martes, 19 de diciembre de 2006

Jiddu Krishnamurti y N. Lakshmi Prasad.

PREFACIO

En el año 1971 compré el libro The Penguin Krishnamurti Reader e intenté leerlo; pero no lo encontré muy interesante y por ello pasó algún tiempo antes de que lo terminase. Unos meses después, en ese mismo año, encontré en una biblioteca uno de los volúmenes de Comentarios Sobre el Vivir, que leí con sumo interés. Desde entonces busqué ávidamente los libros de Krishnamurti, ya fuera en bibliotecas, en librerías o en colecciones privadas, dedicando a su lectura casi todo mi tiempo libre, algunas veces incluso hasta altas horas de la noche. Mis vacaciones pasaron a ser destinadas a mi mayor placer: leer a Krishnamurti. Cuando alguien me prestaba algún libro de él, anotaba en mi cuaderno pasajes enteros, antes de devolverlo. Krishnamurti me había atrapado.

En aquel entonces mi jefe era Sri T. Vedantam (director de Operaciones del Censo en Hyderabad). Habíamos sido compañeros de colegio y éramos amigos. Él estaba también muy interesado en la enseñanza de Krishnamurti, por lo que me sugirió que fuera algunos días a la escuela de Rishi Valley, ya que Krishnamurti estaría en ella durante Diciembre de 1972. Ello fue para mí una gran alegría y le agradecí la oportunidad de conocer a Krishnamurti.

En Rishi Valley conocí a Pupul Jayakar y a Sri Achyut Patwardhan. Ambos, al notar mi sincero interés, me invitaron a comer con Krishnamurti, junto a otros visitantes. Pero las comidas sociales y las presentaciones formales es algo que no me satisface mucho. Deseaba ardientemente tener un contacto directo con él, pero sabía que no podía pedirle una cita sin un motivo concreto. Mucho tiempo después le comenté que en aquellos momentos me sentía como quien intenta escalar un muro muy elevado. Él sonrió, aprobando mi “ímpetu”.

Desde entonces asistí a sus charlas anuales en el Sur de la India. Durante diez años no pude acercarme a él, aunque ya me había leído prácticamente todas y cada una de sus palabras publicadas.

En 1980 mi amigo Sri Pothuri Venkateswara fue nombrado editor en jefe del Andhra Prabha Weekly, revista de gran tirada, muy popular en las zonas donde se habla telegu. También él conocía mi interés en Krishnamurti, por lo que me sugirió que lo entrevistara como free lance para la revista. Esa era la oportunidad que yo había esperado tanto. Acepté entusiasmado.

Las conversaciones contenidas en este libro están basadas en notas tomadas por mi esposa y por mí, de las respuestas dadas por Krishnamurti a mis preguntas. En una de las primeras entrevistas Krishnamurti me preguntó qué hacía yo luego con todas las notas. Le respondí que mi esposa y yo registrábamos cada una de sus palabras. En casa, componíamos el diálogo cuidadosamente y lo traducíamos al telegu, esforzándonos mucho por que no se perdiera el espíritu de lo dicho.

¿Por qué no utiliza un magnetófono? Aquí mismo tengo uno muy bueno del cual se puede usted servir si lo desea me dijo.

Le contesté que no quería un magnetófono, que mi deseo era llevar las entrevistas de este modo. Mi intención era que el ambiente de la entrevista fuera totalmente informal y que no hubiese nada artificial entre nosotros, y un magnetófono no se ajustaba a esta idea mía. Krishnamurti asintió con una sonrisa.

Durante siete décadas Krishnamurti ha hablado a muchos miles de personas. Creo que la comprensión de al menos algunas de ellas aumentó notablemente. Sin embargo lo que cada uno recibimos de él, tan sólo depende de nosotros.

Primera entrevista

Vasanta Vihar, Madrás,
Enero de 1981

Esta entrevista se realizó en el salón del primer piso de Vasanta Vihar, sede de la Fundación Krishnamurti de la India en Adyar, Madrás. Estuvo presente conmigo mi hija Padmapriya, entonces estudiante universitaria y también ávida lectora de los libros de Krishnamurti. También estuvo presente Achyut Patwardhan, ex líder socialista y persona con una estrecha relación con Krishnamurti.
Creo que soy la primera persona que ha insistido en que Krishnamurti dijera algunas palabras en su lengua natal, el telegu, después de muchas décadas de hablar en inglés. Por supuesto fue de un modo informal e incluso en broma, pero él accedió graciosamente.
Mi última pregunta sobre por qué los humanos pontificamos a quienes abren nuevos caminos sin tomarnos nosotros ese trabajo me hizo por primera vez establecer un contacto real con Krishnamurti. Estoy seguro de que el lector encontrará interesante su respuesta.

Rivalidad

Prasad: Uno siente que en nuestros tiempos hay muchas contiendas y rivalidades, tanto entre las comunidades como entre los individuos, aquí y en todas partes. ¿Cómo ve usted esto?

J.K.: ¿Cómo lo veo? Ese conflicto entre el hombre y el hombre comienza a nivel individual, dentro de la propia familia. Ni siquiera entre los miembros de una misma familia existe comprensión. Cada uno mira por sí mismo, por sus propias ambiciones y aspiraciones. Y todo lo que vea usted en la familia lo verá también en la vida de la comunidad y luego en el país. El conflicto deber ser resuelto en su primer nivel, el nivel individual, antes de que podamos pasar a los siguientes.

Comunicaciones

Prasad: El rápido desarrollo de las comunicaciones debería haber generado más comprensión entre los pueblos de la tierra. Sin embargo cada vez parece haber más conflictos ideológicos. Los logros en cuanto a velocidad y tecnología, han generado un empobrecimiento de los valores humanos y una pérdida de comprensión. ¿Por qué?

J.K.: Sí, los valores humanos han declinado, es evidente. La mundanalidad, el deseo de dinero, de sexo y de poder se han incrementado. Pero su pregunta es por qué ha ocurrido esto. La tecnología ha hecho que estas cosas sean accesibles a un número de personas mucho mayor que antes. Todos los políticos persiguen el poder. El dinero y el sexo son los factores primarios y dominantes de la vida del individuo. Añada a esto la rapidez de las comunicaciones.
Teniendo en cuenta este estado de cosas. ¿Qué puede hacer el hombre? ¿Qué puede esperar? Tecnológicamente estamos muy avanzados pero moralmente somos muy pobres. Aunque los gurús hablan sobre los valores, no hacen gran cosa al respecto. Los gurús también persiguen el poder, por ello no animan a sus seguidores a investigar, a inquirir.

Prasad: No permiten la discusión...

J.K.: Los gurús simplemente se niegan a hacer precisamente lo que hay que hacer. Y no aceptan discusión. Generalmente su mayor interés está en lograr una gran cantidad de seguidores. Constantemente están calculando cuál será el número de sus discípulos.
Entonces, ¿quién va a salvar al hombre? Va a tener que salvarse a sí mismo.

Disciplina

Prasad: Usted anima a la autodisciplina pero está en contra de la disciplina impuesta. Sin embargo si consideramos lo que está ocurriendo hoy en este país, ¿cree usted conveniente que se impusiera algún tipo de disciplina en varios campos de actividad, o no?

J.K.: ¿Quién va a enseñar a quién? ¿Cree usted que todos esos gobiernos corruptos están en condiciones de enseñar algo al pueblo? ¿Están las instituciones educativas capacitadas para enseñar los verdaderos valores a los estudiantes? No es de extrañar que los estudiantes se entreguen a las drogas y se destruyan a sí mismos. Mientras tanto el profesor logra su puesto a través de medios corruptos. ¿Qué ejemplo pueden ser esos mayores para los estudiantes? Los jóvenes ven lo que hacen sus padres, cómo viven, y los métodos que utilizan para elevarse socialmente. Ese es el motivo de las revueltas, de la rebelión que vemos en los jóvenes.
Es necesario que los niños y las niñas reciban el tipo de educación correcto, a fin de que entiendan el modo correcto de vivir. Y es necesario empezar al nivel escolar.

Achyut Patwardhan (interviniendo): Lo que él sugiere es que, por ejemplo en un país comunista, ¿es bueno que cierta literatura esté prohibida? ¿es conveniente este tipo de disciplina externa?

J.K.: ¿Quién me enseñó a mí disciplina? Yo fui educado me un modo muy particular. Nadie me dijo que no debía tomar alcohol, que no debía fumar o que no debía comer carne. Pese a ello, nunca he hecho ninguna de esas cosas.

Achyut Patwardhan: Existe la autodisciplina y la disciplina impuesta por la sociedad.

J.K.: Fíjese lo que pasa cuando uno empieza a imponerla, fíjese en los ciegos de Bhagalpur. (Krishnaji se refería a la supresión deliberada de la vista efectuada por las autoridades de la cárcel a ciertos presos. Caso que salió a la luz pública provocando un gran alboroto).

Prasad: ¿Entonces usted no controlaría a los locos?

J.K.: Pero, ¿y si el que controla al loco está también loco? ¿Entonces, qué es la disciplina? Disciplina es “aprender”. Debemos aprender. A los monjes de ciertas sectas y órdenes religiosas les ha sido impuesta una disciplina muy severa durante siglos. ¿Y qué ha ocurrido? Hoy se les permite contraer matrimonio.

Dos generaciones

Prasad: Usted ha hablado a más de dos generaciones, y ha visto cómo reaccionan ante sus palabras. ¿Podría decirnos cual es la diferencia entre la década de los años treinta y ésta de los ochenta? ¿Han hecho las superficialidades de nuestros días que se pierda intensidad?

J.K.: En aquella época la gente creía en los ideales y luchaba por ellos. Había personas que no dudaban en dar su vida por un ideal. Fíjese en la guerra de España. Allí se luchó contra el fascismo y luego contra el comunismo. Había muchas personas comprometidas con un ideal, con una creencia.

Prasad: Y en este país, ¿en qué campos se luchaba?

J.K.: En el movimiento por la libertad. En todos los países es lo mismo. Primero los ideales y luego la caída. Siempre es lo mismo.
Hoy nadie cree en nada. El otro día el Papa decía en Roma: “Nuestra fe en el Salvador y en la Iglesia debe ser mayor”. ¿Qué significa eso?
Prasad: Cuando falta la fe, hay que procurar reforzarla.

J.K.: El hombre de hoy no cree en nada. Cuanto más serio sea usted, cuanto más piense y más humano sea, menos creerá en nada. Salvo que descubra algo por sí mismo, no creerá en nada, por grande que ello pueda parecer. Y cuando descubra eso ya no tendrá necesidad de creer. Nadie tendrá ya que inculcarle la fe.

Lengua nativa

Prasad: Una pregunta personal. Hace ya muchos años usted habló su lengua natal, el telegu. Si yo le hablo ahora en esa lengua, ¿me entendería usted? ¿Puede usted decir algunas palabras en telegu a nuestros lectores?

J.K.: Lo siento. En la actualidad ya no hablo ese idioma. Tomaron a un niño y le dijeron: “debes aprender perfectamente el idioma universal: el inglés”. Por supuesto hablo otros idiomas, francés, italiano, español y otros. Pero se espera que hable en inglés. Fui criado en el ambiente más aristocrático, entre personas de mucha calidad, que todos hablaban en inglés.

Prasad: Debo insistir, por mis lectores.

J.K.: (Sonriendo) Está bien. Insista.

Prasad: Entiendo que le sugirieran la conveniencia de aprender el inglés y hablar solo en ese idioma.

Achyut Patwardhan: Lo que él desea saber es si todavía queda en usted algún recuerdo del idioma telegu.

J.K.: Tal vez podría intentar recordar algunos números.

Prasad: Perfecto, Señor. Eso será suficiente.

J.K.: (Vacilante) Okati, Renda, Moodu, Na lu gu (palabras en telegu que significan uno, dos, tres, cuatro).
(Luego duda y dice five en inglés y seis en italiano, y ríe.) Eso es todo. Ya me pasé al italiano.

Profundizando más

Prasad: En cualquier época, una persona consigue excavar un pozo, apaga su sed y comparte el agua con los demás. Luego se va de este mundo y sus seguidores parecen no excavar ya más. El pozo se seca y sus seguidores se dedican a construir un templo sobre él y a generar un culto, pero nadie se toma el trabajo de excavar por sí mismo. ¿Es este el destino de la humanidad?

Achyut Patwardhan: Buena pregunta.

J.K.: (Mira al rostro del entrevistador con incredulidad, como no esperando esta pregunta de un periodista). Si, es una buena pregunta. ¿Es suya esta pregunta?

Prasad: Por supuesto que es mía. He leído mucha literatura sufí, a Jalaludin Rumí y a otros. Sin embargo cuando hablo con la gente con frecuencia me dicen: “Mirad, aquí está Krishnamurti”.

J.K.: Ya veo. (Como interiorizándose.) Al hombre se le ha enseñado a seguir; a seguir los pasos de otro, los pasos de algún gran hombre. No sólo en el campo espiritual, sino en cualquier actividad. También en el mundo político, científico y artístico, también allí esa es la norma. Uno desea seguir a Picasso o a Beethoven. El hombre está entrenado y condicionado para seguir a alguien. En ese seguir halla confort y seguridad y eso es lo que él busca. No quiere pensar por sí mismo, porque antes le han dicho qué es lo que debe pensar, pero no cómo debe pensar. La sociedad que nos rodea, la educación que nos han dado, nuestras religiones, todo ello nos anima a conformarnos, a imitar, a obedecer. Si durante miles de años me han instado a seguir a otros, mi cerebro se resiste a otra cosa. ¿Qué puedo hacer?
En ese punto estamos. ¿Escuchó la charla de ayer?

Prasad: Sí, Señor, allí estuve.

J.K.: Cuando les pedí a muchos que examinaran el problema conmigo, solo fueron capaces de dar algunos pasos, muy pronto se perdieron. Así son las personas.

Prasad: Debemos dejarlo ya, Señor.

Mi hija Padmapriya y yo intentamos retirarnos. Krishnamurti nos acompañó a ambos hasta abajo de las escaleras de Vasanta Vihar donde me dijo: “Siempre que yo esté aquí, y siempre que usted esté aquí, será bienvenido”.
Inicialmente me habían concedido veinte minutos para la entrevista, pero ésta se prolongó casi tres cuartos de hora. Krishnamurti me trató en todo momento como un “amigo”.



CONVERSACIONES CON
J. KRISHNAMURTI
El Hombre y su Mensaje
Editorial Sirio, s.a.








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