miércoles, 31 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y la Guerra.

Estas fueron las últimas pláticas que K revisó o ayudó él mismo a revisar. Como en la mayoría de sus pláticas anteriores, había preguntas y respuestas al final de cada reunión. ¿Qué frutos habían dado esos años de silencio durante la guerra? Evidentemente, en sus horas de meditación K había penetrado muy profundamente en sí mismo, porque las pláticas de 1944, 1945 y 1946 se ocuparon fundamentalmente del autoconocimiento. En su tercera plática de 1944, había sugerido a sus oyentes: «Traten de anotar todo pensamiento sentimiento cada vez que tengan un poco de tiempo. Si lo intentan, verán qué difícil es». Al año siguiente, un interlocutor le preguntó por qué, habiendo anotado cada pensamiento y sentimiento por algunos meses como K había sugerido, no había «logrado avanzar». A esto K contestó:

Para ahondar a gran profundidad tiene que tener usted el instrumento adecuado, no meramente el deseo de ahondar... Para que pueda cultivarse el instrumento adecuado de percepción, el pensamiento tiene que cesar de condenar, de rechazar, de comparar y juzgar, o de buscar consuelo y seguridad. Si usted condena lo que ha anotado o se siente gratificado por ello, pondrá fin al fluir de los pensamientos sentimientos y a la comprensión... La comprensión está siempre en el instante presente.

Hubo varias preguntas acerca de la guerra, tales como: «¿Qué debe hacerse con los que perpetraron los horrores de los campos de concentración? ¿No debe castigárseles?» La respuesta de K a esto era predecible:

¿Quién va a castigarlos? ¿No es el juez a menudo tan culpable como el acusado? Cada uno de nosotros ha edificado esta civilización, cada uno de nosotros ha contribuido a esta desdicha; cada uno es responsable por sus acciones... El poder de oprimir a otros es maligno, y todo poder que se organiza bien y ampliamente, se convierte en una potencial fuente del mal. Ustedes piensan que vociferando las crueldades de otro país pueden pasar por alto las propias. No sólo el país derrotado sino todos los países son responsables de los horrores de la guerra. La guerra es una de las mayores catástrofes; no hay mal mayor que matar a otro. Una vez que ustedes admiten en sus corazones un mal semejante, entonces dejan sueltos innumerables desastres menores.

Y a las preguntas: «¿Cómo puede uno defenderse de la agresión sin actuar? ¿La moralidad no nos exige acaso que hagamos algo contra el mal?», K contestaba: «Defenderse es ser agresivo. ¿Puede lo verdadero establecerse por medios falsos? ¿Puede haber paz en el mundo asesinando a los asesinos? En tanto sigamos dividiéndonos en grupos nacionales, en religiones e ideologías diferentes, existirán el agresor y el que se defiende». Una pregunta práctica, poco corriente, era: «¿Cómo puede uno ganarse decentemente la vida y, no obstante, hallarse separado de los engranajes de la explotación y la guerra?» Una parte de la respuesta que K dio a esto fue:

...Nuestros medios de subsistencia los imponen la tradición, o la codicia o la ambición, ¿no es así? En general, no comenzamos por elegir deliberadamente los correctos medios de vida. Sólo nos sentimos muy agradecidos por conseguir lo que se pueda, y seguimos ciegamente el sistema económico que nos rodea. Pero el interlocutor desea saber cómo separarse de la explotación y la guerra. Para ello no debe admitir en sí las influencias, ni seguir la ocupación tradicional, ni ser envidioso o ambicioso... Pero aunque sea importante y provechosa, la ocupación correcta no es un fin en sí misma. Usted puede tener un correcto medio de vida, pero si en su interior es insuficiente y pobre, será una fuente de desdicha para sí mismo y para otros; será irreflexivo, violento y agresivo.


KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)

 

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