domingo, 10 de diciembre de 2006

Jiddu Krishnamurti y Los Problemas del Mundo.

"Los problemas del mundo son tan colosales, tan complejos, que para comprenderlos y resolverlos hay que abordarlos de un modo muy sencillo y directo; y lo sencillo y lo directo no dependen de las circunstancias exteriores ni de nuestros prejuicios ni estados de ánimo individuales. Como ya he señalado, la solución no ha de encontrarse mediante conferencias o proyectos, ni sustituyendo a los viejos dirigentes por otros nuevos, ni cosas por el estilo. Es evidente que la solución está en el creador del problema, en el creador de la maldad, del odio y de la enorme falta de comprensión que existe entre los seres humanos. El causante de estos daños, el creador de estos problemas, es el individuo, vosotros y yo, no el mundo, como creemos. El mundo es vuestra relación con cualquier otra persona. El mundo no es algo que exista aparte de vosotros y de mí; el mundo, la sociedad, es la relación que establecemos o procuramos establecer entre unos y otros.

Así pues, vosotros y yo somos el problema, no el mundo; porque el mundo es la proyección de nosotros mismos, y para comprender al mundo tenemos que comprendernos a nosotros mismos. El mundo no está separado de nosotros; somos el mundo, y nuestros problemas son los problemas del mundo. Esto hay que repetirlo una y otra vez, porque tenemos la mentalidad tan aletargada que pensamos que los problemas del mundo no son de nuestra incumbencia; creemos que deben ser resueltos por las Naciones Unidas o relevando a los viejos dirigentes por otros distintos. Es una mentalidad bien torpe la que piensa de ese modo; porque nosotros somos responsables del horrible sufrimiento y confusión que hay en el mundo, de la guerra que nos amenaza. Para transformar el mundo debemos empezar por nosotros mismos, y lo importante en este empezar es la intención. La intención tiene que consistir en comprendernos a nosotros mismos, y en no dejar para otros el transformarse o producir una modificación mediante la revolución de izquierdas o de derechas. Es, pues, importante comprender que ésta es nuestra responsabilidad, la vuestra y la mía; porque por pequeño que sea el mundo en que vivimos, si podemos transformarnos, si podemos hacer surgir un punto de vista radicalmente diferente en nuestra existencia diaria, entonces tal vez afectaremos al mundo en general y a las continuas relaciones de unos con otros.

Como he dicho, pues, vamos a tratar de descubrir el proceso de la comprensión de nosotros mismos, que no es un proceso de aislamiento. No es retirarse del mundo, porque aislados no podemos vivir. Ser es estar relacionado, y el vivir aislados es algo que no existe. Es la falta de verdadera convivencia lo que causa conflictos, sufrimiento y lucha; por pequeño que sea nuestro mundo, si podemos transformar nuestras relaciones dentro de él, será como una onda que se extiende constantemente hacia fuera. Creo que es importante ver eso, es decir, que el mundo es nuestras relaciones con los demás, por reducidas que sean; y si podemos producir una transformación, no superficial sino radical, entonces empezaremos a transformar activamente al mundo. La verdadera revolución no sigue una norma determinada, de izquierdas o de derechas, sino que es una revolución de valores, una revolución que va de los valores sensoriales a los que no son sensoriales ni creados por influencias ambientales. Para encontrar esos verdaderos valores que producirán una revolución radical, una transformación o regeneración, es esencial que uno se comprenda a sí mismo. El conocimiento de uno mismo es el principio de la sabiduría, y por lo tanto el comienzo de la transformación o regeneración. Para comprenderse uno mismo tiene que existir la intención de comprender; y ahí es donde se presenta nuestra dificultad. Aunque la mayoría de nosotros estamos descontentos, deseamos producir un cambio súbito, y nuestro descontento se canaliza hacia el mero logro de cierto resultado; al estar descontentos, o bien buscamos otro empleo o simplemente sucumbimos al ambiente. El descontento, en vez de inflamarnos, de inducirnos a poner en tela de juicio la vida y todo el proceso de la existencia, se ve canalizado, con lo cual nos volvemos mediocres y perdemos la energía y el empuje necesarios para descubrir todo el significado de la existencia. Por consiguiente, es importante descubrir estas cosas por nosotros mismos, pues el conocimiento de uno mismo no puede dárnoslo nadie ni lo hallaremos en libro alguno. Tenemos que descubrir, y para descubrir tiene que haber intención, búsqueda, investigación. Mientras esa intención de descubrir, de inquirir lo más profundamente, sea débil o no exista, la mera afirmación, o un deseo casual de investigar acerca de uno mismo, tiene muy escasa importancia.

Así pues, la transformación del mundo se produce con la transformación de uno mismo; porque el "yo" es producto y parte del proceso total de la existencia humana. Para transformarse, el conocimiento de uno mismo es esencial; porque sin conocer lo que sois no hay base para el verdadero pensar, y sin conoceros a vosotros mismos no puede haber transformación. Uno debe conocerse tal cual es, no tal como desea ser, lo cual es un mero ideal y por lo tanto ficticio, irreal; y sólo lo que ES puede ser transformado, no aquello que deseáis ser. El conocerse a sí mismo como uno es requiere un extraordinario estado de alerta en la mente; porque lo que ES sufre constante transformación, cambio, y para seguirlo velozmente, la mente no debe estar atada a ningún dogma ni creencia en particular, a ninguna norma de acción. Si queréis seguir algo, de nada sirve estar atado. Para conoceros a vosotros mismos tenéis que tener una mente perceptiva y alerta, libre de toda creencia y de toda idealización, porque las creencias e ideales no hacen más que ofreceros una apariencia pervirtiendo la verdadera percepción. Si queréis saber lo que sois, no podéis imaginar o creer en algo que no sois. Si soy codicioso, envidioso, violento, el mero hecho de tener un ideal de "no violencia", de "no codicia", es de escaso valor. Pero el saber que uno es codicioso o violento, el saberlo y comprenderlo, requiere extraordinaria percepción, ¿no es así? Exige sinceridad, claridad de pensamiento, mientras que perseguir un ideal alejado de lo que es, resulta una escapatoria; os impide descubrir y obrar directamente sobre lo que sois".


J. Krishnamurti. (Filósofo Hindú, 1895-1986)




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