domingo, 11 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Canto.

 Año 1926.

Había una enorme carpa para las reuniones, carpas más pequeñas para las comidas, filas de carpas para dormir en ellas una, dos, tres y cuatro personas, baños con ducha, W.C., y bien concebidas cabañas permanentes para oficinas de correos, librerías, puestos de primeros auxilios y oficinas de información. Todo estaba extraordinariamente bien organizado. En medio del Campamento se había construido un anfiteatro con filas circulares de duros troncos hachados que servían de bancos. Allí se efectuaban las reuniones cuando el tiempo era bueno, y era ahí donde se encendía una gran hoguera todas las tardes. K, quien todavía era un orador vacilante, que con frecuencia se repetía a sí mismo y que no siempre terminaba sus frases, lograba su mayor lucimiento cuando hablaba ante las hogueras del Campamento. El olor del pino quemado era un acompañamiento delicioso para estas reuniones vespertinas que comenzaban exactamente con la puesta del sol. K vestía trajes de la India y cuando se encendía la pirámide de madera de 15 pies de altura, él solía cantar un himno a Agni, Dios del fuego.


KRISHNAMURTI
Los Años del Despertar
MARY LUTYENS
EDITORIAL ORIÓN
M É X I C 0
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