domingo, 11 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Descontento.

 Año 1922. 

Hacia fines de enero se recibieron noticias de que Bárbara Villiers había recaído y se encontraba gravemente enferma. Krishna salió inmediatamente para Benarés. “Cuando ella sepa que estoy allí, un viejo amigo, un curandero, etc., puede que esto la anime y la ayude”, escribió a Lady Emily en el tren. “Voy a curarla, va en ello mi amor propio”. Pero en Calcuta, donde tuvo que interrumpir el viaje, recibió un telegrama con la noticia de que ella había muerto.

¿No es esto terrible? [escribía desde Benarés]. La pobre Bárbara también se ha ido para siempre. Me sentí aturdido... Esta es la primera vez en mi vida que se muere alguien a quien he amado de veras, [parece haber olvidado a su madre] y ello produce una sensación muy extraña y algo deprimente. Pero uno debe ser filósofo, especialmente cuando sufre... Bárbara fue como una hermana e igual que una tierna rosa de la mañana, ¡se ha ido para siempre!

Nitya no fue tan filósofo cuando le escribió a Mar de Manziarly desde Adyar:

Pobre Bárbara, fue un terrible golpe para nosotros... es horrible ver cómo la vida continúa, cómo nadie es realmente necesario para la existencia del mundo o para nuestra propia existencia; no importa quién se muere, debemos seguir adelante y adelante. Todo esto es tan fatigoso, y luego la Teosofía, que es la cosa más agotadora de todas. Krishna es un gran suceso aquí, et moi aussi, mais tout ça au fond change trés peu. Tú eres muy afortunada, tienes tu música y en ocasiones puedes olvidarte de todo. La vie prochaine, me dedicaré a alguna clase de música, aunque sólo sea tocar el tambor.

Krishna no veía frecuentemente a Mrs. Besant mientras permanecieron en Adyar. Ella se iba a Madrás a las 10 de la mañana, a las oficinas del New India y no volvía hasta las 6:30; temprano en las mañanas no le gustaba que la molestaran. Naturalmente Krishna respetaba el horario de la India, como lo hacían todos en Adyar, y adoptó costumbres hindúes, tales corno sentarse en el suelo con las piernas cruzadas para, comer, tomando la comida con los dedos y usando hojas de plátano. Se levantaba a las 5:45 y tomaba el desayuno con Mrs. Besant a las 6:30, el almuerzo a las 10:30, el té a las 3:30, la comida a las 6:30 y se iba a la cama a las 8:45. En las mañanas mucha gente solicitaba entrevistas privadas con él. “Todos están muy ansiosos de verme y hablarme y seguir mi consejo”, le decía a Lady Emily el 14 de febrero, “Sólo Dios sabe por qué, ciertamente yo no lo sé. Mrs. Besant escucha mis balbuceos muy atentamente cuando hablo con ella y dice que le seré de gran ayuda. No, madre, no tema, no me convertiré en un engreído”.

Lady Emily pudo escaparse de Delhi e ir a Adyar por casi un mes, desde fines de febrero hasta su regreso a Inglaterra, Mrs. Besant puso a su disposición un cuarto en el Cuartel General, y por una vez pudo disfrutar de un período de firme dicha en compañía de Krishna. Se enamoró de la belleza de Adyar, como tantos lo han hecho antes y después.

Se había decidido, casi desde su llegada a la India, que Krishna y Nitya deberían ir a Sydney, donde Leadbeater aún vivía, para asistir allí a la Convención Teosófica de abril. El 22 de marzo zarparon puntualmente de Colombo, en el Omar, con Raja y su esposa, debiendo alcanzarlos Mrs. Besant tres semanas más tarde. Mrs. Besant sentía que no podía irse con ellos, aunque esto significara perder la Convención en Sydney, porque Gandhi acababa de ser arrestado y ella esperaba que, permaneciendo en la india, podría usar su influencia para evitar derramamientos de sangre. Madame de Manziarly se quedó en la India hasta septiembre y luego regresó a París.

El viaje a Colombo y el calor húmedo de Ceilán habían sido muy perjudiciales para Nitya, que empezó a toser otra vez durante el viaje. La curiosidad ofensiva de los pasajeros disgustó a Krishna; “las dos beldades de a bordo intentaron flirtear con él, y quedó sumido en profunda melancolía”.

¡Qué vida! y, ¿vale la pena? [le preguntaba a Lady Emily una semana después de zarpar]. Este luchar y luchar; ¿para qué? yo no lo sé... sueño y sueño con una vida diferente... desearía que usted y Helen estuvieran conmigo, sería completamente dichoso... Vanos y vacuos deseos. A veces esto llega a enloquecerme un poco, pero, como todas las cosas, buenas o malas, pronto pasará. Usted no sabe por lo que estoy pasando: hay una rebelión dentro de mí, surgiendo quieta pero firme; ¿con qué propósito?, no lo sé. Un continuo luchar, luchar y luego más lucha todavía. Quisiera llorar, un llanto bien largo, y descansar un poco de esta tensión, pero ¿de qué sirve?, pronto volvería. Querida madre mía, necesito irme lejos, lejos de todo el mundo, a algún lugar apartado, fresco y hermoso, pero, ¿cómo? ¡Ay de mí!

Esto era parte de una carta muy larga con unas pocas páginas escritas casi todos los días. Fue un viaje tedioso, animado sólo por algunos juegos de poker, aunque él no dice con quién jugaba.

El 1º de abril, un día antes de que llegaran a Fremantle, Krishna recibió un radiograma de Perth diciendo: “Los Hermanos de la Estrella le dan la bienvenida”.

Tuve un escalofrío en la espalda [escribió], aquí hay gente esperando darme la bienvenida, ha oído usted alguna vez una cosa semejante -darme la bienvenida- y yo deseando estar en cualquier parte menos aquí. Es terrible, y no puedo ofrecer ninguna clara explicación. En cierta forma es una vergüenza; yo no soy de los que ansían esta clase de cosas y, sin embargo, así será toda mi vida. ¡Oh Señor! ¿Qué cosa he hecho? Además soy tan tímido y me avergüenza lo que esta gente pensará, los compañeros de viaje; maldito si me importa pero ¡Oh!, cómo me disgusta todo esto. Madre, dígame qué debo hacer. Me siento como un niño deseando correr hacia su madre. ¡Oh, cielos! ¿De qué estoy hablando?

En seguida describía cómo la tarde anterior, al sentarse Raja en el sofá al lado de un inglés, el hombre dijo: “Está ocupado” y Raja contestó “Dispense” y se fue. El hombre se volvió hacia su amigo y explicó en tono agraviante: “¡Qué b... desvergonzado!” Sentí ganas de aporrear su horrible cabeza, pero desgraciadamente tuve demasiado buen tino para hacerlo. ¿Qué puede uno hacer con estos bárbaros ignorantes?”

De Fremantle viajaron a Perth, donde Krishna tuvo que sufrir la “tortura” de hablar dos veces. “Yo nunca deseé hablar y toda la gente estaba tan complacida, y me daban las gracias por lo que dije. Usted no sabe cómo aborrezco todo esto, toda la gente que viene a recibirnos, las reuniones y la fruslería devocional. Todo ello va contra mi naturaleza y yo no sirvo para este trabajo”. Antes de la reunión final de la tarde (el barco zarpó a las 11 p.m.) en un cuarto que les facilitaron para descansar, él y Nitya procuraron, durante una hora, exponer a Raja su punto de vista. Krishna le dijo que las personas de la S.T. no le atraían, que no sentía que él perteneciera al círculo de ellos pero que, sin embargo, en el mundo exterior era un “maniático en grado superlativo”. Raja no pudo entender. “Él sigue la corriente... así cuando dos personas están luchando contra la brutal corriente, Raja se queda estupefacto, azorado, y no puede entender a los luchadores. Al final todo lo que Raja dijo fue, “¡lo mejor para ti es que no des tantas conferencias!” Por tanto, empezamos otra vez en Adelaida, Melbourne, Sydney, etc. ¡Oh diablos!”

Sucedió lo mismo en Adelaida y Melbourne: reuniones, apretones de mano, devoción y sonrisas, mientras Krishna se sentía “más y más deprimido” y reiteraba sus anhelos de irse a algún lugar donde ningún ser humano hubiera estado antes. Sin embargo, sus notas editoriales para el Herald de julio, enviadas desde Adelaida, contenían una lírica descripción de la belleza de las doce millas de camino de Fremantle a Perth y un sentimiento de excitación por estar en un país nuevo. Al leer estas notas, nadie podría adivinar que no era el joven más feliz del mundo.


KRISHNAMURTI
Los Años del Despertar
MARY LUTYENS
EDITORIAL ORIÓN
M É X I C 0
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