aun en este país. Él es, en verdad, el florecimiento de una era. Con lo grandes que son Aurobindo y Ramana Maharshi como almas liberadas y hombres de sabiduría, yo prefiero a Krishnamurti como amigo y camarada; porque su modo es el modo simple y directo en que actúan todos los magníficos fenómenos de la naturaleza que yo entiendo, como cuando estalla en flor el pimpollo de una rosa, como el vuelo de un pájaro que regresa al nido, como el fluir natural del río que penetra en el mar.
Nada de organización, ni ceremonias, ni sacerdote, ni pooja, ni darshan; nada de magia y misterio. 22
22 My Contemporaries, por G. Venkatachlam (Bangalore 1966).
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
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