Krishnamurti, un genio espiritual sin par en el mundo ahora, ha estado “cantando su canción” por casi 50 años, enfatizando ahora una cierta nota, después otra y todavía otra. Miles y millones de gentes a través del mundo lo han escuchado, y si sus palabras les han traído nueva visión interna o ninguna, confusión, desengaños o claridad y propósitos, cualquiera haya sido la respuesta individual, no hay duda de que su principal tema ha sido constante y claro de principio a fin: liberar al individuo de la pesada carga de su ambiente, de su pensamiento condicionado, sus temores heredados, sus prejuicios paralizantes.
El ha dicho: “Están acostumbrados a escuchar la canción de otros y así sus corazones están vacíos y siempre lo estarán porque ustedes llenan sus corazones con la canción de otro; esa no es su canción; por lo tanto ustedes son meramente gramófonos cambiando los discos de acuerdo al humor, pero no son músicos. Y especialmente en tiempos de grandes trabajos y penalidades tenemos que ser músicos. Cada uno de nosotros; tenemos que recrearnos con nuestra canción, lo cual significa liberar, vaciar el corazón de aquellas cosas que han sido reunidas por la mente. Por lo tanto, tenemos que comprender las creaciones de la mente, y ver la falsedad de esas creaciones. Entonces, cuando el corazón esté vacío, no como en su caso, lleno con cenizas- porque cuando el corazón está vacío y la mente quieta, entonces hay una canción, la canción que no puede ser destruida o pervertida porque no ha sido compuesta por la mente”.
Muchos de nosotros lo hemos escuchado por toda una vida. Hemos discutido con él nuestros problemas, sobrecargándolo con nuestros íntimos “yoes”; hemos sido inspirados y renovados, hemos desechado muchos temores y prejuicios, hemos alcanzado alguna madurez. Algunos de nosotros probablemente hemos tenido atisbos de esa extradimensión que Krishnamurti ha llamado lo Desconocido. Pero estoy seguro de que, ninguno de nosotros ha tomado el fuego que quema en él. No estamos cantando nuestro propio canto. ¿Por qué es esto? ¿Es Krishnamurti único en su clase? Otros grandes maestros espirituales en el pasado parecen haber sido de esta clase: Buddha, Cristo, Lao-Tze. Krishnamurti probablemente rechazaría esta idea como una simple excusa una justificación para no abordarla nosotros mismos con completa atención. De todas maneras, yo una vez le pregunté por qué parecía no haber otro Krishnamurti en el mundo, aun cuando él había estado luchando por media canturria. Me contestó. “Un árbol necesita espacio a su alrededor para crecer hasta ser un gran árbol. No puede alcanzar su pleno crecimiento si está muy cerca de otro gran árbol”.
Quizá nosotros hemos estado abrumando al gran maestro, psicológicamente hablando, en nuestro muy urgente intento para cruzar al reino del no ego al cual él se refiere como el Ultimo Bien. Quizá, parafraseando sus propias palabras, porque nuestra mente-corazón no canta, en vez de eso perseguimos al cantor, perdiendo de esta manera el significado esencial del canto.
¿Acaso el legado espiritual de Krishnamurti al mundo sea otro Krishnamurti en el futuro para dar de nuevo voz al canto apasionado? Más realistamente, esto es como si hubiera una lenta y gradual transformación de la psiquis en algunas pocas gentes, aquí y allá, un pasivo y no enjuiciado estado consciente de sensitividad de la mente que percibe las cosas tal como son, una cualidad interna del espíritu que me aventuraría a llamar, “el ardiente escuchar”, término que el poeta John Keats usaba con gran visión interior en una estrofa de su largo poema Endymion:
And truly I Would rather be struck dumb
Than speak against this ardent listlessness:
For I have thought that it might bless
The world with benefits unknowingly;
As does the nightingale, up perched high.
And cloistered among con and bunched leaves.
Y en verdad preferiría de pronto enmudecer
Que pronunciarme en contra de este ardiente escuchar
Porque he pensado que podría bendecir
Al mundo con beneficios desconocidos;
Como lo hace el ruiseñor, parado en lo alto
Y enclaustrado entre hojas frescas y entrelazadas.
K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988
El ha dicho: “Están acostumbrados a escuchar la canción de otros y así sus corazones están vacíos y siempre lo estarán porque ustedes llenan sus corazones con la canción de otro; esa no es su canción; por lo tanto ustedes son meramente gramófonos cambiando los discos de acuerdo al humor, pero no son músicos. Y especialmente en tiempos de grandes trabajos y penalidades tenemos que ser músicos. Cada uno de nosotros; tenemos que recrearnos con nuestra canción, lo cual significa liberar, vaciar el corazón de aquellas cosas que han sido reunidas por la mente. Por lo tanto, tenemos que comprender las creaciones de la mente, y ver la falsedad de esas creaciones. Entonces, cuando el corazón esté vacío, no como en su caso, lleno con cenizas- porque cuando el corazón está vacío y la mente quieta, entonces hay una canción, la canción que no puede ser destruida o pervertida porque no ha sido compuesta por la mente”.
Muchos de nosotros lo hemos escuchado por toda una vida. Hemos discutido con él nuestros problemas, sobrecargándolo con nuestros íntimos “yoes”; hemos sido inspirados y renovados, hemos desechado muchos temores y prejuicios, hemos alcanzado alguna madurez. Algunos de nosotros probablemente hemos tenido atisbos de esa extradimensión que Krishnamurti ha llamado lo Desconocido. Pero estoy seguro de que, ninguno de nosotros ha tomado el fuego que quema en él. No estamos cantando nuestro propio canto. ¿Por qué es esto? ¿Es Krishnamurti único en su clase? Otros grandes maestros espirituales en el pasado parecen haber sido de esta clase: Buddha, Cristo, Lao-Tze. Krishnamurti probablemente rechazaría esta idea como una simple excusa una justificación para no abordarla nosotros mismos con completa atención. De todas maneras, yo una vez le pregunté por qué parecía no haber otro Krishnamurti en el mundo, aun cuando él había estado luchando por media canturria. Me contestó. “Un árbol necesita espacio a su alrededor para crecer hasta ser un gran árbol. No puede alcanzar su pleno crecimiento si está muy cerca de otro gran árbol”.
Quizá nosotros hemos estado abrumando al gran maestro, psicológicamente hablando, en nuestro muy urgente intento para cruzar al reino del no ego al cual él se refiere como el Ultimo Bien. Quizá, parafraseando sus propias palabras, porque nuestra mente-corazón no canta, en vez de eso perseguimos al cantor, perdiendo de esta manera el significado esencial del canto.
¿Acaso el legado espiritual de Krishnamurti al mundo sea otro Krishnamurti en el futuro para dar de nuevo voz al canto apasionado? Más realistamente, esto es como si hubiera una lenta y gradual transformación de la psiquis en algunas pocas gentes, aquí y allá, un pasivo y no enjuiciado estado consciente de sensitividad de la mente que percibe las cosas tal como son, una cualidad interna del espíritu que me aventuraría a llamar, “el ardiente escuchar”, término que el poeta John Keats usaba con gran visión interior en una estrofa de su largo poema Endymion:
And truly I Would rather be struck dumb
Than speak against this ardent listlessness:
For I have thought that it might bless
The world with benefits unknowingly;
As does the nightingale, up perched high.
And cloistered among con and bunched leaves.
Y en verdad preferiría de pronto enmudecer
Que pronunciarme en contra de este ardiente escuchar
Porque he pensado que podría bendecir
Al mundo con beneficios desconocidos;
Como lo hace el ruiseñor, parado en lo alto
Y enclaustrado entre hojas frescas y entrelazadas.
K R I S H N A M U R T I
El Cantor y la Canción
(Memorias de una amistad)
Sidney Field Povedano
EDITORIAL ORIÓN
MÉXICO
1988
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