viernes, 9 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Buda.

Al comenzar el verano de 1.978, me encontraba en Brockwood Park, Londres. Estando allí, mantuve dos diálogos con Krishnaji. Desde alrededor de 1.970, yo había percibido un cambio en la enseñanza de Krishnamurti. Su contacto con la comunidad científica a través de seminarios y discusiones, había introducido una mayor precisión en su vocabulario. Examinaba el significado etimológico de las palabras; definía cuidadosamente el sentido que él daba a las palabras cerebro, mente, conciencia. Ya no exploraba paso a paso en la naturaleza del pensamiento o en problemas tales como el miedo, los celos, la ira. Las expresiones que había usado en las décadas de los años 40 y 50 “el pensador y el pensamiento son una sola cosa”; o, “la necesidad de observar el pensamiento, de ver cómo surge y cómo desaparece, de perseguirlo hasta que se termina”; o, “escuchar y percibir el instante decisivo en que surge el pensamiento”­ no se manifestaban en las pláticas posteriores a los años 70. Hacia 1.978, Krishnamurti hablaba de una totalidad del ver, de un ver holístico.

Le dije que le había escuchado por treinta años, y que percibía la existencia de un cambio en las enseñanzas. “¿Puede lo holístico surgir sin una observación gradual de la conciencia?”, pregunté. “¿Se ha distanciado usted desde entonces? ¿Ha habido una expansión, o un cambio?”

Krishnaji reflexionó sobre mi pregunta y después dijo: “Expansión sería la palabra correcta; la enseñanza tiene la misma orientación, es holística antes que un examen detallado. Es directa, sencilla y completa”.

Le pregunté si la total inmovilidad de la mente, de la que ahora hablaba, era posible sin una observación previa, sin cuestionar y examinar. Krishnaji escuchaba atentamente, como siempre lo hacía en los diálogos. Dijo: “La cesación del pensamiento es inmovilidad, es silencio; el pensamiento como tiempo tiene que terminar”.

Pregunté: “Si el tiempo es el movimiento del devenir, sin la observación de ese movimiento en la conciencia, ¿puede cesar el devenir? ¿No hay un cambio fundamental en la enseñanza?”

La respuesta de Krishnaji fue sorprendente. Dijo: “¿Puede usted mirar desde el hoy los treinta años del pasado? ¿Y no desde los treinta años mirar el hoy?”

Por un momento quedé confundida ante la distinción que hacía. “Sin el ayer, ¿puede uno mirar hacia atrás el ayer?”

“Cuando desde el hoy usted mira el ayer, mira con una mente distinta, con ojos en los que no conserva el ayer”, dijo.

“Yo tuve un ayer”, contesté. “Por eso, desde el hoy puedo mirar hacia atrás el ayer”.

“¿Cómo mira usted el pasado desde el hoy?”, preguntó Krishnaji. “Insisto, en ello está el ver holístico. Ese ver y escuchar el ayer desde el hoy, es inmovilidad. El presente contiene la totalidad del pasado. ¿Es así?” Krishnaji inquiría. “¿Y qué es lo que entendemos por el presente? ¿Es posible aprehender, tener una percepción de la totalidad instantáneamente?” Krishnaji se interrogaba a sí mismo a medida que surgían sus respuestas.

“Sin la exploración, el examen, el conocimiento gradual de la conciencia, ¿cómo es eso posible?” Yo rehusaba apartarme de mi posición. Luego, súbitamente, lo capté. Ver desde el hoy los treinta años, era terminar con lo lineal, con lo secuencial. Era ver con profundidad dentro de la profundidad. Ver desde atrás, o sea, ver desde los treinta años hacia hoy, era un ver gradual, un ver con el tiempo como medida.

“¿Cómo exploraremos entonces?”, preguntó K.

“Treinta años atrás nos tomaba usted de la mano y exploraba en la conciencia; hoy, ha retirado usted su mano”, dije.

“Somos más maduros”.

“Esa madurez, ¿qué la produjo? ¿Los treinta años?”, pregunté.

“No, no, no”.

Dije que vera tres períodos distintos en la enseñanza: Los primeros tiempos, cuando Krishnamurti hablaba del conocimiento de uno mismo, del pensador y el pensamiento como una sola cosa, de estar libres de todo juicio y condena. En los años 60, se había desplazado hacia una negación del individuo como algo separado de la corriente de la humanidad. De la aproximación gradual, Krishnamurti había pasado a la urgencia de una revolución en la corriente humana. Había dejado de referirse a ciertos problemas específicos como la codicia y el odio. Anteriormente, estuvo usando palabras tales como cerebro, mente, pensamiento, conciencia, intercambiándolas con palabras como pasado, memoria. En los años 70, su terminología se había vuelto más precisa. Sondeaba en la naturaleza de la observación y en la ilusión que sustentaba la división entre el observador y lo observado. En 1.978, parecía interesarse en lo universal y en una percepción holística.

“Cuando K dice que la percepción holística es posible ‘ahora’, ¿qué es lo que eso provoca? ¿Qué es lo que da madurez al ojo y al oído para que escuchen sin el pasado de los treinta años?”, pregunté.

“¿Cómo puede un ciego ver la luz?”, preguntó K a su vez. “¿Puede existir un ver holístico sin preparación previa? Sin una exploración detallada, ¿puede uno ver lo total de la existencia? ¿Puede uno abarcar de una mirada la conciencia en su totalidad? Yo digo que sí, que eso es posible”.

“La posición de hace treinta años, ¿no era, entonces, verdadera?”, pregunté.

“Yo no diría eso”, contestó. “La posición de entonces era verdadera”.

“La percepción del pensador y el pensamiento como una sola cosa, ¿era una percepción total, tan verdadera como ésta de hoy?”, pregunté.

“Pero yo cuestiono que K haya pasado por todo eso. Lo que él decía entonces surgía de lo total, igual que lo que dice ahora. El examen detallado nacía de una totalidad de percepción”, fue su respuesta.

Yo no estaba satisfecha y proseguir inquiriendo. “¿Puede la persona que llega por primera vez a la enseñanza, comprender el devenir sin ver al devenir como un movimiento en la conciencia?”

“¿Usted pregunta si tiene que pasar por la escuela, el colegio, etc., antes del examen final?”, respondió K.

“Se que usted dirá que el proceso es tiempo. Ello era total entonces como lo es ahora. Si usted dice que uno puede hacer un viaje directo en el ver holístico, ¿puede mostrárnoslo ahora tal como nos lo mostraba entonces?” Yo retaba a K.

Respondió: “¿Puede uno observar sin el pasado? ¿Puede uno tener discernimiento sin el peso del ayer? El discernimiento es instantáneo. La percepción de la totalidad es una percepción instantánea. Si es así, ¿qué necesidad hay de una preparación?” Uno podía percibir el orden de la mente silenciosa. “El discernimiento sólo es posible en el instante. El instante no está contenido en el tiempo. X no puede ver eso. El dice: ‘Dígame qué debo hacer’. Y K dice: ‘Observe al pensador y al pensamiento como una sola cosa’. ¿Está X escuchando, o lo que tiene lugar es un proceso de abstracción que aleja a X de la percepción instantánea?”

“Usted puede negar los treinta años, pero están ahí. Es la mente que ha escuchado por treinta años, la que tiene capacidad de recibir lo que usted dice hoy”.

Preguntó: “¿Qué es escuchar? ¿Por qué la gente no ha comprendido cuando esta persona dice: ‘La percepción instantánea es totalidad’?”

“Es como pedirle a usted, ‘déme discernimiento’”, respondí.

“Nadie puede darle discernimiento a otro. Usted pregunta, ‘¿puede dármelo?’ ¿Cuál es su reacción cuando uno afirma: ‘Ningún tiempo, ninguna evolución pueden darle ese discernimiento?’

“Si, así es”, dije.

A eso K dice: ‘Escuche, nadie puede darle discernimiento.’ Si usted escucha, eso tiene que tener un efecto tremendo. Toda su atención se concentra en el acto de escuchar. En el escuchar no interviene el tiempo”.

“¿Piensa usted que es posible escuchar así sin antes haber sondeado, investigado?”, pregunté.

Krishnaji hablaba Con pasión y con un sentido de gran urgencia. “El sondear no traerá consigo el escuchar. ¿Qué le ha ocurrido a su mente cuando usted escucha? Ello significa que ha de abandonarlo todo. Toda la dependencia que ha cultivado por milenios”.

“¿Dice usted, entonces, que no ha habido un cambio en la enseñanza?”, pregunté.

Ninguno en absoluto”, dijo K.

La habitación estaba en silencio. “¿Ha habido un cambio interno en usted durante estos años?” Yo hablaba con mucha vacilación. Hubo una larga pausa. Krishnaji parecía estar mirando profundamente dentro de sí.

“Déjeme observar. Nunca me he formulado esta pregunta. ¿Ha habido un cambio interno desde el principio, o desde hace treinta años? No”, dijo, “pienso que no ha habido ningún cambio fundamental. Eso es inmovilidad”.

Otra vez hubo un lapso de silencio. Después K se volvió hacia su médico personal, el Dr. Parchure y hacia G. Narayan, y les preguntó: “¿Qué dicen ustedes a esta declaración de que la percepción de lo total es instantánea? El tiempo no es necesario. La preparación no es necesaria. Preguntan ustedes, ‘¿qué hemos de hacer, cuál es la próxima lección?’ Entonces la respuesta a eso sería: ‘Escuchen’. ¿Han escuchado exactamente esa declaración? El tiempo, la preparación, todo el proceso de la evolución son innecesarios. Si escuchan, tienen una percepción total”.

Luego se volvió hacia mí. “El hecho es, Pupulji, que toda nuestra actitud se basa en la evolución devenir, crecer, lograr, hasta la realización final­. Considero que esa suposición básica es radicalmente falsa.

“Veo la verdad de eso. Puedo escucharlo sin que se forme una sola onda en la conciencia”, dije.

Si escucha así, ¿qué ocurre?” Se sentía fluir la quietud. Desde una gran profundidad, Krishnaji habló: “¿Qué ocurre si el Buda le dice: ‘La terminación del dolor es la bienaventuranza de la compasión’? Usted es uno de los que le escuchan. No examina esta declaración. No la traduce a su propia forma de pensar. Sólo escucha en un estado de atención aguda y total. No hay nada más. Porque esa declaración contiene una verdad inmensa, tremenda. Y eso basta. Entonces yo le digo al Buda: ‘No tengo la capacidad de escuchar con esa intensa cualidad de atención, así que por favor, ayúdeme’, y la respuesta es: ‘Primero escucha lo que estoy diciendo. No hay ningún agente externo de los que han inventado la mente o el pensamiento’. Pero yo tengo miedo, porque veo que eso significa abandonar todas las cosas a las que me aferro. Así que pregunto: ‘¿Cómo he de desapegarme?’ En el momento que pregunto ‘cómo’, estoy perdido. Él dice: ‘Desapégate’, pero yo no estoy escuchando. Siento una gran reverencia por él pero no escucho. Porque el apego ocupa en mi vida un lugar tremendo. Entonces él dice: ‘Despréndete de ello, despréndete en un instante’”, K hizo una larga pausa. “En el momento que uno tiene una percepción en el hecho, está libre del hecho”.

“¿Es cuestión de ver, sin las palabras, la totalidad de esa declaración del Buda, ‘Desapégate’?”, pregunté.

“Por supuesto, la palabra no es la cosa. Tiene que haber libertad con respecto a la palabra. El quid de ello es la intensidad del escuchar”, dijo K.

“¿Qué es lo que le da a uno esa intensidad?”, inquirí nuevamente.

“Nada”. La afirmación fue absoluta. “Todo nuestro modo de pensar se basa en el devenir, en la evolución. Eso nada tiene que ver con la iluminación.

“El cerebro está densamente condicionado. No escucha. K dice algo que es totalmente verdadero. Es algo inconmovible, irrevocable, y tiene un peso vital tremendo, como un río que tiene tras sí inmensos volúmenes de agua. Pero X no escucha esa declaración extraordinaria. Usted formuló una pregunta: ‘¿Ha habido un cambio fundamental en K desde los años 30 y 40?’
“Yo digo que no. Hubo cambios considerables en la expresión. Ahora bien, si usted escucha con intensidad, ¿qué ocurre cuando se hace una declaración así que el tiempo, el proceso, la evolución, incluso el conocimiento, deben abandonarse­? ¿Lo escuchará usted? Si lo hace, entonces abandona verdaderamente todo eso. A fin de cuentas, el escuchar, el ver totalmente, es como un rayo que todo lo destruye. Pasar por todo el proceso no implica negar esta cosa instantánea”.

“¡Eso es! ahora lo ha dicho usted­”.

“¿Qué?”, preguntó K.

“Eso significa pasar por todo el proceso sin negar lo instantáneo”, dije. “Lo cual no quiere decir que el tiempo esté involucrado”.

“Pero el hombre traduce eso como tiempo”, dijo Krishnaji.


Biografía de J. Krishnamurti.
Pupul Jayakar.
Editorial Kier.


No hay comentarios.:

Etiquetas