viernes, 25 de enero de 2008

Jiddu Krishnamurti y George Arundale.

Castillo de Eerde, Holanda.


Los visitantes venían diariamente a ver a Krishnaji al castillo. Permanecían por unas cuantas horas o por dos o tres días. Entre ellos, en una visita breve, estuvieron dos de los “apóstoles” George Arundale había anunciado pomposamente hacía un año que había sido seleccionado entre otros, incluyendo a Arundale mismo, para ayudar al Instructor del Mundo a esparcir sus enseñanzas. Ellos eran la hermosa y joven Brahmín, señora Rukmini Devi, esposa de Arundale y el obispo James Wedgwood, un descendiente del maestro alfarero Josiah Wedgwood. Rukmini se veía hermosa en un sari hindú lleno de colorido. Era franca y amistosa. Agradable a todos. El obispo Wedgwood, alto y moreno, hermoso en su vestimenta eclesiástica, con su bien labrada y grande cruz pectoral y su anillo episcopal, que aparecían repulsivos entre los huéspedes habituales del castillo. El se veía tieso y lleno de un sentimiento de autoimportancia, rebosando arrogancia espiritual. Me sentí tan alejado de él que ni siquiera quise presentarle una carta de introducción que traía para él, de un buen amigo mío que lo conocía bien. Me sentí tan completamente alejado de este señor que ni siquiera me molesté en darle la mano.

Krishnaji había estado muy contrariado por el anuncio absurdo y sensacional hecho por George Arundale y el Obispo Wedgwood, con respecto a que ciertas personas habían sido escogidas para ser “Apóstoles de Krishnaji”. Arundale proclamó que el mensaje había venido de Lord Maitreya. Krishnaji rechazó enojado todo este asunto y declaró que él no tenía discípulos de ninguna clase. Aquellos que sabían cómo le disgustaba a él sentirse un elegido, nos sorprendimos de la moderación con la cual manejó el asunto en público, consciente de que su amor por la Doctora Besant, quien había sido mezclada en esto por su confianza en Arundale, le impedía decir algo drástico que pudiera mortificarla o herir sus sentimientos. Años más tarde, sin embargo, en Ojai, se expresó muy duramente sobre ese asunto, afirmando que tanto Arundale como Wedgwood habían tratado de usarlo a él para ampliar su situación. Yo discutí el asunto con Krishnaji personalmente y supe cuán ultrajado había sido por los métodos que ellos usaron para sus ulteriores fines egoístas.

K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988

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