Año 1981.
Cierta noche, un sadhu barbudo, de pies desnudos, vistiendo una túnica de color ocre y un paño atado alrededor de la cabeza, habló con Achyut, y más tarde durante la semana se entrevistó con Krishnaji. Pertenecía a la antigua secta de los Siddhas y vivía con un gurú en el distrito de Anantpur. Su gurú era viejo, y le había dicho a su discípulo que percibía la presencia mística de un gran ser que impartía enseñanzas en el mundo. “Me estoy muriendo”, dijo el gurú, “de modo que él será tu gurú; encuéntralo”. El discípulo había ido de aquí para allá en busca del verdadero maestro. Había visitado todos los ashrams, pero no estaba satisfecho. Entonces, en Madres oyó hablar de Krishnamurti y asistió a las pláticas. Sintiendo que había encontrado lo que buscaba, volvió a su gurú y le describió lo que había visto. El gurú confirmó así su percepción y le pidió que regresara a Madrás y a Krishnamurti. Más tarde, estando en Madrás, el sadhu supo que su gurú había muerto.
Este sannyasi tenía conocimientos secretos sobre la alquimia de las plantas y sobre el uso de las hierbas en recetas medicinales. Conocía el momento del día o de la noche en que las plantas debían recogerse, sabía cómo guardarlas y los mantras que debían acompañar la preparación de las pociones. Un gran elemento de magia se manifestaba en lo que decía: que las plantas poseían inteligencia y percepción. Estas cualidades se revelaban sólo a quienes se acercaban apropiadamente a ellas. Le dijo a Achyut: “Una planta a la que uno se aproxima con codicia o deseo, desaparece y es imposible encontrarla. A las plantas y a las hierbas hay que hablarles. Es necesario tener su permiso antes de tocarlas, hay que dirigirse a ellas con humildad ‘¿Me permites que te toque, o quisieras que esperara?’ Dan luz y fragancia a quienes se comunican con ellas”. Sus palabras tenían reminiscencias del misterioso carácter sagrado y del prodigio de las plantas como dadoras de vida, protectoras y contenedoras de energía, que se encuentra en los himnos del Atharva Veda. Krishnaji se mostró muy interesado en el hombre y en su sensibilidad, así como en su relación con las plantas.
Achyut lo envió para que llevara las enseñanzas de Krishnamurti entre los Siddhas y las sectas ambulantes de los sadhus.
Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.
Cierta noche, un sadhu barbudo, de pies desnudos, vistiendo una túnica de color ocre y un paño atado alrededor de la cabeza, habló con Achyut, y más tarde durante la semana se entrevistó con Krishnaji. Pertenecía a la antigua secta de los Siddhas y vivía con un gurú en el distrito de Anantpur. Su gurú era viejo, y le había dicho a su discípulo que percibía la presencia mística de un gran ser que impartía enseñanzas en el mundo. “Me estoy muriendo”, dijo el gurú, “de modo que él será tu gurú; encuéntralo”. El discípulo había ido de aquí para allá en busca del verdadero maestro. Había visitado todos los ashrams, pero no estaba satisfecho. Entonces, en Madres oyó hablar de Krishnamurti y asistió a las pláticas. Sintiendo que había encontrado lo que buscaba, volvió a su gurú y le describió lo que había visto. El gurú confirmó así su percepción y le pidió que regresara a Madrás y a Krishnamurti. Más tarde, estando en Madrás, el sadhu supo que su gurú había muerto.
Este sannyasi tenía conocimientos secretos sobre la alquimia de las plantas y sobre el uso de las hierbas en recetas medicinales. Conocía el momento del día o de la noche en que las plantas debían recogerse, sabía cómo guardarlas y los mantras que debían acompañar la preparación de las pociones. Un gran elemento de magia se manifestaba en lo que decía: que las plantas poseían inteligencia y percepción. Estas cualidades se revelaban sólo a quienes se acercaban apropiadamente a ellas. Le dijo a Achyut: “Una planta a la que uno se aproxima con codicia o deseo, desaparece y es imposible encontrarla. A las plantas y a las hierbas hay que hablarles. Es necesario tener su permiso antes de tocarlas, hay que dirigirse a ellas con humildad ‘¿Me permites que te toque, o quisieras que esperara?’ Dan luz y fragancia a quienes se comunican con ellas”. Sus palabras tenían reminiscencias del misterioso carácter sagrado y del prodigio de las plantas como dadoras de vida, protectoras y contenedoras de energía, que se encuentra en los himnos del Atharva Veda. Krishnaji se mostró muy interesado en el hombre y en su sensibilidad, así como en su relación con las plantas.
Achyut lo envió para que llevara las enseñanzas de Krishnamurti entre los Siddhas y las sectas ambulantes de los sadhus.
Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.
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