viernes, 5 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Canto.

Sabía que no era posible ver a Krishnaji durante las pláticas del Campamento, por lo tanto, le dije adiós mientras nos habíamos detenido un momento en la puerta principal del castillo. Dije unas pocas palabras de gratitud que parecieron inadecuadas, y le di un abrazo. El me dijo cuánto se había alegrado de tenerme allí y que nosotros nos volveríamos a ver más tarde. Esa fue la señal que liberó de nuevo aquel maravilloso estallido de alegría y felicidad levantándome hasta la copa de los árboles y dejándome absolutamente sin palabras. Por fortuna yo le había dicho adiós, y así, nada más camine hacia el bosque. Era ya el atardecer cuando volví a mi cuarto en el anexo. Todos habían partido ya. Mientras esperaba al chauffeur que me iba a llevar reflexioné sobre este grande y gozoso regalo: el legado espiritual de mi viaje al castillo de Eerde, y me hice a la idea de que esta vez no lo perdería. Pero tenía que aprender con el tiempo que ésta no era la clase de experiencia que usted debe de tener en mente para manejarla. Era una cosa totalmente espontánea que ocurre o no ocurre y no puede ser invitada por persuasión o adulación. De cualquier manera era un gran principio para las sesiones del Campamento y para mí lo más importante sobre todo lo que seguiría. Justamente por eso, el inflamado canto en sánscrito de Krishnaji era siempre gozoso; su voz mezclada con el fuego crepitante, se elevaba con las danzantes llamas. 


K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988









1 comentario:

Ximena dijo...

Gracias por este espacio. Siempre es bello pasearse por aquí...

Ximena

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