jueves, 14 de diciembre de 2006

Jiddu Krishnamurti y Henry Miller.

Tal vez el más perspicaz de los comentarios provenientes de ‘extraños’ que vivieron en la costa del Pacífico en los años 40 y 50, fue el de Henry Miller, el obsceno, tempestuoso escritor de algunas de las más bellas prosas surgidas en Norteamérica durante el siglo veinte. En sus últimos años Miller se convirtió en un recluso y vivió en el Gran Sur, sobre la costa meridional de San Francisco. Jamás había conocido a Krishnamurti; pero después de leer un libro sobre Krishnamurti escrito por Carlo Suarez, Miller expresó:

"Krishnamurti ha renunciado más que ningún hombre en quien yo pueda pensar excepto Cristo. Fundamentalmente, él es tan sencillo de entender, que es fácil comprender la confusión que sus claras, directas palabras y acciones han ocasionado. Los hombres son renuentes a aceptar lo que puede captarse con facilidad.

Jamás he conocido personalmente a Krishnamurti, aunque no existe ningún hombre viviente a quien más privilegiado me sentiría de conocer.

Su trayectoria, única en la historia de los líderes espirituales, recuerda la de la famosa epopeya de Gilgamesh. Aclamado en su juventud como el futuro Salvador. Krishnamurti renunció al papel que habían preparado para él, desdeñó a todos los discípulos, rechazó a todos los mentores y preceptores. No inició una nueva fe o un nuevo dogma, lo cuestionó todo, cultivó la duda (especialmente en los momentos de exaltación) y, a pura lucha heroica y perseverancia, se liberó a sí mismo de la ilusión y el hechizo, del orgullo, de la vanidad, y de toda forma sutil de dominio sobre otros. Llegó hasta la fuente misma de la vida para encontrar sustento e inspiración. El resistir los ardides y acechanzas de aquellos que buscaban esclavizarlo y explotarlo, le exigió eterna vigilancia. Él liberó su alma, por así decirlo, de la tierra y del cielo, abriendo de ese modo para ella “el paraíso de los héroes”.

¿Es, acaso, necesario definir este estado?" 
(1)

(1)Henry Miller, Los libros en mi Vida.



Biografía de J. Krishnamurti. Pupul Jayakar. Editorial Kier.






 

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