sábado, 3 de marzo de 2007

Jiddu Krishnamurti y Maitreya.

Regresé a Nueva Delhi y me encontraba en el aeropuerto para recibir a Krishnaji, cuando éste llegó con Achyut desde Varanasi; era el último día de diciembre de 1.981. Ambos se alojaron en mi casa, el 11 de Safdarjung Road. Era la primera vez que Krishnaji, Achyut y yo estábamos solos y juntos, parando en la misma casa, y Krishnaji hizo un comentario al respecto.

A la mañana siguiente, después del desayuno, fuimos al salón y comenzamos a hablar de Mrs. Besant y Leadbeater. Su gran amor por Mrs. Besant era evidente. Nos contó que, cuando niño, él tenía muchos poderes extrasensorios la capacidad de leer el pensamiento, o lo que estaba escrito en una carta sin abrir. También podía materializar objetos, tener visiones y predecir el futuro. Tenía el poder de curar. Pero había descartado naturalmente todos estos poderes. Nunca había sentido ningún interés en ellos. Tratamos de proseguir con el tema, cuando de repente nos preguntó: “¿Creen ustedes en el misterio?”

“Si”, dije. “Cuando le veo a usted y le hablo seriamente, surge una atmósfera misteriosa”.

Krishnaji dijo: “Si, así es”.

Yo dije: “Hay una sensación de contacto con algo, sin que nadie se encuentre ahí -una sensación de presencia”.

“Está en esta habitación”, dijo Krishnaji. “No sé si ustedes lo perciben -¿qué es eso?” Y entonces una mirada extraña apareció en sus ojos. “Tengo que ser terriblemente cuidadoso acerca de esto”. Súbitamente dejó de hablar, y después dijo: “Pregunten ustedes yo no preguntaré”.

Dije: “¿Qué es eso?”

“Tenga cuidado. Cuando hablamos de esto, o estamos imaginándolo o...”

“¿Qué ocurre se vincula eso con usted?”

“Si, obviamente”. La disposición de Krishnaji estaba cambiando, hablaba desde una gran profundidad, como si viajara velozmente por vastos espacios internos. “Pienso que hay una fuerza que los teósofos habían tocado, pero trataron de convertirla en algo concreto. No obstante, ‘algo’ había que ellos tocaron y después intentaron traducirlo en sus símbolos y su vocabulario, y así lo perdieron. Este sentimiento profundo ha proseguido durante toda mi vida no está...”

“... ¿vinculado con la conciencia?”, interrumpió Achyut.

“No, no. Cuando hablo de ello, ocurre algo tremendo. No puedo formularle ninguna pregunta”, dijo K.

El silencio se derramó a través de puertas y ventanas.

“Todas sus enfermedades han sido muy extrañas. Cada enfermedad seria fue seguida por una fuente de energía nueva”, dije. Hubo una larga pausa.

De pronto, Krishnaji preguntó: “¿De qué estamos hablando?”

“¿Es algo externo a usted? ¿Le protege?” Hablé con vacilación.

“Si, si de eso no hay duda absolutamente”.

“Cada vez que ocurre, ¿cambia la naturaleza de aquello?”

“No, no...”

“¿Se intensifica?”

“Si, se intensifica”. Otra vez hubo una larga pausa. Después, como si titubeara en el uso de las palabras, dijo: “¿Es algo externo que manifiesta su acción internamente? ¿Es el universo que se derrama dentro y el cuerpo no puede permanecer demasiado con ello? Mientras estoy hablando, eso es muy intenso. Hace cinco minutos no estaba ahí. Cuando era un muchacho ellos me dijeron: ‘Se completamente como un canal abierto no resistas’. Sólo más tarde me pregunté quiénes eran ‘ellos’”

“¿Tiene eso alguna relación con las palabras Bodhisattva Maitreya?”, preguntó Achyut.

“¿Es imaginario el Bodhisattva Maitreya? ¿Lo inventó C.W.L.? ¿Vivió el muchacho inconscientemente con ese nombre? ¿O es algo por completo diferente de su adoctrinamiento?” Krishnamurti parecía totalmente absorto en su indagación.

“¿Significa algo para usted la palabra Maitreya?”, pregunté.

“No”, contestó Krishnaji.

Persistí. “¿Por qué dice usted ‘No’? ¿Por qué, si sostiene que no hay memoria psicológica, las palabras ‘Buda Maitreya’ tienen efecto sobre usted?”

“¿Recuerda el ‘Buda’ de Abanendranath Tagore? ese cuadro tenía un efecto extraordinario sobre el muchacho. El no sabía qué era el Budismo”. Hizo una pausa. “No obstante, el sentimiento del Buda siempre ha estado ahí. Un sentimiento de inmensidad”.

“¿Un sentimiento de inmensidad? ¿Podemos proseguir con eso? ¿Está ese sentimiento fuera de usted? ¿O es algo interno? ¿Es el cuerpo incapaz de recibirlo?”

“No piense que estoy loco. Jamás he sentido como siento ahora. Que el universo está tan cercano como si mi cabeza estuviera incrustada en el universo. ¿Suena absurdo?” Krishnaji sonrió tímidamente.

“¿Dice usted que todas las barreras han cesado?”

“Vea, las palabras ‘Buda’, ‘Maitreya’ han perdido su significación. Percibo que ha cesado toda sensación verbal”.

“Usted dijo algo de estar muy próximo al universo...”

Krishnaji rió: “Si, mi cabeza está dentro de él”.

“Eso se manifiesta en las pláticas. El núcleo de su enseñanza se ha movido hacia una posición cósmica”, dije.

Después usó palabras extrañas: “O puede no ser nada en absoluto. Puede ser un tentáculo que tantea en torno. No alcanzo la plena claridad de ello. Ahora llena esta habitación. Sea lo que fuere, está vibrando con ello. Cuanto más observo, más está ahí la intensidad de ello. Puedo permanecer sentado aquí con ustedes dos y al mismo tiempo ‘irme’. Estar con esa cosa inmensa y dejarla operar. Es un misterio; en el momento que el misterio se comprende, deja de ser misterio. Uno no puede comprender lo misterioso es demasiado infinito.

“Tengo el curioso sentimiento de que deseo penetrar ese misterio. ¿Entienden? Y sin embargo, hay cierta vacilación en acercarme a él. Uno no puede tocarlo. Está ahí. Es misterioso. En el estrado es algo diferente... O probablemente sea la misma cosa”.



Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar. Editorial Kier.

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