domingo, 25 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Canto.

Año 1924.

Se dieron instrucciones a través de K el 4 de septiembre, en el sentido de que su habitación, debía ser cerrada a las 3 p.m., de que nadie debía tocarla después de esa hora, y que todas las cosas y las personas deberían estar excepcionalmente limpias, tampoco debería él comer antes de la prueba. A las 6 p.m. tomaría su baño, se vestiría con su traje hindú y entraría a la “cámara de las torturas” como la llamaba Lady Emily. Sólo a Nitya le era permitido entrar con él. Lady Emily, Helen y Rajagopal, habiendo cenado temprano, acostumbraban pasar la hora durante la cual el proceso se desarrollaba, sentados afuera en la escalera junto a la puerta. Después de la prueba todos se sentaban con él en su habitación mientras tomaba la cena.

En la tarde del 24, Lady Emily anotó que K tuvo el presentimiento de que esa sería “una noche excitante”, y, efectivamente, vino el Señor Maitreya, permaneció con K por un largo tiempo y dejó un mensaje para todo el grupo. Este mensaje les fue leído en voz alta; por Nitya, a la mañana siguiente:

Aprendan a servirme, pues sólo a lo largo de es sendero Me encontrarán.
Olvídense de sí mismos, porque sólo entonces se me ha de encontrar.
No busquen a los Grandes Seres cuando ellos pueden estar muy cerca de ustedes.
Son como el ciego que busca la luz del sol.
Son como el hambriento a quien se ofrece comida y no quiere comer.
La felicidad que buscan no está lejos; está en cada piedra común.
Yo estoy allí si sólo quieren verme.
Yo soy El que ayuda si quieren permitirme que les ayude.

Estas podrían haber sido las propias palabras de K; estaban mucho más en la vena de los poemas que pronto escribiría. O, desde luego, podría argüirse que era el Señor Maitreya quien iba a inspirar los poemas de K. De cualquier manera, este mensaje era de un estilo muy diferente al de otros que se habían recibido.

El proceso terminó después del 24 de septiembre, y durante las tres últimas tardes de su estancia en Pergine, K comió con el resto del grupo en el hotel.

Se relajaba por completo, cantaba canciones cómicas, decía chistes más bien vulgares, de los que se reía explosivamente. Lady Emily estaba profundamente sacudida ante semejante sacrilegio después de las tardes maravillosas en la torre; los súbitos cambios de K, de lo sublime a lo ridículo, siempre la desconcertaban. Sin embargo, para los más humildes miembros del grupo, que no habían tenido el privilegio de estar en la torre cuadrada, fue un regocijo tener a K y a Nitya con ellos durante esas tardes, jugando al bufón y divirtiéndose en grande.


KRISHNAMURTI
Los Años del Despertar
MARY LUTYENS
EDITORIAL ORIÓN
M É X I C 0
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