viernes, 25 de enero de 2008

Jiddu Krishnamurti y John Barrymore.

Año 1926, Ojai, California.


Su Packard había sido, o bien llevado al servicio o bien prestado a un amigo. De cualquier manera él estaba sin carro este fin de semana y yo voluntariamente me ofrecí a manejar para él después de las horas de escuela.

Estaba muy alegre de que yo manejara para él y me hizo sentir que le hacia un gran favor, cuando era lo contrario, realmente. Me preguntó si podría recogerlo en el Hotel Ambassador al día siguiente antes de la comida, alrededor de las seis. Me dio el número del cuarto al cual yo irla para recogerlo.

Puntualmente a las seis me dirigí al Hotel Ambassador dejando el coche afuera y fui directamente al cuarto que él me había indicado, lleno de curiosidad por saber a quién había ido a ver. Mi mente imaginaba toda clase de cosas.

Toqué la puerta y esperé. Entonces oí algunos pasos que se aproximaban. La puerta se abrió. Me encontré cara a cara con John Barrymore. Me miró de arriba a abajo desdeñosamente. Dije que estaba allí para recoger al señor Krishnamurti. Este reconoció mi voz, vino y me presentó al gran actor, quien me dio un áspero “¿Cómo está usted?” volviéndome la espalda, probablemente preguntándose por qué Krishnamurti permitía a su chofer andar sin uniforme durante su trabajo.

De regreso a su casa Krishnamurti me dijo que el había conocido a Barrymore a través del agente del actor, Henry Hotchener, a quien yo conocía y que había estado casado con la anteriormente cantante de Opera, Marie Russak, una prominente teosófica amiga de Mrs. Besant.

A Krishnaji le gustaba Barrymore. Pensaba que era un hombre interesante y agudo. Le pregunté: “¿De qué habla usted con Barrymore?”

-“Principalmente de la vida de Buddha”- contestó Krishnaji. Me dijo que Barrymore se interesaba en el budismo y pensaba que la renunciación del Buddha era uno de los más dramáticos e inspiradores acontecimientos en la Historia. Le dijo a Krishnamurti que le gustaría representar el papel de Buddha en una película cuando fuera capaz de vender la idea a alguno de los magnates del cine.

Krishnaji que siempre ponía de relieve el lado positivo de una persona, se impresionó con el hecho de que Barrymore, un alcohólico, se abstenía por completo del licor en los fines de semana cuando su hijo, John, venía a visitarlo. Para Krishnamurti ése era un sacrificio de amor que demandaba respeto.

Krishnaji había invitado al célebre actor para ir a Arya Vihara en Ojai, para almorzar con él, una invitación la cual, según Krishnamurti que me contó la historia, Barrymore aceptó alegremente, después de prometer con solemnidad permanecer ese día como el más sobrio de su vida.

Libre de cualquier influencia alcohólica, en un día brillante y soleado, salió para Ojai para pasar el día con su distinguido amigo Krishnamurti. Mientras se dirigía hacia Ventura fue asaltado por una gran sed. Estacionó su costoso Lincoln convertible fuera de un bar y entró a pedir un vaso de agua, de acuerdo a su historia. El mesero le trajo en su lugar una cerveza. Usted nunca puede realmente confiar en los meseros dijo Barrymore a Krishnaji- que añadió al ver el fresco líquido dorado pensó: ¿Qué puede hacer una poca de cerveza a un hombre de propósitos? Otro poco de cerveza siguió y otro y otro. ¿Cuántos?, él no podía recordar. Algún tiempo después su sed se apagó, abandonó el bar, salió hasta su carro y milagrosamente llegó a Arya Vihara, con una hora de retraso para el almuerzo. Krishnaji, anfitrión, perfecto, lo había esperado. Barrymore salió tambaleándose de su carro y con paso inseguro subió las gradas del recibidor de Arya Vihara, tocó la puerta y prácticamente cayó en los brazos de Krishnaji.

Krishnaji, que estaba muy divertido con todo el incidente, me dijo que Barrymore, a despecho de su estado de intoxicación fue un perfecto caballero durante toda la visita, contando historietas cómicas en la mesa, burlándose de algunas de las estrellas principales de Hollywood y bebiendo galones de café negro.

Temeroso de que el notable visitante no fuera capaz de llegar a Hollywood, Krishnaji lo invitó a pasar allí la noche. Barrymore no quiso ni oírlo. Nunca sería capaz de causar a Krishnamurti tal inconveniencia. El había podido llegar a Ojai y sería una maldición que no pudiera regresar a Hollywood. Y así lo hizo.

Al día siguiente, dándose cuenta de que las cosas no habían ido de acuerdo a lo convenido, Barrymore escribió a Krishnamurti una carta disculpándose por haber caído de su gracia, e incluyendo una gran fotografía de él mismo dedicada: “Al único hombre que he encontrado que recorre el sendero del Gran Príncipe Hindú Siddartha Gautama”. En su carta Barrymore añadía que estaba aún más determinado que nunca a producir el film de la vida de Buddha con un ligero cambio en el reparto: Krishnaji representaría a Buddha, Barrymore representaría a Ananda, el discípulo favorito de Buddha.

Consciente de que Krishnaji no estaba entusiasmado acerca de representar el papel de Buddha en la pantalla, Barrymore decidió ahora que él haría el papel principal en la vida de Ananda, con Buddha relegado a un papel secundario. Krishnaji volvió a Hollywood. Había prometido llegar a comer, como muchas veces lo hacia entonces. El gozaba llegar a nuestra casa, le gustaba la comida vegetariana de mi madre, especialmente su arroz español: las historias de mi hermano John acerca de sus últimas aventuras amorosas y desde luego, ser tratado como un ser humano normal en una familia que lo amaba.



K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988

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