viernes, 5 de enero de 2007

Jiddu Krishnamurti y la Risa.

Durante todo este tiempo no pude ver mucho a mi excitante nueva amiga Ruth Roberts. Ella estaba generalmente ocupada con sus antiguos amigos. Entre ellos estaba un rico filósofo holandés, J.J. van der Leeuw, quien le había propuesto matrimonio. Koos, como todo el mundo lo llamaba, era un hombre muy alto y muy serio, tal como debía ser un filósofo. Además, él era totalmente calvo y se le adjudicaba un pequeño suceso que él erudito filósofo nunca se cansó de repetir. Parece que una tarde soleada estaba inocentemente bajo la ventana del segundo piso de uno de los cuartos en el edificio anexo, cuando súbitamente sintió una gota de materia pegajosa que cayó sobre su calva. Filósofo como era, permaneció calmado y silencioso, pensando que algún gran pájaro al pasar lo ensució. Era su karma. Hizo lo mejor que pudo. Lentamente y con un mínimo de escándalo como para no ser notado, agachó su cabeza para quitar aquella gota ofensiva. Entonces la terrible verdad se hizo evidente: la suciedad del pájaro era tan sólo una ordinaria pasta dental. Un truco muy sucio perpetrado por alguien con un equivocado sentido del humor, pensó él. Lleno de justa indignación miró hacia arriba y de acuerdo a su propio decir, vio a Krishnaji y a Rajagopal ocultándose tras la ventana que estaba directamente sobre de él, cayéndose de risa. Koos airadamente se limpió como pudo y buscó el baño más cercano. ¡El tema de la liberación había llegado a un punto insoportable!

Más tarde y por diversión pregunté a Krishnaji si él o Rajagopal eran los responsables de haber exprimido la pasta dental sobre la cabeza calva de Koos, con malignidad certera. Krishnaji se rió con traviesa exuberancia y dijo simplemente que Rajagopal tenía un fantástico sentido del humor, y que Koos se había mostrado incomprensivo sobre ello.



K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988



 

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