Alumbradas por el sol ardiente, rocas esculpidas que se cuentan entre las más antiguas del mundo, protegían la aldea de Madnapalle, en el distrito de Chittoor, perteneciente a Andra Pradesh en el sur de la India. Desde la sagrada región de Tirupati, a través del Valle de Rishi hasta Anantpur se extendían, coronadas por grandes peñascos, colinas que se entremezclaban con pequeños valles. Las lluvias eran mínimas, la población escasa. Tamarindos y árboles dorados como el mohúr (Mohúr, antigua moneda de la India y de Persih) suministraban sombra y estallidos de color. Era una tierra sagrada, punyasthal, donde místicos y santos habían vivido y enseñado durante siglos, y sus cuerpos estaban enterrados ahí para santificar el suelo. Fue aquí, el 12 de mayo de 1895, treinta minutos después de la medianoche, que un hijo le nació a Sanjeevamma, la mujer de Jiddu Naraniah, un funcionario público de menor jerarquía.
Los antepasados de Jiddu Krishnamurti, fueron un brahmin de la subasta Velanadu, que originalmente vino de Giddu o Jiddu, una aldea que se encuentra en medio de los arrozales en la costera Andhra. El abuelo paterno de Krishnamurti, Gurumurti, también fue un funcionario civil de menor importancia; pero el abuelo de éste, Ramakrishna, célebre por su gran erudición, su conocimiento del sánscrito y de los Vedas, tenía una posición responsable en el departamento judicial de la Compañía Británica East India.
La casa de Naraniah en Madnapalle, una de las áreas más propensas a la sequía en el sur de la India, era muy pequeña; de dos pisos y mal ventilada, tenía un frente angosto que daba a un callejón, a lo largo del cual corría un desagüe abierto. Toda el agua para la casa de Naraniah se extraía de un pozo cercano, y transportada por aguateros se almacenaba dentro de la casa en grandes vasijas de cobre pulido o en marmitas de barro.
Sanjeevamma dio a luz a Krishnamurti en la habitación que en la casa destinaban al puja(1). La significación de esto no ha sido entendida por los biógrafos de Krishnamurti. Para un hindú tradicional, ya sea que viva entre los picos nevados de los Himalayas o en Kanyahumari que está en el profundo sur de la India, en una residencia urbana o en la choza de una aldea, la habitación del puja era el lugar sagrado, el corazón de la casa donde se veneraba a los griha devaras, los dioses domésticos; era una habitación de buen auspicio gracias a las flores y al incienso y a la recitación de mantras sagrados. A la habitación destinada a los dioses sólo podía entrarse después de un baño ritual y vistiendo ropas recién lavadas. El nacimiento, la muerte y el ciclo menstrual eran los focos de la contaminación ritual. En el nacimiento y la muerte, el dueño de casa y su familia participaban en la contaminación y se abstenían de practicar el puja cotidiano; en lugar de eso, se invitaba a un brahmin del templo local para que efectuara los rituales diarios. Que un bebé pudiera nacer en esta habitación, era algo inconcebible.
La esposa y prima de Naraniah, Sanjeevamma, era una mujer devota y caritativa. Se le consideraba psíquica, experimentaba visiones y podía ver los colores en las auras de la gente. Al igual que el oído de un músico se afina perfectamente para un instrumento de cuerda, así, como madre, el oído de ella estaba afinado para los latidos del corazón del bebé que esperaba en el crisol de su cuerpo, pronto para iniciar su pasaje por los portales de la vida. Ciertos indicios de la singularidad de este nacimiento deben haberle infundido una visión profética y mucho valor; de lo contrario, no hubiera podido desafiar de ese modo a los dioses.
Temprano en la noche del 11 de mayo, Sanjeevamma percibió indicios del inminente nacimiento del bebé. Este sería su octavo hijo, y ella conocía muy bien los preparativos de rutina necesarios para la ocasión. De modo que preparó la habitación, cantó con su melodiosa voz canciones Telugu (Telugu es un idioma dravidiano hablado por la gente de Andhra Pradesh en la India. Incluye un gran número de palabras en sánscrito) para su esposo, y se echó sobre una estera en el piso superior de la casa. Los dolores comenzaron en medio de la noche. Ella despertó a Naraniah, fue a la habitación que había preparado, y se acostó sobre una estera para el nacimiento. Una mujer local, pariente muy versada en la experiencia del alumbramiento, vino para ayudarla mientras su marido esperaba afuera. Sanjeevamma tuyo pocos dolores. Durante ese período, las únicas palabras que pronunció fueron. “Rama, Rama, Anjaneya”, otro nombre para Hanuman (Hanuman, el mono devoto del héroe divino Rama en la epopeya del Ramayana, es un dios popular ampliamente adorado en toda la India. En el sur se le conoce también como Anjaneya). A las 0:30 hs., en la madrugada del 12 de mayo, la mujer que ayudaba abrió la puerta y le dijo a Naraniah: “Sirsodayam, la cabeza está visible”. Conforme a la tradición, éste es el momento exacto del nacimiento.
En esta pequeña habitación alumbrada con lámparas de aceite, en presencia del ishta devaca, el dios doméstico, Krishnamurti respiró por primera vez. Desde los protegidos espacios de la matriz, el bebé penetró en los espacios del mundo.
“Uno nace en el espacio y nace hacia el espacio”(2).
El horóscopo del niño fue hecho a la mañana siguiente por Kumara Shrowthulu, un renombrado astrólogo de esa región, quien le dijo a Naraniah que este nuevo hijo habría de ser un gran hombre. La carta astrológica era compleja; el niño tropezaría con muchos obstáculos antes de madurar hasta llegar a ser un gran Maestro.
Durante once días del período prescrito, el bebé permaneció en una atmósfera que recreaba el ambiente de la matriz. Yacía en la semioscuridad, dulcemente mecido en una cuna de lienzo, próximo a su madre. Como en todos los nacimientos de hindúes ortodoxos, el ingreso de Krishnamurti en la deslumbrante luz del sol y en el mundo, fue gradual.
En el sexto día posterior al nacimiento, tuyo lugar la ceremonia en que se otorga el nombre. Era inevitable en esta familia atada a las tradiciones, que al octavo hijo se le diera el nombre de Krishnamurti, simbólico de Krishna, el dios-pastor que fuera el octavo hijo.
Tres años más tarde, en 1898, Sanjeevamma dio a luz otro niño. Se le llamó Nityananda, “bienaventuranza eterna”.
Cuando Krishna cumplió seis años, se realizó el upanayanama. Esta es una ceremonia de iniciación en el brahmacharya, el período de casto discipulado, que es la primera etapa en la vida de un brahmin. La ceremonia tuyo lugar en Kadiri, adonde fue destinado Naraniah.
Se colocó alrededor de los hombros de Krishna “el hilo sagrado”, y su padre susurró en el oído del niño el mantra secreto gayatri, la invocación al sol. Se le enseñó a recitar el mantra con la entonación, el acento y el gesto correctos. Debe haber aprendido a recitar el mantra gayatri al sol en el amanecer, y a realizar los rituales Sandhya durante la puesta del sol, a tomar los baños rituales, y a estar libre de cualquier forma de contaminación ritual. También deben haberle enseñado a recitar los Vedas.
Según la descripción de Naraniah: “Es una ceremonia por la que pasan los muchachos brahmines cuando es tiempo de lanzarlos al mundo de la educación. Tiene lugar entre la edad de cinco y siete años, de acuerdo con la salud y capacidad del niño. Así, cuando Krishna hubo alcanzado esa edad, se reservó un día para esta ceremonia. Es nuestra costumbre hacer de ello una fiesta familiar, y se invita a cenar a amigos y parientes”.
Cuando toda la gente estuvo reunida, se bañó a Krishna y se le vistió con ropas nuevas. Luego el niño fue introducido y se le colocó sobre las rodillas de su padre, mientras la mano extendida de Naraniah sostenía una bandeja de plata con granos de arroz diseminados. Su madre, sentada junto a Naraniah, tomó después el dedo índice de la mano derecha del niño, y con él trazó en el arroz la palabra sagrada AUM, que en su pronunciación sánscrita consta de una sola letra la primera letra del alfabeto sánscrito y de todas las lenguas vernáculas.
“Después”, cuenta Naraniah, “me sacaron mi anillo del dedo y lo colocaron entre el índice y el pulgar del niño; y mi esposa, sosteniendo la manita, con el anillo trazó otra vez la palabra sagrada en carácter telugu. Luego, sin el anillo, trazó de nuevo la misma letra tres veces. Después de esto, el sacerdote oficiante recitó mantrams y bendijo al niño a fin de que fuera dotado intelectual y espiritualmente. A continuación, mi esposa y yo nos trasladamos con Krishna al templo de Narasimhaswami para adorar y rezar por el éxito futuro de nuestro hijo. Desde allí seguimos a la escuela más cercana, donde Krishna fue entregado al maestro, quien llevó a cabo la misma ceremonia trazando la palabra sagrada en arena. Mientras tanto, numerosos escolares se habían reunido en el salón de clases, y nosotros distribuimos entre ellos, a modo de regalo, muchas cosas buenas. Así iniciamos a nuestro hijo en su carrera educativa conforme a nuestras costumbres. Después regresamos a la casa y compartimos la cena con nuestros parientes y amigos”(3).
Krishna y su hermano Nitya eran muy íntimos, pero por naturaleza eran totalmente distintos. Nitya era extraordinariamente inteligente. Aun “antes de que pudiera hablar, cuando veía a otros niños que iban a la escuela, solía tomar una pizarra y un lápiz y los seguía”(4). Krishnamurti era un niño débil y experimentaba penosos ataques de malaria. En una etapa sufrió de convulsiones, y por todo un año estuvo alejado de la escuela debido a que sangraba por nariz y boca.
Krishnamurti se interesaba poco en la escuela y en el trabajo académico, pero pasaba largas horas contemplando las nubes, las abejas, hormigas e insectos, y fijando la mirada en la vasta distancia. Ha sido descrito como enfermizo y poco desarrollado mentalmente. Su vaguedad, sus pocas palabras, su falta de interés en los asuntos mundanos, y sus ojos que miraban el mundo viendo más allá de los horizontes, fueron confundidos por sus maestros con retardo mental.
El joven Krishnamurti, pese a su aparente vaguedad, se interesaba grandemente en todos los artefactos mecánicos. Un día faltó a la escuela. Buscándolo, su madre lo encontró solo en una habitación, totalmente absorto en abrir un reloj. No se movería de la habitación y rehusaría todo alimento y bebida hasta no haber desarmado el reloj y, habiendo entendido cómo funcionaba, hubiera repuesto la maquinaria en su lugar.
El niño Krishna estaba profundamente apegado a su madre, quien parecía darse cuenta de la naturaleza singular de su hijo(5). Sanjeevamma murió en 1905, y su muerte dejó al niño Krishna confundido y desolado. Años más tarde, en el verano de 1913, cuando él estaba en Europa, decidió empezar a escribir su autobiografía. La tituló: “Cincuenta años de mi vida”, teniendo el propósito, a medida que pasaran los años, de “añadir nuevos acontecimientos, y por el año 1945 habré justificado el título”(6). Pero, ¡ay!, el relato habría de ser abandonado después de las primeras páginas. Sin embargo, el corto manuscrito arroja una luz muy interesante sobre sus sentimientos y los primeros años vividos con su madre. A la edad de dieciocho años sus recuerdos eran todavía muy vívidos, y es muy conmovedora la descripción que hace de las visiones que tuyo de su madre después de que ella muriera:
Los recuerdos más felices de mi niñez se concentran alrededor de mi madre, quien nos prodigaba todo el cuidado amoroso por el que tan bien conocidas son las madres de la India. Yo no puedo decir que me sintiera particularmente feliz en la escuela, ya que los maestros no eran muy amables y me daban tareas muy difíciles para mí. Gozaba con los juegos en tanto no fueran demasiado rudos, pues tenía una salud muy delicada. La muerte de mi madre en 1905 nos privó a mis hermanos y a mí del ser que más nos amaba y cuidaba, y mi padre estaba muy ocupado en sus asuntos para prestarnos mucha atención. Yo llevaba la existencia usual de un joven indio corriente, hasta que llegué a Adyar en 1908 [en realidad, fue en enero de 1909].
Adyar tenía para mí un interés especial, puesto que mi padre acostumbraba asistir ahí a las convenciones de la Sociedad Teosófica. También en Madnapalle celebraba él reuniones para el estudio de la Teosofía, y yo aprendí acerca de Adyar gracias a mi madre y a él. Mi madre tenía una habitación para el puja, donde practicaba regularmente su culto; en la habitación había cuadros de deidades Indias y también una fotografía de Mrs. Besant vestida con ropas indias y sentada con las piernas cruzadas sobre un chowki, una pequeña plataforma en la que había una piel de tigre.
Yo generalmente me encontraba en casa mientras mis hermanos estaban en la escuela, porque sufría mucho de fiebre de hecho, casi todos los días y con frecuencia entraba en la habitación del puja cerca del mediodía, cuando mi madre practicaba sus ceremonias cotidianas. Entonces solía hablarme acerca de Mrs. Besant, del karma y de la reencarnación, y también me leía cosas del Mahabharata, del Ramayana y de otras escrituras hindúes. Yo tenía solamente unos 7 u 8 años, de modo que no podía entender mucho, pero creo que sentía en gran manera aquello que no podía realmente comprender.
El escribir acerca de mi madre, trae a mi memoria algunos acontecimientos que tal vez valga la pena mencionar. Ella era hasta cierto punto psíquica, y a menudo veía a mi hermana que había muerto unos dos o tres años antes. Ambas conversaban, y había un lugar especial en el jardín al cual mi hermana acostumbraba venir. Mi madre sabía siempre cuándo mi hermana estaba ahí, y en ocasiones me llevaba con ella hasta el lugar y me preguntaba si yo también la veía. Al principio yo solía reírme ante le pregunta, pero ella me pedía que mirara nuevamente, y entonces, a veces, veía a mi hermana. Más tarde, siempre pude verla. Debo confesar que eso me asustaba muchísimo, porque la había visto muerta y su cuerpo incinerado. Por lo general, me pegaba precipitadamente a mi madre, y ella me decía que no había razón alguna para temer. Yo era el único miembro de mi familia, excepto mi madre, que tenía esas visiones, si bien todos creían en ellas. Mi madre podía asimismo ver las auras de las personas, y yo también las veía a veces. No creo que ella supiera qué significaban los colores. Hay muchos otros acontecimientos de similar naturaleza que ahora no recuerdo. Hablábamos a menudo de Krishna, por quien yo me sentía especialmente atraído, y una vez le pregunté a mi madre por qué lo representaban siempre de color azul. Me dijo que su aura era azul, pero no sé cómo podía ella saberlo.
Mi madre era muy caritativa. Se mostraba afectuosa con los niños pobres, y entregaba comida regularmente a los que eran de su propia casta. Cada niño venía a nuestra casa un día especial de la semana, y a otras casas iba en otros días. Teníamos cotidianamente un número de mendigos que a menudo acudían desde una distancia considerable para recibir arroz, dal, y de vez en cuando ropas.
Antes de venir a Adyar, mis hermanos y yo asistimos a muchas escuelas, de las cuales la más agradable fue la de Madnapalle. Esta fue mi primera escuela cuando era muy niño, puesto que nací en Madnapalle. Siendo mi padre un funcionario gubernamental, lo transferían continuamente de un lugar a otro, de modo que nuestra educación se interrumpía muchísimo.
Después de la muerte de mi madre las cosas empeoraron, porque realmente no había nadie que nos cuidara. En relación con su muerte, puedo mencionar que la veía frecuentemente después de que murió; recuerdo haber seguido una vez la forma de mi madre subiendo las escaleras. Extendí la mano y me pareció que tocaba su vestido, pero ella se desvaneció tan pronto llegamos al último escalón. Hasta hace poco tiempo, acostumbraba oír a mi madre siguiéndome cuando iba a la escuela. Esto lo recuerdo particularmente, porque oía el sonido de los brazaletes que las mujeres indias llevan en las muñecas. Al principio miraba hacia atrás medio asustado, y veía la forma vaga de su vestido y parte de su rostro. Esto ocurría casi siempre cuando yo salía de la casa.
Los antepasados de Jiddu Krishnamurti, fueron un brahmin de la subasta Velanadu, que originalmente vino de Giddu o Jiddu, una aldea que se encuentra en medio de los arrozales en la costera Andhra. El abuelo paterno de Krishnamurti, Gurumurti, también fue un funcionario civil de menor importancia; pero el abuelo de éste, Ramakrishna, célebre por su gran erudición, su conocimiento del sánscrito y de los Vedas, tenía una posición responsable en el departamento judicial de la Compañía Británica East India.
La casa de Naraniah en Madnapalle, una de las áreas más propensas a la sequía en el sur de la India, era muy pequeña; de dos pisos y mal ventilada, tenía un frente angosto que daba a un callejón, a lo largo del cual corría un desagüe abierto. Toda el agua para la casa de Naraniah se extraía de un pozo cercano, y transportada por aguateros se almacenaba dentro de la casa en grandes vasijas de cobre pulido o en marmitas de barro.
Sanjeevamma dio a luz a Krishnamurti en la habitación que en la casa destinaban al puja(1). La significación de esto no ha sido entendida por los biógrafos de Krishnamurti. Para un hindú tradicional, ya sea que viva entre los picos nevados de los Himalayas o en Kanyahumari que está en el profundo sur de la India, en una residencia urbana o en la choza de una aldea, la habitación del puja era el lugar sagrado, el corazón de la casa donde se veneraba a los griha devaras, los dioses domésticos; era una habitación de buen auspicio gracias a las flores y al incienso y a la recitación de mantras sagrados. A la habitación destinada a los dioses sólo podía entrarse después de un baño ritual y vistiendo ropas recién lavadas. El nacimiento, la muerte y el ciclo menstrual eran los focos de la contaminación ritual. En el nacimiento y la muerte, el dueño de casa y su familia participaban en la contaminación y se abstenían de practicar el puja cotidiano; en lugar de eso, se invitaba a un brahmin del templo local para que efectuara los rituales diarios. Que un bebé pudiera nacer en esta habitación, era algo inconcebible.
La esposa y prima de Naraniah, Sanjeevamma, era una mujer devota y caritativa. Se le consideraba psíquica, experimentaba visiones y podía ver los colores en las auras de la gente. Al igual que el oído de un músico se afina perfectamente para un instrumento de cuerda, así, como madre, el oído de ella estaba afinado para los latidos del corazón del bebé que esperaba en el crisol de su cuerpo, pronto para iniciar su pasaje por los portales de la vida. Ciertos indicios de la singularidad de este nacimiento deben haberle infundido una visión profética y mucho valor; de lo contrario, no hubiera podido desafiar de ese modo a los dioses.
Temprano en la noche del 11 de mayo, Sanjeevamma percibió indicios del inminente nacimiento del bebé. Este sería su octavo hijo, y ella conocía muy bien los preparativos de rutina necesarios para la ocasión. De modo que preparó la habitación, cantó con su melodiosa voz canciones Telugu (Telugu es un idioma dravidiano hablado por la gente de Andhra Pradesh en la India. Incluye un gran número de palabras en sánscrito) para su esposo, y se echó sobre una estera en el piso superior de la casa. Los dolores comenzaron en medio de la noche. Ella despertó a Naraniah, fue a la habitación que había preparado, y se acostó sobre una estera para el nacimiento. Una mujer local, pariente muy versada en la experiencia del alumbramiento, vino para ayudarla mientras su marido esperaba afuera. Sanjeevamma tuyo pocos dolores. Durante ese período, las únicas palabras que pronunció fueron. “Rama, Rama, Anjaneya”, otro nombre para Hanuman (Hanuman, el mono devoto del héroe divino Rama en la epopeya del Ramayana, es un dios popular ampliamente adorado en toda la India. En el sur se le conoce también como Anjaneya). A las 0:30 hs., en la madrugada del 12 de mayo, la mujer que ayudaba abrió la puerta y le dijo a Naraniah: “Sirsodayam, la cabeza está visible”. Conforme a la tradición, éste es el momento exacto del nacimiento.
En esta pequeña habitación alumbrada con lámparas de aceite, en presencia del ishta devaca, el dios doméstico, Krishnamurti respiró por primera vez. Desde los protegidos espacios de la matriz, el bebé penetró en los espacios del mundo.
“Uno nace en el espacio y nace hacia el espacio”(2).
El horóscopo del niño fue hecho a la mañana siguiente por Kumara Shrowthulu, un renombrado astrólogo de esa región, quien le dijo a Naraniah que este nuevo hijo habría de ser un gran hombre. La carta astrológica era compleja; el niño tropezaría con muchos obstáculos antes de madurar hasta llegar a ser un gran Maestro.
Durante once días del período prescrito, el bebé permaneció en una atmósfera que recreaba el ambiente de la matriz. Yacía en la semioscuridad, dulcemente mecido en una cuna de lienzo, próximo a su madre. Como en todos los nacimientos de hindúes ortodoxos, el ingreso de Krishnamurti en la deslumbrante luz del sol y en el mundo, fue gradual.
En el sexto día posterior al nacimiento, tuyo lugar la ceremonia en que se otorga el nombre. Era inevitable en esta familia atada a las tradiciones, que al octavo hijo se le diera el nombre de Krishnamurti, simbólico de Krishna, el dios-pastor que fuera el octavo hijo.
Tres años más tarde, en 1898, Sanjeevamma dio a luz otro niño. Se le llamó Nityananda, “bienaventuranza eterna”.
Cuando Krishna cumplió seis años, se realizó el upanayanama. Esta es una ceremonia de iniciación en el brahmacharya, el período de casto discipulado, que es la primera etapa en la vida de un brahmin. La ceremonia tuyo lugar en Kadiri, adonde fue destinado Naraniah.
Se colocó alrededor de los hombros de Krishna “el hilo sagrado”, y su padre susurró en el oído del niño el mantra secreto gayatri, la invocación al sol. Se le enseñó a recitar el mantra con la entonación, el acento y el gesto correctos. Debe haber aprendido a recitar el mantra gayatri al sol en el amanecer, y a realizar los rituales Sandhya durante la puesta del sol, a tomar los baños rituales, y a estar libre de cualquier forma de contaminación ritual. También deben haberle enseñado a recitar los Vedas.
Según la descripción de Naraniah: “Es una ceremonia por la que pasan los muchachos brahmines cuando es tiempo de lanzarlos al mundo de la educación. Tiene lugar entre la edad de cinco y siete años, de acuerdo con la salud y capacidad del niño. Así, cuando Krishna hubo alcanzado esa edad, se reservó un día para esta ceremonia. Es nuestra costumbre hacer de ello una fiesta familiar, y se invita a cenar a amigos y parientes”.
Cuando toda la gente estuvo reunida, se bañó a Krishna y se le vistió con ropas nuevas. Luego el niño fue introducido y se le colocó sobre las rodillas de su padre, mientras la mano extendida de Naraniah sostenía una bandeja de plata con granos de arroz diseminados. Su madre, sentada junto a Naraniah, tomó después el dedo índice de la mano derecha del niño, y con él trazó en el arroz la palabra sagrada AUM, que en su pronunciación sánscrita consta de una sola letra la primera letra del alfabeto sánscrito y de todas las lenguas vernáculas.
“Después”, cuenta Naraniah, “me sacaron mi anillo del dedo y lo colocaron entre el índice y el pulgar del niño; y mi esposa, sosteniendo la manita, con el anillo trazó otra vez la palabra sagrada en carácter telugu. Luego, sin el anillo, trazó de nuevo la misma letra tres veces. Después de esto, el sacerdote oficiante recitó mantrams y bendijo al niño a fin de que fuera dotado intelectual y espiritualmente. A continuación, mi esposa y yo nos trasladamos con Krishna al templo de Narasimhaswami para adorar y rezar por el éxito futuro de nuestro hijo. Desde allí seguimos a la escuela más cercana, donde Krishna fue entregado al maestro, quien llevó a cabo la misma ceremonia trazando la palabra sagrada en arena. Mientras tanto, numerosos escolares se habían reunido en el salón de clases, y nosotros distribuimos entre ellos, a modo de regalo, muchas cosas buenas. Así iniciamos a nuestro hijo en su carrera educativa conforme a nuestras costumbres. Después regresamos a la casa y compartimos la cena con nuestros parientes y amigos”(3).
Krishna y su hermano Nitya eran muy íntimos, pero por naturaleza eran totalmente distintos. Nitya era extraordinariamente inteligente. Aun “antes de que pudiera hablar, cuando veía a otros niños que iban a la escuela, solía tomar una pizarra y un lápiz y los seguía”(4). Krishnamurti era un niño débil y experimentaba penosos ataques de malaria. En una etapa sufrió de convulsiones, y por todo un año estuvo alejado de la escuela debido a que sangraba por nariz y boca.
Krishnamurti se interesaba poco en la escuela y en el trabajo académico, pero pasaba largas horas contemplando las nubes, las abejas, hormigas e insectos, y fijando la mirada en la vasta distancia. Ha sido descrito como enfermizo y poco desarrollado mentalmente. Su vaguedad, sus pocas palabras, su falta de interés en los asuntos mundanos, y sus ojos que miraban el mundo viendo más allá de los horizontes, fueron confundidos por sus maestros con retardo mental.
El joven Krishnamurti, pese a su aparente vaguedad, se interesaba grandemente en todos los artefactos mecánicos. Un día faltó a la escuela. Buscándolo, su madre lo encontró solo en una habitación, totalmente absorto en abrir un reloj. No se movería de la habitación y rehusaría todo alimento y bebida hasta no haber desarmado el reloj y, habiendo entendido cómo funcionaba, hubiera repuesto la maquinaria en su lugar.
El niño Krishna estaba profundamente apegado a su madre, quien parecía darse cuenta de la naturaleza singular de su hijo(5). Sanjeevamma murió en 1905, y su muerte dejó al niño Krishna confundido y desolado. Años más tarde, en el verano de 1913, cuando él estaba en Europa, decidió empezar a escribir su autobiografía. La tituló: “Cincuenta años de mi vida”, teniendo el propósito, a medida que pasaran los años, de “añadir nuevos acontecimientos, y por el año 1945 habré justificado el título”(6). Pero, ¡ay!, el relato habría de ser abandonado después de las primeras páginas. Sin embargo, el corto manuscrito arroja una luz muy interesante sobre sus sentimientos y los primeros años vividos con su madre. A la edad de dieciocho años sus recuerdos eran todavía muy vívidos, y es muy conmovedora la descripción que hace de las visiones que tuyo de su madre después de que ella muriera:
Los recuerdos más felices de mi niñez se concentran alrededor de mi madre, quien nos prodigaba todo el cuidado amoroso por el que tan bien conocidas son las madres de la India. Yo no puedo decir que me sintiera particularmente feliz en la escuela, ya que los maestros no eran muy amables y me daban tareas muy difíciles para mí. Gozaba con los juegos en tanto no fueran demasiado rudos, pues tenía una salud muy delicada. La muerte de mi madre en 1905 nos privó a mis hermanos y a mí del ser que más nos amaba y cuidaba, y mi padre estaba muy ocupado en sus asuntos para prestarnos mucha atención. Yo llevaba la existencia usual de un joven indio corriente, hasta que llegué a Adyar en 1908 [en realidad, fue en enero de 1909].
Adyar tenía para mí un interés especial, puesto que mi padre acostumbraba asistir ahí a las convenciones de la Sociedad Teosófica. También en Madnapalle celebraba él reuniones para el estudio de la Teosofía, y yo aprendí acerca de Adyar gracias a mi madre y a él. Mi madre tenía una habitación para el puja, donde practicaba regularmente su culto; en la habitación había cuadros de deidades Indias y también una fotografía de Mrs. Besant vestida con ropas indias y sentada con las piernas cruzadas sobre un chowki, una pequeña plataforma en la que había una piel de tigre.
Yo generalmente me encontraba en casa mientras mis hermanos estaban en la escuela, porque sufría mucho de fiebre de hecho, casi todos los días y con frecuencia entraba en la habitación del puja cerca del mediodía, cuando mi madre practicaba sus ceremonias cotidianas. Entonces solía hablarme acerca de Mrs. Besant, del karma y de la reencarnación, y también me leía cosas del Mahabharata, del Ramayana y de otras escrituras hindúes. Yo tenía solamente unos 7 u 8 años, de modo que no podía entender mucho, pero creo que sentía en gran manera aquello que no podía realmente comprender.
El escribir acerca de mi madre, trae a mi memoria algunos acontecimientos que tal vez valga la pena mencionar. Ella era hasta cierto punto psíquica, y a menudo veía a mi hermana que había muerto unos dos o tres años antes. Ambas conversaban, y había un lugar especial en el jardín al cual mi hermana acostumbraba venir. Mi madre sabía siempre cuándo mi hermana estaba ahí, y en ocasiones me llevaba con ella hasta el lugar y me preguntaba si yo también la veía. Al principio yo solía reírme ante le pregunta, pero ella me pedía que mirara nuevamente, y entonces, a veces, veía a mi hermana. Más tarde, siempre pude verla. Debo confesar que eso me asustaba muchísimo, porque la había visto muerta y su cuerpo incinerado. Por lo general, me pegaba precipitadamente a mi madre, y ella me decía que no había razón alguna para temer. Yo era el único miembro de mi familia, excepto mi madre, que tenía esas visiones, si bien todos creían en ellas. Mi madre podía asimismo ver las auras de las personas, y yo también las veía a veces. No creo que ella supiera qué significaban los colores. Hay muchos otros acontecimientos de similar naturaleza que ahora no recuerdo. Hablábamos a menudo de Krishna, por quien yo me sentía especialmente atraído, y una vez le pregunté a mi madre por qué lo representaban siempre de color azul. Me dijo que su aura era azul, pero no sé cómo podía ella saberlo.
Mi madre era muy caritativa. Se mostraba afectuosa con los niños pobres, y entregaba comida regularmente a los que eran de su propia casta. Cada niño venía a nuestra casa un día especial de la semana, y a otras casas iba en otros días. Teníamos cotidianamente un número de mendigos que a menudo acudían desde una distancia considerable para recibir arroz, dal, y de vez en cuando ropas.
Antes de venir a Adyar, mis hermanos y yo asistimos a muchas escuelas, de las cuales la más agradable fue la de Madnapalle. Esta fue mi primera escuela cuando era muy niño, puesto que nací en Madnapalle. Siendo mi padre un funcionario gubernamental, lo transferían continuamente de un lugar a otro, de modo que nuestra educación se interrumpía muchísimo.
Después de la muerte de mi madre las cosas empeoraron, porque realmente no había nadie que nos cuidara. En relación con su muerte, puedo mencionar que la veía frecuentemente después de que murió; recuerdo haber seguido una vez la forma de mi madre subiendo las escaleras. Extendí la mano y me pareció que tocaba su vestido, pero ella se desvaneció tan pronto llegamos al último escalón. Hasta hace poco tiempo, acostumbraba oír a mi madre siguiéndome cuando iba a la escuela. Esto lo recuerdo particularmente, porque oía el sonido de los brazaletes que las mujeres indias llevan en las muñecas. Al principio miraba hacia atrás medio asustado, y veía la forma vaga de su vestido y parte de su rostro. Esto ocurría casi siempre cuando yo salía de la casa.
(1) Mary Lutyens, Los Años del Despertar; también B. Shiva Rao, El Nacimiento y los Primeros Años, manuscrito sobre la infancia de Krishna, Archivos de la Sociedad Teosófica, Adyar, Madrás.
(2) Sarvapalli Radakrishnan, “Los Principales Upanishads”, El Chandoga Upanishads.
(3) Relato de Naraniah sobre la niñez de Krishna, tomado por Mrs, Katherine Taylor, una teósofa inglesa que vivía en Adyar. La declaración está firmada por Naraniah, y como testigos, Von Mannen y Mrs, George Gagorin, Archivos de la Sociedad Teosófica, Adyar, Madrás.
(4) Ibíd.
(5) Ella le habló de sus sentimientos por una vecina, quien más tarde seria la abuela de Radha Burnier, Burnier, que pertenece a una prominente familia de teósofos, fue una del grupo más intimo de Krishnaji en la India, En 1986, era presidenta de la Sociedad Teosófica.
(6) J, Krishnamurti, Autobiografía. K comenzó a escribir su autobiografía en 1915, mientras se encontraba en Varengeville, Normandía. Anotó sus reminiscencias hasta 1911. (Adyar, Madrás, Archivos de la Soc, Teosófica).
(2) Sarvapalli Radakrishnan, “Los Principales Upanishads”, El Chandoga Upanishads.
(3) Relato de Naraniah sobre la niñez de Krishna, tomado por Mrs, Katherine Taylor, una teósofa inglesa que vivía en Adyar. La declaración está firmada por Naraniah, y como testigos, Von Mannen y Mrs, George Gagorin, Archivos de la Sociedad Teosófica, Adyar, Madrás.
(4) Ibíd.
(5) Ella le habló de sus sentimientos por una vecina, quien más tarde seria la abuela de Radha Burnier, Burnier, que pertenece a una prominente familia de teósofos, fue una del grupo más intimo de Krishnaji en la India, En 1986, era presidenta de la Sociedad Teosófica.
(6) J, Krishnamurti, Autobiografía. K comenzó a escribir su autobiografía en 1915, mientras se encontraba en Varengeville, Normandía. Anotó sus reminiscencias hasta 1911. (Adyar, Madrás, Archivos de la Soc, Teosófica).
Biografía de J. Krishnamurti. Pupul Jayakar.
Editorial Kier.
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