sábado, 13 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y su muerte.

RADHA BURNIER

(The Theosophist, marzo 1985)

La conexión entre J. Krishnamurti Krishnaji, tal como cariñosamente se le conocía- y la Sociedad Teosófica, se rompió, no porque él abandonara tal como muchos miembros creen- sino porque la gente no estaba preparada para escuchar un profundo mensaje dado en términos que no estaban acostumbrados a oír. No es la primera vez que esto ha sucedido. Los judíos no quisieron escuchar a Jesús cuando vino para enseñar... La mayoría de los hindúes no respondió durante mucho tiempo a lo que Buda tenía que decir. La mayoría de las personas gustan de volver sobre sus pensamientos de costumbre, sus hábitos, sus teorías de conveniencia y sus ideas aun cuando se les sacuda, porque el cambio radical es tan difícil como “inconveniente”. Pero todo lo que es profundo es radical. La Verdad no puede contemporizar ni acomodarse, y a nosotros nos gusta contemporizar y tener lo mejor de ambos mundos. En “LAS CARTAS DE LOS MAESTROS” queda muy claro que el que está realmente interesado en el Sendero debe abandonar toda su manera de pensar rutinaria y todo su modo de actuar. Así pues, los miembros de la Sociedad Teosófica deberían haber estado preparados para escuchar un nuevo mensaje. Pero cuando Krishnaji empezó a hablar de una manera radical, hubo muchos que no pudieron escucharle.

El mismo hecho de que él se negara a sí mismo toda autoridad, era radical. Aquellos que esperaban que el “Instructor del Mundo” se manifestara a través de Krishnamurti tenían tal como él mismo declaró en 1927, un retrato en sus mentes de lo que debería decirse y de lo que debería ser la función de Krishnamurti. Un retrato es una forma material, estática, proyectada por la mente, y Krishnaji manifestaba que en tanto que el retrato era estático, la gente era feliz y se sentía satisfecha. Cuando el retrato tomaba vida se sentían perturbados. Evidentemente, es mucho más conveniente tratar con algo que no se mueve ni habla, a menos que la persona lo desee. Una imagen puede ser creada para desempeñar un papel que satisfaga. Se había esperado del “Instructor del Mundo” que dijera a la gente lo que tenía que creer, que definiera la “verdad” y el papel que tenían que desempeñar sus seguidores. A muchos puede que les hubiera gustado un papel importante para ellos mismos como seguidores e intérpretes. Pero cuando llegó la enseñanza y Krishnaji negó su propia autoridad, repudió todo seguimiento, rechazó cualquier interpretación, esto hirió el sentimiento del yo de algunos que se decían seguidores y consternó a otros.

Krishnaji puso claro desde 1927 que él no iba a decir lo que había descubierto. En aquellos días la gente preguntaba: “¿Qué es el Amado del cual usted habla?” Y él contestaba: “Voy a ser deliberadamente impreciso porque aunque yo podría hacer que ello fuera realmente claro, no es mi intención hacerlo así. Una vez que se ha definido una cosa, ésta muere”. La gente quería tener reveladas descripciones maravillosas del Amado, o de lo que fuere que él descubriera. En su AGENDA y en su DIARIO, hay vislumbres de un inmenso, innombrable algo que algunas veces llama el “otro” porque no tenía nada que ver con la actualidad de nuestro mundo. Los Upanishads, también, hablan de “Aquello” que ni la mente, ni las palabras, ni el pensamiento pueden tocar. Lo que se oye con los oídos palabras recordadas y repetidas- son todo parte del cerebro material. La memoria pertenece a la región de lo limitado. Pero a la gente le encantan las descripciones y se sienten atraídos por definiciones y etiquetas. Les hubiera gustado que él se etiquetara. Si hubiera estado etiquetado, automáticamente se hubieran convertido en “discípulos”, en “apóstoles”, o en cualquier otra cosa que ellos mismos hubieran imaginado. Pero él decía: “Cuando empecé a pensar quise descubrir lo que significaba la expresión el Instructor del Mundo... y lo que se quería indicar por su manifestación en el mundo”. Tal vez la manifestación no era de lo que la gente hablaba, sino algo que no puede expresarse en palabras. Cualquiera que quiera encontrar la verdad tiene que aprender a pensar y a descubrir por sí mismo y no aceptar descripciones, definiciones, palabras de otras personas.

Krishnaji dio una pequeña indicación de lo que su Amado era. “Mi Amado es los espacios abiertos, la flor, todo ser humano”. En su vida ésta fue la verdad. No era como una gran afirmación exactamente; la suya fue una vida que en ningún momento mostró ningún pensamiento de que alguna cosa fuera más importante que oír; ningún sentimiento de que unos están arriba y otros abajo. El decía que su costumbre era escuchar siempre a todo el mundo. “Yo deseaba aprender del jardinero, del paria (intocable), del vecino, de mi amigo, de todo cuanto podía contactar, para llegar a ser uno con el Amado”. Finalmente, escuchaba cuidadosamente con atención y con cariño, a todo el mundo, sin distinción de alto o bajo. Respondía con lo que a los ojos de los demás podría parecer una generosidad nada práctica. Observando y escuchando al científico, al intelectual, al político, a todo el mundo, él penetraba en el corazón de las cosas, tal como nos demuestra la lectura de sus COMENTARIOS SOBRE LA VIDA, y otros escritos. Poseía una enorme, tal vez ilimitada capacidad de afecto. La gente utiliza la palabra “amor” con un significado reducido. El amor vulgar permite celos, apego, mezquindad, etcétera. Pero su amor era profundo, derramándose, atento, compasivo, completamente distinto del de los demás.

Muchos de aquellos que le escucharon durante años sintieron el extraordinario poder y elevación que llegaba a través de él en sus charlas, exposiciones y conversaciones personales. A la mayoría de las personas les gusta tener influencia y utilizarla, pero él frecuentemente advertía: “No os dejéis influir por mí”. Bajo su influencia la gente pensaba que comprendía, pero a menudo era una cosa pasajera. Cuando alguien comprende realmente a través de su propia atención, aprendizaje y observación, entonces hay una luz firme y ésa es la que cada uno tiene que encontrar.

Así pues, desde el principio, cuando empezó su trabajo, dejó claro que él no estaba tratando de convencer ni de persuadir a nadie. Todo lo que hacía era tratar de despertar la percepción y el deseo de descubrir la verdad sin apoyarse en la autoridad, sin repetir declaraciones o citas de libros, ni siquiera de los suyos propios. Cuando hay un verdadero deseo de descubrir la verdad, entonces cada persona se hace libre. Cuando hay autoridad, existe el límite del miedo. La autoridad es discutible; crea inseguridad, fanatismo, dogmatismo.

El era como una flor que esparce su fragancia alrededor, no importándole quién pase ni lo que piensen de él los que pasan. Esta es la quintaesencia de la acción sin esperar resultados a la que se refiere el BHAGAVAD GITA. Innumerables personas han hablado sobre ello, han memorizado las palabras y las ideas en importantes libros, pero la verdad está muy alejada de sus vidas. Cuando alguien conoce la verdad, puede o no puede hablar; pero su vida está llena de belleza y de fragancia.

Krishnaji decía que cuando no hay apego, el límite entre la muerte y la vida es muy fino. El mostró la vida y la muerte bajo una luz diferente. Generalmente se piensa que la muerte del cuerpo es una tragedia, algo de lo que se habla durante mucho tiempo. La distancia física también se considera una “separación”. Krishnaji decía que cuando él desapareciera no se olvidaría de nadie. El puede haber estado cerca de todo el mundo siempre, porque era uno con la inmensidad y la infinitud de toda vida.

Algunos preguntan: “¿No era su enseñanza abstrusa, desarraigada de la vida del hombre corriente?” Precisamente era todo lo contrario. Su enseñanza era profunda, pero no abstrusa; estaba relacionada con la vida de las personas ordinarias porque arrojaba luz sobre la problemática del ego, que es el único problema que existe, y el cual origina el temor, el amor al poder, el descontento, la esperanza, el apego, el deseo de continuidad. Así pues, el suyo fue un mensaje para la vida diaria de cada hombre, mujer y niño, pero también fue un mensaje que podía llevar a cada uno más allá de la vida de cada día, hacia el mismo corazón de la existencia, hacia su verdad, su belleza y su paz.

NOTA

Reproducimos el editorial de The Theosophist de la Presidenta de la Sociedad Teosófica Internacional que escribiese la Sra. Radha Burnier, en marzo de 1985. Consideramos que ella ha sintetizado admirablemente el por qué el mensaje de Krishnamurti no fue el principio acogido por los teósofos como se esperaba. Hay que hacer notar que los viejos dirigentes, como la doctora Besant, al Sr. Leadbeater y el doctor Jinarajadasa, más de una vez hablaron a los teósofos y les advirtieron sobre la posibilidad de que Krishnamurti, el Instructor, podría hacer declaraciones que contradijesen lo que ellos esperaban que dijese.

En el reportaje escrito por un viejo amigo de Krishnamurti, el Sr. Asit Chandmal, titulado “El Ultimo Paseo” que este libro reproduce, se pone de manifiesto, la relación afectiva que hubo entre Krishnamurti y la Sra. Radha Burnier. En los últimos días de su existencia, estando Krishnamurti en Madrás, con frecuencia iba caminando hasta la casa de la Sra. Burnier. El mismo Sr. Asit Chandmal, aparece sorprendido por tan frecuente encuentro.
Sea lo que fuere. De nuestra parte, nos permitimos conjeturar que entre esos dos seres humanos, por encima de las diferencias de enfoques o mensajes, hondamente espirituales, su amistad afectuosa, de muchos años, era una realidad vital que les obligaba a actuar como lo hicieron.

SALVADOR SENDRA
IMPACTO DE KRISHNAMURTI
RESPUESTAS DE ESPAÑA, PORTUGAL E IBEROAMÉRICA
EDITORIAL ORIÓN
MEXICO
1987







  

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