martes, 13 de febrero de 2007

Jiddu Krishnamurti y el Buda.

PREFACIO

Se me instó a que escribiera un prefacio de las siguientes páginas. Francamente no lo necesitaban, aunque tal vez convenga explicar el motivo de su publicación. Son conversaciones sostenidas con algunos de mis amigos en el castillo de Eerde, en Ommen (Holanda).

El castillo es de estilo arquitectónico usado en las primeras edificaciones de principios del siglo XVIII y se le considera como uno de los más hermosos ejemplares de aquel período. Seguramente es uno de los más bellos lugares que conozco. Todo lo del castillo pertenece a dicho período y está en perfecta condición. Hay admirables tapices Gobelinos que dan un ambiente de antigua dignidad y belleza.

Corpulentos árboles dos o tres veces centenarios, rodean el castillo; sus potentes copas desaparecen en las nubes, y se escuchan allí extraños murmullos.

El lugar está henchido de encanto y dicha, y mis conversaciones versaron naturalmente sobre este eterno tema.

J. KRISHNAMURTI

Nota

Puedo añadir a lo precedente que las descritas condiciones eran posiblemente las más favorables para que se manifestara la influencia del Instructor del Mundo. Krishnaji estaba rodeado de un pequeño grupo de fervorosos estudiantes, creyentes en su inspiración y que gozosamente acogían la presencia del Señor. Los lectores reconocerán la profunda sabiduría, la sorprendente originalidad y la exquisita dicción de este admirable libro. Los prudentes lo estimarán; los que no lo sean harán lo que les parezca.

ANNIE BESANT

I

LA VOZ DE LA INTUICIÓN

Deseo, en cuanto se me alcance, exponeros ciertas ideas que debéis estudiar y que os darían un definido e inteligible concepto de la verdadera vida espiritual. Me parece que todos vosotros entendéis que para crear, como habéis de crear si queréis vivir, se necesita lucha y descontento; y para convertirlos en fruición, debéis cultivar vuestro propio punto de vista, vuestras propias tendencias, vuestras propias capacidades, y por esto deseo despertar en cada uno de vosotros, aquella Voz, aquel Tirano, el único guía capaz de ayudaros a crear. La mayor parte de vosotros prefiere, por ser más fácil camino, copiar. A la mayoría de vosotros, les gusta imitar. Para muchos de vosotros es mucho más cómodo no cultivar vuestras propias tendencias, vuestras propias cualidades, vuestra propia naturaleza, sino más bien imitar ciegamente. Y creo que convendréis conmigo en que esto es fatal para el desenvolvimiento de la Voz. La más noble guía de cada uno de vosotros es esta Voz, este Tirano, esta Intuición; y cultivándola, ennobleciéndola y perfeccionándola llegaremos a la meta; nuestra propia meta.

Cultivando esta voz hasta que llegue a ser el único Tirano, la única Voz a que obedezcamos, debemos descubrir nuestra meta y trabajar incesantemente para alcanzarla. Ahora bien, ¿qué meta es esta? Para mí, consiste en conocer la Verdad final. Anhelo llegar a un estado en que por mí mismo conozca lo que he conseguido, que yo soy la personificación de dicha Verdad. Y al lograr esta Verdad, logro al propio tiempo mi anhelo: la paz, la perfecta tranquilidad de mente y emociones. Tal es la meta para mí. Ante todo lo esencial es fortalecer en cada uno de vosotros esta Voz que se asevera por sí misma de cuando en cuando. Y cultivar y ennoblecer la Intuición; debemos aprender a pensar y obrar por nosotros mismos. El cultivo de esta Voz de la intuición requiere una conducta acorde con sus dictados.

La imitación nada tiene que ver con la belleza. El Arte no consiste en copiar la Naturaleza tal como es, sino en la dignidad del símbolo que la representa. Así, cada uno de nosotros ha de ser un artista; un artista que cree por sí mismo porque le ha conmovido un vislumbre de la Visión. Observaréis que los verdaderos e insignes artistas, los genuinos y eximios instructores no tienen el sentimiento de la exclusividad, sino que encarnan todas las cosas, son parte de todas las cosas. Debemos tener varios aspectos a fin de producir lo perfecto. Un jardín lleno de rosas, podrá haber en él las más perfectas rosas de toda variedad y color, pero si todo son rosas, carecerá de belleza el jardín.

Todos propendemos a ser como los demás. Deseamos acomodarnos a determinado tipo y adaptarnos a moldes que no son de nuestra hechura. Esto es fatal para el desenvolvimiento de la perfecta intuición. Sin embargo, no debemos olvidar que todos nos encontraremos en el Reino de la Felicidad.

Por nuestro nacionalismo o nuestra modalidad de culto religioso propendemos a pensar que somos diferentes de otras personas; tratamos al mundo como si estuviese independiente de nosotros y llegamos a ser exclusivos en nuestras perspectivas. Destruiremos en vez de crear si tenemos tan limitada visión y tan restringidas ideas. Yo deseo, en cuanto se me alcance, despertar en cada uno de vosotros esta Voz, que os guiara por el camino que queráis seguir, que es vuestra propia vida, el sendero por vosotros mismos trazado. Y mientras obedezcáis a esta Voz, a esta Intuición, no podréis errar; pero erraréis si tratáis de obedecer y seguir las órdenes, las ideas, las visiones de los demás.

Yo puedo exponeros mi ideal de Verdad, de perfecta paz y amorosa ternura, pero debéis esforzaros en alcanzarlo por vosotros mismos. Yo puedo exponer los principios de Verdad, pero vosotros, por medio de vuestra propia Voz y obedientes a esta Voz, debéis desenvolver vuestra propia Intuición, vuestras propias ideas, y así alcanzaréis la meta donde todos nos hemos de encontrar.

Esto es para mí lo más importante de la vida. Yo no quiero obedecer a nadie, sea quien sea, mientras no esté yo convencido de que tiene razón. No quiero ocultarme tras la pantalla que vela la Verdad. No quiero tener creencias a las cuales no pueda responder ni darles mi alma, mi corazón y todo mi ser. En vez de ser vulgares y mediocres, debéis escuchar esta Voz, cultivar esta Intuición, y descubrir así nuevas sendas de vida, en vez de ir a la aventura por ajenos senderos.

Según ya dije, para realizar este ideal debéis desenvolver vuestra Intuición, esencial es la perfecta armonía de emociones y de mente para que se manifieste la Intuición, la Voz de vuestro verdadero ser.

La Intuición es el susurro del alma. Es Intuición la palabra guiadora de vuestra vida. Cuanto más armonicemos por el perfeccionamiento y la purificación nuestras intensas emociones y agudos pensamientos, más aptos seremos para oír esta Voz, la Intuición, que es común a todos, la Intuición, que pertenece colectivamente a la humanidad y no a un particular individuo. Debéis tener vivos sentimientos de amor, de intensa dicha o de sincera bondad. Quien carece de emociones no sirve para nada, mientras que quien intensas las tiene, aunque de siniestra índole, puede siempre tratar de refinarlas y perfeccionarlas. La persona insensible e indiferente no puede crear, destruir ni edificar. Observaréis que un gran destructor nunca es persona mezquina sino que algo admirable hay en él. Tampoco es mediocre ni endeble un gran amador. Cuantos más sentimientos y emociones tengáis, tanto mejor; pero al propio tiempo habéis de aprender a dominarlas, porque las emociones son como las malas hierbas, que si no las escardáis infectarán el jardín. Si tenéis débiles emociones, pero las vais alimentando día tras día, acabarán por crecer y vigorizarse. La idea de que no debemos tener sentimientos ni emociones es absurda y contraria a la espiritualidad. Cuanto más fervorosos sean vuestros sentimientos, mejor; pero habréis de dominarlos so pena de sufrimiento. Si no los domináis os apartaréis de vuestra Intuición y os extraviaréis por vericuetos en vez de seguir el camino recto hacia vuestro ideal.

Tened formidables sentimientos y disfrutad de ellos. No seáis negativos, sino intrépidamente emprendedores. Digo esto con tanta vehemencia, porque todos tenemos propensión a ser de un mismo tipo, a pensar de una misma manera, a congregarnos en torno a la misma persona, y tememos no poder adelantar si no pertenecemos a tal o cual actividad. Pero, ¿qué es el adelanto? Es vuestra propia felicidad. El adelanto es tan solo una palabra. Yo preferiría ser feliz a cuantas mezquinas satisfacciones pueda el mundo dar. ¿Qué importa la religión a que pertenezcáis ni la fama de que gocéis mientras os sintáis verdaderamente felices y podáis mantener absolutamente claro y distinto vuestro ideal?

Imaginaos por un momento al señor Buda y Sus discípulos. Fueron las grandes excepciones de su época. Todos tenían un solo Maestro, una sola meta un solo ideal: Él. Y sin embargo, cada uno de ellos tenía la chispa del genio. No eran mediocres porque seguían a Quien era la excepción, la flor de la humanidad, y todos deben llegar a ser un tal ejemplo.



J. Krishnamurti
EL REINO DE LA FELICIDAD. (Extracto)
Editorial Sirio, s.a. - málaga
Libro publicado con subvención de la Junta de Andalucía.
Nuestro agradecimiento a D. Roberto Pla Sales, quien generosamente facilitó un ejemplar de El Reino de la Felicidad para que sirviera de base a la presente edición.
Los editores.

 

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